Partida Rol por web

Enrietta niega con la cabeza y suspira silenciosamente.

- Mi señor. - le digo. El Chambelán Otto fué en busca de la Dama Szantovich para hablar con ella de la audiencia de mañana.

Durius compuso un extraño gesto difícil de interpretar.

-Nuestro querido Chambelán se halla a las puertas de mis aposentos, teóricamente abstraído por la belleza de la luna o del recuerdo que Dama Szantovich ha dejado en su triste y melancólica mente -señaló cínicamente el secretario ducal-. En cualquier momento lo escucharemos golpear la puerta reclamando nuestra atención. En fin, quedan dos horas para el alba. Aún me restan asuntos con lo que cumplir, aspectos burocráticos que me llevarán un tiempo. Descansad vosotros, pues mañana será un día arduo con los funerales de por medio. Deseo añadir que posiblemente mañana, tras los mismos, parta del castillo para atender privadamente algunos asuntos. Vosotros permaneceréis en Castillo, aguardando mi regreso. 

- De acuerdo mi señor Durius. - le digo.

Iba a formular una pregunta pero prefiero esperar al devenir de los acontecimientos futuros.

Luego me retiro a descansar. Manteniendo el duermevela al que estoy acostumbrado.

- "Mi señor, perdonad el atrevimiento, pero... Si vos partís debemos acompañaros. Yo soy vuestra asistenta, Vasilov vuestro cochero, y Mikail el vigía diurno... Nos necesitáis, mi señor Durius..." -

TRANSCURRE UN DIA.

UNA HORA Y MEDIA TRAS EL OCASO DEL SEGUNDO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

- Procedentes del Patio del Castillo, llegan a la antesala de las habitaciones privadas del Secretario Ducal: el propio Durius Tremere, el Capitán Zarak, el Chambelán Otto, y los sirvientes Enrietta, Mikail y Vasilov.

Para Mikail el funeral había sido todo un suplicio. Mantener la compostura cuando la piel de la espalda esta en carne viva es duro, pero más difícil aún es hacerlo cuando la misma Muerte, la que sabes que más tarde o más temprano acabará contigo, asiste al funeral. ¡Qué ironía!

Las estancias del Primer Caballero se le antojaban acogedoras y seguras, pero aún no podía relajarse del todo, así que apretó los dientes e intentó que la ropa no le rozara demasiado las heridas de la espalda. Los golpes de Vasilov habían sido firmes, pero el dolor más o menos soportable. Aún así gritó y gimió con ganas, con la intención de que Maserrak quedara satisfecho con aquella pantomima. Eso le había parecido en su momento, pero ahora, el escozor de las heridas le estaba provocando más sufrimiento que los propios golpes. Aquellos pensamientos le llevaron a preocuparse de nuevo por Innya y Dagu. Esperaba que el Carcelero no les pusiera sus manos encima. Su mirada se desvió ligeramente hacia el Chambelán Otto. ¿Qué demonios querría hacer con ellos?

-Capitán, Chambelán, debo hacerles partícipes de ciertas nuevas. Parto de inmediato junto con el Segundo Caballero y Maese Maserrak de Flambeau en misión diplomática a la mansión Basarab. Pese a mis deseos personales que abogarían por la destrucción de dicha línea de sangre, un enfrentamiento de tal magnitud, conduciría a Transilvania a una guerra civil que ahogaría nuestra tierra en sangre. Un precio demasiado alto por una cuestión de orgullo -la voz de Durius era grave-. Por ello, Capitán Zarak, dejo el Castillo en vuestras manos hasta mi regreso. Velad por la seguridad de todos y cada uno de sus habitantes y obrad con la sensatez que las circunstancias exijan. Chambelán, encargáos de que todo fluya adecuadamente. Haceos cargo de tomar cuenta de cuantas cuestiones puedan surgir durante mi ausencia para su resolución a mi regreso. Mis lacayos permanecerán en Castillo, pese a sus deseos de acompañarme. Esa es mi voluntad y deberá ser cumplida. Nuestras monturas ya están preparadas. Tendremos media jornada de viaje y las conversaciones tendrán lugar mañana. Si todo marcha de forma adecuada, en dos días, a lo sumo tres, estaremos de regreso. De no ser así, considerad que la casa Basarab habrá acabado con nuestras vidas y que marchará para conquistar esta plaza. En tal caso, proceded como creáis conveniente. Resistid o marchad. Mikail, Enrietta, Vasilov, acompañadme a mi aposento. Deseo daros unas últimas instrucciones. 

- "Sí, mi señor." - La sirvienta va a la habitación de Durius.

Durius accedió a su aposento y mantuvo la puerta abierta hasta que sus lacayos pasaron al interior. Cerró entonces la puerta.

