Partida Rol por web

Aeldric y Anael partieron lo más rápido posible hacia las Quebradas. Ya conocían el terreno, y de día los peligros estaban controlados. Lo importante era regresar antes de la caída de la noche. Antes de los ruidos y de las luces espectrales. Antes de los ... tumularios que salían de sus escondites.

A medida que se acercaban a las colinas, vieron en lo alto del cielo despejado al búho. Estaba volando en círculos, y emitía un sonido cada cierto tiempo. Era como si quisiera destacar algo que había en un punto concreto.

El lugar que indicaba se hallaba a unos quinientes pasos, rodeado de tumbas de los reyes.

-¿Lo ves Anael?- Preguntó, señalando en la dirección del búho, a su adusto compañero que apenas compartía palabras con él, no es que no le cayera mal Anael pero tanto secretismo le hacía sentir en cierta manera inseguro. No obstante el hombre había demostrado que era de confianza y no era mal compañero de armas. -Deberíamos adelantarnos, no quiero andar por estas tierras cuando se esconde el Sol. Cuando lleguemos a la zona que sobrevuela el búho deberemos estar preparados a lo que encontremos, mejor será llegar con las armas desenfundadas.- Anar Ilfirin, protégenos de los seres no terrenales esta noche. El elfo trataba de conservar la calma, pero todo el tiempo que permanecían en las Quebradas le ponía nervioso...tumularios, no querría combatirlos.

El joven explorador esperaba con su protegida una visión que le indicará que todo iba correctamente. Después de todo lo vivido, incluso una señal breve podría significar algo, ya fuera bueno o malo.

Anael asintió en silencio y sacó su arma. Los dos guerreros siguieron hasta el lugar indicado por el búho que vigiliaba desde las alturas. Se trataba de un pequeño claro rodeado de montículos coronados por piedras verticales. A simple vista no había nada fuera de lo común, pero entonces algo se movió junto a una piedra.

Un hombre  de poca estatura pero de movientos ágiles y sigilosos. Llevaba una espada corta o cuchillo largo en el cinto, pero no hizo ningún gesto de desenvainar su arma.

Su mirada se fijó en Aeldric, a quien pareció conocer de algo.

-Te conozco. Eres el elfo que iba con Nurg, en la casa de Ayla, dijo y miró al cielo. Al ver el búho, volvió a pegar su espalda al monolito de piedra.

No dijo más, pero de lo que recordaba Aeldric, el explorador del grupo de Benaldamat no era un hombre muy hablador.

Ragi se quedó con Sir esperando novedades. Cada cierto tiempo se asomaba a la boca de la cueva con la esperanza de ver alguna señal de Anael o de Aeldric.

Anael asintió y sacó su arco y caló una flecha preparado para usarlo si encontraban cualquier contingencia en el camino. Las palabras de Sir dejaba un resquemos en el hombre, además se encontraban en las Quebradas de los Túmulos y solo ese hecho era bastante para estar preparado.

El búho les llevó hasta un pequeño claro rodeado de montículos coronados por piedras verticales. parecía esta todo en calma, pero algo se movió detras de una de las piedras. Entonces un hombre pequeño salió un poco y se fijó en Aeldric. Anael tensó el arco dispuesto a usarlo contra aquel tipo. Pero entonces habló:

Te conozco. Eres el elfo que iba con Nurg, en la casa de Ayla

Acto seguido el tipo se volvió a esconder al ver al búho en las alturas. Eso no le gustó nada a Anael, pues si reconocía al búho y no quería que le viera era indicativo que no estaban en el mismo bando. Anael miró en todo su derredor intentando descubrir a algún enemigo más. Luego indicó a Aeldric, con un movimiento de la cabeza, que se desplazaba a la izquierda para tener más ángulo y tener un mejor blanco sobre aquel hombre.

El elfo se mostró impávido ante aquel hombre....Me suena ¿De qué? Entonces Aeldric hizo un gesto con la mano a Anael para que destensara el arco. Si asegura que me vio con Nurg y Ayla, significa que la dama le permitió vernos, no creo que sea una amenaza. 

Entonces el elfo habló al desconocido -Me suenas, no recuerdo de qué....viniste a Sil Auressë con aquel grupo...el de Benaldamat, ¿no es cierto? 

Aeldric levantó la vista hacia el búho y volvió a mirar al hombre. ¿Te escondes del búho por algo? No creas que es un siervo de la oscuridad, de hecho ha sido portador de noticias alentadoras sobre la dama Ayla. Aléjate del monolito y acércate despacio para que hablemos mejor.

viniste a Sil Auressë con aquel grupo...el de Benaldamat, ¿no es cierto? 

Asintió en silencio. -Rashat, dijo indicando su nombre. Estaba acostumbrado a que su presencia pasara algo desapercibida en aquel grupo. Luego miró al búho, y sonrió por primera vez. -Prefiero ocultarme antes de tener que matar a aquello que pueda ser una amenaza.

Su voz era fría y hablaba pausado. Como si nada ni nadie le pudiera hacer daño. Y aún así, se le notaba preocupado por algo. -¿Qué sabéis de aquel búho? No lo había visto antes, y no parece que haya llegado por casualidad justo ahora.

El elfo volvió a mirar al búho, No se nos ha ocurrido pensar que los mensajes podían ser falsos..., y habló sin apartar la vista del ave. -Prácticamente sabemos lo mismo que tú, Rashat. No sabemos de dónde viene ni dónde ha ido. Solo sabemos lo que portaba con él: un mensaje. El elfo volvió a mirar a Rashat y se cruzó de brazos -Y parece que te buscaba a ti, para que nos encontráramos. Esta ave ha estado pasando los últimos días con nosotros mientras decidíamos qué hacer con él. Hasta que hoy desapareció y...aquí estamos.

