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En Minas Anor, el concilio gobernante recibe el nombre de “Cónclave”. Lo preside el príncipe-presidente, y se reúne tres veces al mes. Pero estamos hablando de la ciudad más importante del mayor imperio de la Tierra Media. Las sesiones son habitualmente a puerta cerrada, y este órgano controla todo lo relacionado con la ciudad (pero no con el reino). Esto incluye leyes de la ciudad, gobierno, impuestos, presupuestos, licencias de tienda, peajes para cruzar la puerta…

Los demás miembros son: 12 “Nominados” (que reciben su nominación del príncipe-presidente y es de por vida), 28 Diputados (representando a cada uno de los 28 gremios que rara vez están de acuerdo), y finalmente 10 Asesores, que son nombrados para representar a determinados intereses o familias o instituciones. Finalmente, el Guardián de las Llaves tiene derecho de voto pero no suele ejercerlo. Es miembro permanente por el tema de la seguridad de la ciudad.

Curudae seguía leyendo la carta de Gildûr. El dúnadan era un consumado político y conocía el funcionamiento de los órganos de gobierno en el sur. Puestos a buscar una mesa de diálogo para gestionar los asuntos, qué mejor modelo que la gran ciudad de Gondor. Además, Tharbad en su origen había intentado hacer algo así, pero luego el poder de los gremios llegó a desequilibrarlo todo. El Senescal resopló.

Había estado colocando mesas en la gran sala de la primera planta de la Casa del Comercio. Varias mesas juntas, y sillas a su alrededor. No estaba nada seguro de esta iniciativa… Pero podría ser la solución para que todos pudieran tener su voz. Un Consejo para asesorar, para debatir, para proponer planes de acción.

Volvió a contar las sillas… En Minas Anor había 52. En Sil Auressë con 17-18 sería más que suficiente.

PRESIDENTE DEL CONSEJO: Senescal Curudae

LUGARTENIENTE Khôradur

NOMINADOS

1. Gildûr

2. Palomirë

3. Finduilas*

4. Tubar

DIPUTADOS (9 representantes)

1. Arube: Trabajadores de Piedra: Canteros, albañiles y alfareros

2. Dirien: Trabajadores de Madera: Leñadores, serradores, carpinteros y ebanistas, toneleros

3. Celegund: Trabajadores de Metal: Herreros y hojalateros

4. Puavle: Artesanos y Comerciantes: curtidores, herbolarios, intermediarios en general

5. Nobber hijo de Tubar: Molineros

6. Ethelvorn: Hosteleros, posaderos

7. Rusgant: Viñateros, cerveceros (trabajan con comida)

8. Dellian: Trabajadores de Tela: Tejedores e hilanderos

9. Hrok: Jornaleros

ASESORES

1. (Legislador/Tesorero)*: identidad no revelada aún, pero al parecer viene de Gondor

2. Ferrim (enanos)

3. Norión

TOTAL: 18 SILLAS

-Tubar va a ser un hueso duro… , pensó el Senescal. Aunque el simple hecho de crear el Consejo ya era una concesión importante. Hoy se lo haría saber, y entonces se podría hablar de las necesidades de la tesorería. Salió un momento a por una jarra de vino y un par de copas. Iba a ser una reunión casi clandestina. Los dos hombres habían tenido sus desencuentros públicos, pero al final ambos querían lo mejor para Sil Auressë, a su manera.

El paso de Tubar no podía ser más seguro cuando entró en la sala que Curudae terminaba de aprestar. Zancadas grandes y lentas, el cuerpo hacia atrás, con las manos enfundadas en el labrado cinturón, mirando un poco a todas partes, como quien entra en un lugar en el que nunca ha estado pero que considera suyo. En los labios había una mueca sonriente cargada de arrogancia, y un brillo de autosatisfacción en los ojillos brillantes que dirigió a Curudae.

-Saludos, Senescal -en la boca de Tubar, el título sonó algo arrastrado-. Espero no haber llegado demasiado pronto. Veo que está todo preparado -añadió, señalando las mesas con un gesto de la mano.