-Mi dulce Enrietta. Mis queridos Mikail y Vasilov. Confío en regresar de esta misión pero es harto peligrosa y cabe que el destino me tenga reservada un fin indeseado. Me habéis servido bien. Y gozáis de mi confianza. Es por ello que es mi deseo que en el caso de no volver en el plazo de tres días, marchéis para salvar vuestras vidas. Hay arcones que contienen los regalos de boda que no fueron entregados. Tomad de entre ellos aquellos presentes que necesitéis para tener una nueva vida. Abandonad Alba Iulia, pues será peligroso para vosotros si los Basarab se hacen con el poder. Mas es vuestra decisión aceptar tal oferta. Enrietta, mi frágil y bella flor nocturna -la mano acarició su mejilla-. Has sido la alegría de mis despertares -Durius se inclinó levemente y depositó un suave beso en sus labios-. Vasilov. Leal e inteligente, siempre oportuno y capaz. Vela por Enrietta y cuidaos el uno al otro -tomó una de las guedejas que caían sobre su rostro y la retiró, acariciando el rostro del lacayo con afecto-. Mikail. El más versátil, quien más posibilidades tiene de sortear los problemas, ojos en la sombra. Me has servido bien. Cuida de ellos dos hasta que emprendas tu propio camino. Ven, acércate y déjame ver tu espalda -vio las heridas, la mirada de fuego verde, y recorrió sus perfiles con dedos fríos que aliviaron el calor de las laceraciones-. Desearía sanarte pero ello te vincularía más a mí. No deseo hacerlo cuando no sé si regresaré -el aliento acariciaba el cuello de Mikail y un delicado beso se depositó en su cuello.

Dio un paso atrás, hermoso en su gravedad, la mirada melancólica, ataviado con su armadura.

-Os tengo en gran estima y os amo a los tres. Vivid, pues es un don precioso que nadie debe arrebataros.

Tras aquellas palabras y tras una leve inclinación de cabeza en reconocimiento y respeto a sus lacayos, Durius Tremere, Señor de Slobozia, Secretario Ducal de Gyula Kadar, Primer Caballero y vampyr, salió de la habitación sin mirar atrás. Parte de su humanidad estaba ligada a ellos tres. Su muerte o desaparición lo acercaría aún más al abismo de oscuridad al que estaba condenado en muerte. Fuera aguardaban Ferenk y Otto. Mas echó de menos otra presencia, una figura por la cual aún experimentaba un amor y un dolor sin igual. Valru.

Cuando hubo concluido, Durius regresó a donde aguardaban Otto de Sajonia y Ferenk Zarak.

-Os deseo suerte en vuestros quehaceres. Otto, os condené pero no sin motivos. Haced gala de vuestra naturaleza y cumplid con vuestro destino. Ferenk, el Duque os condenó y abandonó. Vivís sumido en vuestro propio infierno, un infierno del que yo no puedo sacaros por más que lo desee. Reflexionad sobre ello y decidid que deseáis para vos. Si he de regresar de esta misión, hacedme saber a qué conclusiones habéis llegado -Durius miró en torno y durante un instante cerró los ojos, dejando que sus restantes sentidos se impregnaran de aquel momento-. Es hora de partir. Mis bendiciones, si de algo sirven, están con todos vosotros.

- Durius abandona sus estancias privadas saliendo por la puerta que conduce al Patio del Castillo.

Casi me quedo estupefeacto por los recientes acontecimientos.

- Veamos como acaba todo esto.

Esta era una situación nueva para mí. Nunca antes me había separado de mi Señor por tanto tiempo.

- "Puede... puede que no volvamos a ver nunca más a nuestro señor Durius..." -

Enrietta agacha la cabeza y comienza a sollozar quedamente.

Trato de consolar a Enrietta.

- Tranquila. - le digo. Nuestro Señor Durius es la persona más fuerte que he visto hasta la fecha.

- Si alguien puede salir indemne de cualquier situación es él.

- "¡Mikail tú puedes...!" - Observa que el Chambelán y antiguo Mayordomo está cerca y baja la voz y añade:

- "Tú puedes ser casi invisible cuando quieres... Tal vez podrías... Podrías seguirle y guardarle las espaldas..." -

Enrietta mira implorante a Mikail.

- No sabes lo que dices mujer.- Mikail agachó la cabeza, al igual que había hecho cuando su Señor partió. Más le valdría a Enrietta hacer caso de lo dicho por Vasilov. ¿Acaso no veía que Mikail era sólo un hombre? ¿Acaso no veía quien acompañaba a su Señor en aquella peligrosa misión? La misma Muerte iba con ellos. Qué podía hacer Mikail más que aceptar las órdenes dadas por su Señor. No le quedaba otra que aguantar la angustia y rezar para que El Primer Caballero regresara sano y salvo.

Ferenk se encontró mirando a la puerta cerrada de los aposentos del Primer Caballero. Durius había dicho lo que tenía que decir, se había dado media vuelta y se había marchado sin esperar respuesta, ni siquiera de su vástago. Y lo cierto es que no había nada que replicar. Los planes estaban trazados, y no había vuelta atrás.

¿Cuáles eran los planes? Si Durius hubiera querido compartirlos, lo hubiera hecho sin necesidad de una pregunta, por lo que de nada servía cuestionarle. Simplemente, aceptar lo inevitable y cumplir con sus obligaciones, en un ambiente por fin libre de monstruos.

Ignoró las indiscretas palabras de los lacayos del Secretario y abandonó la habitación.

- El Capitán Zarak sale de las estancias privadas del Secretario Ducal.