Partida Rol por web

Todos se habían reunido en el patio del castillo, el duque marchaba y era el deber de cada uno de los habitantes y huéspedes despedirse como es debido. Su partida solo podía desencadenar dos cosas; un incremento de la paz en el ambiente o la posibilidad de un desorden y locura más preocupantes, y eso era algo que me hacía estremecer.

Mantuve mi posición corvada y serena, mi estatus social no me permitía tener la cabeza erguida ni mirar por encima del hombro a nadie. Me quedé detrás de mi señor Durius sin mediar palabra, debía mantener la boca cerrada y los ojos y oídos bien atentos ante cualquier información. Solo me quedaba ejercer algunas reverencias a los nobles y despedir al duque con respeto y una formal reverencia, aunque los lacayos y siervos apenas seríamos vistos, ni siquiera éramos importantes, pero nuestro deber era ese y si no lo cumplíamos... bueno, el castigo lo sabemos todos.

Dubieta se dirigió al patio con la cabeza erguida y cogiendo a su hijo de la mano. Se detuvo y miró a su hijo.

- Querido, ya sabes que hoy es un día especial y debes despedir al gran duque con total respeto - pasó su mano por el rostro del muchacho, acariciándolo suavemente - sé que lo harás bien - besó su frente.

Se volvió a poner firme y miró a sus guardias Tomescu y Schaar dedicándoles una leve sonrisa como saludo. Luego observó a Radovina, con la que debería hablar después para organizar el viaje para honrar la memoria de su difunto marido y padre de Tiberiu.

¿Sería la asucencia del Duque un período de paz? De ninguna forma. Seguramente las cosas se pondrían feas pronto. Con los dos primeros Caballeros enfrentados entre si, y sin la mediación de Gyula, los pronósticos no parecían buenos. Habría que prepararse para ver mas sangre. Y esperar que no fuera la propia...

Zort se paró junto al resto de los habitantes de aquel condenado lugar, siguiendo el protocolo establecdo para la ocasión. Los observó con curiosidad. Era casi irreal que hubieran tantas muerte, y aún así, estuvieran todos allí, como si nada pasara.

Había sido llamado al patio para despedir al Duque, que partía hacia tierras lejanas en busca de su amada esposa, y allí estaba, apoyado sobre mi bastón mirando como el carro cruzaba las puertas del castillo. Miraba pero realmente no veía nada, pues mi mente se crentraba en otros asuntos. Por suerte no era aquella una tarea que precisara de mi atención.

- "Arff..." -

- "Groarrr..." -

Allí estaba Iacobus. No en las sombras, no en la luz, simplemente en un discreto segundo plano. Ataviado con su armadura, pero tan tranquilo como si llevara sólo sus ropas habituales, observaba los alrededores y las reacciones de la gente. Sabía perfectamente en qué redundaría la marcha del Duque, en lo referido a él, pero estaba bien. Sabía asimismo los movimientos que se habían producido al interior del Castillo, había que ser ciego para no notar lo que sucedía. Mas las cosas, como todas las cosas, inexorablemente conducirían al mismo sitio, un sitio donde todo acabaría del mismo modo.

Iacobus observaba, en silencio.

El Duque se va a sus Feudos en Hungría, o eso se dice, y al parecer el Caballero Durius estará al frente del Palacio y por ende de Transilvania hasta el regreso del Duque.

- Esperemos que la "enemistad" entre el Caballero de los Cárpatos y el Caballero Durius no afecte en demasía a la vida en Palacio. - pienso al ver la comitiva del Duque preparada para partir.

Mientras la escena se desarrolla permanezco en segundo plano junto al resto de sirvientes observando todo cuanto acontece en el Patio del Castillo.

Farkas salió al patio del Castillo donde ya se habían congregado muchos de los habitantes del mismo. Su rostro reflejaba una seriedad y un desencanto más marcados de lo habitual. No le gustaba aquel viaje del Duque, sobre todo porque por primera vez en muchos años el no le acompañaría.

Todo por culpa de estos inútiles transilvanos que no saben más que pelearse unos con otros todo el tiempo. Debería haberlos arrasado a todos.

Miró con envidia como sus guerreros de sangre acompañaban a su Señor como escolta mientras él tenía que quedarse allí. Al menos no se llevaba a toda la corte, unos pocos leales al Duque se quedaban allí para intentar que todo estuviera igual cuando volviera. Un trabajo que a Farkas se le hacía en aquellos momentos casi imposible, pero que intentaría cumplir hasta las últimas consecuencias.
Se quedó allí quieto e impasible con la mirada puesta en el Duque y en su carruaje, aunque de vez en cuando repasaba con la mirada a todos los allí reunidos evaluando los problemas que le podrían causar durante la ausencia de su Señor.

- La armadura del Caballero de los Cárpatos está impecablemente limpia y pulida. Nada que ver con el aspecto que presentaba aquella noche tan aciaga.

