Partida Rol por web

Turno 11

Raku escuchó algo detrás , y se giró justo a tiempo para evitar el hacha que arrojó Russef. Rápidamente, el oriental se dispuso a luchar contra aquel hombre que estaba sacando su hacha.

-Ésta no es tu lucha, necio.

Turno 12

Sin tiempo para pensar me avalanzo por el pero con el escudo y el hacha preparado para su ataque; el tipo se veia rápido.

Turno 12

El oriental se movió con agilidad, y atestó el primer golpe tentando al hombre de Saralainn, pero Russef le paró el golpe con el escudo y atacó con su gran hacha bastarda. Raku se echó atrás para quedarse fuera del alcance.

El combate acababa de comenzar.

Mientras tanto, Denelloth se incorporaba con dificultad, aún mareado.

turno 12

Ayuda! seguía gritando esperando llamar la atención y parece que dio resultado, en cuanto escucho de nuevo los golpes de la reyerta se giró en seco. cargo de nuevo el arco con el que ya había abatido a dos compañeros de Raku y seguidamente dejo salir la flecha. Con los nervios le salió un mal disparo.

Denelloth, acabad con él! intentaron secuestrar a Sir. 

Denelloth se incorporaba, tambaleante, sin esforzarse en levantar el brazo del escudo y sosteniéndose sobre la espada, que apoyaba en el suelo. Parecía dispuesto a seguir luchando, pero entonces advirtió la presencia de Russef, lanzándose hacia el combate con toda la decisión. Bendito Wrings, pensó. Su intervención era verdaderamente providencial para el montaraz, que se dejó caer pesadamente sobre el suelo, llevando la mano a la terrible herida de su pierna, que manaba demasiada sangre para que pudiera hacar otra cosa que intentar mantener la calma.

Turno 13

El tipo era bastante agil y no tuvo problemas en esquivar mi hacha. Antes de eso me asestó un rápido golpe que detuve con el escudo; había que andar con ojo.

Así pues me coloqué en posicion de ataque de nuevo, esta vez desguardando algo más la defensa para intentar atinar en el golpe.

Turno 13

Los dos combatientes se lanzaron nuevamente al ataque. Esta vez Raku arriesgó más, y logró golpearle el pecho a Russef. Pero descuidó su defensa, y el guerrero de Saralainn golpeó con fuerza con su pesada hacha. El impacto fue terrible, cortándole la pierna al oriental, quien gritó de dolor y cayó en shock al suelo. El brutal golpe había seccionado una arteria, y su muerte era ya inevitable.

Russef respiró hondo. El último golpe de su enemigo le había dado en el pecho y le dolía, aunque no estaba sangrando. Detrás de él, Denelloth volvía a dejarse caer en el suelo. Y delante, la niña Sir miraba horrorizada los tres cadáveres.

Caäniza había vuelto a fallar el disparo, pero ya no importaba.

¡Sir, vuelve! Grito en seco, y se apresuro a atender la herida sangrante del que había salido peor parado, de los de su bando.

Deja, se lo que hago. Le comentaba mientras usaba las vendas y apretaba fuerte para parar el sangrado. Sumo a su vendaje un intento de parado en el sangrado usando la imposición de sus manos. Quieto, o volverá  a sangrar. 

Al hombre se le notaba cansado y fatigado. 

No tenía idea de vendajes ni de salvar vidas, así que me quedé quieto viendo como la chica intentaba restablecer a Denelloth.

Pero, qué ha pasado aquí? quien es ese tipo?

Bueno, ya habrá tiempo para las explicaciones, no muy lejos de aquí hay huargos, orcos y más hombres; no creo que sea buena idea que nos descubran, hay que marchar ya. Venis con caballos? pregunto a la chica

Alguien, ha mandado a estos a secuestrad a la niña, Sir, he podido sorprender y abatir a uno, gracias al que ahora intento salvar he podido terminar con otro y suerte de tí o el que has partido en dos nos hubiera creado muchos problemas. ¿caballos? no señor les seguía a pie desde Sil Auressë.

Este hombre ha de descansar, o seguirá sangrando y puede fallecer.

Bien, dejame a mí ayudar a Denelloth, busca a la niña que mencionas y busquemos un lugar para ocultarnos.

Dicho esto intento recordar y buscar algun lugar oculto para pasar la noche y buscar ayuda.

Denelloth siguió con la mano en la herida, que sangraba copiosamente, tendido en el suelo y pálido, pero sorprendentemente sereno. Oyó voces remotas a su alrededor mientras se preparaba para morir. Siguió mirando fijamente al cielo mientras alguien le quitaba la mano de la herida. Era una lástima morir aquí, en este páramo en medio de la nada, pero había defendido a unas personas, unos extraños en realidad, a los que sin embargo en ese momento amaba profundamente. Y el cielo estaba tan hermoso.

