Partida Rol por web

El bardo correspondió al saludo mientras estudiaba atenta pero rápidamente al soldado. Estaba acostumbrado a hacerse una idea de qué clase de persona tenía en frente con sólo echarle una ojeada. No sonrió pero tampoco su actitus era hostil.

- Encantado Agnor - saludó con brevedad. - Arkyn, de Bree - añadió presentándose. Su cuerpo, involuntariamente, se inclinó hacia adelante y su mano izquierda echó levemente su capa hacia atrás a modo de reverencia. Tras el saludo se giró hacia Curudae. - Estoy presto a partir cuando sea menester. ¿Agnor? - preguntó a su nuevo compañero para ver si estaba también dispuesto.

-Todo empacado. Una vez tengamos las instrucciones solo necesitaré preparar el caballo.

Agnor mira al senescal, esperando alguna palabra más. La misión parecía clara: devolver un prisionero. Pero ¿el objetivo principal? Esperaba que Arkyn tuviera la diplomacia necesaria para ganarse el favor de Echorion. Diplomacia y algo que ofrecer a cambio.

-Señor, ¿prefiere hablar con el pris... el invitado a solas?, le preguntó Walec a Khôradur. El Lugarteniente se había levantado pronto, como era costumbre con él. El día amanecía algo frío y nublado. Había bajado a desayunar al comedor para ver cómo cobraba vida el castillo. Algunos guardias del turno de noche solían pasar por allí a tomar algo antes de ir a descansar, mientras los que salían de patrulla se preparaban sus raciones. Era fácil notar el pulso general, los ánimos e incluso la moral de las tropas en el comedor. El golpeteo rítmico de los cubiertos, la charla, las risas... La vitalidad cada vez mayor le había reconfortado. No obstante, esta mañana tenía una sensación extraña. Pudo percibir la determinación, la voluntad y la firmeza en los hombres. Pero faltaba la alegría y el optimismo. Las caras eran serias, faltaban las risas y la charla intrascendente.

-Decidí acompañarlo hasta una de las habitaciones del Salón Común, en la aldea, indicó Walec para romper el silencio. -Uno de mis hombres vestido de calle ha estado pendiente de él, pero he procurado que no se sintiera como prisionero. Una bañera caliente, una buena cena servida por una de las camareras... Me consta que bajó a la taberna a tomar una copa de brandy pasada medianoche.

-Sí, será una reunión breve, quiero tener una pequeña charla con él antes de reunirnos con los demás. Avisa a Curudae, Agnor y Arkyn para vernos cuanto antes y en cuanto estén listos avísame, primero tendré unas palabras con ellos y luego nos reuniremos con Aelloth. Dado que partirán hoy, que preparen provisiones para unos días para ellos tres, así como todo lo que puedan necesitar. No ha de ser un gran equipaje, han de moverse rápido, pero que la menos tengan lo indispensable. Por cierto, durante este tiempo Aelloth ¿ha dicho o hecho algo en especial desde que tiene cierta "libertad"?

-De acuerdo, señor, asintió Walec mientras bajaban hacia la aldea por el camino que transcurría desde el castillo. -Avisaré al Senescal, y daré las demás instrucciones. Le esperarán en la Casa de Comercio.

Hablaba de prisa, y a pesar del cansancio de una larga noche de guardia seguida de un día intenso de trabajo, no dejaba de observar todo lo que sucedía a su alrededor minetras trataba de mantener el ritmo de las largas zancadas del umbareano. -No dijo nada, señor. Ni una palabra. Bueno, sí, sí dijo algo... Me dio las gracias. Simplemente eso.

A continuación, el joven Jefe de Guardia se despidió del Lugarteniente junto a la puerta de la posada para encargarse de las tareas asignadas. Khôradur entró para hablar con Aelloth.

El Jefe de Guardia Walec entró en la sala. Llevaba un saco. -Son provisiones para el viaje, para los tres. Algo de carne ahumada, frutos secos, pasteles. Incluso vino, añadió mirando a Curudae.

-He pensado que sería interesante aprovechar los días de viaje para entablar relación con Aelloth, dijo Curudae a modo de explicación y esbozaba una sonrisa, algo forzada. Tanto el Senescal como el Jefe de Guardia parecían algo cansados. -¿Y Aelloth? ¿Cómo se encuentra el emisario de Echorion?

-Se encuentra bien, anoche ya durmió en la posada. En este momento está con Khôradur, quien quería intercambiar unas palabras con él antes de traerlo aquí.

A continuación, Walec se despidió de los tres. -Necesito descansar un poco, acabo de terminar mi turno de guardia.

-Gracias Walec

Antes de entrar Khôradur repasó su uniforme. Ahora no se encontraba ante un prisionero, sino ante un invitado y heraldo de un príncipe de la antigua Cardolan.

Entró en la taberna y buscó con la mirada a Aelloth. Tras localizarlo se dirigió hacia él a grandes zancadas.

