Partida Rol por web

-Quiero estar seguro de que nos hemos librado de todas -dijo mientras se limpiaba el Klaive en el pelaje-. Vamos a echar un ojo. Alecto, conmigo. Nos encontramos aquí. Aullad si hay movida.

Le hizo un gesto a la Galliard para que le siguiera y se marchó a buscar más Perdiciones.

La rabia retumbaba como un tambor de guerra en sus oídos y sin enemigos que abatir, la frustración se volvió un parásito consumiendo su ánimo. Gruñó, agitada, buscando con la mirada algo que reducir a papilla y conteniéndose por no hacerlo.

-Deberíamos volver al Clan. El daño ya está hecho. Nos han pillado con la guardia baja. No podemos dejar que eso pase en el Clan.

-El Clan está avisado, enseguida vendrán. Yo también quiero ver si hay más cabronas de esas. ¡Joder! -gruñó Ashley, cuya sangre de Fenrir se hallaba infectada de Rabia e ira-. ¿Cómo ha podido pasar esto? ¿Dónde coño está Ismene?

Alecto y Donny olfatearon en busca de más Perdiciones. El olor a corrupción estaba presente en todas partes. La sangre, la muerte, el horror. Los espíritus durmientes aullaban ante la masacre, y casi podían percibirse las almas arrancadas de los cuerpos llorando por el dolor. Pasear por los pasillos de aquel lado de la Celosía era tan horrible como por el lado físico, quizá aún más. Hacía frío y el pelaje se erizaba ante el paisaje espectral.

-No en el sitio en el que debería estar. La pregunta es ¿por qué?

-¿Creéis que nos ha traicionado? -preguntó el lupus con voz suave.

-Si nos ha traicionado, la mataremos -gruñó Ashley con la Rabia creciendo en su interior.

Alecto puso todos sus sentidos en alerta, tensa:

-Es difícil centrarse -gruñó intentando hacer caso omiso a las muchas sensaciones desagradables que la invadían y rompían su concentración-. Este sitio parece salido de mis peores pesadillas. Literalmente.

A Donny también le costaba mantener la concentración, pues la Rabia hervía en su pecho y se le subía por la garganta como si estuviera a punto de vomitar.

-Bueno. Piensa que cuando esto termine tenemos que ir al Clan a contarle a todo el mundo que su Parentela está muerta -gruñó.

El rastro de la muerte y los ecos de ésta era palpable, pero no había más Perdiciones a su alrededor.

-No puede ser... -Aunque bien podían tener razón, pero admitir que el Clan albergaba tanto resentimiento en sus entrañas resultaba demasiado doloroso-. Pero si es así se impartirá justicia.

Alecto casi podía notar la furia emanando de Donny. Intentó mantener la cabeza fría en la medida de lo posible, pero no conseguía apartar las imágenes que habían dejado atrás de su mente. Aunque por una vez no quería ser la primera en decirlo, finalmente aventuró:

-Deberíamos volver, Donny. No parece que haya nada y hay mucho que hacer ahí fuera. ¿Notas algo?

-Ganas de arrancar gargantas. -Olfateó un par de veces más la Umbra corrupta, y finalmente se rindió-. Sí, tienes razón. Vámonos.

Cuando Alecto y Donny volvieron con las manos vacías y las garras secas, supieron que no quedaba sino esperar. Ashley ordenó que volviesen a la forma Homínida al escuchar las sirenas que se acercaban y salieron por el patio para esconderse por si los policías se les acercaban. Vieron a los estudiantes supervivientes siendo evacuados por los profesores, todos un mar de lágrimas y pánico balbuceante. 

-¡Eh! -Oyeron la voz del Ragabash y de pronto apareció junto a ellos. Se había acercado sin que se dieran cuenta-. Venid. La poli no va a tardar en entrar a investigar y no deberíais estar aquí. Me han pedido que os lleve al Túmulo para una reunión de urgencia. No sabemos si nos van a atacar a lo bestia.

Las mejillas de Rompe-la-espiral brillaban por las lágrimas.

-He aparcado a un par de calles de aquí. Vámonos por el campo de fútbol.

Viviane asintió de forma mecánica y siguió al Ragabash sin rechistar. Resultaba fácil seguir órdenes, sobre todo cuando apenas era capaz de hilar un pensamiento tras otro sin volver la mirada hacia la masacre. Sabía dónde estaba y qué hacía, y también qué debía hacer, pero sin darse cuenta se vio arrastrada por la sensación de que nada de aquello era real. Todo había perdido consistencia, brillo, sonido. Era como caminar una vez más por la Umbra donde todo resultaba un reflejo más o menos certero de la realidad.

Ni toda su voluntad y su temperamento de Fenris evitaron que Ashley se echase a llorar mientras se alejaban de allí. Las lágrimas le caían en silencio por las mejillas y sus hombros se mecían en espasmos con los sollozos que ahogaba. Aquel instituto había sido el sitio en que había sido feliz. Durante un tiempo le había pertenecido y dado poder, había sido su lugar favorito en el que estar. Caminando por sus pasillos se había sentido segura, protegida. Ni siquiera el hecho de haber cambiado en la clase de gimnasia y haber dejado paralítico a un pobre chico había empañado ese sentimiento.

Ahora, sin embargo... Toda esa sangre, todos esos muertos. El Wyrm se había colado en su pedazo de cielo y lo había destruido desde dentro. Nunca volvería a ser igual.

Donny no había pasado en aquel sitio más que un par de horas. Ni siquiera había reconocido a nadie aparte de a la directora. Viviane, Edgar, Kate y Ashley, ellos sí habían estudiado allí, y tenían amigos que a lo mejor estaban muertos en un aula.

Siguio a su manada, haciendo lo posible por fingir que no escuchaba los sollozos de Ashley. No tenía ni idea de qué decir o hacer para hacer la situación un poco menos horrible para ellas; el único consuelo que le quedaba era que, después de aquello, el Clan no iba a poder seguir a la defensiva. Al menos, él no iba a seguir esperando.

Alecto dejó que sus pasos se hicieran más lentos durante un instante, quedándose la última del grupo y caminando tras ellos, cerca de Donny. Mirando los pasos cansados y sollozos ahogados, Alecto se sentía a la vez más lejos y más cerca de su manada que nunca. Habían tenido raíces comunes en aquel lugar a través del clan, en mayor o menor medida, todos menos ella. Sentía que algo se les había arrebatado a sus compañeros, algo invisible que iba más allá de las vidas perdidas y de la brecha en la seguridad.

Alecto caminó tras ellos en absoluto silencio, abarcándolos a todos con la mirada. De algún modo, ponerse entre ellos y lo que dejaban atrás la hacía sentirse un poco más fuerte.

Sueño caminó junto al resto sintiéndose más unido a unos homínidos de lo que nunca había estado. Aún había muchas cosas que no entendía de aquel mundo, cosas que tendrían que explicarle en algún momento, pero el dolor, el sufrimiento y la tristeza por la pérdida no estaban en la lista.