Claramente, para Tubar Donsill la creación del Consejo era un gran avance, y era notorio que lo consideraba prácticamente un triunfo personal. No en vano había arengado a sus colegas de oficio en cada ocasión que podía hacerlo. Terminó por plantarse en medio de la sala, las piernas separadas y los brazos en jarras, como quien aguarda una pelea.

-Podemos comenzar cuando quieras. A discutir estos asuntos -señaló las mesas con la barbilla. Y tomó asiento en una de las cabeceras, recostándose en la silla, haciéndola balancearse.

-Saludos, Tubar. Entra, … amigo, llegas justo a tiempo. Quiero que estés presente desde el primer momento de este Consejo.

El Senescal le observó desde la otra punta de la sala. Antes de que pudiera ofrecerle un sitio, Tubar ya se había apresurado a sentarse. Curudae sonrió para dentro. Incluso ahora, cuando una oscura amenaza se cernía sobre Sil Auressë, una parte de él echaba en falta la lucha política, as intrigas, el juego de influencias y de poder. O quizá lo echaba de menos precisamente por la situación actual. Curudae nunca había sido un gran guerrero con la espada, pero pocos le podían vencer en esta otra contienda.

No se inmutó ante las provocaciones veladas de su contrincante. Era el momento de Tubar, su triunfo. Y se lo concedería con agrado. Cierto, que Curudae perdería poder directo con la creación del Consejo, pero al mismo tiempo este órgano le brindaría la oportunidad de ejercer control e influencia directamente sobre las distintas facciones que inevitablemente se forman en cualquier lugar donde convergían tantos intereses.

Tubar había logrado su victoria, pero al reclamar su premio, entraba de forma irremediable en las redes del poder establecido. Era mejor así. Tener los enemigos cerca, pensó Curudae y se sentó en la otra punta de la mesa alargada. –El Consejo tendrá dos o tres reuniones mensuales, normalmente a puerta cerrada. Para hablar de leyes, del gobierno en general, de los presupuestos, de las licencias y permisos. De todo. Habrá tres clases de miembros.

Curudae sacó un pergamino y comenzó a anotar.

*Cuatro Nominados: se eligen de forma permanente.
*Nueve Diputados: elegidos de entre los artesanos y profesionales, como representantes al estilo de los gremios
*Tres Asesores: según necesidad, para representar intereses concretos o para asesorar, por ejemplo un legislador o un emisario de otras tierras amigas.

-A estos dieciséis habría que sumarme a mí como Senescal y también el Lugarteniente tendrá su asiento para temas de seguridad, aunque este órgano se queda bastante fuera de su esfera de influencia. Los asuntos se someten a votación pública, y cada miembro tiene un voto.

El Senescal alzó la vista. –Quiero que tú seas el portavoz  del grupo de los diputados, el más numeroso. Así nos veremos las caras para debatir de forma pública los asuntos que nos conciernen a todos.

Tubar escuchaba al Senescal recostado en la silla, y un leve crujido acompañaba su balanceo. Sólo se detuvo cuando Curudae comenzó a enumerar los miembros del Consejo.

-Curudae, siempre directo al grano, siempre tan eficaz.

Ahora miraba con los ojos entrecerrados al Senescal. Se podía ver cómo contaba mentalmente; con los dedos, pero mentalmente. Cuatro y tres, más el Senescal y el Lugarteniente... Tras unos segundos, apoyó las manos en la mesa y adoptó una postura más grave, que podría parecer ensayada.

-Quiero agradecerte la confianza que depositas en mí. Como persona de cierta importancia en Sil Auressë, quiero lo mejor para esta villa llena de futuro -empleaba la palabra "villa" con toda la malicia, pues así llamaban los habitantes del lugar a la parte baja de Sil Auressë para diferenciarla del castillo. -Ya sabes, Curudae, que hace muchos años que llegué aquí con poco más que lo que cabe en un carromato, con mi mujer y mi hijo el mayor. Y si he sabido prosperar, creeme, ha sido gracias al trabajo duro. Sabré ocuparme de eso y conseguir que, bueno, que Sil Auressë prospere como debe.

