Partida Rol por web

Turno 9

Con la inestimable ayuda de su corcel Viento, Girion había llegado hasta la posición de Khôradur. No había sido fácil, pues había tenido que esquivar a varios enemigos por el camino, pero ahí estab que era lo que importaba. Lo bueno es que al estar montado tenía una visión mejorada del campo de batalla, lo que le había valido para ver como se desarrollaba el enfrentamiento en este último lapso de tiempo. Así, sabía que tenía una oportunidad para sacar al comandante de las tropas de Sil Auressë de aquella batalla.

Sin bajarse del caballo, el joven muchacho gritó a hobre que luchaba cerca y que acababa de derrotar a uno de los tremendos orcos.

-¡¡¡Guerrero fiel a Sil Auresssë, escúchame!!!

-¡¡Rápido, ayudame a subir a Khôradur a mi caballo!! ¡¡Lo sacaré del campo de batalla!!

Y para que lo entendiera mejor el joven dunadan se inclinó desde su montura hacia el cuerpo de Khôradur, alargando la mano en su dirección, para ayudarle a subierlo a su montura.

Tenían una oportunidad de sacar con vida a su jefe militar y no la desaprovecharía.

-Turno 9:

Tarbrand empezaba notar como el duro golpe que había recibido en la espalda, empezaba a mitigar en cuanto a desorientación por el dolor se refiere, por lo que aprovechando la fiel cobertura que su amigo Agnor le proporcionaba junto con el joven Milzarak, volvió hasta la posición de Khoradür, pues el general necesitaba sus cuidados urgentemente, y aunque había conseguido salvarle del golpe fatal, se había visto a recular para salvar su vida...

No obstante, al ver los gritos que emitía el caballero que antes había visto viajando en solitario le gritó desde la distancia:

-¡Alto! ¡ni se os ocurra! ¡el casco es lo único que hace que siga con vida! ¡no se puede mover el cuerpo pues el sangrando puede aumentar!- exclamó exaltado, pues lo que aquel tipo intentaba, por buenas que fueran sus intenciones, podía resultar fatal.

Así pues, arrodillándose junto al lugarteniente, procedió a intentar sanarlo a la vez que se concentraba en su magia sanadora...

Turno 9

El orco recibió su merecido y, aunque no había muerto, sí se había convertido en un amasijo sangrante listo para el toque de gracia. No era un enemigo a considerar en ese momento. Agnor había llegado para aliviar el sufrimiento del comandante y salvar a Tarbrand, y con dos espadazos eso se había cumplido.

Escuchó un grito cercano y vio a un muchacho cogido por el cuello por otro orco. Un trasgo que, además, se interponía en el camino de una posible huída de Khôradur, si es que conseguían sacarlo de allí y llevarlo donde los milicianos de Sil Auressë.

—¡O, op , op!—ordenó al caballo.

Dejando al orco moribundo ahí, seguro de que otro le daría su merecido final, Agnor, cubierto de ira y ansia, tiró de las rindas de Atreo, encabritándolo y hacíendolo saltar por el aire hacia su nueva presa.  Atreo, tan enojado como su propio amo, igualmente feroz y joven, parecía ansiar la batalla y la destrucción de todo. El brinco del corcel fue como el resorte de una catapulta, que llenó de energía el brazo de Agnor cuando, al aterrizar junto al orco y detenerse, solo tuvo que añadir la fuerza de sus hombros y apuntar la espada con ojos entrecerrados, tal como si, en realidad, estuviera disparando una flecha. El proyectil fue como un ariete lanzado por gigantes.

—¡Sed testigos!

Turno 9.a

Theon había reorganizado la posición de las tropas de infantería que estaban al sur, ahora eran un bloque unido que avanzaba lentamente eliminando a todo orco que había en el camino. Las indicaciones que había dado a Parthil habían sido claras y si todo salía bien podrían formar un escudo sobre Khoradur y estar preparados para la segunda ronda de ataques de Melechtor. Ahora le restaba hacer algo similar con las tropas al norte de su posición, aunque el panorama allí era tanto o más complicado.

Mientras avanzaba vio la posición del Lugarteniente, sus compañeros estaban batallando aún pero ya habían acabado con la vida del líder Uruk, la situación parecía contenida pero había habido bajas y heridos. Theon tenía claro que necesitaban avanzar hasta proteger Khoradur o estarían expuestos a un nuevo ataque orco. Continuó avanzando sin detenerse.

