Partida Rol por web

... imposible...

Si alguna palabra le pasó por la cabeza fue esa. Era imposible llegar al paso. Pero también era imposible vencer. El enemigo era muy numeroso y no parecía haber sido pillado por sorpresa, ni mucho menos.

Y cuando un grupo de 30 guerreros empieza mal una batalla, difícilmente pueden remontarla. Dos, tres, cinco bajas... eso ya es un porcentaje elevado de todas las fuerzas disponibles y un factor letal.

Agnor sintió que la batalla del paso estaba perdida antes de empezar. Sí, era imposible vencer. Pero para él también era imposible rendirse. No así. No después de los juramentos. Así que, por fin, había llegado el momento. El paso era donde descansarían los huesos del último de los Guthild. Allí se vertería su sangre y quedaría su nombre. Eso era todo.

Pero no iba a permitir que eso pasase sin llevarse antes un par de orcos por delante. Uno, aunque fuera. Un orco. Quizá el orco que, más adelante, en Sil Auressë, iba a inclinar la balanza a favor de la oscuridad. Quizá el orco necesario para cambiarlo todo. Ese orco debía morir y Agnor se encargaría de ello. Ese era el precio de dejar su vida en aquel lugar.

– ¡Atrás! –grito al compañero que le quedaba. Había que reagruparse y encontrar los restos del grupo de flanqueo... si quedaba algún resto. No iba a hacer una carga estúpida contra un muro de orcos. Ellos ya no tenían nada que temer. La misión había fracasado y no era posible obstruir el paso de los orcos. Había que encontrar otra manera de hacerles daño – ¡Atrás! ¡Retirada!

Todo era confusión. Lo sentía en las manos y en las piernas, y notaba al fiel Atreo dudando como él. Hasta lo que mejor sabía hacer, cabalgar, se había convertido en un saco de piedras. Se movió entre el tumulto intentando golpear al enemigo, sin apenas éxito. Más que combatir, mantenía a distancia al orco que se acercara, más pendiente de encontrar a sus compañeros que de pelear realmente como de verdad sabía hacerlo. Pero todo era polvo y gritos.. Definitivamente, los dioses no estaban de su favor.

La primer embestida había resultado equilibrada, pero distaba mucho de lo que Theon esperaba de la situación. No habían logrado romper el frente, había perdido a uno de sus hombres con una herida que lo dejaba fuera de combate, y el ejército que había frente a él era mucho mas numeroso de lo que había calculado. El cuerno del Capitán sonó con fuerza y él acudió a su llamado junto con el resto. Reagruparse era una necesidad de supervivencia, si querían tener éxito debían romper sus filas con un nuevo ataque a velocidad. 

Trató de ver lo bueno de la situación, el jinete que estaba a su mando no había muerto y podía llegar a recuperarse, habían logrado matar a un orco y el hecho que el contingente se concentre sobre ellos daba lugar a que Agnor alcanzase el paso. Sin embargo el forzado optimismo se esfumó cuando el cielo se tiño de negro. El sol estaba siendo devorado por algo oscuro que traía consigo la noche en pleno mediodía. 

No era un hombre supersticioso, no consideraba a los Valar mas que mitos de la antigüedad, sea lo que sea que estuviese pasando no logró que saliese ninguna plegaria de sus labios. Sabía que hasta el Señor de la Guerra había caído en manos un Hallas, no descartaba la victoria de estos hombres justos ni aún en medio de esa oscuridad. Sin embargo sus ojos estaban absorbidos por el tenebroso espectáculo, orcos, huargos y trolls parecían enloquecer con fuerza renovada en medio de una noche inexplicable. Acaso en el cielo se está librando otra batalla? 