Hizo una pequeña pausa en su perorata para tamborilear con los dedos y volver a entrecerrar los ojos.

-¿Quién elegirá a los nominados? Y esos tres asesores... Pueden participar en las reuniones, pero ¿por qué deberían votar? Por supuesto, no me opongo a que tú presidas el Consejo, Senescal, y que el Lugarteniente Khôradur, por el que tengo el mayor de los respetos, tenga su silla en él.

-Todos llegamos aquí en un carromato, replicó Curudae con una media sonrisa que se quedaba muy lejos de sus ojos. Estaba algo hastiado de oír comentarios sobre que había distintas clases de personas en Sil Auressë. Unos con privilegios, y otros que habían trabajado duro para conseguir lo que tenían. De forma invariable, el que afirmaba tal cosa, siempre se incluía en el grupo de los no privilegiados.

-Cuento con tu aportación, y tu reputación como hombre que busca el bien de Sil Auressë se quedará demostrado sin duda en esta Sala. Mi gratitud también por tu apoyo a que yo presida esta sala. Una responsabilidad que asumiré junto a las de Senescal, y tomaré muy buena nota de todo lo que se decida aquí, y los consejos que aporte para el gobierno de este feudo.

Era importante definir los límites del Consejo. Era un órgano importante, pero su poder no era directo, sino consultivo.  Aprovechó para servir una copa de vino para Tubar, y se la dejó hasta donde su mano podía alcanzar, lejos del centro de la mesa y aún más lejos de la posición ocupada por el molinero. Mientras saboreaba el vino en su paladar, podía imaginarse cómo Tubar hacía las cuentas en su cabeza. Un miembro del Consejo, un voto. Sería un juego interesante...

-Como Presidente del Consejo obviamente tendré derecho de veto, pero confío en poder trabajar juntos para el bien de Sil Auressë, y no tener que recurrir a tal recurso, y que sea en esta mesa donde lleguemos a un entendimiento sobre los asuntos que nos conciernen a todos, dejando a un lado los recelos personales.

Observó su copa como si estuviera hablando de las calidades del vino, u otra cosa poco trascendente. Y continuó:

-Los nominados serán propuestos por mí y por el Lugarteniente Khôradur, y nombrados por la Dama Aylarien. Ella es, y seguirá siendo la máxima autoridad del feudo, y en su ausencia nos toca a mí y a Khôradur cumplir su voluntad lo mejor posible. Aunque mi autoridad sería más que suficiente para nombrar los miembros permanentes, no haré tal cosa. Es decir, se sentarán como "nominados en funciones" hasta el regreso de la Dama, quien hará oficial el nombramiento vitalicio. En confianza, te puedo adelantar que nuestros benefactores Palomirë y Gildûr tendrán ese privilegio. Estoy seguro ya que se lo han ganado, y sin ellos todo esto no sería posible.

Curudae suspiró. Aún no les había dicho nada a los dos hombres de negocios, pero puestos a crear un Consejo, eran las personas idóneas para tener este foro para defender sus intereses. Para el cuarto nominado, tenía a alguna persona en mente pero quería hablarlo con Ayla antes.

-Entiendo tu preocupación por los asesores, añadio. Quizá no sea un término muy acertado, y puede llevar a confusión para alguien no habituado a la política. Iba a añadir algo más, pero prefirió no provocarle más de lo necesario. Su presencia en este Consejo era importante, y seguro que tendrían ocasión para lanzarse dardos de todo tipo. -Cada miembro puede traer consejeros o asesores sin derecho a voto según necesidad, bueno, así es como se hace en las grandes ciudades según la tradición númenoreana. Pero hay puestos de "asesor" con derecho a voto que va más allá de un simple asesoramiento. Personas que defienden intereses muy concretos o representan a grupos o familias concretas, según el caso. En nuestro caso, no tenemos embajadores de otros feudos cuyos intereses deberían estar representados... ¿O quizá sí? De alguna forma, creo que sería conveniente que nuestros amigos herreros enanos de las Colinas del Hierro se sentaran aquí. Han viajado desde muy lejos para asentarse aquí, y nos han brindado su apoyo. Son mucho más que simples herreros, y por lo tanto un asiento de diputado no me parece adecuado. Y te lo digo en confianza, mi amigo Tubar. No me beneficia otorgarles ese asiento, ya que como artesanos tendrían derecho a uno de los asientos de diputados, del grupo del que serás portavoz. Y sin embargo es en mi persona en quien depositan su confianza.

