Partida Rol por web

No me sentía muy tranquilo adelantándome yo solo pero monte en mi caballo y lo hice. Sin duda estaba acostumbrado a estos terrenos solía hacerlo en parejas en su grupo de avanzada. Nuevos horizontes se dibujan y nuevos situaciones para adaptarse a los nuevos tiempos.

Denelloth se acercaba a la colina y punto de encuentro, cuando vio cómo algunas de las aves volaban trazando un círculo. Les llamó y se quedó inmóvil con la esperanza de averiguar algo más. Un par de aves volaron por encima de su cabeza. -¡Peligro, peligro!, indicaban con sus alas y gritos. El montaraz trató de establecer una comunicación básica con los animales para averiguar algo más. Era difícil entenderlos porque estaban muy nerviosos. Los había aterrado algo. -Depredadores. Huir. Peligro. Arriba. Lobos negros.

Y entonces dijo algo en el idioma de las aves. Una palabra que por desgracia conocían la mayoría de los animales.

- Orcos

Yrch... El chirriante sonido era igualmente malsonante para casi todas las criaturas. Denelloth miró angustiado hacia la colina, intentando vanamente descubrir algo. Luego gañó e hizo un gesto hacia uno de los grajos, uno de los que evidentemente lideraban la bandada. Pidió al hermano grajo que volase raudo a las colinas y buscase a sus compañeros, que describió como hombres con algún caballo, y le indicase su posición. Le pidió también que sobrevolase a las abominables criaturas y volviera para contarle más detalles, como cuántos eran y hacia dónde se dirigían, pero el animal parecía muy nervioso. Denelloth no podía culparlo si no le prestaba su ayuda.

Y sin esperar ni un momento más se dirigió con paso ligero pero leve es busca de huellas que le diesen más informaciones sobre el enemigo y, sobre todo, sobre sus compañeros, a los que esperaba que no les hubiese sucedido nada desagradable.

Las aves seguían revoleteando a su alrededor, pero Denelloth no logró convencerles para que retomaran el rumbo hacia la colina. Sí parecían confirmarle haber visto al grupo explorador.

-Hombres y caballos. Lobos y orcos. Huir. Huir.

Y se fueron. Denelloth avanzaba hacia la colina. La luna seguía en lo alto, pero era luna nueva y proporcionaba poca luz, y con la suave pero incesante lluvia, la visibilidad era muy reducida. En lo alto pudo ver una figura humana. Un hombre corpulento, que por su silueta intuía que era Wulfgar, el mercenario nórdico que había viajado con el grupo. Estaba de espaldas, oteando hacia el sur. Junto a la pared de roca, a nivel de suelo, había otro soldado del Sil Auressë junto a un caballo. Únicamente estaban ellos dos, faltaba el resto.

El nórdico aguanta estoico bajo la lluvia, sin moverse, en lo alto. No identifica al otro hombre. Denelloth avanza hacia él despacio, sin hacer ruido. A una distancia prudencial le habla en tono quedo:

-Wulfgar. No te inquietes, soy Denelloth. ¿Dónde está el resto de la compañía?

-¡Alto! ¿Quién serr?, exclamó Wulfgar nervioso al escuchar las palabras del montaraz y sacó su arma. Al ver que se trataba de Denelloth, se tranquilizó y descendió por la cuesta un poco para ayudarle a subir a lo alto.

Desde la posición de Wulfgar, las tierras estaban despejadas hacia el sur. La escasa luz y la lluvia dificultaban la visión, pero era un buen sitio para controlar esa zona. Un buen sitio para los planes de línea exterior defensiva, aunque quizá se encontraba demasiado lejos de la aldea.

-Los otros. Hacia este, indicó Wulfgar sacando a Denelloth de sus pensamientos. –Primero escondidos abajo, prosiguió apuntando a la posición de su compañero. –Dos orcos en huargo. Mirar aquí. Luego ir hacia sur. Yo creo … , y se quedó pensando en la palabra adecuada y finalmente apuntó con el dedo en su ojo y luego dibujó un círculo en el aire nocturno.

Ojeadores, exploradores… ¿avanzadilla?

Los árboles del bosque ancestral se alzaban hacia el cielo. Pero entre troncos de madera dura, había mucha espesura. La lluvia había cesado, y con el nuevo día una densa niebla había aparecido en el bosque. Un poco más adelante comenzaba otro bosque más grande que se extendía a ambos lados del afluente de Baranduin. Pero este bosquecillo pequeño era el que había indicado Denelloth.

-Entraremos, con cuidado, dijo Eliver y desenvainó su espada. Le pidió a Eärnil que le acompañara en primera línea. El sargento se fiaba del taciturno dúnadan, y se sentía más tranquilo teniéndolo a su lado.

