Partida Rol por web

Turno C11, C12 y C13

Después de un golpe desgarrador, Ragi notó como el murciélago comenzaba a trastabillar. Era su momento de atacar.

Lanzó, sin dudar, una serie de ataques rápidos esperando acabar con la bestia antes de que se repusiera.

El joven golpeaba una y otra vez con su espada al murciélago que se movía frenético tratando de mantener el vuelo. Era inevitable que tarde o temprano alguno de los espadazos fuera a acabar con la criatura, y así sucedió. Con un golpe seco impactó contra el suelo, y ya no se movió más.

Ragi siguió bajando hacia la planta baja cuando escuchó voces desde abajo...

-¿Ragi? ¿Eres tú? Soy Taro, susurró el compañero de Academia de Ragi. Tarosh era un alumno algo introvertido con un talento fuera de lo común. Era capaz de moldear el fuego con magia. O al menos eso decía. Las artes arcanas eran complejas y su estudio llevaba muchos años. Pero la mismísima Dama Aylarien le había impartido clases privadas a él y a Sir antes de partir.

Ragi y Tarosh se llevaban bastante bien. Ninguno de los dos encajaba del todo en la Academia, y además les unía la pequeña Sir. Pero había algo en Tarosh que preocupaba a sus amigos y asustaba a los desconocidos. Había en él un dolor por algún mal que había sufrido que se había convertido en una fría determinación de prepararse y buscar venganza. Tarosh lo había afirmado en varias ocasiones.

-¿Estás allí Ragi?, preguntó de nuevo tratando de ver entre los andamios en la penumbra. Había escuchado golpes de pelea y luego el silencio, temía lo peor.

Ragi, todavía jadeando por el combate, se sorprendió de escuchar a su amigo llamarle.

-Aquí estoy-. Dijo triste por la perdida de su compañera.

-He mandado el mensaje, pero no sé como esta yendo el combate. Unos murciélagos nos atacaron a Mylriel y a mí... Tuve que dejar su cuerpo allí-le contó a Tarosh.

Esperaba que sus acciones valieran para algo. Una perdida siempre era dolorosa y, en ese momento, el dolor era mayúsculo.

Tarosh le puso la mano en el hombro a Ragi cuando vio la tristeza en su mirada. -Muchos han caído en este día, y aún no ha terminado. Aunque el sol se haya ocultado en el cielo. Les recordaremos mañana, Ragi. A todos ellos.

Detrás de las palabras de Tarosh se notaba la urgencia. No era el momento de lamentar a los muertos, pues la batalla seguía. Pero él comprendía también a Ragi, y era consciente de lo difícil que le resultaba seguir adelante. Sin duda, los sucesos recientes le habían hecho madurar también a Tarosh.

-Por lo que sé, con tu señal comenzó la batalla contra los huargos allí fuera. Los refugiados de la aldea están ya subiendo hacia aquí. No tardarán en llegar...

No quiso comentar otras cosas, pues ese camino estaba ahora marcado con sangre de todos los que habían perecido. Pero la lucha seguía.

-Te he buscado porque ... ¡Sir ha abierto los ojos, Ragi! Se ha despertado un momento. Y la van a trasladar a la torre de homenaje, añadió haciendo un gesto al mismo edificio donde se encontraban. Las primeras plantas estaban en mucho mejor estado, y era el lugar más seguro del castillo. -Después se va a decidir qué se va a hacer. Tú has sido convocado, Ragi. Pero primero vamos a verla, y a ayudar en el traslado.

Una punzada de celos recorrió el cuerpo de Tarosh al pronunciar las palabras sobre cómo Ragi había sido convocado a la reunión más importante de Sil Auressë. Pero comprendía que Ragi era el protector de Sir y que tenía que estar con ella en el momento de tomar las decisiones.

A pesar de la buena noticia, Ragi no podía estar alegre. Su protegida había despertado y eso era un buen motivo, pero se avecinaban momentos oscuros y, por alguna causa que no entendía, era requerido para alguna misión.

-De acuerdo, vayamos rápido-. Respondió sin titubear. Ya habría tiempo de pensar las cosas cuando fueran sucediendo.

Estaba deseando ver a Sir despierta y poder ayudar en todo lo posible para su traslado.

Terminaron de bajar hasta el patio de armas y cruzaron rápidamente hasta la Academia, que ahora hacia de Casa de la Curación. Allí estaba su compañero Caäniza, una de las últimas en llegar a la Academia y cuyos conocimientos de curación iban a ser útiles sin duda en este día y en los días venideros. Al lado de Caäniza se encontraba el maestro Ionell. Los dos estaban terminando de preparar una camilla para el inminente traslado de Sir.

-Vamos, acompañadme, dijo Ionell al ver a Tarosh y a Ragi. La sonrisa del viejo maestro resultó algo forzada dadas las circunstancias, pero aún así logró reconfortar y animar a los jóvenes.

