Partida Rol por web

Farkas estaba en el patio cuando la comitiva irrumpió escandalosa en él. Aunque no había tratado mucho con él conocía al pequeño noble Kars Kadar pues era pariente de su Señor y alguna vez habían coincidido. Se quedó mirando con curiosidad.

¿Que está haciendo aquí?

No es que a Farkas le importara demasiado, pero le parecía curiosa la visita dado que su Señor se encontraba de viaje. Supuso que el Chambelán Otto o el Senescal atenderían al recién llegado y se enterarían de sus intenciones. Decidió esperar a que alguno de ellos apareciera para hacerse cargo de la situación antes de atender un pequeño asunto pendiente.

- La sirvienta Enrietta salió anteriormente hacia la zona del servicio.

Iacobus asintió hacia Zuyla. Lo cierto es que veía claramente por qué el Duque habría querido solicitar la presencia de los Dravescu, pero imaginaba que alguno de ellos tenía que tener algún otro tipo de motivaciones. Lo cual, casi era evidente, no había sucedido. Habían obedecido por mero miedo a represalias, y habían llegado sin intención alguna de aprovecharse del mandato. En fin, quizás se había equivocado un poco con ellos. Ahora había que ver qué hacían.

- Ah, la Corte es peligrosa hasta por el filo de su silencio. O por el modo en el que neutraliza los espíritus y las lealtades. Qué puedo decir.

El viejo Dravescu leía bien el tablero, y él no tenía más que agregar. Aunque la idea… Cierta idea comenzaba a caer en el fondo de su cabeza, lo que le llevó a fruncir las cejas. Ya había visto esto una vez. Quizás fuera… Joder, entonces le daba otra perspectiva respecto a Durius. La cual, de todas formas, no cambiaba en absoluto las cosas.

- A Valru le arranqué la cabeza de los hombros – respondió el caballero, sin arrogancia ni orgullo, sólo describiendo la situación – Durius cayó muerto con heridas en el torso, por lo que ni siquiera necesité levantar la espada para decapitarlo. En cuanto al Duque, ¿realmente me lo preguntas? – Iacobus no pudo evitar sonreír a medias, de costado – Como reaccionaría cualquiera en su posición, preocupado respecto de que se hubieran desobedecido sus órdenes.

La otra pregunta, en sí, era una estupidez. Pero Iacobus veía la intención detrás de esas palabras, e inclinó un poco la cabeza, los ojos oscuros, insondables.

- ¿Me estás preguntando qué sucedería en caso de que dieras en comprobar que alguien… pongamos por caso, el Duque, no fuera humano?

Se podría haber escuchado caer un pelo al piso, ante el silencio que se produjo en aquel momento. Zort respiró ondo, y asintió con firmeza.

- Eso te pregunto. El Duque, Durius, los Guerreros de Sangre, o el resto de la corte magyar. Hay muchos de ellos entre nosotros...

Sus ojos denotaban seguridad. A pesar de los años había aún fuego en ellos.

- “Ni he tenido tiempo ni voy a tener…”- pensó al escuchar los gritos. Debido al imprevisto problema que nada más entrar ya estaba maldiciendo a los pobladores del castillo Otto tendría que retrasar su reunión con Zort Dravescu. Así que con resignación se encaminó hacia el portón por el que acababa de entrar el discreto noble.

- Noble Kars Kadar, qué placer más inesperado.- E inapropiado, intempestivo e indeseado.- No sabíamos que contaríamos con vuestra presencia hoy, si no hubiésemos mandado a alguien a buscaros a la ciudad para que vuestro camino hasta aquí hubiese transcurrido sin incidencias.- El mayordomo hizo una leve reverencia al recién llegado a modo de saludo antes de presentarse.- Soy el Chambelán Otto de Sajonia.