"Kurrutage", así me llaman los enanos, recordaba Curudae sonriente.

Los ojos de Tubar se quedarno fijos en el vino mientras escuchaba muy serio. "Los consejos que aporte..." Estaba claro que no era fácil que la palabra del consejo llegase a convertirse en ley;* Curudae no cedería en ese aspecto. ¡Sin embargo, deben oirnos, tenernos en cuenta! Su gesto se agrió aún más cuando oyó mencionar a Palomirë y Gildûr, y sus ojos se fijaron en los de Curudae, inquisitivos, duros. Había dejado de balancearse, pero antes de hablar volvió a adoptar una postura distendida.

-Claro, como en las grandes ciudades de tradición...- Tubar habló como pensando en otra cosa, mirando a otro lado, antes de apoyarse en la mesa con las grandes manos y volver a mirar a Curudae a los ojos. -No me opongo a que haya asesores, ni mucho menos, es una buena cosa, Curudae. Sólo quisiera saber si asistirán a reuniones puntuales o por un tiempo. Sería buena idea también que te ayudase a elegirlos. Los enanos hacen su aportación, y eso hay que reconocerlo.

Se levantó lentamente de la silla, avanzando muy despacio, paseando la mano por la mesa en dirección al vino.

-Hablando de aportaciones... Todos debemos hacerlas. Seguramente las de Palomirë y Gildûr hayan sido cuantiosas. Pero recuerda, Curudae, que también aportan el artesano y el comerciante. Aporta el panadero, el herrero, el almadiero... todos. Y el molinero. Los molineros, los que más.

Tubar había ido alzando ligeramente la voz, como si estuviera arengando a sus partidarios. Volvió a sonreír a Curudae, esta vez con una gran sonrisa, mientras atrapaba el vino; tal vez un gesto relacionado con la taberna donde solían reunirse, y donde de vez en cuando, cada vez más a menudo, se arremolinaba alguna gente para escucharles "decir cuatro verdades", como solía repetir.

-Y yo, como molinero, quiero aportar también, Curudae- y siguió caminando lentamente hacia él. -Creo que sería bueno, como dices, que esos hombres de negocios estuviesen en el consejo. Pero también sería bueno ayudar al comercio y la artesanía nuestros, los de aquí, de Sil Auressë, los que hacen que crezca y prospere. Y el tercer y el cuarto nominados? Sería bueno contar con un representante de los negociantes locales, no sólo de los gremios.

Al llegar a la altura de Curudae le habló con un tono tranquilo y de cierta confianza. -Dime, Curudae, qué sería necesario para conseguir una silla como nominado?

La avaricia y la sed de poder de los hombres son lo que mueve los engranajes de la política. Y el objetivo tanto de la avaricia como del poder se puede resumir en … el oro.

Curudae era un hombre autodidacta. Desde muy joven, aprendió a confiar en su instinto, y jugar ese extraño juego que consistía en alzar las miras teniendo los pies firmes en la tierra.

-Todos los miembros del Consejo, es decir, los dieciocho, asistirán siempre. Y todos tendrán un único voto. Los nominados no son más que los asesores, o los diputados, dijo como respuesta a alguna de las dudas planteadas. No era del todo cierto, ya que lo que cambiaba era la forma de conseguir ese puesto en el Consejo, y sobre todo las garantías de poder seguir. El que elegía a los asesores tenía poder sobre sus decisiones, pero no quería entrar aún en esos temas.