Barendil y Eliver habían respondido a su llamado, así que de inmediato alzó su voz hacia la formación de guardias* y les ordenó - Avanzad rápido hasta la posición de Khoradur, formad una barrera delante de ellos hasta que el ala de Parthil se les una, y esperad en posición defensiva nuevas indiciaciones. Teneis una difícil tarea, la vida de vuestro líder depende de ello- dijo, y volteo su caballo hacia el resto de las fuerzas.

Turno 9.b

Barendil y Eliver habían respondido a su llamado, así que de inmediato alzó su voz hacia la formación de guardias* y les ordenó - Avanzad rápido hasta la posición de Khoradur, formad una barrera delante de ellos hasta que el ala de Parthil se les una, y esperad en posición defensiva nuevas indiciaciones. Teneis una difícil tarea, la vida de vuestro líder depende de ello- dijo, y volteo su caballo hacia el resto de las fuerzas.

La distribución de las tropas serviría para fortalecer el frente y proteger a Khoradur, pero haber enviado al contignete de Eliver hacia allí debilitaba el frente contra los huargos. Barendil seguía con las puntas de sus lanzas hacia esas bestias y ahora se sumaba Eliver con un puñado de guardias. Theon alzó la vista y un nudo se hizo en su garganta al ver un combate iluminado de un modo sobrenatural. Aaren se estaba enfrentando con Ulog-Plak, él mismo lo había enviado en una misión casi suicida y su amigo estaba peleando solo contra él. Sintió el ardor de su sangre en todo su cuerpo, una bocanada de fuego y furia lo invadía. Su amigo volvía a correr peligro, y no quería volver a dejarlo a su suerte como lo había hecho en el paso.

Se había propuesto reorganizar las tropas y lo había logrado, si detenían a esos huargos y eliminaban a los dos líderes podrían transformar la esperanza de una victoria en un hecho. Esas tropas necesitaban un líder pero su amigo necesitaba de su ayuda, la decisión era difícil. Eliver avanzaba a pie tenía varios huargos por delante, Aaren no iba a sobrevivir mucho mas.  He hecho mi parte con ustedes, se dijo y clavó sus botas en el abdomen del caballo. Barendil era un buen líder, si Theon caía sin duda él podría dirigir las tropas que ya había dispuesto.

Avanzó a toda velocidad, con su espada en alto y el estandarte a sus espaldas. Recordaba el nombre que el jinete había pronunciado en varias ocasiones así que lo usó para intimidar a líder - Orco mal nacido, ya cayó tu compañero Uruk y tenemos la cabeza de Gothdust, ahora voy por la tuya!- gritó amenazante mientras se acercaba a pelear junto a Aaren y poner fin a la vida del último líder enemigo.

El orco le había agarrado con fuerza del cuello al joven escudero quien ya antes estaba aturdido y herido. Pudo ver a pocos pasos a su comandante caído, pero las esperanzas de llegar hasta él a tiempo se desvanecían.

Se aferró al bolso de curas e hierbas medicinales que le había entregado el maestro Ionell cuando Bergil partió con el ejército a esta batalla. Además de los vendajes y cataplasmas normales, en su interior, guardado en una caja de madera finamente tallada, había alguna hierba de extraordinario valor.

“-Gwinnestad se llama, aunque también Meristark. Y otros muchos nombres, como suele pasar con las cosas realmente importantes. El tallo apenas crece un par de palmos en los mares del norte, donde los veranos se cuentan por semanas o incluso días. En aquel ambiente gélido, cuando la nieve da un pequeño respiro, aparece con una sola flor de color azul claro que dura tan solo un día. Tiempo suficiente para generar nuevas semillas para el año siguiente”, decía Ionell y le enseñaba el interior de la pequeña caja. "–La caja fue un regalo muy especial que me dieron en mis viajes. Ahora conserva, entre estas hojas de plantas comunes y algunas otras hierbas de valor, una flor de Gwinnestad. Evita el deterioro de un cuerpo herido de gravedad, y lo mantiene estable durante varios días. Tiempo suficiente, en el mejor de los casos, para proporcionarle otros cuidados, que además funcionarán con mayor intensidad. No saques la flor, ni ninguna otra hierba, del interior de la caja sin necesidad, pues en pocos días perdería sus propiedades."

