Partida Rol por web

-Yo soy Sudwyll. Mi compañero es Belkazir. Somos exploradores enviados por el hirgon Khôradur, y él es Milzarak. Viene del castillo de Sil Auressë.

El cazador bajó su arco, y añadió: -Conozco a Agnor, y es cierto que fue enviado hace semanas a buscar ayuda. Si ahora regresa con jinetes, es la mejor noticia que hemos tenido en este día aciago.

La cabalgada iba ralentizándose a medida que se acercaban a su destino. En el pecho de Agnor, en cambio, el ritmo se aceleraba. Volvía a casa y sentía que estaba en plena cuenta atrás. Pero no podía dejar que la emoción y la rabia le hicieran perder el buen sentido. La táctica y la estrategia seguían siendo la clave de todo éxito en batalla, y no el ímpetu desbocado.

Por eso era importante lo que los exploradores pudieran decir. Por fin, Senwin apareció sobre una loma y el mensaje era, para Agnor, claro: otro explorador iba a adelantarse a investigar algo. Algo que Agnor creía haber visto también.

–¡Me pareció ver el brillo del fuego en el horizonte! ¡Allá donde Senwin señala! Creo que Cathael ha ido a observarlo y Senwin nos avisa de ello. ¡Capitán! ¿Debemos aminorar la marcha?

- Entonces vuestra llegada nos aporta esperanzas en esta hora que creíamos todo perdido. El hirdon Khôradur se encuentra muy cerca de aquí y está luchando contra los orcos. Sudwyll también tiene caballo y conoce el terreno, deberíais adelantaros los dos para hablar con Khôradur y coordinar las dos fuerzas. Nosotros os seguiremos a pie para unirnos a la lucha.

Le hubiera gustado haber sido él quien acompañase a Cathael a ver Khoradur, pero su experiencia con los caballos le había creado una pequeña fobia a dichas bestias.

-Sí, es una buena idea, confirmó Cathael. -¿Véis aquella colina? Por allí está mi compañero Senwin. Somos los exploradores de la unidad, él seguramente está a la vista del resto del grupo. Id hacia allí.

A continuación hizo señas con el brazo en alto. Luego se dirigió al cazador que ya se había montado a caballo: -Vamos, Sudwyll. Enseñáme el camino hacia el Lord Khôradur.
 

-¡Sí!, gritó Melechtor entusiasmado. -Aminorad la marcha, quiero saber qué han visto los exploradores.

El capitán estaba ansioso por tener nuevas de los exploradores, así que dirigió su caballo hacia la posición de Senwin.

Seinwin observaba la unidad de Melechtor desde lo alto de la colina. Estaba demasiado lejos como para poder gritarles, pero apuntó con el brazo extendido en dirección aproximada de Cathael, y luego levantó el puño dos veces, y luego agitó dos veces el puño hacia la dirección como alejándose de aquí.

Era difícil de saber con certeza, pero parecía indicar que se acercaban dos personas, y que otras dos se alejaban. A continuación les indicó a los de la unidad de forma inequívoca que se acercaran hacia él, que estaba todo despejado.

Agradecí a Tarbrand su gesto con una sonrisa y mi dispuse a ocupar mi lugar en la formación de exploradores. Después del pequeño descanso inducido por las hierbas me encontraba francamente recuperado. De no ser por los aparatosos vendajes que rodeaban mi cuello y espalda, nadie hubiese adivinado que hacia tan solo unas horas aquel cuerpo vigoroso se encontraba al borde de la inconsciencia a causa de las heridas... Entonces Senwin hizo un gesto y todos nos detuvimos...tras unos segundos en los que mantuvo al grupo en vilo ante la inminente cercanía del enemigo y la batalla que se aproximaba, todo pareció calmarse. Fuera lo que fuese que había visto, había pasado de largo y ahora era el turno del Capitan de decidir cual seria nuestro siguiente movimiento.

Tarbrand se alegró de ver a Aaren mucho más repuesto, esperaba que pasara de este día y pudiera disfrutar de muchos años más en esta tierra, pues si no ¿a quién restregaría sus valiosas hazañas el resto de su vida? así que devolviéndole la sonrisa dijo:

-Ya sabes amigo, ahora no tienes excusa para no continuar con la apuesta jejeje -concluyó animando al susodicho a la vez que reparaba en la señal de Seinwin y escuchaba lo que decían sus compañeros.