Necesitaba ganar un poco de tiempo, porque Tubar había jugado abiertamente la carta de que le interesaba el puesto de nominado. El sillón permanente.

-Tu planteamiento sobre el método de elección es importante. Los diputados los eligen los gremios, o colectivos de profesionales. Me refería en todo momento a los nuestros, a los de la aldea.

Los años en los gremios de Tharbad eran difíciles de borrar para Curudae, y solía pensar que los artesanos por inercia natural terminarían formando gremios para defender sus intereses. De hecho ya había gérmenes de ese tipo de asociación en Sil Auressë.

-Desde luego los gremios de Tharbad estarán excluidos de este Consejo, dijo sonriente, aunque no sin cierta preocupación en su voz. –Así que se trata de buscar la mejor representación de los negocios locales que serán la mitad del Consejo. En cuanto a los asesores y los nominados, la última palabra la tendrá la Dama, pero podemos debatirlo en su ausencia. Los asesores entiendo que se elegirán según necesidad y por un tiempo definido, por ejemplo un año.

El Senescal suspiró. Había estado esperando la pregunta clave, el órdago que le había lanzado Tubar.  Y ahora que la tenía, no quería afrontarla. Pero no le quedaba otra.

“¿Qué sería necesario para conseguir una silla como nominado?”.

Aclarado esos puntos, Curudae se inclinó hacia delante juntando sus manos. –Ahora bien, con tu última pregunta el que va directo al grano eres tú, Tubar. El Consejo tiene como objetivo abrir el gobierno de Sil Auressë, tanto de la “villa” como del feudo y castillo, a los distintos componentes y grupos.

Curudae detestaba el término “villa” desde que había comprendido esa connotación despectiva con la que se empleaba para separar el poder y el pueblo, el castillo y la aldea. –Es cierto que los otros dos nominados han hecho una contribución a la tesorería de Sil Auressë, pero más importante es que han abrazado nuestro sueño y nuestros ideales. Su lealtad está fuera de toda duda, y sé que pensarán siempre antes en el bien de todos que en el suyo propio. Yo te veía más en el grupo de los diputados, organizando a todos los representantes locales y sirviendo incluso de portavoz. Pero si te interesa sentarte en el grupo de los nominados, podríamos hablar de la aportación…

El oro… La lucha de poder siempre acaba en el oro.

El Senescal suspiró. -Si estás realmente interesado, te prepararé una propuesta en un día, a lo sumo dos. No me esperaba este entusiasmo, dijo. Era mentira, y ambos lo sabían. Pero formaban parte del juego de los negocios. Un juego en el que, al margen de sus diferencias, se respetaban mutuamente.

El molinero estaba cerca, muy cerca de Curudae, mientras hablaban. Habitualmente, su gran porte físico le ayudaba a intimidar en cualquier negociación, pero parecía que no era el caso, así que redujo un poco esa presión, mostrándose más conciliador.

-Que los gremios elijan a los diputados, es lo correcto. Que los diputados y... la Dama, de forma consensuada, elijan a los asesores, me parece lo más apropiado.- Al referirse a la Dama, Tubar hizo un amplio gesto con la mano que evidentemente incluía a Curudae y los poderes del feudo. Hizo una pequeña pausa, pensativo.

-No obstante, los gremios están por constituir.* Sé que tienes una gran experiencia en ese campo -aduló, sonriente-, pero yo conozco bien este lugar y a sus gentes. Me resultará fácil establecer esos gremios, siempre con tu ayuda, claro- añadió en el último momento.

Se irguió cuando el senescal habló de los nominados, llevándose los pulgares a los tirantes. -Aguardaré esa oferta, Senescal, y la escucharé con gusto. No dudes de que mi lealtad hacia Sil Auressë es igual, si no mayor, a la de esos otros... comerciantes- señaló hacia atrás con el pulgar. Estaba claro que no quería a otros poderosos hombres de negocios en su "corral". -Y ahora, si me disculpas, debo volver a mis tareas, al duro trabajo. El molino no se mantiene solo. Si no hay otros asuntos que tratar...