Bergil recordó la breve charla, pero la esperanza de rescatar a su señor era cada vez más débil. Entonces escuchó cómo el orco que le tenía apresado soltó un gruñido, y le soltó. También vio la enorme sombra de un jinete rubio y su caballo aparecer junto a él. 

Turno 9

El joven escudero notó la presa del enorme orco. Sintió como le alzaban y como los pies dejaban de tocar el suelo. Golpeó el musculoso brazo que lo agarraba, intentando librarse de él, pero sin éxito

¡Mi señor!

Le faltaba el aire, pero aún así intentaba zafarse de la presa. Por él, por su señor, por Sil Auressë. Dirigió la mirada hacia el cuerpo inerte del lugarteniente, aquel que le acogió y le tomó a su servicio, y quien le estaba adiestrando porque había visto algo en el, que ni él mismo comprendía.

Súbitamente notó como la presión cedía y caía al suelo. Se llevó la mano a la garganta y pudo observar como un jinete hacía frente al orco que le había agarrado. Las palabras de ahogaban en su garganta, por lo que sólo pudo agradecer al desconocido su ayuda desde su interior.

Rápidamente corrió hacia su señor, dejando al orco y al jinete atrás. Un hombre se encontraba a su lado y parecía atenderle. Bergil le hizo señas. Lo que portaba en la bolsa podría salvar la vida a Khôradur, o al menos retrasar su partida hasta que alguien versado en la alta curación le atendiese.

Turno 9

Khôradur sonreía, el aire del mar agitaba sus cabellos, notaba la sal marina en su rostro. Nunca se había sentido mejor

Incluso aunque la costa está tan cerca y pronto pondré el pie en ella, me da igual. ¡Me siento vivo!

De pronto cayó en la cuenta, ¿estaba vivo?, recordó los momentos previos a llegar allí. Luchaba al frente de las tropas de Sil Auressë, enfrentándose a un enemigo superior, pero al cual estaban plantando cara, evitando su destrucción. Las tornas se habían vuelto a su favor con la llegada del Sol, por lo que lanzó un ataque contra la vanguardia enemiga, ataque que no resultó lo esperado. La compañía de Eliever destrozada por los huargos, la muerte del fiel Walec....y su lucha contra el líder orco Zaboth, al que podría haber vencido si en un momento dado no hubiese dudado, viniendo luego el dolor y la oscuridad.

Mis errores nos llevaron a esta situación. Me dejé llevar por el júbilo y la duda en los momentos cruciales

El navío se acercaba a la costa. El brillo que emanaba el paisaje le cegaba, tanto que tuvo que entrecerrar los ojos. Para cuando pudo abrirlos....

Sil Auressë. Estaba reunido con Ayla y Curudae. Las primeras piedras de lo que sería Sil Auressë se estaban colocando y se alzaban el esqueleto de los futuras construcciones.

-Podríamos tener el mercado funcionando en un mes, que nos aportaría beneficios para afrontar con garantías la construcción del castillo principal. - Dijo Curudae con su normal diligencia. Khôradur asintió

Necesitamos ese castillo cuanto antes - pensó en ese momento, preocupado por no disponer de una fortaleza que les protegiese. Alzó su copa y bebió.

Al dejar la copa se encontraba en una posada. Pelargir, hace veinte años. Era joven y cumplía una misión de espionaje, recopilando información sobre las defensas de la ciudadela. No había tenido problemas para pasar desapercibido entre las gentes de Gondor, aunque su estatura llamase la atención.

No será fácil, a pesar de la decadencia de Gondor, es fuerte, muy fuerte. No lo tendremos nada fácil

Gritos atrajeron su atención, de nuevo un gran foso oscuro se abría en la mar, y atraía hacia él a dos navíos negros. Gritos de horror y dolor se escuchaban rasgando la idílica tranquilidad que se respiraba.

Su navío se acercaba al puerto, pronto tomarían tierra. Observó en tierra a un grupo de personas que descendían de un navío similar al que se encontraba. Hombres, mujeres, niños, de diferentes edades. Pudo ver a un grupo de soldados, algunos de ellos le resultaban familiar....hasta que observó a uno de ellos al cual observó con asombro

¿Walec?

