Partida Rol por web

Sil Auressë

Los tapices de Vairë

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06/01/2019, 21:51
Ferrim, hijo de Ferric
Sólo para el director

Ay, no me he dado cuenta de eso, lo habré pasado por alto. Me entregó el libro antes de entrar en el bosque, cuando se fue a caballo para despistar a los orcos. Pensé que lo conservaba yo todavía.

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06/01/2019, 22:38
Ferrim, hijo de Ferric
Sólo para el director

He repasado las escenas y no encuentro referencia al destino del libro. Pero me parece bien que lo tenga Norión. Y que sobre la mesa esté el atril vacío esperando. Me parece simbólico, es casi otra referencia más al estilo Ferrim sobre piezas que encajan. Pero sí creo que de alguna manera tendrían  que respetarse las reflexiones sobre la importancia del libro o los Enach para los enanos.

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07/01/2019, 10:29
Khôradur
Sólo para el director

Varios candiles alumbraban la estancia en la que se encontraba. El joven muchacho, con sangre reseca sobre su rostro y la misma ropa que había llevado desde que salió del castillo, se encontraba sentando en una silla, mirando al hombre que yacía enfrente suyo y cuya vida pendía de un hilo.

De nuevo apretó los labios y sus manos con fuerza. Cada vez que contemplaba el rostro malherido de su señor el joven sentía una fuerte impotencia. A su lado yacía el yelmo hendido que le protegió de una muerte inmediata, pero era pronto para saber si viviría.

Su mente marchó hacia el pasado. Recordó su llegada a Sil Auressë acompañando a una caravana tras haber perdido todo. Su familia, sus amigos, la riqueza de su familia... Los avatares le habían privado de todo, salvo de su determinación, su constancia, y sus dos únicas posesiones de valor que no había malvendido y nunca lo haría, la espada y el anillo de su padre.

Sonrió, "parece que fue ayer cuando me enfrenté a esos matones". Cinco muchachos más grandes que él que nada más verlo con su espada se burlaron. No dudó en plantarles cara desenvainando su espada, pero le desarmaron enseguida, para rabia y vergüenza suya, pero seguía teniendo sus puños.

Uno, dos...tres, tres fueron los que tumbé hasta que sus dos compañeros me redujeron, asún así les planté cara. Padre hubiese estado orgulloso, madre no tanto, no le gustaba que sus pequeños estuviesen metidos en peleas, pero en estos tiempos y en esta tierra es ley de vida.

Recordó como de pronto una figura enorme les hizo sombra mientras gritaba "¡basta!" a la vez que los trataba de cobarde y llamaba a la guardia para detenerlos. Los muchachos nada más verlos salieron huyendo de allí perseguidos por los guardias.

Nunca me preocupé que fue de ellos, si los capturaron o no. No los he vuelto a ver en Sil Auressë

El hombre le ayudó a levantarse e intercambiaron palabras sobre la pelea que había tenido lugar y sobre quien era. Tras invitarle a una buena comida en una taberna cercana, el hombre resultó ser Khôradur, lugarteniente de Sil Auressë. Bergil le había impresionado y decidió tomarlo a su servicio dándole trabajo en el castillo. Bergil no se negó.

Era un trabajo, techo, comida, no pintaba mal

Pero pronto Khôradur le tomó como escudero. Cuando no ayudaba a su señor estudiaba en la Academia o practicaba las artes de la guerra en el castillo ante la atenta mirada de su señor. Bergil se preguntaba que había visto en él y un día se envalentonó y le preguntó. Khôradur le miró seriamente y le respondió mientras desviaba la mirada hacia el paisaje que se podía ver desde sus aposentos.

"Coraje, valentía, humildad, ganas hacer frente a la adversidad y construir un destino mejor..., muchas cosas que los dúnedain hemos perdido y que si no recuperamos pronto nos harán desaparecer frente a la Sombra".

A medida que los días se ensombrecían, Bergil asistía a su señor, en ocasiones en las reuniones que tenían lugar con el senescal o con sus sargentos. El joven era discreto y no compartía con nadie lo que escuchaba o veía en esas reuniones, pero consciente del peligro en el que se encontraba la aldea.

Cuando el ejército partió hacia la batalla liderados por Khôradur, Bergil no pudo evitar estar nervioso y sentir miedo, pero intentó realizar su labor lo mejo posible. Llegaron al campo de batalla, observó con detenimiento el resultado de los combates, a medida que el miedo desaparecía tras cada victoria que obtenían. Bergil nunca había luchado en un combate similar, pero intentó hacerlo lo mejor posible. Abatió a un orco pequeño e hirió a otros dos antes de caer bajo las espadas de varios soldados que se aprovecharon de su debilidad por las heridas causadas por Bergil.

Ni la oscuridad del Sol impidieron a Khôradur salir victorioso

Y llegó el momento de atacar. Khôradur, consciente de que si no hacían un acto desesperado y debilitaba a su enemigo, sólo retrasaría la llegada de un mal menor. Por eso, en cuanto el Sol regresó lanzó un ataque a la desesperada, confiando en hacer mucho daño a sus oponentes ahora que el Sol les volvía a iluminar con su luz y calor.

Pero no contaba que incluso en la luz la oscuridad puede salir victoriosa. Walec cayó y Bergil observó en la mirada de su señor las ganas de acabar con el caudillo orco que había acabado con el noble capitán de la milicia. Bergil miró atónito el combate y cuando parecía que Khôradur saldría victorioso la mala fortuna hizo que retrasase su golpe y el caudillo orco fuese más rápido golpeando su yelmo.

Una lágrima cae por el rostro del muchacho recordando ese momento. El yelmo hendido, la sangre saliendo por multitud de grietas del mismo, la enorme figura de su señor cayendo de súbito. No había nada más para el muchacho, ni gritos, ni choque de espadas, ni guerra, sólo su señor en el suelo, sangrando con espamos y tal vez muerto. Bergil lo único que pudo hacer fue correr hacia él y protegerlo.

Hubiese dado mi vida en ese momento por él, daba igual si estaba vivo o muerto

La llegada de Garan Gwalon fue un rayo de esperanza y con su ayuda el joven llegó hasta su señor con la planta que podría conservar su vida. A la vez que esto pasaba el ejército enemigo caía derrotado, el orco que había dado el posible golpe mortal a su señor muerto, y el ejército de Sil Auressë salía victorioso.

