Partida Rol por web

Más soldados de la guardia aparecieron por otro agujero infernal. No sabía muy bien si eran leales o no, pero el enemigo más problemático era ese que se negaba a morir. Malek no tenía muchas opciones, más bien ninguna, disparar y morir, esas eran. Volvió a apuntar y disparó a plena potencia.

aquella criatura no solo daba miedo, sino que además no funcionaba disparar el plasma, ya que había trasnsformado el disparo en una bola inerte así que en principio mi rifle de plasma no iba a valer sobre la criatura, así que aunque habían llegado los que faltaban, yo iba a guardar mi rifle de plasma y cambiarlo por mi carabina laser, puede que esa arma si tenga mejor efecto, lo dudaba, pero no me quedaba otra.

Mi bala no le hace absolutamente nada al enemigo, demostrando una vez más que el enemigo es una temible criatura de la disformidad y, en las heridas que se van viendo en el Astartes, se nota que está venciendo la batalla a pesar de los patéticos intentos de ayuda que le brindamos.

Pero no puedo detenerme a pensar en eso y aprieto el gatillo de mi arma para ver si puedo seguir haciendo mella en sus defensas mas mis disparos fueron precipitados, antes de fijar bien el objetivo y no consigo impactarle con mis municiones. Otra salva de municiones perdidas y no sé cuanto más aguantará el Space Marine pero sí sé que si él cae, el resto lo haremos como moscas.

Vorgen seguía encajando golpes uno tras otro, en su mente no había otro pensamiento que no fuese luchar hasta el final. Los sonidos de los humanos que se movían a su alrededor o que disparaban  intentando acabar con la criatura se habían convertido en un zumbido de fondo, lo que ocurría a su alrededor estaba difuso. Tan sólo importaba el enemigo. 

Notaba como sus golpes se iban hendiendo en la carne de aquella criatura disforme, oía los crujidos que conseguía con cada golpe igual que oía como los golpes de aquella cosa hacían mella en su armadura. Llegados a ese punto, todo se resumía en una lucha de voluntades y la de Vorgen era de hierro. Moriría antes  de ceder terreno y con ese pensamiento en mente, se lanzó al ataque de nuevo. 

Escuchó el sonido de otro tipo de portal abriéndose, aun temiendo lo peor y esperando lo mejor apenas pudo prestarle atención, pues sabía que un sólo golpe de aquella criatura bastaría para dejarle fuera de combate, en el mejor de los casos. Por suerte ocurrió lo mejor posible, que era que los miembros restantes de la expedición volvieron con ellos, como había venido ocurriendo durante la última hora. Se alegró por que siguieran vivos, pero dudaba que tres soldados más pudieran cambiar las tornas del combate.

Los golpes que asestaba con la espada sierra parecían tener un efecto anecdótico en la lucha y el Astartes sólo seguía en pie sin duda por obra del Dios-Emperador, que velaba por todos ellos en aquellas cloacas perdidas de la mano del Imperio de la Humanidad. Debía pensar en algo, apretó en su mano izquierda la granada krak que había pretendido lanzar antes de que Vorgen se lanzara al combate, cambiando las intenciones de Moham, pero sin duda el Marine necesitaba un respiro, quizá pudiera dar un paso atrás mientras los guardias bombardeaban a la criatura con aquella munición antiblindados. Era una opción arriesgada pero, si perdían a aquel supersoldado apenas tendrían oportunidad contra la criatura.

Se retiró unos metros del combate, alzando su granada perforante - ¡Preparad lo más potente de vuestro arsenal! ¡¡DEBEMOS ACABAR CON ESE ENGENDRO!! ¡Demos un respiro al Ángel del Emperador! - gritó en medio del caos del combate.

En cuanto llegó a su nueva posición, evaluó rápidamente la situación, tratando de obtener la confirmación en sus conocimientos tácticos que respaldaran sus palabras.

La alegría de Paul por la aparición de la suboficial se vio truncada cuando ésta quedó paralizada -¡sargento Schenkopp, vista al frente!- gritó para intentar sacarla de su estupor. No parecía estar funcionando, pero el fezzornita no dejó que aquello estropease su puntería.

La furia empezó a consumirle... ¿qué más tenían que lanzarle encima a aquel engendro para que cayese? Si fuese un tanque habría explotado en llamas hace tiempo. Apuntó y apretó cuidadosamente el gatillo de su rifle de fusión una vez más.

