Partida Rol por web

-Es el anciano del cuchillo, dijo Sir mientras instaba a los tres a apresurar la marcha.

Ya habrá tiempo de contar como llegué hasta aquí, ahora lo importante es no estar aquí y correr, ¿podrás hacerlo? digo a Denelloth.

Pronto descubririan el cuerpo de ese desgraciado y si llamaban a los malditos huargos, estas bestias miserables no tardarían un segundo en rastrear nuestro olor. Había que salir de allí ya.

¿Conocéis si por esta zona hay algún rio o arroyo? Es la unica forma que se me ocurre de despistar a los huargos si nos siguen, digo a todos mientras intento recordar alguna corriente de agua por la zona.

Para llegar hasta el desfiladero, Russef tuvo que cruzar un arroyo que bajaba desde esta meseta. Le sonaba haber visto algún arroyo que se unía al arroyo principal hacia el sur desde vuestra posición actual. Hacia el este-sudeste estaba el castillo de Sil Auressë, y había otro riachuelo hacia el este pero más lejos que el que estaba hacia el sur.

La decisión estaba entre ir al río más cercano, o por la ruta más rápida a Sil Auressë.

Denelloth seguía muy mal herido como para afrontar una nueva pelea. Las palabras de la pequeña hicieron rizar el bello y empujaron los pies hacia donde fuera, -El castillo, es por aquí. No sabía de rastrear ni otras técnicas de supervivencia pero su ser le pedía una gruesa pared entre ella y ese a quien nombraba la visionaria.

Según avanzaban, no dejaba de mirar a lado y lado por si apareciera alguna planta que pudiera restablecer un poco al anciano.

Denelloth se sintió conmovido por las palabras de Sir. Conmovido, pero también intrigado. Desde que la vi, sabía que esta niña tenía algo especial.

-Sí, yo tengo una estrella, Sir -le susurró. -¿Quién es ese amigo tuyo que también la tiene? ¿Ragi?

Pero enseguida, la conversación quedó cortada...

El cuchicheo entre Denelloth y Sir termina de forma abrupta y espeluznante cuando atisbaron a lo lejos aquellas figuras malignas.

-Directos al castillo será lo mejor, creo susurró, apretando la mano de Sir. ¿Cuánto tardaremos en llegar? Intentó clacularlo mentalmente. -Si quieres adelantarte a la carrera, Caäniza, podría ser de gran ayuda.

Denelloth no temía ser descubierto; era muy hábil ocultándose de ojos indiscretos, incluso en situaciones como aquella. Sin embargo, le inquietaba enormemente el destino de los demás, sobre todo de la niña. Empezó a murmurar de forma repetitiva...

Denelloth, mentalmente agotado, busca en su interior y saca fuerzas de flaqueza de la manita caliente que aprieta con firmeza. Murmura e intenta hacer de la oscuridad un aliado, atraer la penumbra en torno a sí.

Sin tiempo para hablar más, tomaron rumbo hacia el castillo. Caäniza se adelantó a la carrera, mientras Denelloth se apoyaba en Russef para avanzar lo más rápido que podía sin que la herida de su pierna volviese a sangrar. Sir le sujetaba la otra mano. El montaraz se detuvo solo un instante para murmurar algo, y de repente las sombras de alrededor parecían envolverlos.

Siguieron corriendo sin mirar atrás.

Ví como Caaniza se adelantaba un poco mientras el resto avanzamos al ritmo que marca Denelloth y su herida.

Intento vislumbrar que nos depara el camino en dirección a Sil Auresse, sin obviar los enemigos que dejamos atrás y que bien podrían seguirnos si rastreaban nuestras huellas.

Rápida y ligera toma la loma, y vira en el recodo, en un altillo del mismo camino se detiene un momento para observar como llegan por detrás el resto. 

Russef los vio primero. Una manada de sombreas en las lomas a su izquierda. Sombras de animales a cuatro patas, aún lejanas pero que se movían a gran velocidad. Eran trece lobos avanzando en la misma dirección que los cuatro, hacia el castillo. Sus caminos se cruzarían más adelante.

Aún no los habían visto, pero estos depredadores no parecían estar por la zona por casualidad. No. Estaban vigilando, buscando, dominando el territorio. Se detenían, olisqueando el aire, y continuaban cerrando una especie de cerco alrededor del castillo que aún se hallaba demasiado lejos.

El grupo se vio forzado a cambiar ligeramente de rumbo hacia el sur para evitar un encuentro con esa manada de lobos. Caäniza iba delante, y cuando subió a otro punto elevado vio a cuatro lobos más. Estos estaban a su derecha, más al sur, a unos tres cientos pasos. Pero entre ellos, y la zona controlada por el castillo se extendía ahora una meseta plana sin escondites de más de una milla. Y puede que ya los estuvieran persiguiendo los de la cueva de orcos.

Lobos, maldita sea. Se dirige a sus perseguidores, haciendo señas para que supieran a que se enfrontaban, esas bestias son capaces de oler el miedo, y sin duda un hombre herido, o una cachorro humana serían buenas presas.

por mas que quería imaginar una solución, no se le ocurría nada. Al final, se plantó y cargó su arco. Mientras llegaran los otros, intentaría abatir a uno.

Al igual que Caaniza, agarro el hacha de mano lista para lanzarla a uno de esos peludos que nos incordian y cortan el camino.

Mejor cuatro que no más, pienso al tiempo que miro a Denelloth pensando si podría defenderse de estos lobos.

Maldita sea, lobos. Lobos y más lobos. Estamos... Estamos...