Turno 8D
Eärnil miró hacia el otro lado del desfiladero. "Necesitamos cobertura!!!! Cubridnos mientras subimos al herido"- gritó a los guerreros apostados en el otro lado. Clavó su espada a su lado y guardó el main gauché. "Brangon, dejáme que te ayude, 4 manos tiran más que 2".Enroscó la cuerda en su brazo y comenzó a tirar con fuerza. Todo parecía desmoronarse... y sólo acababa de empezar. El pobre desgraciado al que estaban subiendo parecía muy mal herido."Brangon!, hay algún sanador entre la gente del otro lado del desfiladero?"- El sudor comenzaba a perlar su frente."Llevas algún tipo de hierba curativa? Sabes algo de heridas"- Mentalmente paseó entre los conocimientos que tenía sobre venenos, buscando alguna información acerca del veneno orco. Un crujido de la articulación del codo le devolvió a la realidad, miró a los orcos que ascendían y volvió a gritar a los compañeros del otro lado."Acabad con esos malnacidos!!". Miró para atras buscando al guerrero herido y le gritó "Camarada!! si tienes algo que pueda ayudarnos, estamos subiendo a uno de los nuestros que parece mal herido!!". Se asomó un poco al desfiladero: "Tú!! el de abajo!!! Aguanta que queda poco!!! Como se te ocurra morir por el camino yo mismo te remataré al llegar arriba!!!-Miró a Brangon con un gesto serio."Con esa cota de malla puede ser un buen proyectil desde esta altura"- No pudo contener una carcajada al ver la cara de su compañero.

Turno 8D

Cuando volví en mi, pensé que había muerto y estaba en el infierno...

Las piernas, los brazos...mi cuerpo entero no me respondían, pero el dolor me recordaba que seguía allí.

Tardé todavía unos segundos en darme cuenta de que había ocurrido. Alguien tiraba de mi hacia arriba...

...pero ¿como?, ¿que había ocurrido?...recordaba haber visto los últimos momentos de Hasgon...el hombre de Echorion había arriesgado su vida para cubrir mi retirada y pagó aquella osadía con su vida.
Recordaba haber intentado gritar para advertirle, pero las palabras nunca salieron de mi garganta paralizada.

Aquella seria una carga que debería arrastrar lo que me restaba de vida...aunque no estaba seguro de que aquello fuese mucho tiempo. Hasgon había demostrado ser un compañero sincero y leal hasta el extremo. Y en honor a su sacrificio era mi deber seguir intentándolo hasta el mismísimo final, como siempre había hecho.

Todavía aturdido, un golpe contra la roca me liberó de aquellos atribulados pensamientos.
A los brazos que me habían rescatado de la muerte, les acompañaba ahora una voz...
La lucha parecía continuar a mi alrededor, aunque poco podía hacer al respecto, cuando tan siquiera podía gobernar mi vista.
Pude deducir que varios hombres habían salido airosos e la refriega que se libraba en la meseta mientras yo huía desesperado abajo, en el paso. Por las voces que me llegaban , la batalla todavía no había terminado y Exploradores Orcos trepaban aun por cuerdas como la mía, aunque parecía que había mas aliados del otro lado del desfiladero...sin duda aquello era un extraordinaria e inesperada noticia. Con lo que había alcanzado a ver en el paso, si los lobos de Echorion no recibían soporte desde Sil Auresse, aquello seria una carnicería.

La voz siguió hablando durante un rato, demasiado para lo que se esperaría de un hombre en mitad de la batalla...no pude filtrar la mitad de lo que me llegaba, pero a pesar de la situación, sonaba confiada, esperanzada...y aquello me infundió ánimos.

Ante la total inoperancia de mis miembros, me limité a intentar balancear mi cuerpo y orientarme con el fin de no dificultar el trabajo de mis rescatadores.

En lo alto, el sol seguía menguando, en la confusión había olvidado aquel aterrador detalle. Pero ahora que mi cuerpo se elevaba a tirones hacia el cielo, era más consciente que nunca...no se trataba de un ocaso natural...oscuras fuerzas del mal habían confabulado para apagar el faro que guiaba las esperanzas de los hombres...mis fuerzas flaquearon de nuevo y una plegaria silenciosa se alzo desde lo más hondo transformando mi rostro en una mueca de terror...