Sentí la quemadura de un disparo a mi espalda y si no fuera por la férrea instrucción que había recibido, partiría en dos al infeliz que era incapaz de diferenciar entre un demonio colosal y una aliada. Lancé mis dos ataques, aun dolorida por el golpe, y solo conseguí impactar con mi afilado sable monofilo antes de volver a apartarme como una sombra, cubriéndome de los disparos de los soldados imperiales con el propio cuerpo de la aberración caótica.

Arthur retiró la anilla de la granada krak y la arrojó con fuerza, pero justo en ese momento la criatura dejó de ser grande y pasó a ser pequeña, dejando pasar la granada que se pegó en la esquina de mampostería con su adhesivo de contacto rápido y explotó causando un agujero en la pared. La maldición de Arthur se perdió entre el ruido de la batalla. Si tuviera más munición ya lo habría logrado.

Ese disparo de plasma había hecho daño al demonio, y Vitaly estaba seguro de ello. Pero ahora su rifle estaba sobrecalentado y no podía seguir concentrando fuego. Pensó en sacar de nuevo su escopeta pero sabía que no serviría de mucho, así que echando mano a una de sus granadas krak se la lanzó al ser. Que funcionara ya era otra cosa. 

La llegada de los miembros faltantes pareció ser algo providencial, pues aunque la mayoría cayeron presa del pánico, de algún modo todos notaron que algo había cambiado. La fuerza imperial volvía a estar unida, y aquello debía valer para algo. El ser demoníaco siguió intentándolo. Evitó a la krieger, cuyo sable se dobló momentáneamente como si fuera un juguete. Salió indemne de la granada de Vitaly. El disparo de Paul quedó reducido a la agradable galerna matutina de una playa veraniega. Incluso un disparo muy bien dirigido del tirador acechadunas, Malek, quedó paralizado en el aire ante los ojos atónitos de todos, esperando su momento para seguir la ruta sin mayores daños.

Pero primero Vorgen, que encajó un golpe al enemigo, y luego Albius con otro disparo láser, obraron el milagro. El ser, de pronto, quedó paralizado en sus cambios, con un rictus de dolor dibujado en su rostro inmóvil. Sin embargo, dicho estado de parálisis duró apenas unos diez segundos, renovando de pronto los cambios, aunque esta vez eran distintos. Mucho más rápidos, y acelerándose cada vez más, al principio de forma apenas perceptible, mientras aquella cosa emitía un prolongado grito de dolor.

La cacofonía de imágenes y sonidos creció y creció hasta un punto casi insoportable... Y de pronto, silencio. La cosa ya no estaba. 

Zhora trastablilló y cayó al suelo, temblando, completamente aterrado. Sólo el súbito silencio tras el fin de la escandalera de disparos, tajos y golpes lograron sacarle de su estado. Tamaña vergüenza le llevó la sangre a la cara, presión a la mandíbula y cierre a los puños.

- Maldito seas, torpe y cobarde - golpeó contra el suelo, su cuerpo tenso como un muelle a punto de ceder -; maldito, maldito seas.

Continuó golpeando el suelo, haciéndose daño en las manos pero encontrando el suficiente alivio como para tornarlo en el coraje suficiente que le permitiese girar la cabeza y mirar atrás. El Torcedor había sido derrotado. No tardaron en aflorar las lágrimas en sus ojos y, pese a que la primera vez que abrió la boca para articular palabra casi se atragantó por los nervios, su voz alcanzó a escapar de su cuerpo compelida por la fe.

- Ave Imperator - susurró con poco volumen, apenas el suficiente para romper el silencio, un primer intento que acompañó de un segundo, esta vez poniéndose en pie y alzando el puño al aire ante aquel milagro - ¡AVE IMPERATOR!

El marine encajó otro golpe estoicamente. Su pierna izquierda crujió con el golpe pero no cedió. En su lugar devolvió el golpe que hizo crujir los huesos rotos de la criatura. Un disparo, uno de tantos, acabó con su vida. Por un momento, Vorgen pensó que explotaría en una onda de energía que los arrastraría a todos con él al infierno del que venía pero no fue así. 

