Partida Rol por web

Kate recordaba bien su último encuentro con Jonas, ese que se suponía era su padre.

El zarrapastroso viajero que parecía un mendigo más que un padre la miraba con ojos brillantes mientras pronunciaba las palabras que se suponía debían servirle para llevarla con él. Lo coronó todo con un:

-Porque soy tu padre y tu deber es estar conmigo.

Todo el Clan estaba observando, ya fuese allí mismo o desde sus puestos de trabajo. Las Furias Negras no parecían nada contentas, sobre todo Ismene, que echaba humo por las orejas, pero dejaron que el Caminante Silencioso hiciese su petición.

Las palabras de Ashley golpearon a Kate como un puñetazo en la boca del estomago, haciendo aflorar en su mente el último encontronazo con Jonas. Lo que tendría que haber sido un día normal y corriente para la joven se reveló como un encuentro ineludible cuando el Caminante se personó en el túmulo respetando todas las convenciones, pidiendo permiso para entrar y entregando un generoso chiminaje para costearse el derecho de paso.

Antes de que ella fuera consciente de qué estaba ocurriendo o Ismene pudiera ir a buscarla para advertirla, Jonas se había plantado en el centro del campamento, solicitando cortésmente la presencia de los Ancianos, declarando que estaba en su derecho de reclamar a su hija. No importó el hecho de que Kate ya hubiera pasado su rito de Iniciación y escogido su propio camino: Jonas abogó por el derecho de todo padre a hacerse cargo de su prole, y se le escuchó.

Kate le observó durante todo su discurso, apostada al lado de Ismene a pocos metros de él, sintiendo la rabia bullir en su interior mientras hacia un esfuerzo sobrehumano por contenerse, por mantenerse quieta y a la espera. Pese a lo que sentía, sabía que en aquel momento no podía intervenir, llevaba el suficiente tiempo entre los garous para saber que en muchas ocasiones las formas eran casi tan importantes como el fondo. Poco importaba que la petición de Jonas fuera egoísta, que no gustara a su hija ni a la mitad del clan o que en realidad llegara tarde al ser ella ya un garou de pleno derecho. Había cumplido las formas, había que escucharle. Interrumpirle en ese momento hubiera sido darle la razón.

Pero cuando Jonas se giró directamente hacia a ella y culminó su discurso con aquellas palabras, la joven no pudo contenerse más. Con grandes zancadas y una seguridad inaudita en ella se acercó hasta él, rabiosa, sedienta de venganza. Sin pensar en lo que hacía ni quién estaba mirando ni las consecuencias que sus actos iban a tener empujó a su padre con todas sus fuerzas, obligándolo a retroceder un par de pasos.

- ¡Tu no eres mi padre! - Gritó en el enmudecido campamento. - ¡Jamás lo has sido y jamás lo serás! ¡No hay nada aquí que te pertenezca, así que piérdete!

A dos pasos de él, Kate tenía serias dificultades para mantener la compostura. Todo en su ser clamaba por acabar con aquel hombre, aquel garou despreciable al que odiaba más que cualquier otra cosa en la vida. Deseaba matarlo, reducirlo a jirones y quemar sus restos para evitar cualquier tipo de indeseable contagio. Si no le había saltado todavía al cuello era sólo por que durante sus 18 años de vida Sarah se había preocupado de educarla bien y en el fondo (muy en el fondo) sentía que no podía cruzar aquella linea... todavía. Su parte racional todavía era capaz de dictarle que pese al desprecio que sentía por él se suponía que le debía respeto (por ser garou, por tener más rango que ella). No destriparlo iba a ser todo el signo de respeto que iba a recibir de ella... mientras fuera capaz de recordarlo.

Viviane soltó una hiriente carcajada ante la lógica de la Theurge. Fascinante. Ahora le intrigaba qué era lo que le sacaba tanto de quicio en aquel tema, pero la mención de la bonita pareja que hacían sus padres le hizo olvidarlo brevemente.

-Obviamente -dijo, mirando a Ash-. Yo también lo habría preferido, aunque no se haya dado el caso.

-Creo que os ha quedado claro, ¿no? Es tan importante poder tenerlos como saber cuándo tenerlos. Y ser lo suficientemente fuertes como para defenderlos -concluyó Dorotea-. Esto no es un campamentos de señoritas.

-No esperaba que lo fuera. Gracias por la charla -dijo de forma indiferente al tiempo que se levantaba, mirando al resto de las Sirvientes por si alguien quería añadir algo más.

-Si crees que voy a dejar que una mocosa como tú... -empezó a gruñir el Caminante por lo bajo.

-La mocosa ya ha elegido -dijo Ismene dando un paso adelante-. Y no es una lobezna ni una niña. Es una mujer. Es una Furia Negra. Y no es la única en este Clan.

Apoyando las palabras de la Ragabash, las Furias Negras rugieron enseñando los dientes, bajando las cejas y, algunas, cambiando a Glabro al momento.

Jonas entrecerró los ojos.