Recordó los planes que se trazaron para llegar al castillo, la llegada al mismo y como era posible que tal vez su señor sobreviviese.

Han pasado tres días. La señora Ayla y el señor Curudae han estado aquí. Curudae no deja de venir a verle cada día que pasa.

Norion también le visitaba de forma asidua, se situaba a su lado ponía las manos encima de él y murmuraba. El joven ignoraba que hacía pero estaba convencido de que intentaba curarlo usando algún tipo de magia desconocida para el escudero.

El joven se levantó de nuevo de la silla y se acercó a su señor cogiéndole de la mano. De nuevo contempló el rostro del lugarteniente. La zona donde recibió el golpe casi mortal estaba vendada y con ectoplasmas amarillentos. El joven acercó su rostro a Khôradur y le habló, como había hecho en varias ocasiones desde que estaban allí.

-Mi señor, no sé si podéis escuchar mis palabras, pero Sil Auressë vive. La oscuridad ha sido derrotada y grandes señores se han reunido aquí e incluso han venido a veros. Necesitamos de vos para el futuro que se abre ante nosotros.

En ese momento notó como Khôradur respiraba más rápidamente y apretaba su mano con fuerza, a la vez que abría el ojo que no se encontraba tapado por las vendas. Ese ojo miró a su alrededor antes de fijar la vista en el joven. Y Khôradur sonrió levemente antes de volver a cerrar el ojo y dormir.

Bergil lloró, lloró de emoción mientras salía de la estancia dando gritos.

-¡KHÔRADUR HA DESPERTADO, KHÔRADUR HA DESPERTADO!

Notas de juego

Epílogo de Bergil ya me dices que te parece

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07/01/2019, 10:35
Agnor
Sólo para el director

Intentaré darte el epílogo de Agnor esta tarde-noche.

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07/01/2019, 19:14
Aeldric
Sólo para el director

Me ha gustado el rol por web!! Y me gustaría seguir jugando si ya hay planeada otra partida para el futuro... ;)

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07/01/2019, 21:08
Agnor

Aquí tenemos a Agnor.

 

El muchacho Ornand, el hijo de Horland, aprovechaba la última luz del día para acabar sus tareas en las caballerizas.

Era su momento preferido del día. Con todo lo urgente acabado, podía dedicarse a la tarea que más le gustaba.

Cepillar a Atreo.

Atreo, el joven y brioso corcel, había pasado tantas aventuras y peligros en sus pocos años como muchos otros caballos en toda su vida. Orgulloso, fuerte, rápido, era un fiel compañero, valiente como pocos y aguerrido como ninguno. Algunas heridas de batalla lo demostraban, pues Atreo se había enfrentado a lobos gigantes y malvados orcos con arrojo, tesón y energía infatigable.

Ornand sujetó el cepillo que solo usaba con Atreo, al que reverenciaba por su fama, y lo pasó por el lomo. El señor Agnor le había ordenado que lo cuidara con especial mimo y respeto, y el corcel llevaba días disfrutando del agua más fresca, el heno más verde y la mejor cebada. Y una cantidad más que generosa de pequeñas y aromáticas manzanas rojas.

Algunos opinaban que era un exceso. Otros afirmaban que estaba más que merecido.

El muchacho cepillaba.

—Dejad que os cuente la gesta de mi señor Agnor Guthild el Matahuargos, hijo de Agnavia, que marchó sin tregua y sin pausa por tierras peligrosas y desoladas, en busca de esperanza y ayuda en momentos desesperanzados. Y de cómo volvió montado sobre la tormenta, con ira y acero, y cayó sobre sus enemigos y los enemigos de sus amigos, y cómo trajo la esperanza de nuevo al desesperanzado.

—¿Otra vez?

—Otra vez.

—Sí, cuéntala otra vez. ¿Es verdad todo lo que dicen?

—Es verdad todo y mucho más que eso, ya lo creo.

—Y tanto que lo es. Yo estuve allí. Yo lo vi todo. Y a fe mía que todo es grande y cierto.

—Gracias, amigo. Así es. Así fue. Todo cierto. No hay mortal que se gane el nombre de Matahuargos sin motivo y sin justicia. Y creedme, no hay en estas tierras un jinete ni un matador de lobos como mi señor Agnor Guthild, el que llegó del norte y del este apenas siendo un muchacho pero ya con la espada manchada, de aquella torre a cuyas almenas llega el alegre rumor de la corriente del Men Ceren.

—Nunca estuve allí.

—Yo sí, buenas tierras.

—¿Cómo sigue?

Ornand casi estaba acabando su tarea.

—Un trol de un flechazo. ¡De uno solo! En el ojo clavada el asta, desde lejos y sin cuartel ¡Una proeza de la que puede dar cuenta el señor Tarbrand! En aquellos días, tan cerca y tan lejos, podrían haberle llamado Matratrols. Pero no, todavía teníamos mucho camino por delante, y la espada de los Guthild tenía mucha sangre que verter y mucho que decir desde aquel bosque hasta el último día, cuando la carga de los Garan Gwalorn llevó el acero y la furia sobre orcos y lobos.

—¡Todavía me erizo al recordarla! ¡Qué viento en los cascos! ¡Que tormenta en las crines! ¡El brillo en los filos y la rabia en las bocas!

—¡Así mismo!

Ornand sonrió cómplice, satisfecho. Había acabado cuando la luz se tornaba dorada y densa, la cercanía de la noche de otoño. Le acercó al hocico una bonita manzana y acarició el morro del caballo.

Se giró y se fue. Mañana sería otro día. Los caballos agitaron sus cabezas como despedida.

—Continúa, compañero, sigue contándonos las aventuras del señor Agnor y su fiel corcel.

—¡Yo lo vi todo!—señaló el caballo del señor Tarbrand.