Milzarâk miro a ambos aliados con duda, pero Tarbrand tenía razón, mover al comandante era muy peligroso y parecía que la zona estaba controlada. Solo esperaba que entre los dos consiguieran ayudarle para que pudiera volver a surcar la aguas abordo de su navío corsario.

- Encargaros del comandante, yo me ocupo de evitar que esas malditas bestias os interrumpan.

Arrancando con fuerza su alfanje del pecho del orco abatido se lanzó sobre el orco aturdido para terminar de rematarlo. Si hacía falta daría su vida, pero el comandante debía sobrevivir.

Turno 9 bis

Haciendo caso al hombre que le gritaba advirtiéndole del peligro de mover al corsario, el joven dunadan se giró y protegió el cuerpo de Khôradur para que ningún enemigo se acercara, dejando a éste que le curara. 

No se bajó de su montura, pues así estaría preparado para salir del campo de batalla en cuanto aquel hombre curara a Khôradur. 

Turno 9 – Carga de caballería

El día más corto había llegado a su fin, y la noche había caído nuevamente en Cardolan. Empujados por los últimos destellos de luz de aquel día fatídico, los jinetes de Garan Gwalorn habían llegado para ayudar a los defensores de Sil Auressë. El nombre de la aldea significaba “la Luz del Amanecer”, y precisamente era esa luz que había desaparecido en pleno día cuando el sol fue engullido por una terrible esfera negra. No obstante, la luz regresó, y la oscuridad no pudo obtener la victoria definitiva. Del mismo modo que se contaba en las leyendas de los elfos, el nuevo día llegaba tras la noche. Y fue esa certeza de la invencibilidad de la Luz, de la fuerza del espíritu de los hombres y de la llama eterna de la esperanza incluso en los tiempos más aciagos la que le dio alas a la unidad de caballería. Ya habían luchado en pleno Oscurecimiento en la Batalla de la Loma, y en la misma jornada luchaban ahora en otra gran batalla. En los años venideros los bardos cantarán sobre las gestas de los caballeros que lucharon en la caída de la noche dos veces en un mismo día, y el paso del tiempo convertirá la historia en leyenda.

Después de partir en dos la unidad más grande de los orcos, Garan Gwalorn impactó con dureza en el flanco de otra unidad formada por medio centenar de orcos que habían estado bajo las órdenes de Ulog-Plak hasta entonces. Ahora el veterano orco había abandonado aquella unidad que sufrió numerosas bajas a consecuencia de la carga.

Turno 9 – Bakar

El cuerno de Melechtor sonó detrás de Bakar, y el Jinete de Acero sacó su arma del cuerpo de otro orco muerto. Ya podía ver el reflejo del agua enfrente, y a su alrededor los orcos huían despavoridos. La armadura de su caballo de guerra estaba completamente manchada de sangre oscura.

-¡HUID! ¡LA MUERTE OS ESPERA EN ESTA NOCHE! ¡TEMED A LAS SOMBRAS Y AL VIENTO, PUES LA TEMPESTAD OS ALCANZARÁ!

Pero no los persiguió. Buscó a su amigo y capitán. –Caldrim. ¡Hacia el este!, le gritó e hizo gestos con la mano. Los dos estaban más avanzados que el resto, pero ya podían ver a Melechtor y a los demás. Mentalmente Bakar contaba los jinetes, y se alegró al ver que no habían sufrido demasiadas bajas. Ya estaba al tanto de que Theon, Aaren, Agnor, Tarbrand, Milzarak, Eärnil y el jinete que se había incorporado durante la carga se habían ido a auxiliar al comandante de Sil Auressë.

Turno 9 – Caldrim

Caldrim observó el campo de batalla. Era difícil ver en la noche, pero las unidades de la milicia tenían antorchas en los flancos y por lo tanto sus siluetas se dibujaban en la distancia. Vio los movimientos que estaban haciendo, así como la luz brillante de Aaren más próximo a la unidad de Melechtor. Entonces se fijó en Theon quien llegaba desde el sur gritando órdenes, y alzó su lanza para saludarle y para marcar su posición a los jinetes que llegaban.

Era necesario tomar una rápida decisión. Dirigirse hacia el grueso de los defensores, según el plan inicial. O ir a ayudar a los que estaban luchando con los jinetes de huargos. La orden de Melechtor estaba clara, y las batallas se ganaban a menudo con sacrificios y con la cabeza fría.

