Partida Rol por web

-Estoy bien, Ragi, dijo la niña. -Preocupada por Ben, eso sí. Su vida y la mía están ligadas, y me temo que ha hecho un sacrificio para intentar ayudarme. Y que ahora no le queden fuerzas. Existen unas piedras, o más bien dos mitadas de una misma piedra. Él tiene una, y yo tenía la otra. Así, a pesar de la distancia, él podía comprobar que yo estuviera bien. Pero Denelloth se llevó la mía para la misión del monolito. Y si Ben ha intentado contactar conmigo, no ha tenido respuesta.¡Se habrá asustado mucho!

Le cogió la mano a su amigo, y en la otra sujetaba el caballo de madera.

Anael asintió. Sabía que el elfo era mucho mejor explorador que él y les llevaría sin duda por el mejor camino, les costaría llevara a aquel tremendo semielfo. Pero cuando Rashat les dijo lo de los caballos al hombre se le quitó un peso de encima.

Con ayuda de los tres, consiguieron montar a Benaldamat en la grupa de uno de los caballos. Luego sin montarse comenzaron el camino de vuelta.

Benaldamat permanecía inmovil, esperando que se pasara el dolor... Pero no era las manos lo que le dolían, lo que realmente le dolía era el alma. Tan cerca de Enila, y a la vez tan lejos. Estaba convencido de que conseguiría llegar hasta ella, sin embargo ahora yacía sobre un lecho rocoso cual muñeco roto, el Gran Benaldamat, el Guerrero Onírico miraba incrédulo hacia ningún lugar buscándola a ella.

Pero sabía que no era momento de rendirse, que no todo era lo que parecía, que no había fracasado sino que seguramente algo se le había escapado. Se sentó lentamente en el suelo y oteó su alrededor buscando algo que le sirviera. Aún sentía en su mano el calor del cariño que sentía cuando tallaba el caballo de madera, no se desvanecía. Tal vez Enila no tuviera el caballo, o simplemente no hubiera logrado comunicarse con ella.

Benaldamat buscaba un modo de llegar hasta ella...

Pues sí que tiene mala pinta si no despierta de sus meditaciones...Bien, seguidme. Caminaremos a paso ligero para llegar hasta Enila. Otra opción también es montar los dos caballos los 4, Yo con Benaldamat y vosotros dos juntos. Yo encabezando la marcha. ¿Qué os parece? El elfo mientras esperaba respuesta hablaba en su idioma, un idioma muy tranquilizador para las monturas de los hombres, en la oreja del caballo palabras fuera de la comprensión de los hombres presentes.

Estaba nevando de nuevo. Las manos de Benaldamat, entumecidas por el frío, se movían frenéticamente tratando de quitar la nieve y volver a dejar al descubierto el hielo del lago. Y una vez lo tenía delante, acercó su rostro al gélido espejo. Allí, en las profundidades del agua, casi en el fondo, estaba Enila. Era una convicción, un acto de fe.

Sola, en una fría y húmeda tumba.

La emoción que sentía le hacía temblar más que el frío. Necesitaba rescatarla. Necesitaba llegar a ella. Intentó gritar pero ningún sonido salía de su boca. Golpeaba el hielo de nuevo, y sentía el dolor en sus nudillos. Entonces vi algo distinto. Nuevas formas moviéndose en la espesa y oscura agua. Parecían sombras espesas, pero con forma humana. 

Darnos prisa. Nos lo llevamos. Demonios. Tú solo. Niña.

La voz se esuchaba distorsionada a través del agua. Entonces dos de aquellas formas se acercaron al hielo de la superficie, y sus extremidades cruzaron la barrera sin esfuerza y le agarraron a Benaldamat de las muñecas y de los tobillos. Luego trataron de arrastrarlo hacia las profundidades. Benaldamat sintió cómo su cuerpo fue primero alzado y luego comenzó a atravesar la fría barrera de hielo. Le esperaba el abrazo del agua...

Subieron a Benaldamat a uno de los caballos de la mejor forma posible, y Aeldric montó detrás. Pudo sentir el frío de su piel, y como temblaba su cuerpo. Anael y Rashat fueron andando llevando el otro caballo. De todos modos la cueva de Enila no se hallaba demasiado lejos, y no podían correr por el estado de Benaldamat.

Por encima de sus cabezas, el búho sobrevolaba al grupo. Parecía estar conforme con la decisión tomada, y dedicarse a protegerlos ahora.

Ragi vio llegar caminando a Anael con un hombre desconocido. Llevaban un caballo con ellos, y al lado otro caballo. En ese segundo animal iba  Aeldric montado, y no iba solo. Cargaba con un elfo de cabello largo y plateado y piel blanquecina.