De repente recordó más claramente. La niña, Sir. Vio dos figuras oscuras y difusas sobre él, hablando. Alcanzó a entender las últimas palabras de la joven, inclinada sobre él, a la que ahora enfocaba más claramente. Agarró su mano:

-No sólo tienes puntería, Cúmaegwen*, también buena mano para sanar. Te debo la vida dos veces. Ha sido realmente una suerte encontrarte. El montaraz estaba bastante tranquilo, aunque respiraba trabajosamente. Sin embargo, no parecía del todo consciente. La pérdida de sangre había sido grave, sin duda. -Es cierto que no podré moverme demasiado, por el momento. Pero es necesario que salgamos de aquí. Hay enemigos cerca. Debemos volver a Sil Auressë lo antes posible, los cuatro. Será necesario ocultar los cuerpos lo mejor posible, al menos un poco, aunque no servirá de mucho contra los olfatos entrenados de las monturas de los orcos. Crees que podrías ocuparte de eso e improvisar una parihuela para mí? Nuestra aguda curandera se ocupará de tranquilizar a la pequeña Sir y de vigilar.

Se dirigía ahora al hombre que aguardaba de pie, mirándolo directamente a los ojos, con una mirada más clara que antes. Con la voz también más fuerte, añadió:

-Russef Wrings, eres tú quien nos has salvado a todos esta noche. Te estaré siempre agradecido por ello.

Las manos de Caäniza aplicaron un vendaje en la pierna del montaraz, y en seguida él notó como dejaba de sangrar la herida. Russef les informó de la presencia de orcos y huargos. Era importante partir de inmediato, ya que Raku parecía llevar a la niña Sir hacia esa base. No tardarán en salir a buscarlo.

Mientras ocultaban los cadáveres detrás de unos setos, regresó Sir. La niña se quedó mirando la pierna de Denelloth, y luego a Russef. –El hombre viejo y malo está afilando su cuchillo. Tenemos que salir, dijo con voz serena y con un porte más adulto. No parecía ser la misma niña asustada de hace un momento –Gratitud, Russef hijo de Roland. Tu llegada nos ha salvado, de momento.

Sorprendidos por las palabras de la niña, y sobre todo por el tono casi profético de las mismas, los cuatro comenzaron a andar. Sir volvía a ser la niña asustadiza que se aferraba a la mano de Denelloth ahora, mientras Russef guiaba al grupo en la oscuridad, y Caäniza iba la última, con un ojo puesto en la pierna de Denelloth, y el otro en la meseta que dejaban atrás. En cualquier momento esperaba ver jinetes de huargos cabalgando hacia ellos.

–Eres igual que mi amigo, dijo la niña mirándole la cara desfigurada y sujetando con firmeza la mano enfundada en un guante, donde los dedos le recordaban a diario a Denelloth las torturas sufridas. No obstante, la mirada de Sir parecía traspasar todo lo físico hasta ver la propia alma del montaraz. Su fëa. -¿También tienes una estrella como él?  

Tenían de estar por algún lado y no las conseguía encontrar. Sabia que en algún rincón de su bolsa terminaría por encontrad alguna hierva o baya que pudiera aliviar al maldolido compañero.

Si necesitas más vendas o material para primeros auxilios, llevo algo en mi mochila, dije a Caaniza mirando la herida del montaraz que ya había parado de sanar.

Me dirigí ahora a Denelloth; ¿cómo habéis llegado hasta aquí? ¿solos esta joven y vos? ¿alguien de Sil Auresse espera cerca? pregunté de nuevo.

Muchas preguntas tenía en mi cabeza al tiempo que intentaba observar cualquier peligro o zona donde escondernos. La prioridad era ocultarnos todos, seguido de ir en busca de ayuda solo si fuese posible esta opción, dejando a las jovenes y a Denelloth ocultos por unas horas, quizá un dia.

En caso contrario teníamos que buscar otro plan.

Las manos de Caäniza eran realmente hábiles, y casi de inmediato el montaraz se sintió mucho mejor. No pudo evitar preguntarse si habría algo más que la simple habilidad tras aquella prodigiosa curación. Seguía dolorido, pero conseguía andar sin que se abriera la herida.

Y así reiniciaron la marcha a Sil Auressë, los cuatro, sin apretar el paso pero deseando llegar todos lo antres posible. Wrings seguía pensando en buscar ayuda por sí mismo, dejando atrás a los demás, pero resolvieror desaparecer de la zona lo antes posible.

-He venido sólo, Russef, siguiendo las huellas de ese desgraciado y sus amigos, tras unas peripecias que luego os contaré. Aquí me encontré providencialmente a Caäniza; creo que ella ha hecho mucho más que yo por detenerlos y rescatar a la pequeña Sir -Denelloth le dedicó una afectuosa sonrisa a la pequeña, que marchaba de su mano-. -¿Y tú, de dónde sales? Te hacía en otro lugar en estos momentos.

Los cuatro se habían alejado media milla del lugar de lcombate cuando Russef vio a un grupo salir por detrás del borde de la meseta. Eran unos diez entre hombres y orcos, y llevaban varias antorchas los primeros. Tardarían en averiguar lo que había sucedido, y en avisar al resto. Pero el tiempo apremiaba.

Denelloth se fijaba en ellos, y la luz de las antorchas le confirmaba que se trataba de siete orcos y tres hombres, uno de ellos era mayor estatura y llevaba una túnica.