—Lo viste y lo hiciste, amigo. ¡No te quites méritos! Pero, queridos compañeros… enorme es la dicha de ser el corcel de tan grande amigo y fiel humano. ¿Os conté ya lo del paso de la loma? ¡Qué carga! Mis cascos retumbaban y…

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La pequeña Mae refunfuñaba encogida en el taburete. Tenía un brazo en cabestrillo. Su padre, Horland, el criador de caballos de la familia Guthild, la había regañado y obligado a estarse quieta, sentada a su lado en la taberna El Descanso del Guerrero.

Mae era una niña inquieta, imparable. Un duende al que tener el brazo roto no parecía impedirle querer ir de un lado para otro a jugar consigo misma. Agnor la miró divertido. Apenas conocía a la chiquilla, pero le hacía gracia esa actitud tan de chico, tan arrojada y abierta. Su bracito roto no tardaría en curar, como suele ocurrir con los huesos de los niños.

Si no te has roto uno o dos brazos de niño, es que no has amaestrado caballos nunca. Agnor podía recordar sus propias heridas.

Unas heridas de infancia que no hacían sino marcar el camino de toda una vida (corta y joven aún, sí, pero toda) dedicada al dolor y la guerra. El trayecto de Agnor desde la casa de sus padres hasta Sil Auressë, y desde Sil Auressë en ida y vuelta con los Garan Gwalorn, había sido bailando con la espada. Mercenario a las órdenes de los príncipes de Cardolan, veterano de más de una batalla ya antes de llegar a la aldea, Agnor no conocía más que la espada.

El último de los Guthild seguía el legado de la familia. Y pensó que, quizá, su padre y su hermano estuvieran satisfechos por lo que habían visto desde las praderas infinitas. Agnor se estaba labrando un nombre y un destino. ¿Digno de su casa? Todavía estaba por ver.

Mae empezó a juguetear con una miga de pan en la mesa, ya olvidada de su enfado. Los niños olvidan rápido, pensó el guerrero mientras bebía. Mae tardaría en olvidar el horror de los orcos, sí, pero no parecía asustada ya.

Para Agnor el peligro todavía estaba cercano y las heridas seguían doliendo. Para Mae, era una vieja pesadilla. Incluso su brazo roto era ajeno a aquello: la niña se lo había roto al caerse de un árbol un par de días antes.

Horland, el padre, conocía al sargento Agnor desde siempre. Había servido a los Guthild en su mota y vivía en su aldea antes de la caída en desgracia de la familia y de las tierras. Había encontrado en Sil Auressë una nueva esperanza y en Agnor un hallazgo inesperado meses atrás. Una cara conocida en un pueblo lleno de nuevos colonos. Trataba al joven noble con respeto, pues así correspondía, y ahora también con honrada reverencia, conocidas sus gestas y dolores. En el último hijo de los Guthild, Horland veía al primero de una nueva estirpe y al salvador de un pueblo.

Algunos opinaban que era un exceso. Otros afirmaban que estaba más que merecido.

Y, sin embargo, todos veían con otros ojos al sargento. Ya no más un simple guardia, no un mando intermedio casi anónimo. Un héroe. El Matahuargos. Un nombre que se murmuraba, a veces, y se celebraba a gritos, otras. Pero un nombre que Agnor no acababa de asimilar. Era un honor ser reconocido y era un honor liberar a Arda de la presencia de los demonios lobunos. Pero el guerrero no acababa de aprehender la identificación. Para sí mismo, era simple y llanamente Agnor Guthild, sargento de Sil Auressë. El Matahuargos era el nombre de un personaje.

Sin embargo, tenía el secreto orgullo personal de aquellas matanzas. No por los honores de la guerra, sino por apreciar el valor de la esgrima, de la caballería y del arte de matar. Agnor miraba sus manos y comprendía que en ellas había valor, orgullo y fuerza. Era un maestro de lo suyo. Eso era para él el valor de su obra. Su capacidad. La demostración a padre y hermano de que podría, quizá, llevar con honores el apellido de la familia.

Si quería un manto de lobo no era para taparse del frío ni para enseñar a todos que él era el Matahuargos. Si lo quería era por darse a sí mismo un trofeo de guerra que llevarse al otro lado cuando, al fin, los Hados dejaran de beneficiarle o cuando, al fin, la vejez diera paso al frío y la decrepitud en unas manos antaño fuertes.

Esas manos. Se las miró mientras Horland hablaba. Rudas ya, rígidas y casi deformadas, pese a su juventud, de tanto agarrar las bridas y las armas. Con rasguños y cicatrices, como cicatrices tenía en el cuerpo, en el alma y en el rostro. El último lobo casi había sido el último lobo. Todavía le dolía.

¿Cómo no dolerle? Mucho después de la batalla, de las batidas de los días siguientes e incluso del merecido descanso, el horroroso dolor del cuerpo le hacía mella. Sentía laceraciones, golpes y tirones por doquier. Como si nunca hubiera descansado. Como si no importara cuántas noches de sosegado sueño, chimenea y comida caliente pasara. Todavía estaba cansado, destruido, hecho un amasijo de músculos a los que se les había exigido demasiado.

Porque Agnor había cabalgado y matado durante días y días y días y días sin pausa y sin descanso, porque ese era su deber, cuando, como solía decir siempre su querido Atreo, mejor dotado para la palabra y para la lírica que él, «marchó sin tregua y sin pausa por tierras peligrosas y desoladas, en busca de esperanza y ayuda en momentos desesperanzados. Y de cómo volvió montado sobre la tormenta, con ira y acero, y cayó sobre sus enemigos y los enemigos de sus amigos, y cómo trajo la esperanza de nuevo al desesperanzado».

Así era. Agnor fue enviado en busca de ayuda y cumpliría su misión o moriría en ella. Pero no la dejaría a medias.

Eso el cuerpo lo nota. El joven guerrero se preguntaba si alguna vez dejaría de sentir la rigidez de los miembros y las insoportables agujetas. Días después. Ahí seguían.

Horland, se levantó para irse.

—Nos vemos mañana, si os place—dijo—. Mae, vamos.

Agnor hizo un gesto de despedida y lanzó una sonrisa a la niña. Y, de súbito, apareció en la mesa otra jarra de cerveza.

