Partida Rol por web

No hay movimiento, parece que los participantes ya se habían ido. Pero no había duda. Hasta hace poco habían estado, y el suelo mojado estaba lleno de huellas. También había alguna ofrenda floral junto al monolito. Todo el claro merecía la pena ser estudiado, pero era mejor avanzar con cuidado para no echar a perder las pistas.

Denelloth seguía corriendo con Wulfgar. El nórdico era de zancada larga, y las huellas en el suelo pronto le confirmaron al montaraz la dirección que había tomado el grupo: iban directos al bosquecillo donde había tenido lugar la ceremonia. Denelloth tenía la certeza de estar recortando distancia, aunque uno del grupo iba a caballo de avanzadilla. Las huellas indicaban que iba y venía. Eärnil, seguramente.

Había amanecido cuando llegaron por fin al linde del bosque, y Denelloth vio el caballo de Eärnil amarrado junto a unos árboles. El grupo había entrado en el interior del bosque ancestral.

Mientras hablaba el sargento observo el claro en el bosque.

No había duda; habían estado allí y se podian ver pruebas de ello. Pero no era buena idea adentrarse sin más, ya que podíamos borrar las huellas y posibles pistas de la reunión.

- Puedo ver restos de comida e incluso un par de sacos de tela. Andar con precaucion, no sería bueno borrar las huellas, quizá podamos averiguar qué es lo que hicieron aquí, les conté.

La pareja se detiene un momento a recobrar el aliento junto al caballo de Eärnil. Echan un vistazo alrededor. Denelloth teme sobre todo encontrar señales de lucha o persecución, y busca sobre todo posibles rastros que salgan del bosque; significaría que, o bien sus compañeros ha nsalido, o alguien lo ha hecho antes que ellos por este mismo lugar.

Tras esta pequeña pausa, Denelloth hace un gesto con la cabeza a Wulfgar señalando el bosque. Se descuelga la ballesta de la espalda, la carga y la amartilla, y se mete entre los árboles seguido por el nórdico. Pretende seguir las huellas hasta lo más profundo del bosque, el pequeño claro, si es que van hacia allí. Alrededor, la luz del día empieza a penetrar entre las hojas, y ya no se nota la lluvia, excepto ocasionales goterones que consiguen traspasar la cobertura vegetal. El montaraz se encuentra a sus anchas en este entorno, notando cómo se despereza la vida a su alrededor. Eso no le impide mantenerse alerta; al contrario, cualquier disonancia en esa coreografía armónica sería notada con más facilidad.
 

Aun con el arco presto con una flecha calada por si hubiera que emplearla rápidamente, Girion siguió al grupo atento. Estaban adentrándose en el bosque y si bien éste les daba la cobertura de la que no gozaron antes cuando vieron a los huargos, también daría cobertura a una posible emboscada.

por este motivo el joven adan estaba todo el rato atento a lo que pudiera pasar. Tenso por lo que pudiera pasar caminaba mirando dónde ponía sus pies para hacer el menor ruido posible. Sin embargo, su rostro no expresaba lo que sentía, viendo una extraña normalidad en su expresión.

Al llegar al sitio donde realizaban los rituales, Girion miró de uno a otro lado para ver si encontraba alguna pista de quién podía haberlos hecho.

El claro mostraba signos evidentes de haber sido escenario de algún tipo de evento o ritual la noche anterior. Había huellas y pisadas, incluso algunos objetos que habían dejado atrás.

El grupo estaba algo agotado después de viajar toda la noche sin apenas descanso, así que Eben y Eärnil aprovecharon para sentarse a descansar, pero sin entrar en el claro para no borrar huellas.

Eliver, Russef, Girion y Ragi se disponían a rastrear la zona en busca de pistas...
 

Denelloth avanzó con Wulfgar hasta el corazón del bosque, y pronto vio a los del grupo. Eärnil y Eben estaban sentados descansando, mientras el sargento Eliver, Ragi, Russef y Girion se encontraban de pie en el borde del claro gesticulando y debatiendo sobre cómo proceder.

Ninguno se había percatado de la llegada del montaraz, pero seguramente lo harían en cuanto el norteño se acercara un poco más.

El cansancio empezaba a pasar factura pero debíamos darnos prisa por encontrar alguna pista que nos facilitara el saber que pasó allí, así que rapidamente me puse a rastrear todas esas huellas antes de que se perdiera para siempre el rastro.

Habían llegado a lo que quiera que fuera ese lugar. Ragi vio cómo Eben y Eärnil se relajaban perceptiblemente, descansando con la espalda apoyada en el tronco de uno de los anchos árboles que rodeaban el claro, pero él no se sentía tranquilo. Ese lugar emanaba algún tipo de maldad y, después del trayecto por el bosque, entrar en el claro le parecía exponerse a la vista de cualquiera que estuviera observando.

Decidió rodear el claro con cuidado, y así se lo comunicó a los demás: - 'Voy a asegurarme que no hay nadie por las cercanías.' . y, con el arco presto y manteniéndose a cubierto tal y como hacía cuando iba a cazar, se dirigió hacia la izquierda.

Denelloth vio cómo Ragi avanzó con el arco listo por los lindes del claro, buscando pistas. Russef entró en la zona del ritual más apresurado y se agachó para observar algún rastro.

Estaba claro que necesitaban ayuda...

Con sumo cuidado, y flanqueado por el Ragi quien rodeaba el claro por su izquierda, y Rusef quien se adentraba hacia la derecha, el sargento Eliver dio los primeros pasos dentro del círculo invisible. Se le ponían los pelos de punta, como a todos. Como si una enorme concentración de energía haya tenido lugar aquí, para luego disiparse nuevamente. O quizá no. Podría estar simplemente latente.

En el centro estaba el ancestral monolito, de unos cinco metros de alto. En el mismo se podían ver inscripciones geométricas, aunque desgastadas. Detrás, había otras piedras aparentemente más recientes.

-Esperad, dio la orden y levantó la mano. Había oído a alguien acercarse por el camino que habían seguido, detrás de ellos. Era Wulfgar, el mercenario nórdico que se había quedado cuidando el lugar del encuentro con los huargos. Venía corriendo a toda prisa, y se agachó al suelo para coger aire. Únicamente entonces apareció Denelloth de entre las sombras.

Una imagen conceptual del claro, y la poca visibilidad que ofrece hacia el interior del bosque.

Y vista en plano:

Girion se percató de que alguien se acercaba y preparó el arco. Pero se relajó al ver que era Wulfgar y detrás Denelloth. Por fin estaban todos juntos.

Con un ímpetu renovado, el joven adan siguió rastreando la zona sabedor de que ahora eran un grupo mayor para poder hacer frente a cualquier contingencia.

Denelloth alzó una mano en señal de saludo, y miró a los miembros del grupo. Se advirtió, incluso bajo la sombra que proyectaba la capucha, su alivio al contar apresuradamente a todos los presentes y constatando que estaban todos. Por un momento pareció que iba a hablar, pero enseguida adoptó una postura encorvada y avanzó entre los hombres hasta ponerse a la altura del sargento Eliver.* Posó una mano en su hombro; estaba claro que sentía su responsabilidad por haberse retrasado tanto. Se agachó junto al linde del claro y observó alrededor, atentamente, a la creciente luz del sol, cualquier presencia reciente. Ya había estado antes en el lugar y quiso fijarse en cualquier diferencia que pudiera haber respecto a su anterior visita. Lo primero era asegurar que todo estaba tranquilo, tiempo habría de intercambiar explicaciones.