Poco a poco la negrura ganaba terreno a la luz y muy pronto, todo estaría a oscuras...para siempre!!

Entonces el rostro del joven Cathael pasó delante de mis ojos fugaz como un relámpago solitario.
Recordaba su rostro en la lejanía cabalgando al encuentro del Jinete de Echorion antes de su trágico final...el había puesto sonido al grito que no había conseguido arrancar de mi propio corazón y por él y en honor a su sacrificio, me obligué a persistir, a no dejarme vencer por el miedo hasta que el último rayo de luz nos hubiese abandonado por completo...el chico podía seguir vivo...si era así, necesitaría ayuda, y probablemente yo , era el único que lo sabia.

Resiste muchacho!! me repetía haciendo acopio de valor para enfrentarme al siniestro crepúsculo que se aproximaba con cada tirón de cuerda.

El montaraz estaba sumido en el caos de aquel combate, todo había ido mal desde el principio, la situación era más desesperada de lo que su mente podría haberse imaginado jamás, poco podían hacer ante semejante ejército. Pero por encima de todo ello estaba el honor, y el eterno lazo que se forja entre los compañeros de armas, por lo que nadie diría de él que flaqueó en el más crucial de los momentos, todo lo contrario, haciendo de tripas corazón, le habló con decisión y poderío a Aelloth diciendo:

-¡Tenemos que volver con Agnor y organizar la retirada! ¡No podemos dejarlo a su suerte! -dijo teniendo en cuenta que su amigo haría lo mismo por él- nos reagrupamos, salvamos a Cathael y volvemos a la carga, ¿entendido? -dijo con la esperanza de infundir algunos ánimos en su compañero de viaje.

La Batalla de la Loma había comenzado, pensó el sargento Halbered y alzó la vista al cielo donde una franja negra había aparecido en el mismo Sol. Hacía tan solo unas horas había visto llegar a centenares de orcos, y contaba con un puñado de hombres para tratar de frenarlos. Entonces llegó Eärnil con algunos refuerzos más. Y ahora, la caballería.

Desde su posición más alejada de la boca del desfiladero, Halbered no pudo ver lo que estaba sucediendo en la contienda. Pero escuchaba los ruidos de batalla, y supo que estaban luchando. Era hora de tomar decisiones…

Brangon y Eärnil subían con cuidado al herido hacia la parte alta de la Meseta Este. Estaba consciente, pero seguía sin mover las piernas y la tarea de subirlo a pulso era ardua. No obstante, los orcos habían dejado de dispararles desde abajo. La carga principal desde el sur de una treintena jinetes había movilizado a la mayoría de la hueste que se había desplazado para recibirla. Y otra carga secundaria casi bajo sus pies, desde el este. Cinco jinetes habían cabalgado por una cuesta endemoniada, pero no pudieron romper las filas orcas cerca de la boca del desfiladero. Ahora los jinetes se habían separado, y los orcos se abalanzaban sobre ellos y los perdieron de vista los del acantilado.

Turno 9D

-Tengo algunas hierbas, Eärnil, contestó el cazador. –Vamos a ver qué heridas tiene. El veneno de los orcos te paraliza pero su efecto desaparece pasado unas horas, añadió exhausto por el trabajo de subir al herido. A su derecha, el nórdico Garius observaba el campo de batalla lanza en mano. No veía orcos subiendo de momento, ya que todos estaban pendientes de los jinetes.

Turno 9D

El veterano miliciano llegó en carrera con nuevas de Halbered. Detrás de él a bastante distancia llegaban dos soldados cargados con algunos barriles.

-Son tinajas de aceite, le dijo a Eärnil y comprobó rápidamente el estado del soldado herido que había salvado antes Eärnil. –No sangra, pero la rodilla está mal, dijo. Después centró su atención en el que estaba siendo subido por la cuerda…

La mayoría de los jinetes se reagrupaban en torno a Melechtor, pero el flanco de Theon estaba algo separado, y estaban listos antes que el resto. Además, dos jinetes que no habían pertenecido a su flanco en la primera carga se habían apresurado a ponerse en posición.