Así pues aminorando la marcha como decía el capitán, se ofreció de nuevo para internarse diciéndole a Agnor y a Melechtor:

-Si necesitáis a alguien que se adelante, estoy más que repuesto puedo relevar a alguno de los exploradores para que descansen un poco tanto ellos como sus monturas antes del combate -expuso dejando constancia de sus deseos de ayudar y hacer algo útil.

Melechtor asintió ante las palabras de Tarbrand. Estaba contento de ver recuperado al montaraz. Confiaba en él y en su habilidad en las tareas de exploración. Y a su lado estaba Aaren. Era como un halcón y su ojo certero y su criterio habían sido fundamentales en la Batalla de la Loma. Lo que era más importante, los dos tenían buena sintonía. Así que mientras cabalgaba liderando al grupo, el capitán alzó su mano derecha con dos dedos y luego agitó la mano hacia delante una y otra vez.

-¡ADELANTE! ¡AVANZAD TODO LO QUE PODÁIS HACIA SEINWIN! ¡OS SEGUIMOS!

Parecía que los exploradores se habían encontrado con alguien. ¿Amigo o enemigo? Si eran enemigos, convenía neutralizarlos para evitar que dieran el aviso al grueso del ejército orco. Pero Agnor intuía que eran amigos. Quizá fuera un encuentro afortunado con exploradores de Sil Auressë. Unos exploradores que pudieran adelantarse para avisar al señor Khoradûr de la llegada de los jinetes de Echorion.

Tarbrand y Aaren se dispusieron para adelantarse y desvelar el misterio. Ellos irían más rápido, aunque el resto de los jinetes cabalgaran detrás.

Agnor azuzó a su corcel para seguirlos con los demás.

Las palabras de Agnor sobre Khoradur dejaban claro dos cosas a Theon, que se trataba de un gran líder y que el norteño lo admiraba. Continuaron avanzando a medida que Aaren y Tarbrand se reponían, y luego algo sucedió en el frente que llamó la atención de todos. Cathael parecía haber encontrado algo y Senwin les indicaba que se acercasen. Buenas noticias, pensó, de lo contrario se habría conducido de otro modo. Estaba tan ansioso por saber de que se trataba como todos los demás, pero bastaba con que Agnor y Tarbrand se adelantasen, él prefirió acompañar a Melechtor y mantener la formación de la tropa asignada.

- Capitán , la hora se va acercando, estoy a vuestra disposición, y así lo están los jinetes de acero que me siguen, confiad en nosotros para lo que está por venir - dijo, alentando a líder del reducido grupo de valientes guerreros a caballo, que sin duda marcarían la diferencia en esa batalla.

- Bueno Belkazi, creo que nosotros también debemos ponernos en marcha. Dejemos que los que saben montar se adelanten - dijo su compatriota cuando los jinetes comenzaban a alejarse - y vamos al encuentro de este nuevo ejercito aliado. Parece que en la oscuridad ha vuelto a brillar la luz.

Su mirada se dirigió al cielo y al sol que comenzaba a asomar de nuevo. La oscuridad se retiraba, pero habría sobrevivido el castillo al asedio. 

El montaraz sólo se retrasó el tiempo justo para asentir con seriedad a su superior a la vez que se lanzaba al galope hacia el frente de la compañía para reanudar sus labores exploratorias y relevar a algún compañero ajetreado. 

Así pues, aunque su caballo no alcanzó su velocidad máxima, sus ojos sí que lo hicieron, oteando el horizonte sin dejarse ni una colina sin examinar...

El día estaba llegando a su fin, y pronto se iba a hacer de noche. Tarbrand y Aaren salieron como una flecha por delante del resto de la unidad. La pareja de exploradores tomó rumbo hacia la posición de Seinwin, ansiosos de averiguar más.

Detrás de ellos, Melechtor tenía a Agnor y a Theon cerca, y entre los tres marcaron el ritmo para todos. Era importante mantener el grupo compacto. Era posible que pronto iban a tener que cargar contra el enemigo.

Seinwin avanzó hacia Melechtor, y su trayectoria le acercó primero a Aaren y a Tarbrand.

-Cathael se encontró con tres soldados, de Sil Auressë. Eso creo. Voy a avisar a Melechtor, nos vemos ahora, dijo de forma escueta sin detener el caballo.