Si algo tenía de bueno ser el Matahuargos, es que en Sil Auressë nunca más tendría que pagar una cerveza. No le gustaba, pero ya no podía evitarlo ni discutirlo. Sin saber cómo, las rondas, los quesos, el cuenco de estofado aparecían en la mesa, enviado por a saber qué agradecido vecino que ya ni se molestaba en avisar de su obsequio. Se daba por hecho que ese hombre, el sargento Agnor, no tenía que molestarse por nada cuando entrara en El Descanso del Guerrero. Por algo era un guerrero y por algo aquel era un lugar de descanso.

Miró su jarra, melancólico. Una guerra había acabado, pero el guerrero sabía que solo era un paso más. Una de tantas dificultades que tendría que pasar Sil Auressë. Porque en Cardolan la Oscuridad acecha, pero también acechan los príncipes. Y tarde o temprano la guerra o la política o la política de la guerra volverían a mirar a esa brillante aldea con ojos de deseo. Sil Auressë era especial. No era un pueblo cualquiera.

Era un pueblo con más poder simbólico que muchas ciudades. Lo que allí se estaba gestando, creando entre todos, no tenía paralelo con nada conocido. Y eso no se perdona con facilidad.

¿Qué destino le aguardaría a Sil Auressë? ¿Qué al sargento Agnor Guthild? La guerra, la marcha y el corcel. Los corceles. La gloria. Viento, ira, sangre y acero.

Garan Gwalorn.

Una figura ocupó el lugar dejado por el buen Horland. Era el señor Theon. Arthondir se sentó en el taburete de Mae. El sargento hizo un gesto de respetuoso y medido saludo con la cabeza. Y pronto aparecieron otros compañeros. Aaren, Tarbrand. Quizá llamados por el mismo pensamiento. El futuro, la guerra, la marcha y el corcel. La gloria, el viento, la ira, la sangre y el acero.

De alguna manera, esos hombres fuertes e independientes parecían encontrar la mutua compañía como necesaria y sanadora. Con risas o con silencios, no necesitaban más que la cercanía. Unos inesperados, fortísimos y secretos lazos se habían formado entre ellos, a pesar de sus lealtades y diferentes caminos.

Otros fueron llegando a El Descanso. Cathael, Bakar, Ungail y otros tantos. Había algo magnético en aquel día y aquel momento, algo que llamaba a cada uno de los Inesperados. Algunos no buscaban charla y simplemente se acodaban en la barra, silenciosos y dolidos. Otros, sin saludar siquiera, se escondían en alguna mesa en sombras. Otros celebraban ruidosamente. Pero todos, todos, guardaban un alma común, extraña y eléctrica.

—¿Y qué será de nosotros ahora?—preguntó el noble y gran Theon.

Agnor no lo sabía. Pero sí lo sabía. No era hombre de muchas palabras. Pero no pudo evitarlo. Se levantó y se subió a su silla, jarra en mano. Y levantándola para todos, levantó la voz con solemne furia:

—¡Garan Gwalorn! ¡Sangre y acero!

Y treinta brazos fuertes levantaron sus jarras y sus voces para avisar al mundo que el Viento había llegado.

 

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07/01/2019, 21:45
Director

En el texto de Ferrim, únicamente cambiaría esto (lo que está subrayado):

A su lado, y junto al reconstruido, embellecido y mejorado yelmo que el propio Ferrim había tomado el compromiso de obsequiar al señor Korradur, en un atril bellamente decorado, descansaba el libro que reafirmaba que los khazad no se estaban equivocando.

Habían ido hasta allí para encontrar a los Enach y ese libro era el testimonio de que los Enach los estaban buscando a ellos a través del tiempo.

El libro no había sido dejado ahí por error. Un Guardián de Enila había venido y lo había depositado allí.

Uno con el que, contra todo pronóstico, Ferrim había estrechado una alianza personal firme como la raíz de la montaña.

Uno al que Ferrim le había hecho una promesa más allá de toda esperanza: la de reunirse a estudiar, juntos, el legado secreto de aquella olvidada familia había escrito en ese viejo volumen.

Una delicada campanilla sonó en la puerta y Ferrim se acercó para abrir la puerta a otro invitado.

Para mantener todo el enfoque del libro y demás, solo que ya lo tienes allí y Norion también, y el siguiente en entrar en escena es Benaldamat.

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07/01/2019, 21:52
Ferrim, hijo de Ferric
Sólo para el director

Vale, me parece muy bien.

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07/01/2019, 21:55
Director

El epílogo de Bergil está genial, casi casi diría que podría ser el que da el cierre a la tanda de epílogos. Hace un repaso de los acontecimientos más relevantes de la aldea y termina con un mensaje de esperanza.

Sobre lo que dijiste de convertirle en un PJ "de pleno derecho", me parece que se lo ha ganado. ¿Sería para llevarlo tú como otro personaje? ¿O para dárselo a otro jugador apto? En un principio con los PJ secundarios he procurado tenerlos separados de los PJ principales, pero aquí iríamos al extremo opuesto. Al estar tan unidos, realmente no habría problema para llevar a ambos porque cuando es una "escena de Khoradur" el escudero está en un segundo plano, y sobre todo si hay un período de rehabilitación, Bergil podría ser ayudar y ser los ojos o las piernas o cualquier otra parte de Khoradur que no esté recuperado aún :)
 

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07/01/2019, 21:55
Director

Uff, pedazo de epílogo de Agnor. Muy bueno, me ha gustado la dualidad entre "Matahuargos" y "Agnor Guthild". El peso de la leyenda. Un tema interesante que ha surgido allí. Y usar la perspectiva de los PNJ también genial. Tengo que releer el texto, pero así a simple vista creo que no hay que cambiar ni una coma.

Solo un detalle:

como solía decir siempre su querido Atreo, mejor dotado para la palabra y para la lírica que él, «marchó sin tregua y sin pausa por tierras peligrosas y desoladas, en busca de esperanza y ayuda en momentos desesperanzados. Y de cómo volvió montado sobre la tormenta, con ira y acero, y cayó sobre sus enemigos y los enemigos de sus amigos, y cómo trajo la esperanza de nuevo al desesperanzado».

