Partida Rol por web

Al poco de salir del despacho del profesor, y mientras veíais alejarse a Hachi, el vicedirector salió también de su despacho, cerrando la puerta con llave.

 -¿Van al salón de actos por un casual? Entonces permitan que les acompañe. Después de todo tengo que ir hacia allí para terminar de supervisar los detalles de la celebración, la cual comenzará...- el profesor sacó un reloj de bolsillo del interior de su abrigo -Dentro de media hora si mi reloj está en hora. Y aún quedan bastantes cosas por hacer, si quieren echar una mano, su ayuda será más que bien recibida.

Y así, juntos comenzasteis a caminar hacia el salón de actos en compañía del profesor Witchward.

Junto con el profesor Beleem, llegaste enseguida al ala de los despachos de los profesores. Y nada más llegar os encontrasteis con el profesor Cavanaugh en el pasillo, hablando con la profesora Copperpuff.

 -Si de verdad sus plantas han sentido eso, querida, habrá que avisar a la directora de inmediato. Esto es algo que no podemos dejar que se expanda por el instituto.

El porofesor Cavanaugh, el mayor experto en tecnomagia del mundo, estaba de pie al lado de la diminuta profesora Copperpuff, de espaldas a vosotros. Iba elegantemente vestido con una casaca de terciopelo y pantalones de traje, dando una imagen de lord inglés de los antiguos.

En su voz se apreciaba un tono preocupado y a juzgar por la conversación... Parecía que algo no muy bueno estaba pasando.

 -Sí, mis pequeñas jamás se equivocan al identificar una fuente de magia y... ¡Oh! ¡Profesor Beleem! ¿Qué pasa?

La profesora en cambio estaba mirando en vuestra dirección, divisándoos con claridad en cuanto os acercasteis. Detrás de la pequeña profesora había un carrito con un par de cajas, llenas seguramente de pastelillos de flores.

 -Nada importante profesora Copperpuff, sólo veníamos a ayudarla a llevar sus pastelillos al salón de actos. ¿Va todo bien?

El profesor te miró y luego miró a la profesora. Al final aquel inocente favor iba a acabar como algo más...

 -Bueno...

La profesora te miró, dudando si contarlo delante de un alumno. Después de todo, era labor de los profesores garantizar la seguridad de los alumnos.

 -No es nada, ya se lo comentaré más tarde. ¡Ahora vamos al salón de actos, que mis pastelillos se van a enfriar!

Aki, sin ser propiamente curioso – al menos sin ser curioso en el sentido de ser importuno – tenía un afán casi insatiable de saber. Y evidentemente le estaban escondiendo algo.

El chico saludó con una profunda inclinación de la cabeza, no solamente por cortesía, sino también para darse el tiempo de pensar en un medio de obtener una respuesta sin incurrir en la desfachatez de presionar a sus profesores.

„Veo que es nada importante que sus plantas, señora Copperpuff, han sentido algo - una fuente de magia parece – aunque de verdad parece preocuparle, así que al profesor Cavanaugh… ¿Puedo ayudarlo llevando sus pastelillos?“ murmuró con aire demasiado inocente en un cambio de tema brusco, y se avanzó hacia ella, echando una mirada distraída sin ser distraído al par de cajas detrás de la profesora.

El profesor Cavanaugh miró primero al íncubo y luego a ti. Asintió a tus palabras y fue a echarte una mano, haciendo levitar las cajas de la profesora Copperpuff que tú no habías podido coger.

 -El muchacho tiene razón. Para ser nada, es algo. Y creo que es un algo que deberíamos explicar a los alumnos, para que estén prevenidos por si lo ven.

La profesora se frotó las manos, nerviosa.

 -Sí, no niego que tiene razón, profesor Cavanaugh, pero... No estoy segura de que sea lo que creo que es. Por eso antes de dar la alarma, quiero consultarlo con el vicedirector.

La pequeña hada se te acercó para decir:

 -No es nada personal. Hay cosas que es mejor qeu no salgan del círculo de los profesores.

Evidentemente la curiosidad de Aki estaba picada, pero sabía respetar la palabra de los miembros del profesorado tanto como los de sus propios padres. Si no por torpeza, al menos por malicia nunca caería en el pecado de ser importuno o hasta insolente.

“Comprendo que no quiero explicarme de que se trata”, repuso, desde luego, a la profesora Copperpuff. “No se necesita decirlo porque va por descontado, pero aún así le aseguro que no voy a decir nada a nadie de lo que acabo de escuchar aquí.”

Ya se acercó a la puerta con las cajas de pastellilos que llevaba porque sentía que su presencia aquí era de más. La profesora Copperpuff tenía que continuar con sus indagaciones y más pronto las habría terminado, más pronto podría tomar medidas, si resultó ser menester recorrer a ellas, por la seguridad de los alumnos y de toda la Academia.

La profesora asintió.