Enila se incorporó en su camilla. Había visto el búho en el cielo por la apertura de la cueva, e incluso antes de ver a los que llegaba supo que se trataba de Benaldamat. Con la ayuda de Ragi se incorporó, y vio cómo metieron a Benaldamat inconsciente en la cueva. Incluso sin tocarlo, se podía ver que el cuerpo estaba casi congelado.

En cuanto al hombre desconocido que llegaba, Anael y Aeldric informaron que se trataba de Rashat. Un compañero de Benaldamat.

Les contaron que Benaldamat había estado meditando, en trance, como hacía habitualmente. Pero que aquella vez no se había despertado. Y el búho había aparecido poco después buscándoles, y había guiado a Aeldric y a Anael hasta Rashat.

Ragi observó a los nuevos acompañantes pensando si serían estos aquellos a los que deberían encontrar en esa zona.

-¿Hubo algún problema?-preguntó esperando que todo hubiera ido sin problemas.

-Ninguno, Ragi.- Dijo el elfo bajando de la grupa del animal. -De hecho no podría haber ido mejor la cosa, este es Benaldamat- Dijo señalando al elfo inconsciente de pelo plateado. -Y por suerte no venía solo...Rashat ha estado caminando con Benaldamat mucho tiempo y, según lo que nos ha contado, Benaldamat no lleva mucho tiempo así...pero el suficiente para ser motivo de preocupación. Que alguien me ayude a dejar a Benaldamat al lado de Enila.- Pidió Aeldric a los presentes para que la niña comenzara cuanto antes en ayudar a lo que sería para ella lo más parecido a un padre, visto su comportamiento cuando se trataba de Benaldamat.

Anael se acercó a ayudar a desmontar a Benaldamat del caballo. Coincidía con el elfo que todo había salido rodado, incluso casi de forma preocupante, sobre todo para los tiempos de oscuridad que corren, aunque prefería que todo fuera así.

Una vez hubo dejado el cuerpo del guerrero tendido en el suelo, Anael se separó un poco, pero siempre interponiéndose entre Sir y los nuevos en el grupo. No creía que fueran una amenaza, pero no se fiaba totalmente, por lo que se mantenía alerta.

Sin dejar de prestar atención a lo que ocurría, el hombre se puso el guante de cetrería y agarró un tros de carne seca con la mano enguantada. Silvando un poco, como ya lo hubiera hecho antes, llamó al búho para que acercara, descansara y repusiera fuerzas con ese pequeño bocado de comida.

Con cuidado dejaron a Benaldamat junto a Sir, a quien algunos conocían como Enila. La niña extendió su mano para tocarle la cara, como preguntándose si realmente se trataba del místico elfo.

-Está... casi congelado, dijo y cerró los ojos. -Puedo ver... Un lago cubierto de hielo y de nieve. Él está atrapado en algún lugar allí. Soledad. Angustia. No puede salir...

Retiró la mano y respiró hondo. Miró a los demás, y luego al búho que estaba comiendo el trozo de carne ajeno a lo que estaba sucediendo. -El búho ha cumplido su parte. Ya hemos encontrado a Benaldamat. Pero ... no sé cómo ayudarle.

-Benaldamat intentaba llegar por todos los medios hasta ella, dijo el compañero del elfo y miró a la niña. -Creo que tenían una forma de comunicarse a distancia, pero no funcionaba ahora. Y eso era algo que le preocupaba mucho a Benaldamat.

- Quizá podramos hacer algo-dijo Ragi tratando de calmar a Sir-. ¿Dónde crees que podría estar ese lago?

El joven explorador esperaba que sus palabras ayudaran a la pequeña y se animara aunque sabía lo díficil que podría resultar un empeño como ese.

El elfo se adelantó para atajar las palabras de Ragi.-Ese lago no tiene por qué ser algo real, Ragi. Si algo tengo entendido de este guerrero es que....no suele moverse siempre por este mundo que pisamos.- 

Aeldric comenzó a andar de lado a lado, desesperado, pensando....y paró....miró a Rashat -Si dices que él buscaba desesperadamente reunirse con ella...que se comunicaban a distancia por algo... Sir- El guerrero portador de Anar Ilfirin se arrodilló junto a Sir- Háblale, dile algo a Benaldamat, de corazón. Haz que te oiga, hazle saber que estás bien y estás a su lado.-

 Aeldric entonces cogió las manos de Sir y notó algo en sus manos y lo miró, era el caballito de madera de Sir, ese caballito que la niña apretaba fuerte contra su pecho cada vez que hablaba de Benaldamat. Claro, esto se lo dió Benaldamat, sino no tendría sentido su importancia. Entonces el elfo miró más serio a Sir.