Dijo esto último palmeándose el pecho, como quien va a ponerse a realizar una dura tarea manual.

Curudae le acompañó a Tubar hasta la puerta de salida, y le ofreció su mano a modo de despedida. De reojo, pudo ver cómo varias personas en la plaza les vieron estrechar la mano. -Ha sido una reunión muy interesante, espero que la primera de muchos.

La segunda reunión entre Curudae y Tubar se produjo poco después de la primera. Habían estado trabajando en sus respectivas propuestas para definir la forma de representación de los artesanos y profesionales. Los denominados nueve diputados. Curudae trabajaba con varias hojas y su pluma, y asintía ante las aportaciones de Tubar. Estaba claro que su adversario político iba a controlar un asiento, ya que los molineros tendrían su representación, y Tubar a su vez controlaba ese grupo tan importante. -Lo he estado pensando, y creo que tu sitio es entre los cuatro nominados. Estoy seguro que llegaremos a un entendimiento sobre las condiciones y tu aportación, dijo y dio unos segundos para que Tubar bajara un poco la guardia. -De esa forma, los molineros verán su prestigio elevado por encima de los diputados, cuya posición es más susceptible a cambios. Los enanos, a su vez, controlan la fabricación de armas, y además representan a un reino aliado, así que tendrán su asiento como asesor.

Le dio un sorbo al vino y miró la hoja, tachó unas cosas, corrigió otras según le había dicho Tubar. -A ver, ¿qué te parece así?

1. Canteros, albañiles y alfareros (trabajan con piedra)
2. Leñadores, serradores, carpinteros y ebanistas (trabajan la madera; podría incluir a los toneleros)
3. Herreros y hojalateros (trabajan con metal)
4. Otros artesanos: curtidores, herbolarios, salineros
5. Comerciantes (puros intermediarios, no productores; puede incluir un núcleo fuerte de barqueros pobres)
6. Hosteleros, posaderos
7. vinateros, cerveceros (trabajan con comida)
8. Tejedores e hilanderos (trabajan con tela, muy asociado al de los molineros).
9. Jornaleros

A continuación, Curudae dio su opinión. En primer lugar, los hosteleros y posaderos no podían ir junto a los vinateros y cerveceros. Eran grupos antagonistas. Y Curudae sabía cómo manejar a ambos. 

Los molineros tendrían bastante poder sobre los tejedores e hilanderos. Los jornaleros eran un grupo flojo en cuanto a poder, pero muy numeroso.

-¿Cómo lo ves? Podemos incluir una posibilidad de revisar los asientos de los diputados una vez al año por ejemplo.

A lo largo de la segunda reunión, Tubar se mostró tozudo. Una cosa era su Asiento Permanente, y otra era el asiento de diputado de los molineros. Sabía (y Curudae también) que no todos los molineros le apoyaban, y si no conseguía aquello, algunos aprovecharían para criticarlo. Sabía además (y Curudae también) que difícilmente podría manipular, convencer, coaccionar y comprar a todos los gremios de la villa. Tenía apoyo entre los comerciantes, podía contar con los trabajadores de la madera, tejedores e hilanderos... no eran un problema, y los jornaleros serían fáciles de comprar. Incluso podría presionar a los gremios de la piedra y del metal, pero tanto los hosteleros como los malditos gremios de la comida se resistirían, seguro.

Sin decir expresamente todo aquello, ambos hombres lo discutían de forma velada e indirecta, a lo largo de horas. Tubar acordó apoyar todos los Nombramientos Permanentes que Curudae quisiera hacer, muy a su disgusto, y aceptó también a los enanos como asesores; pero quería una plaza de diputado para los molineros. Todos sabían en el pueblo que su hijo Nobber sería ideal para el puesto; carismático, algo simple, y sobre todo perrunamente fiel a su padre. Tubar luchaba por el poder, por su prestigio, pero también por su familia.