Delante, los orcos se habían retirado hacia la primera colina, pero una parte de ellos estaban desorganizados. Era una ocasión inmejorable para atestar un golpe contundente. Pero para hacerlo tenían que atacar antes que el resto de la unidad.

-¡Los orcos no se han reagrupado aún!, dijo el veterano jinete. Él y Caldrim no habían tardado apenas unos segundos en situarse para una nueva carga. Además, habían facilitado la formación para otros jinetes.

-¡Tenemos que aprovechar el desorden! , instó visiblemente nervioso.

-La decisión es tuya, Theon, sentenció Caldrim.

Tarbrand vio a Aaren casi en lo alto de la meseta. Lo estaban subiendo con una cuerda los defensores de Sil Auressë, y notó un movimiento de sus brazos. ¡Estaba vivo!

Con ánimos renovados, acabó con un orco de un gran espadazo. Luego habló a los jinetes que le acompañaban. El polvo y la arena dificultaban la visión, pero Tarbrand pudo localizar primero a Cathael llegando a caballo desde atrás, y luego a Agnor rodeado de orcos. Junto a él iba el otro jinete también. Estaban a unos veinte metros de Tarbrand.

-¡Matemos a los orcos que acosan a Agnor!, gritó Cathael en cuanto llegó a la posición de Tarbrand y Aelloth. Con el joven Jinete de Acero, volverían a sumar cinco jinetes si se unían de nuevo con Agnor.

Polvo y viento. Sangre y arena. Agnor no lograba distinguir nada salvo los orcos que le rodeaban. No estaba seguro dónde era atrás y dónde adelante. Luchó como pudo, pero sobre todo trató de zafarse de los enemigos. Los ataques de los orcos eran débiles, y desde el suelo era difícil hacerle daño.

Pero entonces dos orcos se prepararon a atacar a su caballo.

En enemigo hacía sus movimientos, pero no con la inteligencia necesaria para cubrir todo el frente. Habían dejado unos pocos huecos y aún estaban en una mala pocisión, lo cual le daba una leve ventaja al grupo de jinetes. Bakar y Caldrim observaron lo mismo y estaban dispuestos a reaccionar al instante, lo cual reafirmó las convicciones del dúnedain - Vayamos y rompamos esas filas, vamooooss!- dijo elevando la voz mientras apuntaba con su lanza al desordenado grupo. Mientras avanzaban se sumaron dos jinetes, esta vez lo lograremos, pensó. Miró de reojo hacia atrás un segundo, sabiendo que Melechtor estaría observando y juzgando su accionar.

Era tentador hacer sentir a esos orcos el peso de la espada de los Guthild. Pero Agnor sabía que no convenía retrasarse ni un instante. Entretenerse unos segundos con esos orcos podía significar verse rodeado por otros más que estuvieran cerca. Era el momento de poner distancia para poder estudiar mejor la situación.

– ¡Op! ¡Op! ¡Vamos, Atreo! ¡Demuestra tu valía! ¡Ahora!

Turno 9D

Los ojos de Eärnil se dirigieron a Cirian, sin parar de tirar le espetó:"Hierbas!! ¿Tenéis hierbas? ¿Alguno de vosotros tiene conocimientos de sanación?". Su cabeza parecía un torbellino. Repasó el borde del acantilado para ver si sus compañeros habían preparado las rocas por ese lado, si no lo habían hecho tendrían que prepararlas rápidamente. Su corazón estaba con los jinetes que habían emprendido el ataque suicida, pero él tenía una labor que realizar, y por más que su alma le pidiera bajar al paso y luchar cara a cara contra los orcos, su cabeza le obligaba a terminar el rescate del soldado herido y mantener su posición y su plan, tenía que retrasarlos y acabar con cuantos pudiera.