- A su Escudero, Krevcheski, tiene que haberle costado semanas de duro esfuerzo dejarla así de nuevo.

La marcha del Duque era inminente y el Senescal estaba, como el resto de los habitantes del castillo, en el patio para despedirse de él. El Senescal sabía de primera mano que su marcha no significaría nada en los asuntos del castillo, todo lo contrario. Tanto él como Durius (sobretodo este último) deberían hacer frente a los numerosos retos que pudieran surgir y actuar de la mejor manera posible. Un fallo en esto podría ser un verdadero problema a la vuelta de su Señor que estaría bien informado por su servidor Farkas. 

El Senescal camina hasta colocarse cerca de Durius al cual hace una ligera inclinación de cabeza, y cerca de él espera paciente la llegada del Duque.

El Guerrero de Sangre sonríe con ironía al Primer Caballero Durius Tremere. Después se inclina con respeto ante Farkas Deli, su superior.

- "Grrr..." -

El Duque se asoma a la ventanilla de su negro carruaje y mira a sus principales lugartenientes.

- "Senescal. Secretario. Vosotros dos gobernaréis mis dominios de Transilvania en mi ausencia. El Senescal Stolnic es el guardián del Sello Ducal. Todas las decisiones deberán contar con su aprobación.

El Chambelán Otto sabrá administrar los asuntos del día a día del Castillo, así como agasajar a posibles visitantes nobles. Le asistirá en sus tareas el anciano Zort Dravescu.

El Capitán Zarak velará por la seguridad del Castillo y de toda la ciudad como Alguacil de la misma. Espero que sea asistido en esta tarea por el Segundo y Tercer Caballeros de la Corte...

Carcelero se encargará de castigar a quienes deban ser castigados. Las posibles ejecuciones llevarán la firma del Secretario y el Sello Ducal estampado por el Senescal.

Farkas Deli protegerá a la Corte en su conjunto sin someterse a las órdenes de nadie, aunque tampoco tendrá potestad para dar órdenes.

Otto, espero que los esponsales de las Damas Dubieta y Radovina con el Senescal y el Caballero de los Cárpatos se desarrollen a la perfección. Idealmente en la Capilla del Castillo en una doble ceremonia llevada a cabo por el Padre Adelmus.

Espero que el Reverendo Padre Adelmus desarrolle un nuevo amor y fidelidad por el Duque y acepte de buen grado el cargo de Padre Confesor de la Corte. Si no entrara en razón, tal vez Carcelero pueda mostrarle cual es su lugar en el actual orden de cosas de Transilvania.

Senescal, acércate." - Le tiende dos pergaminos enrrollados y sellados con lacre.

- "Estos son mis regalos de bodas para ambas parejas. Serán entregados en ese mismo momento, refrendados con la firma de Durius y sellados por ti con el Sello Ducal.

Durius, confío en ti para devolverme mis dominios Transilvanios en el mismo estado en que te los entrego, en el plazo de un año." -

El lacayo asistió al patio para cumplir con el protocolo ducal, pero no dejo de hacerlo con cierto hastío. Sus ojos recorrían el lugar y las caras de los presentes, registrando sus expresiones. La escena en el castillo iba a cambiar en los próximo meses y las nuevas posibilidades alimentaban la paranoia del sirviente.

Permaneció en su lugar, sin pronunciar palabra junto al resto de sus compañeros.

La noche es fría en Alba Iulia y todos los miembros de la Corte y servidumbre se reúnen en el patio del Castillo para despedir al Conde Gyula Kadar, que partirá en busca de su esposa. No me puedo imaginar a la mujer de aquel hombre tan tétrico y despiadado. Debe ser una mujer asustada y sometida o una criatura tan inhumana como él. Sea como sea, la conoceremos probablemente el año que viene.

Mis ropas de paje son lo más elegante que he vestido en toda mi vida y me mantengo junto al Maestro Maserrak de Flambeau que parece totalmente distraído. Miro a los presentes con detenimiento y escucho las palabras que el Duque dedica al resto desde el interior de su carruaje. Miro a Durius que quedará a cargo del Castillo y de toda Transilvania por un buen tiempo, junto con el Senescal. Le miro e intento saber qué es lo que piensa.

Mi mirada recorre a todos los presentes y se detiene en el Caballero de los Carpatos. Si los rumores que hoy hace meses son ciertos, él fue quien mató al Sargento Dominik. Es por eso que mi madre se ha quedado sin pretendiente y yo sin un maestro en armas. No he comenzado mi entrenamiento en combate como lo deseaba por culpa de su fallecimiento y mi madre seguirá soltera por lo mismo. Me molesta pues deseo ser capaz de defender a mi madre y defenderme a mí mismo de una espada asesina desde el día en que vi a la mujer guerrera Basarab ser asesinada. Vi como un arma es capaz de arrebatar la vida y me horrorizó saber que no soy capaz de interponerme entre el aciago filo y un ser querido. Dicen las malas lenguas que el Sargento murió defendiendo a Durius. Eso no es lógico, pero de ser así, su muerte habría tenido un significado valioso, habría sido honorable. Quizás nunca sabré las circunstancias reales.