Tubar se encontraba solo en la Sala del Consejo. Aún no se había constituido, pero pronto comenzaría a andar. Delante, en la mesa, tenía la última propuesta del Senescal Curudae. En estos momentos de incertidumbre, el pueblo necesitaba confiar en la voluntad de entendimiento de sus líderes. Ésas habían sido las palabras del Senescal. Y se había ido. Habían sido muchas reuniones intensas, entre amables, corteses y a cara de perro. Pero había llegado la hora de decidir dónde quería estar cada uno...

La hoja se limitaba a indicar los cargos:

PRESIDENTE DEL CONSEJO: Senescal Curudae

LUGARTENIENTE Khôradur

NOMINADOS

1. Gildûr

2. Palomirë

3. Finduilas*

4. Tubar

DIPUTADOS (9 representantes)

1.Trabajadores de Piedra: Canteros, albañiles y alfareros

2. Trabajadores de Madera: Leñadores, serradores, carpinteros y ebanistas, toneleros

3. Trabajadores de Metal: Herreros y hojalateros

4. Artesanos y Comerciantes: curtidores, herbolarios, intermediarios en general

5. Molineros

6. Hosteleros, posaderos

7. Viñateros, cerveceros (trabajan con comida)

8. Trabajadores de Tela: Tejedores e hilanderos

9. Jornaleros

ASESORES

1. (Legislador/Tesorero)*: identidad no revelada aún, pero al parecer viene de Gondor

2. Ferrim (enanos)

3. Norión

TOTAL: 18 SILLAS

Voluntad de entendimiento... Las palabras del Senescal quedaron como flotando en la sala o en la cabeza de Tubar. Leyó y releyó varias veces la lista, primero poyado en la mesa, luego con ella en la mano, paseando por la habitación. Por fin se dirigió a la ventana, y miró abajo, a la villa, el pequeño río y la llanura que se alejaba hacia el sur, con las manos a la espalda, sujetando todavía el papel con los nombres.

No está mal. Puedo contar con los carpinteros y toneleros, también con los comerciantes, gracias a Puavle. Los chicos de Arube nos echarán una mano entre los albañiles y canteros, y tendré que hablar con Ethelvorn para tratar de convencer a los posaderos, aunque sea por las malas. Y no será caro atraerse al representante de esos pordioseros de los jornaleros. Con mis molineros hacen seis diputados, seis sillas, más la mía...

Estaba claro que no era él quien mandaba en el Consejo, pero conseguirlo estaba más allá de sus sueños más megalomaníacos. Ya era bastante tener... cómo lo había llamado aquel bardo de Pelargir... "órgano representativo", eso es. Desde allí podría presionar a "los que mandan" para conseguir, bueno, cosas... Y se aseguraría de que se hiciese saber en el pueblo cuando le conviniese. Y si en algún momento surgía una disensión, bueno, ahí estaría él y sus siete votos...

El aire corría frío, y se ajustó el manto al cuello. Al fin y al cabo, Curudae tiene razón; no es momento de buscar problemas cuando hay otros mayores llamando a la puerta, y nada buenos para los negocoios, por cierto. Aceptaré sin más reservas la lista. He de ir haciendo algunos contactos. Será mejor que pida el reservado de el Descanso del Guerrero...*

Curudae y Tubar fueron los primeros en llegar a la puerta de la Sala del Consejo ese día, y entraron juntos. Era el día en el que se inauguraría el Consejo, con más prisas de las esperadas, y con un único tema sobre la mesa: la seguridad de Sil Auressë ante unas noticias más que preocupantes.

Curudae le estrechó la mano a Tubar. Seguía teniendo sus dudas acerca del molinero, pero el Senescal no tuvo más remedio que reconocer que se había movido con habilidad para conseguir más apoyos de las esperadas desde el primer momento.

Había nueve sillas de Diputados, y todos habían sido convocados. De los cuatro Nominados, solamente Tubar iba a estar seguro, ya que Palomirë y Gildûr seguían en Tharbad arreglando asuntos, y de Finduilas nada se sabía. De los Asesores, se esperaba a Ferrim y se confiaba en localizar a Norión. En su posible ausencia, Curudae optaría por dar ese asiento a Cerveth, el director de la Academia. Pero no era la primera opción.