Denelloth no quería pensar en lo peor; los malos augurios atraían los malos sucesos. Sabía además, por experiencia propia, cómo era el amargo sabor metálico que se sentía cuando estabas perdido, perdido sin remisión; y empezaba a notarlo en la garganta. Tragó con dificultad. Notó la mirada de Russef posarse sobre él. Notó una mezcla de conmiseración e impaciencia. No le consoló en absoluto.

Se paró un instante y estiró el cuello. -Trescientos pasos de los lobos... Mil pasos de Sil Auressë... Por un momento se sintió tentado de decir "dejadme aquí, yo los atraeré", pero Denelloth no tenía espíritu de mártir. Sobre todo porque nada garantizaba que los demás pudieran salvarse, una vez lo hubieran despedazado a él mismo.

Sin decir una palabra, siguió andando hacia el castillo, con calma y con sigilo, cargando la ballesta; para ello tuvo que soltar la mano de Sir, y ello le causó una sensación de gran desamparo.

-Sigamos. Confiemos en la magia; son bichos astutos, pero la oscuridad nos cubre, con suerte no nos detectarán antes de que lleguemos. Alcancemos a Caäniza y sigamos adelante, a paso vivo. Russef, si caen sobre nosotros, los asaetearemos, pero tú agarra a Sir y corre hacia Sil Auressë, corre como nunca. Si tienes una forma fácil y rápida de hacer fuego apréstala, podrás mantenerlos a distancia un cierto tiempo. Si nos ven desde el castillo estaremos salvados.

Y siguieron andando, en silencio, con las cabezas gachas, atemorizados y en la penumbra, aproximándose a Caäniza y determinados a alcanzar su objetivo antes de ser detectados.

Escuchó la propuesta de encender fuego. No era mala, pero y si el del cuchillo les alcanzase antes que la ayuda.

La respiración de los cuatro era agitada cuando se reunieron en la loma y se detuvieron un instante para ver las opciones. Al otro lado, acechaban los cuatro lobos que aún no los habían visto.

Caäniza sacó su arco y Russef su hacha, temiendo lo peor. Denelloth también sacó su ballesta, y la cargó con bastante dificultad intentando no dejar peso en la pierna herida. No podía correr, pero sí podía disparar. Incluso él notaba el olor de la sangre seca, pero confiaba en que la noche también ofrecía otros olores que podrían confundir a los depredadores. Confiaba más allá de lo que sabía, más allá de su razón. Confiaba porque era lo único que podía hacer.

Avanzaron a paso ligero, ocultos por la sombra. No tenía sentido acechar a paso lento, porque tarde o temprano los descubrirían. Y cuando eso sucediera, cuánto más cerca del castillo mejor.

Avanzaron un tercio del camino, y entonces lo escucharon. Los lobos aullaron y pronto aparecieron desde su derecha, a unos cien pasos, y se escuchaban ruidos en la noche también desde otra dirección. Las sombras eran aún profundas en los momentos previos al amanecer, que no tardaría en llegar.

Durante unos instantes intento observar la situación ante los ruidos que escuchamos en la oscuridad de la noche.

Los lobos nos han descubierto, era de esperar pues avanzamos en su dirección. Presto con el hacha en mano aguanto hasta que se acercan a una distancia prudente para lanzarla, agarrando despues el hacha bastarda para el inevitable encuentro con esos peludos con ganas de pelea.

Llegado el momento, deja salir la flecha y confia que puede ayudar en algo.
No tardaría en volver a cargar su arco, mientras seguía avanzando hacía los muros.
Les oirán para pedir ayuda?

Finalmente, llegó el momento inevitable. Los lobos se acercaban; se podían distinguir sus sombras acercándose, oírse sus gruñidos salvajes. Los cuatro siguieron avanzando, manteniendo el orden, esperando a estar a la distancia necesaria para hacer un buen disparo, sin desfallecer. La meta estaba muy cerca. No podían fallar ahora. Los lobos recibirían su merecido, o al menos los mantendrían a distancia hasta legar al pie de los muros.

En cualquier caso, Denelloth siguió mecánicamente con su costumbre; una vez soltado el virote, y siempre avanzando, se echó la ballesta a la espalda y desenvainó espada y escudo, buscando siempre dejar a Sir en el medio del trío que componían Caäniza, Russef y él mismo.

-Sigamos, sigamos hacia el castillo!!!
 

Turno 1

De repente, la noche oscura se llenó de ruidos y de terror. En medio del caos, todo sucedía deprisa. Formas fantasmales, afiladas fauces, ojos brillantes, garras... Los lobos cargaron con una ferocidad extraordinaria hacia ellos, confiados de que un grupo tan pequeño y con heridos y niños entre sus filas no tardaría en sucumbir.

Russef veía sombras fugaces, y desesperado arrojó su hacha de mano sin mucha convicción. Falló, y entonces agarró su gran hacha, regalo de su padre. Respiró hondo en busca de algún enemigo a quien atacar, pero los lobos habían pasado de largo, dos a cada lado. ¡Los estaban rodeando!

El disparo de Caäniza fue más certero, pero la piel de estos lobos era dura, y la flecha rebotó sin causar daño. El último en disparar fue Denelloth, y apuntó al lobo que hacía pareja con el que había elegido como objetivo Caäniza. Eran los dos del lado que daba al castillo, y a la salvación. Su objetivo se había acercado mucho a Caäniza, y el montaraz confío en poder pararlo antes de que le atacara a ella. La saeta le dio en el torso, y le obligó a alejarse del grupo.

Siguieron avanzando, manteniendo una formación en triángulo. Denelloth cambió de arma, y Caäniza volvió a cargar el arco. Entonces uno de los lobos del otro lado se abalanzó tratando de morder a Sir, pasando entre el montaraz y Russef.