-Dijiste que le veías, aún sin estar cerca de ti, aún habiendo perdido la piedra que dices que te comunicaba con él...y sin embargo le veías.- Entonces señaló el caballito. -¿Has pensado por algún casual que siempre has estado conectado con él, sin necesidad de esa piedra? Solo...con un caballito de madera. Vamos, pequeña, eres poderosa y tu tesón es grande...sino no estarías aquí despierta. Conozco tu fuerza, y sé que eres capaz de traerle de vuelta.-

Entonces Aeldric soltó las manos de Enila, y dejó que sus palabras calaran en ella y le dieran el valor para traer de vuelta a Benaldamat.

La niña escuchó a sus compañeros. -El lago está en su mente. Como un sueño que le ha atrapado, dijo confirmando lo dicho por Aeldric. Luego pensó en el caballo de madera que sujetaba, y lo aferró con fuerza en una mano. Con la otra tomó la mano de Benaldamat pero no sin antes buscar en sus bolsillos una piedra...

Sir sabía que estaba allí. Tenía que estar. La otra mitad de la piedra lunar. La de Sir había viajado hasta el monolito. Pero Benaldamat nunca iba a soltar el objeto que le permitía aquel vínculo con ella.

Puso la piedra en la mano de su protector, y cerró el puño. Luego se concentró...

-Creo que puede funcionar... Que me puede oír... Aunque no tiene fuerzas para responderme, dijo con la voz entrecortada. Y añadió: -¿Qué le digo?

El elfo pensó... y comenzó a pronunciar palabras. -La luz ha derrotado a la oscuridad, más la luz está débil y necesita de vuelta a su campeón de cabello plateado.- Respiró hondo y volvió a decir otra frase.- Yo solo te puedo decir las nuevas que le puedes transmitir, Enila. Pero creo que tus palabras sinceras hacia él, todo lo que no le dijiste y querías decirle, serán más eficaces que mis palabras.

Benaldamat quiso resistirse con todas sus fuerzas, segar esos miembros que comenzaban a sujetarlo. Iba a comenzar a revolverse cuando de pronto se dio cuenta, esos miembros que lo agarraban lo estaban haciendo cruzar el hielo, justo al otro lado donde estaba Enila, donde hace unos momentos él intentaba cruzar. Entonces agarró firmemente los brazos que lo sujetaban… Ahora deseaba que no lo soltaran, quería cruzar al otro lado y alcanzar a Enila, y una vez en el otro lado el Guerrero Onírico se enfrentaría al nuevo reto como otras tantas veces, y traería a Enila de vuelta.

Respiró con fuerza, cerró los ojos por unos instantes, y susurró;

- Aguanta Enila, ya estoy más cerca de ti.

Sabía que en el Reino de Irmo era poderoso, así que se concentró reuniendo todo el poder de que era capaz para enfrentarse a aquello que hubiera al otro lado, a aquello que atormentaba a Enila.

Y se dejó llevar a las profundidades… 

Anael escuchó lo que acontecía como era su costumbre. Él no era de los que hablaban, él solo actuaba obedeciendo órdenes. Miraba la escena atento por si tenía que intervenir, anque sabía que no podía ahcer mucho más que darle comida al búho que tenía ahora en su mano comiendo un trozo de carne seca.

Cuando Aeldric le habló y le recordó que tenía que hacerlo con el corazón, el hombre sintió la perdida que sentía al haberse alejado de Girion.

Si yo tuviera una piedra como esas para poder hablar con Gi - pensó mientras miraba la escena impasible.

Benaldamat se dejó arrastrar por las formas tenebrosas. Atravesó el muro de hielo, y la oscuridad le envolvió. Siguió bajando, sin resistirse. Supo que se acercaba a Enila en el fondo de aquella tumba húmeda. Y estar con ella era el propósito de su Olortië. Siempre lo había sido. Ella era su Camino. Y si para estar con ella debía morir, no dudaba en hacerlo.

No obstante, al fondo de aquella oscuridad fría y húmeda no se hallaba el descanso eterno de la muerte. Había luz. Y esperanza.

La luz ha derrotado a la oscuridad, más la luz está débil y necesita de vuelta a su campeón de cabello plateado

Era una voz distinta. Estaba distorsionada, como era de esperar. No obstante, Benaldamat pudo reconocer que era la voz de un elfo.

Las manos dejaron de agarrarlo, y la corriente le llevó hacia la voz, y hacia Enila. Benaldamat alzó su puño para orientarse, y en su mano estaba ahora la piedra lunar. O la mitad de la misma. Entonces esuchó otra vez. La reconoció al instante. Era la de Enila.

-Ben... Necesito que vuelvas. La batalla ha terminado. Sigo aquí. El mundo sigue aquí fuera. Sigue mi voz. Deja que sea yo quien te rescate esta vez...