Unos pasos por detrás y más abiertos estaban Eben y Ragi. Por último Russef y Girion. El bosque estaba en silencio, y el grupo no tardó en vislumbrar el claro en el centro que había visitado Denelloth. Todo parecía estar tranquilo, y no se veía ningún movimiento…

Las explicaciones del nórdico son escasas pero concretas. El montaraz asiente varias veces.

-¿Crees que esos exploradores orcos os vieron, a todos? Bien, y dónde está el resto de la compañía, muy lejos? Vayamos a encontrarnos con ellos. Denelloth palmea el hombro del nórdico. -Has hecho un buen trabajo, Wulfgar. Pero mucho me temo que se pondrá peor muy pronto.

El nórdico se quedó pensativo un rato. Estaba claro que entendía mejor el oestron de lo que hablaba. -Orcos no mirar abajo, donde nosotros. Orcos ver al prest huir, añadió apuntando en dirección a la aldea de Sil Auressë. Y añadió: -el hombre de capa, el hombre-cojo, el prest huir con caballo. Pero orcos volver al sur.

Wulfgar se pasó la mano por la frente. Estaba mojado, e iba poco abrigado, pero parecía no afectarle. -Vamos. Corremos. Al grupo.

El bosquecillo está a un par de horas. Quedaba poco para el amanecer. La lluvia y el encuentro con los dos jinetes de huargos había ralentizado al grupo sin duda. Esta noche ya no daría tiempo ver ningún ritual nocturno.

Wulfgar se dispone a partir con Denelloth, mientras el otro soldado se queda vigilando en lo alto de la colina. Con la llegada del día es poco probable que se acerque el enemigo, pero el sargento Eliver le había encargado esa misión. Además, Norión perdió el control del caballo y aunque lo más seguro era que hubiera llegado a Sil Auressë, el sacerdote también podría regresar a este punto de encuentro.

Aunque desde que se había puesto de nuevo en marcha no habían vuelto a ver indicios de los rastreadores orcos, la idea de que la noche podía haber acabado en desastre no abandonaba a Ragi. Decidió, quizá inconscientemente, mantenerse alejado de Russef. - 'Por lo menos ya es de día' - pensó para sí, aunque la niebla hacía que el terreno por el que pasaban se iluminase con una extraña claridad que parecía venir de todos lados.

Al adentrarse en el bosque empuño el arco y colocó una flecha sobre la empuñadura. Si volvían a llevarse una sorpresa quería tener la opción de ser el primero en atacar.

Así que Nórion ha desaparecido... Mala, muy mala nueva. Denelloth mira con preocupación a Wulfgar mientras aceleran el paso. El montaraz esperaba que el erudito estuviese bien; traerlo había sido idea suya, aun a sabiendas de que estaría fuera de su elemento. Pero Denelloth se había prometido a sí mismo no perderlo de vista, y lo mortificaba el hecho de haber partido tan tarde de la maldita reunión con Khôradur. Debería haberme largado.

Denelloth intentaba pensar deprisa pero con sensatez mientras marchaban, casi trotaban, impelidos por el frescor de las últimas horas de la noche. Era tarde para cualquier ceremonia en el bosque, pero sin Nórion, eso perdía bastante sentido. Pero eso no significaba darse por vencidos. Una vez reunido el grupo habría que mantener el contacto con el puesto de vigía que ahora dejaban atrás, por si resultaba que el sabio dúnadan volvía allí; tal vez incluso convendría dar una pequeña batida para buscarlo.

Y en todo caso, seguía decidido a visitar el claro, esta vez con un poco más de compañía.

Pasó un buen rato sin que ninguno de los dos hablase, concentrados en la marcha. Finalmente, Denelloth preguntó: -¿Ya debemos estar cerca, verdad? ¿Sabes exactamente dónde pueden estar? En todo caso, Wulfgar, agucemos nuestros sentidos, cualquier precaución es poca.

Y se aprestó a seguir su propio consejo, en busca de cualquier anormalidad que pudiera llamarle la atención en el ambiente, y buscando cualquier rastro en el suelo.

-Es el lugar, de eso no hay duda, susurró Eliver e hizo un gesto con la mano para nadie avanzara más. -Aquí es donde tienen lugar esos rituales que queríamos investigar. Hemos llegado tarde para nuestro objetivo, que no era otro que ver en persona a los participantes, añadió con gesto serio. El encuentro con los huargos los había ralentizado, así como la lluvia.

-Intentaremos encontrar alguna pista... Con la lluvia será más fácil encontrar huellas. La voz del sargento denotaba decepción.

Russef escuchaba al sargento, y mientras tanto observaba el claro. Había un monolito en el centro, pero un poco más apartado vio algo. Un tronco caído, y junto al tronco había algunas cestas y restos de comida. Y un par de sacos de tela. Parecía el lugar donde se habían reunido antes de entrar en el claro.

Sería recomendable no pisar sin más en el claro, para no borrar huellas.