Creo que lo de "Atreo" es una errata, pero confirma a quién te referías. O eso, o tu caballo tiene un don que desconozco :)

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07/01/2019, 22:02
Khôradur
Sólo para el director

Me alegro que te haya gustado. Estoy intentando acabar el epílogo de Khôradur. De momento he recopilado toda su visión en el otro mundo, nueve páginas, y a ver si consigo resumirlo. Siempre me ha costado resumir y hay costa que, jolín, me gustan como quedan!!!, pero no es plan de poner lo mismo que se puso en otro lado y tan extenso. Creo que comenzaré con una reflexión de Khôradur antes de ir a la batalla, alguna cosa de la misma y un resumen de su paso por el más allá, hasta llegar al desembarco en las estancias de Mandos, cuando se le envía de vuelta y su despertar, esta parte ya la tengo redactada, aunque la retocaré para que cuadre con lo que he escrito de Bergil.

Sobre Bergil, si es PJ había pensado en llevarlo yo, pero como siempre lo que veas mejor. Como bien dices Bergil estaría en un segundo plano con Khôradur presente y si necesita tiempo para recuperarse, podría tener un papel crucial, como mensajero u otra cosa. Mira, cuando dices que haga de ojos o piernas de Khôradur, tal vez le sirva de aprendizaje para convertirse en un intrépido agente infiltrado en el futuro?, quien sabe.

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07/01/2019, 22:46
Agnor
Sólo para el director

Creo que lo de "Atreo" es una errata, pero confirma a quién te referías. O eso, o tu caballo tiene un don que desconozco :)

Un atrevimiento por mi parte xD. La primera parte del texto son los caballos hablando entre ellos en las caballerizas (un juego de luces para el lector, que seguro que primero cree que es el muchacho hablando). Atreo cuenta a sus amigos la historia de su aventura con Agnor.

El corte que señalas no es una errata. Es otro juego de luces, porque no deja claro si es que de verdad Agnor sabe lo que cuenta Atreo y de qué manera (tan íntima es su relación, ¿será verdad que se hablan?) o si se le está hablando al lector directamente, recordándole lo que ha leído más arriba en las caballerizas.

Si crees que esto sobra, lo cambiamos sin problema.

 

Uff, pedazo de epílogo de Agnor. Muy bueno, me ha gustado la dualidad entre "Matahuargos" y "Agnor Guthild". El peso de la leyenda. Un tema interesante que ha surgido allí. Y usar la perspectiva de los PNJ también genial. Tengo que releer el texto, pero así a simple vista creo que no hay que cambiar ni una coma.

Me alegra saberlo, la verdad. Sé que no me he portado como debía estas últimas semanas y pensé que me correspondía trabajar un texto digno de esta grandiosa partida. Algo que fuera diferente.

La idea de dejar hablar a los caballos me pareció divertida, con tono de cuento y algo cómico, y luego reenfocar el escenario en algo más sombrío, en la taberna y en las reflexiones del guerrero, silencioso antes y explosivo después.   

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07/01/2019, 23:44
Director

Ostras, no me había fijado. La primera lectura había sido bastante superficial lo reconozco, y me pasó lo de pensar que era el muchacho hablando con los caballos jeje. Muy bueno.

Ahora me lo he leído más detenidamente y todo claro.

Me he fijado que has llamado "Descanso del Guerrero" a la taberna donde tiene lugar la reunión. En realidad es en la Casa Común, pues el Descanso es un lugar que aún no se ha fundado en Sil Auressë. Es el sueño de Rashat que es un PNJ (antes PJ) que acaba de llegar a la aldea. Pero ya estaba pensando en la posibilidad de agilizar los tiempos para encontrar una forma de que la reunión sea precisamente en el Descanso del Guerrero para redondearlo todo. A bote pronto se me ocurre (y no es descabellado) que Rashat en vez de construir una taberna pone oro sobre la mesa y compra la Casa Común y lo rebautiza como el Descanso del Guerrero. Me gusta, y además hay partes del texto que hacen hincapié en ese nombre.

Por algo era un guerrero y por algo aquel era un lugar de descanso.

Creo que queda bastante redondeado todo, no hace falta nada más de tu parte. Aún estoy esperando algunos textos que faltan para subir el epílogo en su totalidad. Pero me imagino que será cuestión de un par de días.

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08/01/2019, 10:10
Agnor
Sólo para el director

Jajaja ¡Has caído! :)

 

Me he fijado que has llamado "Descanso del Guerrero" a la taberna donde tiene lugar la reunión.

Me pareció leer en alguna parte hace poco que ese era o iba a ser el nombre de la taberna. La verdad es que no he buscado para verificarlo. Cambia lo que necesites, por supuesto.

También tenía dudas sobre añadir los nombres de Cathael, Bakar y Ungail (y acabo de darme cuenta de que podría haber mencionado a Melechtor y a Caldrim), porque no estoy muy seguro de que todos ellos hayan sobrevivido. En cualquier caso, son nombre aleatorios que pueden cambiarse sin problema. También debería tenerse en cuenta la cifra que pongo al final del texto, los treinta hombres brindando. Quizá sean bastantes menos. Ojalá sean bastantes más. xD

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08/01/2019, 13:45
Director

La estructura de los epílogos con la que estoy avanzando se presta a que Khoradur haga varias "entregas" o apariciones. Por si te sirve puedes dividirlo en partes independientes y los puedo intercalar con los epílogos de los demás (varios de los cuáles pasan a ver al Lugarteniente en su epílogo).

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09/01/2019, 01:01
Arthondir
Sólo para el director

EPÍLOGO ARTHONDIR

 

PARTE I

Inquietudes de un viajero.

Un dúnadan medita acerca de su porvenir.

 

Arthondir había escogido una mesa apartada, propio de él, quizá como inconsciente reflejo de su estado de ánimo. Sinceramente nunca había parecido pertencer a un lugar solamente, y si bien no tenía problemas para relacionarse, los últimos acontecimientos lo tenían turbado, la locura de la guerra lo había alcanzado o, más bien él mismo se había zambullido de lleno en ella. Había tomado decisiones y obrado en consecuencia, había recorrido caminos que ya no podría desandar, había cambiado como persona, por dentro y por fuera, reflexionó mientras sujetaba su muñeca fracturada, que mejoraba por momentos. Aún recordaba como comenzó todo, vívidas eran las caras de su padre y su hermano, sentados a la mesa debatiendo sobre el devenir del mundo libre, un atisbo de sonrisa floreció al recordar a su hermano, él sí que hubiera desempeñado un buen papel en todo esto, se preguntaba qué le habría encomendado padre, y si estaría a salvo.