Ionell, Tarosh y Ragi entraron en la salita privada donde descansaba Sir. Resultaba aún más pequeña en medio de una cama grande. En un primer momento, Ragi la vio igual que antes de subir a la torre. Pero entonces ella abrió los ojos lentamente al oírles entrar, pero no pudo girar la cabeza. Seguía mirando al techo, tratando de tragar saliva y con los ojos ahora abiertos de par en par. Parecía asustada, y su pequeña y frágil mano se movía débilmente buscando tal vez el caballo de madera que estaba fuera de su alcance, cerca de sus pies.

Ragi se acercó a la muchacha, tomando el caballo de madera por el camino y acercándoselo a las manos.

-En que líos te metes cuando no estoy.-dijo tratando de consolarla.

Aunque de una manera forzada, en su cara había una sonrisa. La muchacha estaba herida y el joven se culpaba de ello.

"Debería haber permanecido aquí para cuidarla." pensaba mientras miraba a la niña. Se sentía decepcionado consigo mismo por no haber cumplido la misión que le habían encomendado.

Los ojos de la pequeña se movieron y pareció mirar en dirección a Ragi, aunque sin girar la cabeza. Su mano se aferraba al caballo de madera, aunque débilmente. Su mirada parecía perdida, como si en su mente estuviera viendo otros sucesos distintos a los que tenía delante.

Movió los labios lentamente, pero no se escuchó ningún sonido. Y volvió a cerrar los ojos.

-Está débil aún, pero está luchando que es lo importante, dijo el maestro. -He visto mejora sorprendente en ella. Y es importante que te vea a ti al abrir los ojos de nuevo. No te apartes de su lado, vamos a terminar de preparar la camilla.

Ragi asintió al maestro y se concentró en su protegida.

Si decía algo quería estar ahí para ella. Quería escuchar cada palabra que tuviera que decir y consolarla. Al menos hasta que le destinarán a otro lugar y, aunque a regañadientes, tuviera que abandonar su puesto al lado de la joven.

Terminaron de preparar la camilla para Sir. Se podía llevar entre dos, o incluso una sola persona o caballo arrastrándola. Resultó algo sorprendente ver cómo preparaban la parte inferior por si tenía que cruzar terreno más difícil que el patio de armas.

A continuación, se prepararon para transferirla de la cama a la camilla. Allí iba a estar sujeta con varios cinturones, y con mantas y almohadas para poder estar lo más cómoda posible.

-Be… Gue… ro – Irm- ba—ré --- scur-da …

-Sol no..mue-to. ¡No-ión! ¿NOO?

Sir pronunciaba palabras incoherentes, con los ojos cerrados ahora.

No había tiempo que perder, y el maestro Ionell se preparaba para la delicada tarea.

-Ragi, sújetala de ese lado. Tarosh, tú agarra las piernas, con cuidado. Tiene varias heridas en el costado. A la de tres…

Ragi estaba muy preocupado por su protegida. Las palabras que decía carecían de sentido para él. Mientras pensaba en ello, trataba, sin fijarse demasiado de poner a Sir en donde le indicaba el maestro.

Pero trabajar sin poner la debida atención podía ser un error.

Ragi notó de repente cómo sus piernas flaquearon, y una sensación de mareo le sobrevino. Se quedó inmóvil, tratando de recomponerse.

-¡Rag! ¡Qué sucede? ¿Estás herido?, preguntó su amiga y se acercó preocupada. Al mirar más de cerca, ella vio la herida que había sufrido en los combates con los murciélagos. Intentó aplicarle un vendaje para parar la hemorragia, y aunque lo logró, era demasiado aparatoso como para poder ayudar en el traslado de Sir. Así que ella ocupó su lugar para mover a Sir hasta la camilla.

Con sumo cuidado, lograron pasar a la niña de la cama a la camilla para el traslado. Luego Caäniza le ayudó a Ragi a cruzar el patio de armas detrás de la camilla de Sir.

-Así ella te ve si abre los ojos, susurró.

La camilla la llevaban ahora entre Tarosh e Ionell. Al final, el joven aprendiz de hechicero pudo entrar en la torre de homenaje, aunque fue por el estado debilitado de Ragi. Mientras se adentraba en el corazón del castillo en construcción, se escucharon las grandes puertas abrirse detrás de ellos. Llegaban los primeros evacuados de la aldea.

Fuera de los muros, la batalla contra los huargos seguía encarnizada. La luz que había encendido Ragi les había dado la señal para luchar. No obstante, mirando ahora a Sir, el joven comprendió una parte de la verdad oculta. De algún modo incomprensible, la pequeña niña era la frágil esperanza para el futuro de esta tierra. Ella era más importante que los castillos, que los hombres y las mujeres que los defendían, que todos ellos… Ella, la pequeña Sir, era la verdadera Luz en el Oscurecimiento.