Esperó para ver si quería decir algo antes de invitarle a que le acompañara al Salón del castillo. A lo mejor con un poco de suerte, que Otto sabía que nunca había tenido, el noble Kars aprovechase aquel momento para que le dijese sin ambages qué era lo que quería, porque si estaba allí seguramente quisiese algo. Al fin y al cabo los familiares lejanos tan solo se muestran cercanos cuando necesitan algo.

El noble fulminó con la mirada al chambelán, y tras unos tensos segundos, respondió:

-¿Chambelán? Necesito hablar con el Duque, parece que vosotros sus siervos no sois capaces de mantener los caminos en un estado aceptable. Si las tropas magyares siguieran aquí...

De repente se gira hacia el carro, y grita:

-¡Y tú, maldito escudero cobarde, sal de ahí antes de que decida darte una paliza aquí mismo!

A los pocos segundos, sale del carro un chico joven, que parece un escudero por sus ropajes.

En ese momento fue Zuyla quien contuvo el aliento. Sí, ser tan directo podría resultar de una utilidad pasmosa. Tanta utilidad ocmo peligro suponía el que el Caballero de los Cárpatos no estuviera de su lado, sino del  lado del mal. Ahora sólo rezaba esperar a ver qué decía aquel peligroso hombre.

- "¡Sí, mi señor!" - El escudero baja del carruaje y se dirige al Chambelán Otto.

- "Tío Jensi, os presento mis respetos, soy Rodrik... ¡Oh, perdonad! Vos no sois el Senescal Stolnic..." -

La mirada de Iacobus, que se mantenía fija en Zort, pasó por un instante a Zuyla. No era inexpresiva, simplemente era... indescifrable.

Estos dos están buscando la muerte. Y me lo están diciendo. A mí. Je.

El silencio cayó sobre la capilla como si se tratara de la densa oscuridad de un atardecer de invierno. La inmovilidad sólo parecía rota por el escaso y trémulo crepitar de una llama que no otorgaba suficiente luz a semejante ausencia. Acababan de pronunciarse las primeras palabras de una sublevación a la expectativa, la primera piedra arrojada desde un santo hacia el nido de pecadores. Todavía el eco de su caída retumbaba en las mentes que habían osado escucharlo, y parecía que se fundía con la figura pagana del altar, de la religión que lo había empezado a aplastar todo.

¿Y si fuera realmente cierto? ¿Si realmente esto fuera un nido de bestias? 

Las cejas de Iacobus habían dejado su posición fruncida desde su última pregunta. Pero las sombras que caían sobre sus ojos se parecían mucho a las que habría de traer el ceño como si fuera una única y apretada línea. A él, en fin, no le importaban las consecuencias de aquello. Ni la posibilidad cortesana, y obvia, de que aquello fuera una pantomima hecha con el propósito de hacerle pronunciar palabras las cuales, en sí, no significaban más que eso. Las acciones eran otra cosa. Y él, a fin de cuentas, era un hombre que caminaba por la línea.

- Eres consciente de que, con esto, estás cavando tu propia tumba, ¿verdad?

Tras lo que parecía una eternidad, la voz de Iacobus sonaba extraña, como recién descubierta.

- La noche está llena de mierda, Dravescu, y creo que lo sabes mejor que tu hijo y yo juntos. Ahora bien, ¿cuál es tu problema? ¿Que existan, o que manden? - el caballero observaba al viejo, sin hostilidad, y luego miró a Zuyla - Te pregunto lo mismo. ¿Tú qué opinas?

Quizás era extraño escuchar de semejante hombre una llamada a la reflexión, o un interés, o lo que fuera que encerraba esa pregunta y su propia actitud, del mismo modo que había sido tan extraño reconocerle la capacidad de sutileza.

- “Problemas…”- confirmó tras recibir la fulminante mirada del noble, mirada que rehuyó. Lo último que Otto quería en ese momento era una lucha de voluntades. Prefería retirarse del combate y que el furioso Kars Kadar se diese por vencedor. Quizá con esa supuesta victoria en su haber se endulzase un poquito su carácter.