Aeldric terminó de hablar y miraba de manera inquisitoria a Rashat, esperando a que hablase y explicase qué hacía ahí o que al menos se dispusiera a responder a unas preguntas que tenía guardadas para él.

-No es a mí a quién busca, dijo Rashat. -No viajo solo...

Un mensaje. Rashat volvió a mirar al búho. Cada vez entendía menos lo que estaba sucediendo. Pero tal vez aquellos dos hombres iban a poder aclararle algunas cosas.

-¿Y a vosotros qué os trae a las Quebradas? Yo ya os he dado mi nombre, pero no he recibido el tuyo, añadió mirando ahora al hombre que acompañaba a Aeldric.

Al escuchar que no venía solo Anael se adelantó un paso, quitó la flecha de su hueco en el arco para que Rashat viera que no iba a utilizarlo y le habló.

-Soy Anael y estamos aquí pues hemos venido a buscar a Benaldamat. Si está contigo o sabes dónde está y puedes llevarnos a él te lo agradeceremos.

Las palabras de Anael eran claras y precisas. El hombre no se andaba por las ramas e iba directo al grano.

Rashat dio un paso hacia Anael, y asintió con semblante serio. -Sí, Benaldamat viaja conmigo. Llevamos muchos días de viaje. Día y noche, sin apenas descanso... Le urgía llegar a un lugar. El tiempo se agotaba, o eso me decía. Últimamente había cesado en su empeño de acortar distancias, y pasaba más y más tiempo meditando...

Luego miró a los dos. -Ahora no sé qué le pasa. No se despierta. Su cuerpo ... está frío. Muy frío. Y entonces aparece el búho. No lo había visto antes.

Aeldric miró a Rashat de arriba a abajo. -Llévanos ante él. Sabemos dónde llevarle, vuestro objetivos no está muy lejos de aquí. Entonces miró el cielo, viendo las horas de luz que les quedaban. -Y será mejor que nos demos prisa, no sería buena idea permanecer de noche por estas tierras con alguien a cuestas. El elfo más confiado se comenzó a acercarse a Rashat para seguirle cuando él decidiera guiarles hacia Benaldamat.

El joven explorador permanencia con la niña atendiendola en lo necesario.

-¿Cómo estás?- dijo mientras preparaba algo de comer-. Espero que todo esté yendo como debe.

Se arrepentia un poco de no haber seguido a sus compañeros pero sabía que dejar a la niña sola sería un error. Debía cuidarla como le había sido encomendado.

Anael asintió satisfecho. Habían encontrado por fin a quien Sir les había mandado a buscar, y aunque parecía que tenía algunas complicaciones, intentarían llevarlo ante la pequeña.

-Cierto, no perdamos tiempo, llévanos ante él, estas tierras esconden grandes peligros -pidió el hombre recordando que se encontraban en las Quebradas de los Túmulos.

Rashat dudó tan solo unos instantes. Después, sin mediar palabra, les guió hacia un pequeño desfiladero entre dos montículos. Allí, al fondo, tumbado en la hierba de Tyrn Gorthad yacía el cuerpo de un elfo de pelo plateado y rasgos casi albinos pues su piel era blanca como la nieve. Era de constitución delgada pero fuerte, y medía casi 2 metros estatura.

A su lado había un alfanje con runas inscritas en su hojas. Aeldric lo reconoció como Benaldamat, aunque se le veía algo diferente a su anterior y fugaz encuentro. Tenía los labios de un color casi azulado, y parecía estar temblado de frío. Sin embargo, su cabello se le pegaba a la cabeza como si estuviera sudando. De vez en cuando, sus manos se movían como si estuviera soñando. O delirando.

-Está agotado, comentó Rashat. Luego preguntó: -¿Qué queréis decir con que "su objetivo" no está lejos? Durante nuestra travesía, Benaldamat trataba de averiguar constantemente cómo proceder. No creo que tuviera claro su cometido aquí hasta casi el final. Y puede que le haya costado caro.

-Anael, ayúdame a levantarlo. Tenemos que darnos prisa.- Dijo el elfo ignorando a Rashat, entonces, como si se acabara de dar cuenta de que Rashat estaba ahí, esperando algo, Aeldric le miró incrédulo. -¿Cómo demonios has cargado con él tú solo?- Demonios como pesaba el semielfo. -¿Recuerdas a alguna niña prodigia de Ayla? Bien, pues ese es el objetivo de Benaldamat, y asímismo su salvación seguramente. Además, la niña también tiene que encontrarse con él.- El elfo miró de arriba a abajo a Rashat. ¿No tenías ninguna camilla para llevarle? Sino, empiezo a pensar que tanto tú como Anael deberíais llevarlo y yo guiar la marcha. Mejor así.

-Llegó por su propio pie, contestó Rashat sin inmutarse. -Ha sido de repente que ya no se despertaba del sueño. ¿La niña? Me imaginaba que algo tenía que ver con ella. La vida de Benaldamat está ligada a Enila de algún modo. Los que viajamos con él lo sabemos.

Obsevaba mientras Aeldric se esforzaba en mover a su compañero. -Sí, ayúdale Anael. Tenemos caballos aquí cerca.

Al rato volvió al poco rato con dos animales para llevarlos también al lugar donde se hallaba la niña.