 

Desde que abandonó Metraith, ya al servicio de Lord Echorion, se había centrado en sus labores, disfrutando de sus pequeños permisos para seguir la pista de su tío, el cual vagaba sin rumbo aparente por Cardolan, era astuto pero la edad lo había hecho descuidado, ¿o acaso aquellos rastros no eran más que migajas dejadas por un maestro que se compadece de su alumno? Aquello le recordó tiempos más felices, a su infancia, los juegos con los que su tío le enseño a cazar y a moverse por los bosques, incluso a pedir la ayuda de la naturaleza y, en su caso obtener respuesta. De gran fortuna consideraba el haber encontrado a la tribu de los Lobos, los cuales parecían compartir algún tipo de vínculo con él, desconocido para Arthondir por completo, sin embargo los aciagos acontecimientos provocaron su pronta despedida y al partir, las posibilidades de seguir la pista de su tío menguaron en gran medida. No fué sino de una muy grata sorpresa la aparición de Dos Colmillos en el castillo, la cual aprovechó de buena manera, cuando, aprovechando la presencia de Acero Rojo, les preguntó de nuevo por el Guía de los Lobos, sin tapujos esta vez, quería respuestas, y sinceramente, creía estar en el derecho de recibirlas, la conversación con ambos fue esclarecedora, sin embargo Arthondir había adquirido compromisos en Sil Aurësse,a título personal, que no le permitirían a priori seguir los pasos de su querido tío, sin embargo, algo dentro de él sabía que estaba haciendo lo correcto.

 

 

 

 

PARTE II

Las semillas Arthedainii.

Theon y Arthondir conversan en una de las mesas de la taberna.

 

Había perdido la noción del tiempo que llevaba allí sentado, cuando la puerta se abrió una vez más, dejando pasar la fresca brisa nocturna por un instante, lo cual le hizo levantar el rostro y observar al recién llegado. Theon se sentó a su lado, tan seguro de sí mismo, como siempre le recordaba a su hermano, tenía claro que el joven era varios años menor que él, pero no podía evitar sentirse empequeñecido de la misma manera que cuando trataba con el primogénito de su familia.

Las palabras de Theon alababan sus obras, al menos en la parte que le había tocado, que era más bien poca comparada con el continuo combate de los Garan Gwalorn, una vez más, se preguntó si era merecedor de portar el lazo rojo, no se veía a la altura de tamaños luchadores – Agradezco tus palabras – dijo con un ligero rubor, puede que por la cercanía a la hoguera o a la bebida – pero no soy un guerrero, apenas pude manterme con vida - respondió mostrando la muñeca hinchada, tras la cual contínuaba una mano abotargada y ligeramente enrojecida por la falta de uso. En aquel momento duras declaraciones de Theon salieron de sus labios y un escalofrío recorrió el cuerpo del dúnadan – Denelloth había quedado atrapado tras el muro de fuego, y rodeado de orcos, te avisé mientras volvías del vado, di por hecho que no ibas a dejarle atrás – Arthondir trató de ser lo más diplomático posible en su respuesta, pero tenía claro que no iba a dejar a nadie atrás, no mientras estuviera en su mano – cuando conseguimos atravesar la escuadra orca ya había finalizado vuestro combate con los huargos, y el Maestro Cazador me pidió que acudiera a la forja, para tratar de sumar a los enanos a la lucha – tras esto le relató como alentando a Kranz, el líder enano, liberaron las inmediaciones de la forja de enemigos, pero que rehusó acompañarle hasta el castillo, con lo cual partieron de allí Denelloth, Eben, Acero Rojo y él, siguiendo cada uno el camino más cercano para completar su misión.Si bien respetaba a Theon, y comprendía sus acciones y sus palabras, Arthondir no había sido criado en el ámbito militar y de la guerra, y sabía ver las diferencias entre ambos, lo cual no significaba en sí mismo un principio de debate o discordia, sino más bien de conciliación y de complemento. Sin embargo tenía la sensación de que sería harto complicado trabajar codo con codo con alguien como él.

 

Al poco de sincerarse mutuamente, la plausible tensión que se mascaba entre ambos desde que volvieron al castillo se disipó la niebla al amanecer, y una charla más amena, relajada y digna de una taberna se instaló entre ambos – Lord Echorion, sí... tiene gracia – dijo mientras esbozaba una franca sonrisa – ni siquiera lo he visto en persona, ¿tu sí? Y sin embargo aquí estoy, luchando en su nombre, por un futuro incierto en un reino del que no formo parte, dime si no es irónico. Supongo que mi familia siempre ha sido una defensora de la luz, a su modo, siempre ha intentado que los pueblos libres sigan siendo eso, libres. Creo que como miembro de los pueblos libres es mi deber, y yo personalmente voy a cumplirlo. Tengo la corazonada de que Echorion puede ser lo que Cardolan necesita, una mano firme pero justa, que unifique las regiones y purgue esta tierra de la enfermedad que la consume. - apenas pudo verse un atisbo de lágrimas al pronunciar esta palabra “enfermedad” pues grande era la pérdida que había sufrido durante la Gran Plaga, y fresco era siempre el dolor de su memoria – es muy noble por tu parte que antepongas los intereses de la aldea a los de tus dominios, Theon, yo llegué aquí por algo similar, es cierto que formo parte del ejército del Príncipe Desterrado, como espada libre, pero me fui advertido de la existencia de esta aldea, Sil Aurësse, y del significado que puede alcanzar el hecho de que prospere y no caiga en la sombra, por ello me hallo hoy aquí Theon de Dol Tinaré, y por ello seguiré luchando.