Y otras veces con el corazón, pensó. Además, no estoy al mando.

Incluso antes de ver a Theon cabalgar hacia el punto de brillante luz blanca, Caldrim ya había tomado su decisión.

-¡BAKAR! ¡Guía a Wellard y a los demás! ¡HACIA BARENDIL!, le gritó a su fiel amigo. Ambos se miraron una última vez por encima de los enemigos. Les separaban unos treinta pasos, pero incluso con las viseras bajadas ambos podían saber exactamente la expresión en el rostro del otro.

Caldrim se llevó la mano que sujetaba la lanza hasta el frente a modo de reverencia, y tiró de las riendas del caballo.

-¡POR CARDOLAN! ¡POR SIL AURESSË! ¡POR UN NUEVO AMANECER!, gritó mientras se separaba de la ruta prevista y tomó rumbo para llegar con Theon a la zona de los jinetes de huargo.

-¡THEON! ¡LLEGO DE TU IZQUIERDA!, le gritó y espoleaba su caballo para acortar distancias.

Turno 9 – Situación general

La Batalla del Eclipse había dado un vuelco con la llegada de Garan Gwalorn. Los caballeros habían penetrado como una profunda estocada en el grueso de la hueste orca atravesándola hasta llegar a las proximidades del río. Acto seguido, se dirigían hacia el este para llegar hasta la zona de la unidad de defensores de Sil Auressë dirigida por Barendil.

La infantería de Sil Auressë, aún sin su comandante Khôradur, estaba formando un frente sólido con las unidades de Parthil y de Barendil, y los guardias. Barendil hizo avanzar la milicia para apoyar el ataque de la caballería. Mientras tanto, aquellos que se habían separado del grupo de jinetes durante la carga habían llegado hasta Khôradur en el centro para intentar salvarlo. Más al norte, Aaren y Leaniach se enfrentaban a los jinetes de huargos en un combate.

Turno 9 – zona carga Leaniach

Aaren se hallaba rodeado de enemigos, pero no dudó en hacer un último intento para llegar hasta Ulog-Plak. Trató de intimidar al enemigo y acto seguido maniobró su caballo con insólita maestría para esquivar al jinete de huargo que le cortaba el paso y se posicionó a la derecha del anciano líder de los orcos.

El ataque de la estrella de la mañana fue rápido y preciso, aunque no descuidó la defensa. Al ver de cerca a Ulog-Plag se dio cuenta de que se trata de un orco anciano y con al menos una pierna inútil ya que iba en una silla de montar especialmente hecha para él. Si alguna vez había sido fuerte de brazos, ya no lo era. Aún así, era respetado y temido por sus semejantes seguramente por su experiencia y por su inteligencia táctica. La bola con cadena de Aaren le dio en el brazo del arma, y la cimitarra que blandía salió volando fuera de su alcance. El montaraz vio que el brazo se quedó colgando en una posición antinatural, y que el orco era incapaz de moverlo. Estaba aturdido y a su merced.

El jinete orco más próximo^JH2 se quedó de piedra ante la intimidación de Aaren y al ver la maniobra y el posterior ataque lo único que hizo fue avanzar por el otro lado al flanco de su líder.

Entonces vieron llegar dos jinetes a galope. Un jinete de acero que se había separado de la carga principal, y otro que llegaba de la zona de la infantería de Cardolan. O lo que era lo mismo, Caldrim y Theon. Y un poco más lejos, Eliver dirigía a cinco guardias a pie para unirse a la lucha. Los jinetes de huargos dudaron, y también se percataron de cómo la marea de la batalla se había ido cambiando con la carga de los jinetes. Ahora, sin Zaboht y con Ulog-Plak herido, estaban faltos de liderazgo y su determinación flaqueaba.

La mayoría de los jinetes de huargos huyeron despavoridos. Algunos al noroeste, otros al sudeste. Se trataba de una unidad de hostigadores habituados a cargar por sorpresa y destrozar al enemigo en cuestión de segundos, y el terreno irregular y el barranco próximo al río le beneficiaban. La lealtad a su líder escaseaba, pues solo un par de ellos se preocuparon de tratar de salvar a Ulog-Plag.