Ahora podía ver un poco mejor al hombre al otro lado la cuerda, parecía muy mal herido. "Aguanta hermano!! Ya queda poco y me vas a invitar a una copiosa cena después de esto, ¡¡Y no escatimarás en la cerveza!!". Deseaba con todas sus fuerzas que Cirian, o cualquiera de los que le acompañaban, trajeran algo para poder salvarle la vida.

Durante un momento levanto la cabeza y miró al sol, la oscuridad avanzaba, los pelos de la nuca se le erizaron y un escalofrío recorrió su columna... "Si el sol se esconde y nos priva de su luz tendremos que prender una fogata un poco más grande... ¿No es asi Brangon?"-Su sonrisa comenzaba a torcerse. Se reconfortó al ver asomar por el borde al herido."Ya está casi!, después del esfuerzo de hoy tendrás que llamarnos mamá a Cirian y a mi, seguro que tu parto no fue tan costoso. Preparad las hierbas, quiero todas la que se ingieran en su boca, y si alguna para hemorragias y no se come, en sus heridas... o como quiera Estë que se apliquen esos mejunjes"

Turno 9D

La noche se había hecho en mitad del día y los ecos de los gritos de los orcos se multiplicaban, propagándose como un enjambre furioso a través de las paredes del desfiladero.
Pocas cosas podrían encoger el corazón de un hombre como aquel innegable y demoledor suceso. Y de entre todos los corazones,y en virtud de su propia debilidad, el mio se mostraba especialmente afligido.

Cuando la luz me abandonaba en una cueva o en un cuarto oscuro ya me costaba mantener la calma, pero siempre que mantuviese la libertad y mi salud, podía intentar controlar aquel impulso desesperado con las firme convicción de que la luz del sol y las estrellas me esperaban al otro lado de los muros que me retenían...
...pero en aquellos instantes no derrochaba salud precisamente, las fuerzas me habían abandonado y mi mente se encontraba prisionera de mi propio cuerpo. Ahora que el sol desaparecía delante de mis ojos de aquella forma tan antinatural y sin estrella alguna que asomase para darle el relevo...¿que atisbo de esperanza podrían encontrar los hombres en semejante apocalipsis de tinieblas?

Mis ojos giraron desesperados, amenazando con perder nuevamente la cordura, sin embargo, las voces que venían desde lo alto se mostraban mucho mas confiadas y perseverantes. Sin llegar a calmarme, aquello me reconfortaba en cierto modo.
Me hacían creer que de algún modo, tal vez se tratase de un mal sueño o alucinaciones a causa del veneno.

Cuando alcancé la cima, intenté responder a las preguntas de mis rescatadores, pero apenas conseguí arrancar un hilo de voz.

Hier...as susurré mientras intentaba señalar con mi mano una pequeña bolsita en mi cinturón.

Desconocía la gravedad de mis heridas, pero sabia a ciencia cierta que la flecha que llevaba clavada en el cuello había penetrado hondo a través de la carne y el musculo provocando un abundante reguero de sangre que manaba directamente de la herida. Si conseguían detener la hemorragia, estaría un paso más cerca de la salvación.

Antes de que pudiesen siquiera intentar incorporarme, señalé el cielo con la mirada demente. Mis ojos enfocaban completamente idos, el demoníaco circulo fantasmal que se estaba tragando al sol...

¡Que Varda nos asista!....porque el mundo se oscurece ...y la muerte nos perseguirá, libre de ataduras, al amparo de sus alas negras...

El dúnedain sintió un nuevo empuje de esperanza cuando vio aparecer a Cathael presto para la batalla y sabiendo que Aaren no había sufrido el mismo destino que el pobre Hasgon...

Por ello, cabalgó con suma destreza, no sin antes decirle a sus compañeros:

-¡Vayamos compañeros! -dijo apoyando la propuesta del joven escudero- ¡venguemos a nuestros compañeros caídos! ¡por Hasgon! -dijo arengando a su pequeño grupo y lanzándose hacia la posición de Agnor dispuesto a ayudarle y a reagruparse nuevamente.