Lentamente, el puño imperial se irguió todo lo alto que era, se quitó el casco y se giró hacia los guardias imperiales que tenían detrás que habían superado su miedo y se habían enfrentado a los demonios. Su rostro tenía un aspecto cansado y algo de sangre podía intuirse en la comisura de sus labios pero por lo demás estaba intacto pues la mayoría de los golpes recibidos habían ido dirigidos al pecho y a sus piernas. - Lo que habéis hecho hoy aquí se sabrá, me aseguraré de ello. - dijo apoyando una de sus manos en el hombro de Moham Ed Khalbi. - Os enfrentasteis al miedo, a algo que ha hecho huir o dudar a aquellos más débiles y mantuvisteis la posición dispuestos a luchar hasta el final. - fue posando su mirada en cada uno de ellos. Silvara, Vitaly, Paul, Malek, Arthur, Albius, Marcus, Quintus y Moham. - El emperador se siente honrado de teneros entre sus filas. - dijo antes de saludar con una ligera inclinación de cabeza para, acto seguido, volver a ponerse el casco. 

Doctor, evalue a los que se han desmayado. -  pidió el marine antes de girarse al sargento Ed Khalbi. - Habrá que ir a buscar a los que han sucumbido al miedo y han salido huyendo. - dijo con un tono duro nada parecido al que había usado un momento antes para felicitar a los que habían luchado a su lado. 

El último disparo de Albius, junto con el resto de ataques de los otros guardias, fue el que colmó el vaso, como dirían en su mundo. - ¡En toda la diana!¡AVE IMPERATOR!¡AVE IMPERATOR! - gritó, secundando al medicae lantania, enfervorecido por el momento. La criatura pareció palpitar por unos momentos y cuando el fornido soldado ya estaba comenzando a cubrirse como podía pensando que iba a estallar, simplemente, desapareció. Como si nunca hubiera estado allí. 

Momentos después el ángel del emperador se descubrió y les felicitó por su celo y su dedicación. Albius no pudo menos que hacer el símbolo del aquila mientras sentía como el orgullo y el honor le llenaban, pues nada menos que uno de los elegidos por él, que según los rumores compartían algo de su sangre divina, les había hecho el tremendo honor de reconocer su valía y nada menos que les recomendaría a sus superiores. Una enorme sonrisa cubría su rostro, que no se veía debido a su casco. 

Si hace no mucho había recibido el honor de ser elegido para trabajar para uno de los ordos, ahora otra sagrada institución del imperio parecía ir a su favor, y el del resto, por supuesto. Aquello debía ser bueno. Notó como la sed de batalla le iba desapareciendo, permitiéndole pensar con más claridad. 

- Por supuesto, así lo haremos Hermano Vorgen, busquémoslos, Celonius. ¡Treceava, en formación! - dijo, henchido de honor. No era ningún mando de su unidad, pero los del treceavo eran progena, hermanos en la guerra, y trabajaban juntos, fuera quien fuera quien iniciara el movimiento. 

Recogió su bólter pesado tras guardar el láser largo y se dispuso a buscar al resto. 

Y por fin, aquella aberración fue eliminada. Había visto con desesperación como su disparo se perdía en la nada, como la realidad se burlaba de él gracias a los impíos poderes del demonio, sin embargo, otro disparo, proveniente del pasillo le acertó expulsando de la realidad a aquella bestia propia de las pesadillas.

Respiró profundamente, cerrando los ojos, recitando un salmo de agradecimiento a "Alá" y observó al marine boquiabierto cuando este felicitó a su sargento y luego, cuando lo miró. Que un malak divino como aquel lo mirara y valorara positivamente su estoicismo, provocó que de los ojos de Malek brotaran varias lagrimas de agradecimiento puro, consciente del tremendo honor que le acababan de hacer. 

El tirador se llevó dos dedos a la frente y saludó al marine haciendo una ligera reverencia, que siguió hasta arrodillarse en el suelo, junto a su hermana que lo imitó, y ambos iniciaron un rezo. Mirando a varias partes de la sala, arrodillados, besando con su frente sus palmas que descansaban sobre el mugriento suelo, como si estuviera intentando bendecir con su fe aquel lugar maldito y condenado por los enemigos del Imperio. 