Turno 9 – Leaniach

Leaniach fue el más sorprendido al ver cómo el jinete de huargo^JH1 que tenía enfrente de repente optó por no atacarle y huir cuando el sargento de Sil Auressë ya estaba con un pie fuera de este mundo. Se giró y vio llegar a los dos jinetes, y alzó la mano.

-¡AQUÍ! ¡PROTEGED LA RETIRADA!

En aquel día había perdido a muchos hombres, y no quería más gloria a costa de vidas. Necesita reorganizar a los pocos que le quedaban, y regresar con Barendil. También vio llegar a Eliver con cinco guardias, aunque más lejos.

-¡HACIA ELIVER!, gritó a los tres hombres. Se alegró de ver con vida al joven y audaz sargento Eliver. Entre los dos habían logrado sacar a todo el ejército de Sil Auressë de una posición comprometida cuando se quedaron atrapados entre el río y la hueste de los orcos. Lo habían logrado, pero a costa de muchas vidas.

Así que ahora era el momento de recular, aunque no pudo evitar mirar una última vez hacia el centro donde Aaren le golpeaba al líder orco.

Acaba con ese malnacido, pensó.

Turno 9 – zona Khôradur

Las tropas de Sil Auressë envolvieron por completo a los grandes orcos que quedaban de la guardia personal de Zaboht. Estaban rodeados por lanzas y espadas, superados cuatro a uno y desmoralizados, y sus gritos de dolor y de muerte se escuchaban ahora por el campo de batalla.

No obstante, lo más crucial de la Batalla del Eclipse se estaba viviendo alrededor del cuerpo del Lugarteniente Khôradur. El comandante, o hirgon, del ejército que había salido del castillo para plantar cara a la enorme hueste oscura durante el Astquelion. El corsario que un año antes había conquistado el Palacio de Thalion durante la Batalla de Metraith para el bando enemigo, y a quien los rumores señalaban como uno de los principales artífices del Saqueo de Pelargir en la década anterior. Un ataque relámpago al corazón de Gondor que acabó con la vida del rey. Era difícil saber cuánto había de cierto en aquellas leyendas, pero los que vivieron el Oscurecimiento no iban a olvidar fácilmente las palabras ni el liderazgo del umbareano, ni cómo se enfrentó solo a los trolls. Siempre iban a recordar cómo aquel hombre gigantesco se plantó delante de las fuerzas oscuras y les paró para darles tiempo a los que fueron al Monolito, y una esperanza no solo para la aldea de Sil Auressë, sino para toda la región. No era un héroe como los que tenían otros pueblos y reinos, pero para Cardolan era ya un símbolo de la lucha, de la redención y de la perseverancia.

Y ahora se estaba muriendo. Cualquier victoria en la Batalla del Eclipse se iba a quedar en un segundo plano si la vida del hirgon fuera a acabar. Más que cualquier castillo o los muros más altos, la auténtica fortaleza de Sil Auressë era Khôradur. Y en él confiaban la seguridad y la protección en aquellos tiempos turbulentos.

Por fin había llegado la ayuda para el Lugarteniente. Hombres de Sil Auressë como Girion o Eärnil, el marinero Milzarâk del barco corsario que había capitaneado el mismo Khôradur, o Tarbrand de las tropas de Echorion. Y Agnor, el sargento que Khôradur había mandado a buscar ayuda, y que ahora regresaba con los Garan Gwalorn, una unidad que se había formado a base de acero, muerte y sangre en aquellos días.

Milzarâk cargó contra otro orco^O6, y aunque el ataque no fue tan fuerte como el anterior, la inercia del combate hizo que el golpe impactara en tobillo del orco con fuerza, y eso fue suficiente para que finalmente perdiera el conocimiento por todas las heridas recibidas.

En medio de la contienda, el joven escudero Bergil seguía con su carrera desesperada para llegar hasta su señor con las medicinas que tal vez podían salvarle. Un gran orco^O1 le había agarrado del cuello, pero cuando todas las esperanzas se desvanecían nuevamente apareció el jinete Agnor y su caballo Atreo como si de otro héroe de las leyendas antiguas se tratara. Su espada bastarda golpeó con una fuerza brutal el brazo del orco y lo apartó de Bergil quien ahora tenía el camino despejado para llegar hasta Khôradur, y así lo hizo. Allí se encontró con Tarbrand quien se había arrodillado junto al umbareano, y con sumo cuidado acercaba sus manos para tratar de aliviarle el dolor. Girion les protegía a lomos de su caballo Viento con la espada preparada para atacar, pero de momento no se veían más orcos cerca.