-Buenos días Aelloth-dijo cortésmente mientras contemplaba lo que estaba tomando el hombre de Erchomion. -Espero que hayas disfrutado de una buena noche y hayas recuperado fuerzas, las necesitarás. Si no te se te han devuelto tus pertenencias, en breve te serán restituidas, hoy partes de regreso con tu señor. Pero antes será necesario que tengamos una pequeña charla.

Aelloth se puso de pie al ver entrar al umbareano, y sin decir le aguantó la mirada a Khôradur durante muchos segundos. Era inevitable sentirse intimidado por el enorme Lugarteniente. Finalmente asintió con la cabeza y extendió sus manos. -Únicamente me falta mi espada, y podré partir. ¿Qué mensaje queréis que le transmita a Lord Echorion? ¿Habéis  pensado en uniros a nuestra causa?
 

Aguanto la mirada de Aelloth durante unos segundos antes de sonreír

-Por favor, siéntate. Tu espada te será restituida de inmediato así como el resto de tus pertenencias. Ante todo quiero pedirte disculpas, te encerramos en una celda tras el infructuoso intento de que regresases junto a tu señor. Una medida que evidentemente fue desacertada y decidida con poco peso y más por el tipo de mensaje que portabas. -Le miro a los ojos- El mensaje se mantiene, queremos tener la amistad de Echorion, aunque no nos podremos involucrar en la guerra que porta, aunque apoyamos su causa. Nuestros recursos son muy limitados, -me callo por unos segundos y le miro a los ojos- pero conviene que tengamos una reunión urgente con él lo antes posible. Un nuevo peligro se cierne sobre todos nosotros, un peligro que amenaza no sólo a Sil Auressë, sino también a tu señor, a su tío, y muy posiblemente a toda la antigua Cardolan. Pero de eso hablaremos luego, hoy partirás a reunirte con tu señor, irás acompañado por una pequeña escolta, dos de mis hombres, no envío más porque conviene que no llaméis la atención y que viajéis rápido, pero antes de partir tendremos una reunión dónde te expondré todos los hechos con detalle. Ahora sólo te diré que muy posiblemente tienen que ver con la tribu de orcos que te capturó.

Khôradur se dirige hacia la puerta.

-En cuanto acabemos la reunión partiréis. Ya he dado órdenes para que todo esté listo y podáis salir sin demora. Descansa lo que puedas ahora. No tardaremos mucho en tener esa reunión, es más, muy posiblemente ni siquiera tengas tiempo de acomodarte en cuanto salga por esa puerta. Aparte de comprobar que todo estaba en orden, quería avisarte para que estuvieses listo. Hablamos en un momento.

Khôradur espera unos segundos una posible respuesta de Aelloth y luego sale de la estancia.

El Lugarteniente Khôradur entró en los aposentos de Curudae, donde también estaban Arkyn y Agnor. El umbareano medía 2,20, y tuvo que agachar un poco la cabeza para evitar una de las vigas. Su mera presencia intimidaba a la mayoría. Pero no era fácil alterar a Curudae. En sus largos años y viajes, el senescal algo regordete había visto mucho, y había vivido mucho. Le saludó mientras le servía una copa de vino y la dejó en la mesa, para después sentarse en su sillón. -Khôradur, este amanecer en Sil Auressë nos ha traído otro día de mucho ajetreo, dijo sonriendo un poco. Cada vez hablaba más como la Dama Ayla. -Le he comentado un poco a Arkyn el motivo de esta reunión, y la misión. Ha aceptado esta tarea, y ya se han conocido Agnor y él. ¿Has podido hablar con Aelloth?

Khôradur sonríe al entrar y da los buenos días. Nada más el senescal le sirve la copa de vino, toma un sorbo

-No solo ajetreados, también son cortos y el día apremia. He visitado a Aelloth y le he puesto en conocimiento de que hoy partirá con una pequeña escolta y de que queremos hablar con su señor porque un gran peligro se cierne sobre todos nosotros, aunque no le he dado mas detalles, durante la reunión que tendremos con él le eexplicaré lo que sabemos sobre ese mago oscuro y sus actividades. Ahora lo que meoreocupa es ¿que mensaje transmitimos a Erchorion?. Conviene que nos veamos pero antes hemos de transmitirle nuestros temores y ¿tal vez nuestro apoyo a su causa? Ese era el mensaje que Aelloth habría transmitido si no hubiese sido capturado por los orcos.

-Su causa es justa, pero debemos evitar tener que enviar hombres a la guerra. Ni siquiera voluntarios. Podemos darle apoyo de otras formas, como he estado comentado con Arkyn. Esa posibilidad de llegar a un pacto a tres bandas con el Rey Lanaigh de Saralainn podría ser clave para que él pudiera avanzar hacia el sur sin temor a ataques a sus líneas de suministros por parte de los clanes. Otro punto de apoyo para sus tropas sería Sil Auressë, ya que nos situaríamos entre sus tropas y el Vado de Sarn.

-Pero de momento, lo primero es llegar a un acuerdo de principios, y que sea un pacto entre dos soberanos, sin que nos veamos obligados a someternos. Y que él, a su vez nos dé su protección en caso de que nos ataquen.