Todo había sucedido demasiado deprisa, la sensación de cruzar el portal todavía le mantenía levemente desorientado aunque la ferrea disciplina de los Enviudadores no solo le había permitido enfrentar a la bestia con éxito sino reaccionar donde muchos habían salido corriendo. Ahora era plenamente consciente de la presencia de uno de los hijos del Emperador, aquella sagrada visión casi le arrancó una lagrima, la mayoría de las tropas de la guarida imperial fallecían en el campo de batalla sin jamás llegar a ver a uno de ellos. Aquello era lo más cercano al Emperador que un soldado como él podía aspirar a llegar.

Había llegado a posar su mano sobre uno de los acechadunas, que glorioso momento, aunque no pudo evitar sentir una pizca de envidia se dio por satisfecho con la humildad de sus pensamientos. Al fin y al cabo él no había huido y se había unido a la refriega, quizás de forma tardía, pero al ver que el hijo del Emperador le considerase digno de posar su mirada en él Quintus permaneció exultando. Para él aquello era como si el hijo del Emperador también le hubiera apoyado la mano en el hombro, el mayor reconocimiento que jamás hubiera podido soñar.

El grito de Albius le devolvió a la cruda realidad, Quintus abandono a la sargento Schenkopp y a Fiks para reunirse con su compañía formando junto al Enterrador, ocupando su puesto entre los Enviudadores presentes.- ¡Listo y dispuesto hermano Albius!-un breve reporte para indicar que todo estaba en orden y que Quintus estaba listo para seguir sirviendo al Emperador con renovadas fuerzas.

Aquella criatura se había ido, no sabía porque ni como lo había hecho, pero ya no estaba, así que todo había terminado, por lo que me acerco a mis compañeros de regimiento, como también aprovecho y vuelvo a tomar mi rifle de plasma mientras guardo mi carabina "Listo y preparado para volver a la batalla" le digo a mis compañeros, "Quintus, puedo hacerte una pregunta, ¿a donde os han mandado el portal?" le pregunto a mi compañero de regimiento.

Se había quedado observando cuando sucedía delante suyo, pero sin que su mente llegara a procesar nada de la información que sus ojos estaban enviado a su cerebro. Ni siquiera cuando un disparo fortuito logró hacer mella en aquella cosa, y aparentemente enviarla de vuelta al lugar de donde había salido, pudo reaccionar, tal era la impresión que había dejado en ella la visión de semejante horror que no debería ser físicamente posible.

Oía palabras y veía a sus compañeros a su alrededor, pero no escuchaba nada de lo que decían ni podía responder a sus acciones. Todo sucedía a cámara lenta, pero poco a poco, pudo ir recobrando el dominio de su cuerpo y de su psique. Al final, logró ponerse en pie, tambaleándose levemente, y miró a su alrededor como si lo viera todo de nuevo por primera vez.

— In...informe — pidió a nadie en particular, con la voz todavía temblando. Podía ver que la mayor parte del grupo que había bajado a las alcantarillas estaba allí, aunque faltaban algunos miembros... mientras que había algunos que no formaban parte de ningún equipo, incluyendo a una mujer rubia que no parecía estar en mucho mejor estado que ella... y a un verdadero gigante enfundado en una enorme armadura amarilla que había vivido mejores días. ¿Acaso era posible que...? ¿Uno de los Überengels del Emperador? ¿Acaso eran dignos...?

Se quedó allí de pie, observando a la mole amarilla, sin creer todavía que estuviera en presencia de uno de los míticos Marines Espaciales.

No fue realmente consciente de habían vencido hasta que se topó de bruces con el silencio. Aquel ser parecía estar a punto de estallar y llevárselos consigo, y de pronto, la nada, era en cierto modo horripilante el hecho de cómo había desaparecido sin dejar rastro, como si de un mal sueño se tratara, estaba y ya no. ¿Tan fácil era para el enemigo? Los agradecimientos al Dios-Emperador y las preocupaciones al respecto de estas criaturas se mezclaban en su cabeza cuando de pronto, una pesada carga sobre su hombro lo sacó de su ensimismamiento.

Lo primero que pudo contemplar fue el sagrado Aquila a la altura de sus ojos, lo cual le hizo levantar la cabeza y recorrer cuan alto era en realidad el hijo del Emperador, al instante volvió a su niñez en el árido Caldeum, casi pudo sentir el sol abrasador rozando su piel, aunque en realidad era el rubor que le invadió en el momento en el que fue consciente de lo que ocurría.