- Un placer conoceros, Rodrik- saludó al despistado escudero al que ya se imaginaba saludando a algún porquerizo con los honores que se le debían exclusivamente al Duque.- “Dios no lo quiera o me tocará preparar otro entierro.”- Un funesto pensamiento tras el que se giró para dirigirse al miembro del Clan Kadar.

- Lamentablemente el Duque no se encuentra en el castillo y no esperamos que regrese en breve. Si sois tan amable de acompañarme al salón principal podremos tratar ese tema junto al calor de un fuego y con una copa de vino entre las manos. Incluso allí podréis reunir a vuestro escudero Rodrik con su tío.

Esperó a que Kars aceptara su invitación antes de dar las órdenes pertinentes a los lacayos para que se hicieran cargo del carro del noble y sus caballos, además de pedirle a Visany que llevara vino y copas al salón.

-Muy bien, vayamos al Salón... Pero si no está el Duque, exijo tratar directamente con aquel que haya sido dejado al cargo. Una afrenta así exige ser atendida por las más altas instancias-dijo el noble, mientras se preparaba a seguir al Chambelán. Se giró y dijo-Rodrik, ¿a qué esperas? Y vosotros, quitad el carro de en medio y esperad allí. 

-Sí, señor, ahora mismo-dijo el escudero, aproximándose tras su señor. 

Mi respuesta es evidente. No me llaman matavampyr por nada, caballero respondió muy seriamente el tercer caballero de la Corte. Ante todo, soy un siervo de Dios Nuestro Señor, y esas criaturas son agentes del maligno. Si debo entregar mi vida para acabar con ellas, no será la primera vez que me hallo ante esa decisión.

La pregunta del caballero sorprendió a Zort. Parecía que era mas de lo que demostraba.

- Su sola existencia es un peligro para todos. Pero que nos gobiernen... Negó con la cabeza. No seremos el rebaño que decidan cenar hoy o mañana. Por otro lado considero que es lo correcto. Tal vez a muchos les resulte extraño, pero los Dravescu siempre fuimos Caballeros, mas allá de portar una espada o no. Hecemos lo que creemos correcto y defendemos a quienes podemos. Puede sonar estúpido para algunos, pero asi somos. Nos preocupamos por los nuestros, por los campesinos, por los mas débiles. Vivimos y morimos por ello. Asi murió murieron mis sobrinos, luchando, el Knezi Tiberiu Bratovich, su hermana Vladana, y hasta... Vladimir.

La voz de Zort titubeó al nombrar a su otro hijo, Vladimir Dravescu. Hacía tiempo que no pensaba en él. Tal vez así era mas facil soportar lo que había ocurrido, la falta de respuestas acera de él.

- Lucharemos, de una forma u otra... con hierro y fuego, con inteligencia y paciencia. En este lugar las posibilidades de vida parecen cortas. Si moriremos, nos llevaremos unos cuantos con nosotros. ¿Que harás tu Caballero?

Farkas dejó que los recién llegados se marcharan en compañía de Otto y los siguió con la mirada. Si le requerían para algo le avisarían, sino ya estaban el Senescal y el Chambelán para encargarse de ello, junto con Durius claro estaba.
Farkas se dirigió hacia las mazmorras del castillo.

- El sirviente Cyrus, del séquito de la dama Svitlana Basarab, sale al patio a comprobar qué es tanto estruendo de caballos.

Mientras se dirigía a las mazmorras Farkas vio salir al patio a uno de los sirvientes Basarab.

No debería estar aquí.

Se dirigió de inmediato hacia él y se puso delante impidiéndole seguir viendo nada.

-Será mejor que salgas corriendo y te encierres en la habitación de tu señora, a no ser que quieras acompañarme a otro sitio. Ahora mismo iba a las mazmorras.

El tono de Farkas era claramente hostil y nada amistoso, incluso más de lo que solía ser habitual en él.