Eärnil seguía tumbado esperando que se le pasara el aturdimiento, aunque ya de momento había podido localizar sus armas. Belkazir al ver cómo los orcos a su izquierda huyen todos, decidió avanzar con su caballo hasta la posición de Eärnil y le ofrece subirse.

-Ya no quedan orcos cerca, dijo sonriente fingiendo una decepción.

Turno 10 - estado Khôradur

El umbareano apenas era consciente de lo que pasaba a su alrededor, pero trató de reunir fuerzas para atravesar la niebla que le impedía ver con claridad. Vio nuevamente al hombre que había matado a Zaboht, y a Girion encima de su caballo. Y a Bergil. Trató de decir algo, pero era incapaz de moverse, y una oleada de dolor recorrió todo su cuerpo.

La imagen del gran comandante de Sil Auressë resultaba escalofriante. Su yelmo, el tradicional Karma Umbarion, estaba destrozado en el lado derecho, así como los huesos de la cara y la visera del yelmo se había incrustado hasta el hueso del cráneo a gran profundidad. Seguramente le había salvado de una muerte inmediata, pero el cuerpo no podía soportar una herida así por mucho tiempo. Solamente podían ver uno de los ojos de Khôradur, y estaba completamente rojo y también sangraba por los oídos. La boca se le había llenado de sangre y no podía moverla. Además le costaba respirar cada vez más.

Turno 10

Lo que había sido un terreno ocupado, se había convertido en un campo de cadáveres. Los orcos que no estaban muertos gemían alrededor. El último de ellos había recibido un mandoble por parte de Agnor, liberando así al muchacho que corría desesperado donde Khöradur.

Otro orco huía y un grupo más estaba siendo rodeado por los hombres de Sil Auressë. A Agnor no le sería fácil meterse entre esos para alcanzar a esa panda de monstruos, así que antes de cabalgar a otros frentes quiso eliminar al último orco solitario. Aturdido y malherido, seguía estando demasiado cerca del comandante.

—¡Muere, maldito!—le ordenó, mientras descargaba una vez más su arma. La fuerza con la que había arremetido antes se había desvanecido, pero el brazo seguía siendo habilidoso.

Turno 10

El montaraz percibía que pese a la caída de la noche, la batalla empezaba a tornarse en su favor "Bien hecho capitán, sin duda has salvado innumerables vidas" pensaba para sí orgulloso de la maniobra de Melechtor. No obstante, la vida de aquel hombre estaba en serio peligro, Tarbrand no era ningún experto en aquellos temas, pero parecía que de entre los que le rodeaban era el que más conocimientos tenía, por lo que colocando sus manos con suavidad sobre la cabeza del umbaraneano se dispuso a sanarlo con una dedicación inaudita; poco le importaba el pasado de aquel hombre, quizás matará a sus congéneres de Gondor, quizás fuera un hombre tranquilo, quien sabe, lo único que importaba ahora es que era un aliado, y cual quiera que fuera su pasado no era merecedor de un final prematuro si pudiera evitarse, "Jamás me perdonaré no haber podido salvar a mi madre, así que no permitiré que nadie más muera si puedo evitarlo..." pensaba para sí motivándose para la elevada tarea de salvar una vida.

Así pues, tras comprobar que la magia sanadora pasaba de forma efectiva hacia Khoradur, pasó a comprobar si había cierta mejoría en su aspecto o su intelecto, haciéndole algunas pruebas rápidas de oído diciéndole:

-¿Puedes oírme? ¿puedes ver algo? -preguntaba inseguro- si me percibes de la forma que sea parpadea una vez con tu ojo sano -expuso esperando que su paciente le respondiera.

Por otro lado, al ver el joven chico que llegaba para ayudarles, le dijo rápidamente:

-No soy ningún experto, pero su estado es crítico, el lado derecho de su cabeza se ha llevado la peor parte, es probable que pierda el ojo, pero aún es pronto para diagnósticos, ¿tienes algo que sirva para curar hueso y tejido nervioso? son las partes más afectadas -concluyó esperando que pudieran ayudar de alguna forma más efectiva que con su magia.