 

Sin duda Theon era un dúnadan muy interesante, e inteligente, parecían compartir muchas cosas, exceptuando su forma de actuar, tras la conversación previa y una vez aclaradas sus lealtades, su lazo, que hubiera estado en peligro de romperse días atrás, parecía más firme y unido que hacía sólo unos minutos, tras esto el noble le contó que había estudiado tiempo atrás en Fortnost, y en el acto le vino a la cabeza el rostro de su padre, el cual, desde que tenía uso de razón, había abandonado asiduamente el hogar por deberes relacionados para con la corona, Arthondir casí hasta le había cogido manía al nombre, de tantas veces que su padre lo pronunciaba. Sin embargo en este caso no lo recordaba con desgana sino con la ilusión de compartir algo más con su recién avenido compañero – ¡Fortnost! - alcanzó a decir antes de que su emoción se viera ensombrecida al ver que aquel hombre también había sufrido a causa de aquella vil enfermedad que azotó Eriador – Puede que conozcas a mi padre, Alpharan, de la casa Maethanoss, nuestra casa es pequeña, pero bien relacionada, mi padre viajaba mucho a Fortnost a reuniones y consejos, de hecho es posible que esté en uno de sus viajes mientras hablamos. Sin embargo nuestras propiedades se encuentran más al sur, más cerca del Baranduin... y de Cardolan. – le resumió en un tono de complicidad, disfrutando de anécdotas de las que, pese a las diferencias, relataban infancias similares, creando así el principio de una amistad, de la que sólo el tiempo podría decir si proliferaría ante las adversidades que les deparaba el futuro.

 

 

 

 

PARTE III

Los nacidos del eclipse

Parte de los Garan Gwalorn comparten recuerdos y sueños.

Theon animó a Arthondir a sumarse a la mesa de los Garan Gwalorn, no en vano él también portaba el ribete rojo, distintivo de un ejército improvisado, que se había forjado en la necesidad del combate, “rojo, que color más apropiado” pensó Arthondir, recordando que fué la sangre la que acompañó a la entrega del suyo. Pese a ser un dúnadan hecho y derecho, Arthondir se sentía apocado en presencia de guerreros tales como Agnor, el Matahuargos, y es que un apodo así no se gana por un par de combates afortunados como fueron los que él libró, de los que salió con vida a duras penas y con una mano inútil, aunque reconocía que el emplaste de la niña Caaniza, le había aliviado en gran parte la hinchazón, y la muñeca parecía estar recuperando su color original.

Sin grandes hazañas que aportar,a Arthondir sólo le restaba sorprenderse con las hazañas de sus compañeros y alabar sus cualidades guerreras, incluso pensó en lo mucho que le recordaban sus proezas a otras que sólo había escuchado en historias y leyendas, “estas hazañas podrían inspirar a los pueblos libres, y devolverle el coraje a los corazones cansados de los hombres” pensó muy seriamente, y aquel pensamientó perduró en la cabeza de dúnadan, mientras los relatos y las sorpresas continuaban.

Theon calló por un momento, pensativo - Y que será de nosotros ahora? Más allá de nuestras lealtades, hemos unido nuestras armas para enfrentar la oscuridad, y hemos vencido. De nosotros depende avivar esta llama para que siga ardiendo. Para mi sería un honor seguir compartiendo mi acero y mi sangre con ustedes.

A lo que Agnor contestó con la bravura que se espera de un héroe de leyenda

- ¡Garan Gwalorn! ¡Sangre y acero!

Parco era en palabras el hombre del norte más mucho dijo con su gesto, Arthondir, que asía ocultamente su pañuelo rojo, dubitativo de si era merecedor de pertenecer a tal grupo de héroes, tomó una decisión, levantó su copa y espetó una respuesta al unísono con el resto de la taberna

- ¡Sangre y Acero!

La parquedad con parquedad se respondió, pero esas palabras significaban mucho más, significaban lealtad y compromiso, fuerza, furia y sacrificio, los Garan Gwalorn seguirían cabalgando juntos.

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09/01/2019, 09:43
Khôradur
Sólo para el director

Khôradur se estaba poniendo su coraza asistido por Bergil. El muchacho se había ofrecido a acompañarle, a pesar de que aún seguía siendo en parte un niño y tenía miedo, pero Khôradur había visto el potencial del muchacho y no dudó en permitir que le acompañase.

Ya sea porque me veo reflejado en él cuando tenía su edad o por otra cosa, estoy seguro que hago bien en que me acompañe.

Se acercó a la ventana y contempló el castillo, aún por terminar, mientras los hombres se preparaban.

El momento aciago y que todos temíamos ha llegado. La Oscuridad va a golpear a nuestras puertas y hemos de hacerle frente.

Observó a los hombres mientras se preparaban. Soldados y milicianos que preparaban sus armas y equipos para dirigirse hacia un destino incierto.

No están listos y no somos suficientes, pero estoy seguro que darán lo mejor de sí para que Sil Auressë sobreviva y tengamos un nuevo día

Sil Auressë, a su memoria acudieron recuerdos del pasado. La llamada de Ayla para que se uniese a un sueño que Khôradur ha hecho como propio. Recordó su llegada a Tharbad en su navío corsario y sonrió con el recuerdo de las caras atónitas y asustadas de sus habitantes al verlo llegar. De las reuniones con Ayla y Curudae para poner en marcha este sueño; los discursos para intentar atraer gente a la aldea, de su marcha, establecimiento, las construcciones. Durante unos minutos Khôradur permaneció ajeno a todo y ensimismado en los recuerdos del pasado de Sil Auressë. De pronto se incorporó y golpeando con su puño el dintel de la ventana.

¡No permitiré que este sueño caiga bajo la Oscuridad!

Al dar un discurso ante las tropas antes de partir, Khôradur observaba a sus hombres. Veía el temor y la duda en sus ojos, pero también la determinación de quien no tiene otra opción y de que de ellos depende el futuro de sus seres queridos.

No me fallarán

Y no lo hicieron. Al llegar al combate lucharon dando lo mejor de sí, aunque veían caer a sus compañeros, a pesar de que el Sol fuese oscurecido por la magia más oscura. Uno a uno lucharon y rechazaron al enemigo.

Son demasiados pero aún así les estamos haciendo frente.

Y tampoco se amilanaron ante la llegada de los trolls, aunque Khôradur se enfrentó a ellos junto con Barendil, consciente de que era mejor un ataque poco numeroso y rápido que lanzar a todos sus hombres contra ellos. Y donde otros hubiesen caído, ellos salieron victoriosos, aunque hubo un momento en que Khôradur pensó que no lo contaría y se vio obligado a tragarse su orgullo y pedir ayuda.