 -Es por tu seguridad. Si es necesario, el vicedirector os explicará todo lo que tengáis que saber.

Dicho esto, la profesora retomó el camino hacia el salón de actos.

El profesor Cavanaugh se pudo a caminar a tu lado. Parecía pensativo, como si cavilara alguna antigua verdad temporo-espacial. Finalmente te miró y dijo:

 -Por si acaso no abras cajas pequeñas de madera con grabados misteriosos, muchacho.

Aki alzó la cabeza mirando al profesor Cavanaugh a su lado y asintió gravemente. Tomaría los consejos del profesorado siempre a pecho. Había que trazar la línea de demarcación entre un espíritu de aventura, por cierto de nada reprehensible, y la falta de prudencia, lo absolutamente reprehensible.

“En cuanto encuentro una, se la llevaré de inmediato, profesor”, aseguró.

Por cierto deseaba hacer más preguntas, pero confiaba en que la vicedirectora le diría a él y los demás alumnos todo lo que necesitaban saber.

El viejo profesor asintió satisfecho.

 -Eres un muchacho la mar de avispado. ¿Cómo te llamas y en qué curso estás? Y más importante, ¿por qué estás aquí? ¿Qué esperas conseguir de esta academia?

Eran muchas preguntas a la vez, las del profesor, y Aki trató de contestarlas con detenimiento. “Gracias por el cumplido, profesor. Me llamo Aki Goro y estoy en el primer curso. Cómo he llegado a una academia de magia… Bueno… los médicos hicieron experiencias conmigo porque mis padres notaron que, inadvertidamente, me pasé mucho tiempo sin beber ni comer y es como si… como si los instintos básicos no tuvieran dominio sobre mí, incluso el instinto de supervivencia. Los médicos concluyeron que puedo tener cierto potencial mágico: pudiendo manipular mi cuerpo, quizá podría manipular la materia misma. Luego mis padres hicieron los trámites para inscribirme en la Academia. Y lo que me espero de este lugar… Lo que, creo, todos anhelamos: poder realizar plenamente nuestro potencial, ser quien somos, y al máximo. La auto-realización completa es el colmo de la felicidad, dicen. Y lo creo. En cuanto a mí, esto significará desarrollar la magia en mí para utilizarla para el bien de todos.”

Operar para el bien común, esto era una frase que podía decirse fácilmente, y por cierto muchos la dijeron por pura conveniencia. Sin embargo, Aki era así de idealista que en su boca no sonaba falsa: el chico, teniendo de todas formas todo el día la cabeza por las nubes, creía realmente en algo como un “bien común”.

El profesor parecía bastante intrigado por lo que le estabas contando.

 -Y, ¿has pensado un nombre para ese estilo de magia particular tuyo? No a la capacidad de modificar materia, eso no es nada nuevo, sino a la de no necesitar sustento. Hay criaturas que no necesitan alimentarse para sobrevivir, pero son escasas y normalmente inorgánicas. Tu caso es el primero del que oigo hablar. Así que date prisa en bautizar tu nueva corriente mágica con un buen nombre, antes de que un idiota lo descubra y le ponga un nombre como tecnomagia, por ejemplo.

Aki empalideció de súbito.

¿Cómo, el profesor nunca ha oído hablar antes de este tipo de magia? ¿Acaso incluso en el mundo de la magia soy un ser aparte, particular?

Sintió un leve mareo. Si había querido una cosa llegando aquí, a la Academia, fue de no ser más el raro. El chico que salía de las normas, con quien nadie podía relacionarse, y que no podía relacionarse con nadie, porque sentía que un muro de diferencia infranqueable estaba alzado entre él y todos los demás.

“Profesor...”, balbuceó, “esto… ¿no es frecuente, que alguien se descubre un tipo de magia nuevo?”

Porque, si todos fueran particulares, Aki podría respirar de nuevo: su particularidad no podría salir de las normas, porque no habría más normas.

 -Muchacho, se descubren magias nuevas todos los días. La inmensa mayoría son variantes de magias que ya existen y algunas pocas son corrientes nuevas de los caminos de la magia. En tu caso, el talento que tú tienes parece ser una variante de la alteración de la materia. Produces energía o materia que te mantiene nutrido sin tomarla del exterior. O quizás de pequeño te tragaras un generador mágico de energía perpetua, quién sabe. La cuestión es que es una rama nueva que merece ser nombrada.

 -¿No es como el caso de aquella muchacha? Esa que descubrió que tenía la habilidad para cambiar el aspecto, tamaño y características de sus dientes. Dentomorfia creo que lo llamó, ¡era una chica más avispada!

 -Ah, sí, ya me acuerdo. En la fiesta de graduación se hizo una foto con la sonrisa más grande y llena de dientes perfectos que puedas imaginarte. Era una alumna con mucho talento y muy estudiosa. Ahora creo que tiene una clínica dental para criaturas mágicas con muchísimo éxito.