Siguieron cabalgando, Seinwin hacia Melechtor y los otros dos hacia delante. Fue el montaraz el primero en verlo, y avisó a Aaren quien cabalgaba a su lado. En el horizonte, encima de una de las colinas más elevadas, había una hoguera. Pero no una hoguera cualquiera. Era una construcción de al menos quince metros de alto. Desde la distancia parecía una torre de madera, pero tal vez eran simples troncos apilados con orden para tener la máxima elevación, y por lo tanto la máxima visibilidad para la hoguera.

Era una señal. Tal vez para las tropas orcas que se esperaba desde el Paso, pero que en vez de la hueste orca eran ahora ahora jinetes de Garan Gwalorn los que se acercaban.

Aaren y Tarbrand no tuvieron tiempo para intercambiar opiniones, ni para avisar a los demás, porque vieron a los dos hombres que había indicado Seinwin. Iban armados y con armaduras de cuero, y los dos tenían aspecto de marineros, pero con algunos toques exóticos en sus armaduras y ropas. Uno llevaba un yelmo característico de Umbar.

Poco después de perder de vista a Aaren y a Tarbrand, vieron aparecer a Seinwin a galope. Frenó su caballo delante de la unidad, y dijo: -Cathael ha tenido contacto con algunos soldados de Sil Auressë. Y hay una señal. Una hoguera.

Apuntó con el dedo, y algunos pudieron ver en la distancia una hoguera de gran altura.

La mirada de Milzarak se encontró con el sol, y los rayos brillaban con fuerza. Era como si al quitar el oscuro manto del eclipse, ahora el día quisiera aprovechar hasta el máximo las horas que quedaban. Pero el marinero supo que el día renacido no iba a durar mucho. La tarde estaba ya avanzada, y en breve iba a comenzar a atardecer.

En el norte, hacia donde se habían ido Cathael y Sudwyll, vio una torre de madera ardiendo. Una señal del enemigo que marcaba el lugar donde se estaba librando la gran batalla.

Entonces, vieron a dos jinetes cabalgar hacia ellos desde el sur. Parecían exploradores. Uno era un dúnadan y llevaba capa y una espada bastarda, y el otro era un hombre rubio armado con un martillo.

Dos jinetes bajaban la colina a gran velocidad, y tomaron rumbo para interceptar a los dos hombres que avanzaban a la carrera. No tardaron en encontrarse, y se saludaron. Les unía un enemigo común, y el tiempo apremiaba. Los jinetes eran Tarbrand, un montaraz de Arthedain al servicio del Príncipe Echorion, y un hombre llamado Aaren. Los que llegaban a pie eran Milzarak de Umbar, y Belkazir. El primero llegaba del castillo, mientras el segundo era uno de los exploradores de Khoradur.

Salve amigos.

Saludé a los recién llegados. Las palabras nunca habían sido mi fuerte, aunque me alegraba de encontrar nuevos aliados en el camino, aquello solo podía significar buenas nuevas...y como tales eran bienvenidas. Tras el breve saludo, deje que mi compañero Tarbrand llevase el peso de la conversación. Probablemente aquellos hombres habían sido dejados atrás con una sencilla pero crucial misión. Dar un aviso. Y ahora que Mellechtor y nosotros estábamos allí, había llegado el momento.

El montaraz se alegró de ver que los que se acercaban eran amigos y no enemigos, pues aunque fueran hombres había visto a varios formando parte de las huestes orcas. Así pues tras las presentaciones obligadas el montaraz dijo:

-Saludos nobles hombres de Sil Auressë, no sé si habéis hablado ya con Aelloth, otro de los vuestros que viajaba con nosotros y se adelantó para informar, pero si no es así no me importa poneros al día, somos hombres enviados por el magnífico Lord Echorion a petición de Agnor gran amigo mío que viaja con nosotros también, junto con algunos mercenarios que se han unido a nuestra causa durante el camino, y con vuestros camaradas que vigilaban el paso del Sur, hemos derrotados a infinidad de enemigos y máquinas de asedio para llegar hasta aquí, espero que lleguemos a tiempo... -concluyó esperando que aquella pareja de umbaraneanos les pusiera al día sobre la situación en Sil Auressë y poder reportar el mensaje a su capitán.