Un miembro de los guerreros sagrados del Emperador, mostraba su respeto ante ellos y, aunque el trabajo y la felicitación había sido colectiva, no podía obviar el hecho de que había posado su mano sobre él.

El emperador se siente honrado de teneros entre sus filas.

Aquellas palabras lo acompañarían hasta el fin de sus días. 

Recomponiéndose como pudo, devolvió el saludo de manera marcial pero aun azarosa, y en cuanto el Marine se centró de nuevo en la situación actual hizo lo propio, con su sentido del deber renovado y reforzado por la honorable situación que acababa de vivir.

Albius había organizado a los Enviudadores para iniciar la búsqueda del Sgto. Koyla que se había internado en la oscuridad huyendo de la criatura. No podía culparlo pues él mismo, por unos breves segundos, estuvo a punto de perder toda conexión con la realidad tras presenciar la aparición del grotesco demonio.

- Enviudadores, será mejor que os acompañe un Lantanita al menos, seguramente tengan más experiencia encontrándose entre los túneles - dijo en dirección al grupo que había formado para encontrar al desaparecido - ¿Voluntarios?

Barrió con la mirada la zona pensando que quizá fuese mejor establecerse en una de las salas mientras un grupo buscaba a Koyla, pero dudaba de que los médicos de la guardia pudieran hacer nada por el Astartes que, realmente, era el que en peor estado debería encontrarse. Tampoco habían descubierto gran cosa ni habían cumplido el cometido de la misión inicial, pero probablemente fuese más importante informar al alto mando y sacar de allí a la Interrogadora que rescatar a un guardia desaparecido, por cruel que pudiera sonar, Moham no esperaba un trato diferente en caso de que le hubiera ocurrido a él.

Albius miró a sus compañeros Quintus y Cayo y asintió con orgullo renovado. Ambos habían estado ahí, a su lado, peleando contra la criatura. Miró con algo de lástima a la Sargento Fezzornita, aturdida y acobardada por aquel engendro no había podido podido hacer nada, y el enorme honor que el Ángel del Emperador les había otorgado no la incluía a ella, algo que arrastraría con vergüenza de por vida, con toda probabilidad, y sintió doblemente lástima porque por su cara, aún no se había percatado de esa circunstancia. 

Pero no para el resto que habían luchado con denuedo allí, que llevarían con orgullo aquellas palabras dichas por el Marine Espacial hasta la tumba. 

- Todo en orden, treceava. Cargadores llenos, armas al frente, busquemos a los soldados huidos. - dijo. 

Probablemente el desaparecido había sido muerto por aquellos cultistas o esa cosa cambiante. 

Al escuchar la sugerencia del Sargento Moham, el Enviudador estuvo de acuerdo. - Sí, nuestra especialidad es el combate urbano en superficie, no bajo ella, no rechazamos la ayuda de nadie. - dijo, animando al resto a unirse a la búsqueda, pues los del treceavo estaban deseosos de relacionarse con el resto y de paso, poder demostrar que eran útiles en ésta guerra, no en vano el disparo decisivo había sido de él mismo, un miembro del Treceavo. 

Quintus se reagrupo junto a los Enviudadores atendiendo a la pregunta de Cayo.-Unas viejas catacumbas en un momento que no conozco, había un tempestus a los cuales socorrimos. Eran unos chapuzas y unos indisciplinados, mercenarios a sueldos, doblesueldos se hacían llamar. Después del primer contacto me quedo claro que más bien eran "fregasuelos".-el Enviudador tomo nota de las palabras del Enterrador y del sargento acechadunas. Repasó al pelotón en busca de opciones hasta que reparó en su viejo compañero, mejor malo conocido que bueno por conocer.-¡Fiks! Se ha rifado un voluntario y te ha tocado, reagrúpate con nuestro pelotón te cubriremos. Medicae, lantania y usa bien el auspex, para peinar la zona puede sernos el más adecuado.-comentó con Albius y Cayo, dando buenas referencias del Fiks a sus hermanos. Revisó el equipo, ajusto las correar, comprobó el sistema de munición esperando a que todo estuviera dispuesto para ponerse en marcha. Cuando antes terminasen antes podrían dejar atrás aquellos lóbregos túneles.