Y el Sol volvió a iluminar, entonces Khôradur no dudó. Pronto se pondría y era necesario aprovechar ese poco tiempo de ventaja e intentar desbaratar al ejército enemigo, o al menos causarle el mayor número de bajas. Ordenó el ataque pero tuvo un error de cálculo, descuidó por completo a los huargos que destrozaron a la compañía que se ocupaba de distraer al enemigo.

Murieron por mi culpa y mis errores

El ataque seguía, Khôradur al frente de sus hombres, dispuesto a vengar a los caídos y por la defensa de Sil Auressë. Corrían hacia el enemigo dispuestos a romper su formación y provocar su desbandada.

Pero el destino es caprichoso y quiso ahora que hubiese dos giros inesperados. Walec, jefe de la milicia se enfrentó en combate singular a Zaboht, uno de los líderes orcos del ejército. Khôradur sabía que si Zaboht caía, tendrían parte de la batalla ganada y confiaba en que Walec pudiese con él, pero Zaboht se impuso ya acabó con la vida de Walec.

Khôradur entonces se dispuso a acabar el combate que inició Walec, lleno de rabia y el ardor de la venganza. Intercambió mandobles con Zaboth, ambos estaban igualados, y cuando Khôradur se dispuso a realizar un poderoso ataque, que si hubiese impactado en su contrincante posiblemente habría inclinado la balanza a su favor, cometió un nuevo error, dudó. Y lo último que contempló fue como una hoja orca se acercaba a su rostro, para notar seguidamente un poderoso golpe y un dolor intenso, como si múltiples cuchillos se clavasen en su piel, antes de que la oscuridad le envolviese y los ruidos de la batalla se apagasen.

Notas de juego

Perdón por el retraso. Esta es la primera parte del epílogo de Khôradur, me pongo con la siguiente que será su viaje por el más allá y su despertar. Ya me dices que te parece.

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09/01/2019, 21:31
Director

¡Está muy bien! Un recorrido por la vida de un grandísimo personaje, y repaso a los eventos de la batalla. Como te he comentado, puedo dividir los textos de Khoradur en varias entregas intercalándolos con otros epílogos. Así no se hace tan largo de leer y se va narrando por partes. Creo que puede quedar bien.

Entiendo que la segunda parte sustituye lo que tengo de antes, ¿verdad? En cualquier caso, lo veré cuando me lo mandes.

Cargando editor
09/01/2019, 22:04
Khôradur
Sólo para el director

Como veas, si crees que esta bien intercalarlo puedes hacerlo. Ya sabes que por mi parte tu mandas, aunque yo me quedo con el alcohol :-D

La segunda parte será resumir el viaje de Khôradur por Mandos como te comenté y que ya posteé en parte. Son nueve páginas que tengo en Word, así que mejor si lo resumo, al menos en la parte del viaje en barco y las visiones de su vida. Cuando llega a Valinor y luego entra en Mandos lo dejaría más o menos igual. La parte final la he modificado ya para incluir lo de Bergil, poca cosa la verdad, pero quiero repasarlo todo antes de enviarlo.

De nuevo perdona el retraso, se me han juntado otras cosas y voy de culo, con perdón. Ahora mismo estoy acabando un post y voy a postear en la partida de Lord Curro, que también le debo un post desde hace tiempo. Creo que a este paso el que queda en cama seré yo, jajajaja
 

Cargando editor
10/01/2019, 00:13
Director

Acudo a ti cuando ya parecía que estaba todo hecho. Solo una cosa. En el texto de la forja, pusiste:

Los saludó con un breve gesto, apenas distinguible. Poco a poco, viendo la sucesión de las caras ante sí, esbozó una franca sonrisa, como de reconocimiento y de alivio. Norión, el sabio sacerdote de los muertos, capaz de lo mejor y de lo peor por alcanzar sus objetivos; Girion, su alumno, el joven de buena bolsa y certera puntería que estuvo a punto de segar la vida de su mentor; Ferrim, hijo de Ferric, recio comerciante enano metido a erudito y a guerrero; Russef Wrings, el saralainni que demostró una y otra vez su enorme compromiso y temeridad; y Eben, su propio discípulo, adusto, evasivo y siempre tras él.

*****

Entre ellos se encontraba, de cierta manera, entre aquellos que lo comprendían. Lo que habían vivido juntos los confirmaba, por su voluntad o contra ella, como miembros de una extraña y selecta hermandad: la de los que habían estado en el claro del monolito cuando la corrupta maldad que lo envenenaba estuvo a punto de desencadenar un espantoso mal en el mundo. Pudo recordar la ansiedad, el miedo, la incertidumbre y el horror. Pudo verlos tras las pupilas de los demás, en el fondo de sus almas.

Y sin embargo... Sin embargo, se sentía en paz. En el ligero silencio, interrumpido por breves ruidos o palabras, se sentía en paz. Por primera vez en... en quién sabe cuánto tiempo. Sacudió la cabeza, se acercó a una ventana y abrió una de las hojas. La luz penetró, dura y rotunda, rebotando en las motas de polvo suspendidas en el aire.

Sí, sí lo sabía, sabía perfectamente desde cuándo no sentía tanta paz. Recordó a Benaldamat, a Ayla y a Thelran, y a otros, a otros... Recordó aquella fatídica misión en Oilad, junto a las marcas de Angmar, su captura y su tortura. Y por primera vez pudo expresarla con palabras, sin miedo. La narró en un tono neutro, desapasionado, casi ajeno pero no exento de ternura (como si fuera la historia de otro hombre al que no conociera pero por el que sintiera instintiva simpatía), para quien quiso oírla.

El párrafo inmediatamente anterior lo he cambiado para incluir una mención a la presencia de Benaldamat y la propia Enila (Sir). Hasta allí bien. Pero acto seguido describes a los presentes y luego recuerdas a los ausentes, y me parece que falta situar mejor a Benaldamat que cuando hiciste el texto no se contemplaba tenerle en cuerpo presente. ¿Cómo lo ves? Al menos una definición al estilo del que dedicas al resto de los Guardianes.