Han pasado varios meses, casi un año y creo que en este tiempo me he endurecido por las cosas malas que he visto a mi alrededor. Mi vida antes de la Corte era sumamente simple, solo libros y conocimiento, pero ahora, sin descuidar lo anterior, he visto la vida tal como es y he contemplado la violencia entre los hombres. A veces hay cosas que no entiendo y que ninguno de mis compañeros estudiantes hace, entonces le pregunto al Maestro de una forma que no entienda mi intención, para responder mis preguntas sin que se de cuenta de cuan profundo me ha tocado la forma en que han ido sucediendo las cosas.

Ahora veo al Duque irse y no sé que es lo que eso significará. Sé que si los rumores fueron ciertos, Durius tendrá problemas para mantenerse pues sus hombres de confianza han muerto y en el Castillo seguirán los hombres de confianza del Duque, como es el Caballero de los Carpatos y ese tal Farkas. Si Durius muriese durante ese tiempo el que más beneficiado saldría sería el Senescal, que quedaría a cargo de todo el país durante la ausencia del soberano. Creo comenzar a entender los sentidos políticos detrás de los actos de violencia, pero aun hay cosas que no entiendo bien.

A veces me pregunto por qué debería esforzarme tanto en conocer todo esto y no solo servir como se espera de mí. La respuesta es simple: Soy un plebeyo. De un noble se esperan cosas y si no las cumple no importa mucho pues su titulo y sangre aseguran su valía, pero para alguien como yo la vida no es fácil aun cuando se tienen los dones. Debo esforzarme por ser el mejor y estar siempre un paso por delante para ser no solo valioso, sino irreemplazable. Solo eso me asegurará el porvenir que mi familia merece y para eso debo dar todo de mí y dejar mi infancia atrás, si es que alguna vez tuve una.

Salió de noche en el patio del castillo. Llevó a sus hijos de la mano y los colocó por delante de ella, dándoles un beso a cada uno en la frente.

Su cabeza era alta y, a pesar de su condición, no dejó en ningún momento de sentirse orgullosa. Esperó a que todo aquello se acabara pronto ya que odiaba estas reuniones nocturnas.

Mucho tiempo pasó desde aquella noche en la que asesinaron a Giorgina. Los culpables estaban delante de ella. Al ver al Caballero de los Cárpatos y su armadura impecable una imagen espantosa volvió a su mente.

Apretó a sus hijos hacia ella y cerró los ojos por un instante. Muchas preguntas vinieron a su mente y lo más inquietante era el futuro de sus pequeños.

Llegamos a la noche para despedir al duque, a pesar del tiempo que había pasado, nada había cambiado en nuestros corazones, había menos gente y no nos habían dicho que paso, pero el ambiente vivía oliendo a sangre.

Mire a todos los presentes con la cabeza en alto, cuando vi al caballero de los Cárpatos solo puede apretar mis labios al recordar a mi tia Giorigina, lo mismo iba para el duque, pero ahora solo debía demostrar mi resolución y mi orgullo Basarab, mostrándome firme y cordial frente a la despedida, cuando mi madre nos apretó contra ella no me moví, pero lleve mi mano encima de la suya y se la acaricie, aun mirando al frente...

El capitán escucha atento y respetuoso las órdenes de su señor el duque. Luego hace una reverencia

- Daré lo mejor de mi - dice simplemente mientras se queda pensando con cierta preocupación que atraviesa su normalmente irónica sonrisa. No, no le gustaba la marcha de su señor, por muchas razones. Además, ¿qué posibilidades había de simplemente tener en la misma habitación a Durius y a Iacobus? Pero no deja traslucir esas dudas más que en una mayor seriedad en su gesto. El pensar que el duque va a marcharse, sin embargo, eso es otra historia.

Debería ir con él. Es necesario que... niega para sí. Tiene que ser digno de la misión que le ha conferido.

- Estoy convencido que vuestro viaje será agradable, y que la señora pronto regresará con vos - dice con ánimo

Durius se limitó a asentir mientras el Duque daba sus últimas instrucciones, pero ante su última petición, sonrió.

-Mi señor, Transilvania os llegará en el estado que el sello ducal establezca, pues es su refrendo el que establecerá qué medidas se llevarán a cabo. Es el Senescal a quien deberiais extender vuestra demanda, no a mí, si bien sabéis que haré cuanto esté en mis manos para que vuestro feudo se conserve intacto -dijo con una leve inclinación-.  Os deseo un buen viaje, mi señor Duque.