El apoyo de Ismene y el resto de sus hermanas de tribu le llegó a Kate como un soplo de aire fresco en el preciso instante en que se ahogaba en su propia rabia. No había soltado los ojos de Jonás ni un sólo instante desde que le había empujado, pero el resto de su ser estaba tenso como la cuerda de un violín, a punto de quebrarse si alguien o algo tiraba de ella con excesiva brusquedad.

En su interior, Kate seguía luchando consigo misma. Su parte racional, su parte humana, la chiquilla que todavía había en su interior y que seguía sin creerse que realmente fuera una garou y pudiera transformarse insistía en enfrentar aquello con aplomo y cautela, aunque con todos los arrestos. Insistía (y en la mente de Kate se repetía una y otra vez como una plegaria) que no era necesario perder las formas, que la victoria sobre aquel despreciable hombre sería mucho más satisfactoria si conservaba la calma y le demostraba que no tenía poder alguno sobre ella. Que podía vencer al monstruo siendo una simple humana como era.

Pero la otra cara de la moneda la estaba azuzando, cada vez con mayor saña. Era una garou, una guerrera cuya sagrada labor era defender a Gaia, primero, y a todas sus hembras, después. Y tenía delante al macho más despreciable de toda la creación, aquel que había violado a su madre, aquel que se regocijaba recordándolo alegando estar en su derecho, aquel que tenía la desfachatez de presentarse ante ella y exigirle sumisión. Cada fibra de su ser rugía exigiendo venganza, exigiendo que despedazara allí mismo a aquella aberración y liberara al mundo de aquel error.

Kate inhaló muy profundamente, intentando controlarse, mientras soportaba la acusadora mirada de aquel que hacía llamarse su padre. Cuando habló, su voz sonaba profunda y cavernosa, atenazada por la ira. A apenas un paso de sucumbir a su rabia y perder todo control de sí misma delante de todos.

- Vete. - Dijo, en un gruñido claramente amenazante. - No soy tu hija, nunca lo he sido y nunca lo seré. Así que vete y no vuelvas. No vuelvas, o te mataré. No te acerques a mi, o te mataré. Y no te acerques a mi madre ni se te ocurra interferir en su ya destrozada vida o no existirá en este mundo un rincón en el que un chacal sin honor como tu pueda mear a salvo. No vuelvas, Jonás, o te haré desear no haber tenido jamás la osadez de decir que soy tu hija garou.

Jonas tomó aire para decir algo, pero se interrumpió. Todo el Clan le miraba. Y la más fiera, su hija, le estaba dejando claro que era hora de marcharse. El Caminante Silencioso giró sobre sus talones y se fue, pasando a Lupus en un suspiro y alejándose de allí a tanta velocidad como sus cuatro patas se lo permitían. Aquello se sentía como una victoria.

Pero mientras el resto de Furias volvía a sus quehaceres, Ismene se acercó a Kate y le puso una mano en el hombro.

-Volverá y lo sabes.

Kate observó sin moverse del sitio cómo aquel que se hacía llamar su padre acababa cediendo, se transformaba y se alejaba de allí. Para cuando hubo desaparecido en la espesura, ella seguía clavada en el suelo, en medio del campamento, incapaz de hacer nada más que respirar lenta y profundamente mientras su corazón palpitaba desbocado.

Una parte de ella deseaba ponerse a gritar y a saltar, presa de un gozo tan exacebrado como enorme había sido la rabia que la invadía un instante antes. Su otra mitad observaba los arboles con cierta desconfianza. Las palabras de Ismene pusieron voz a los pensamientos de esa otra mitad, arrancándole un suspiro ahogado.

- Lo sé. - Respondió la joven, destrabando por fin su mirada para buscar los ojos de su mentora antes de volver a lo que estaba haciendo.

"Lo sé." - Se repitió para sus adentros una vez estuvo sola. - "Pero ese día, uno de los dos morirá."

Kate suspiró cuando Viviane se sumó a la opinón de Ashley, todavía abrazada a sus rodillas. Tenía la mirada perdida, como cada vez que se perdía en sus propios pensamientos, y sólo enfocó la mirada cuando su compañera se levantó.

Las miró brevemente a ambas, y evitó encontrarse deliberadamente con la mirada de Ismene, pues sin duda su mentora sabría qué había estado recordando y qué pensaba en aquel momento, y se enfadaría con ella una vez más, sin duda alguna. A fin de cuentas, la rara era ella, pues al contrario de lo que dictaba el sentido común, Kate hubiera preferido no nacer y que su madre hubiera sido feliz a estar viva y saber que le había destrozado la vida.

Pero eso era algo que no iba a confesar allí en medio, delante de todo el mundo. Aunque bien pensando, tampoco es que fuera ningún secreto. A fin de cuentas, ella era Rencores Pasados.

-Precioso -dijo Ashley con desdén-. Me gustaría apuntarme a la quema de sostenes, pero tengo cosas que hacer.

Aunque internamente respetase a las Furias y le gustase estar en el Clan, no podía dejar de meterse con ellas ni con su estilo de vida, no fuesen a pensar que se arrepentía de la elección de Tribu. Es más: estaba deseando que llegase el día en que pudiera demostrar que la Digna-hija-del-Klaive y la manada que comandaba era superior al resto de Cliaths.

-Flecha-de-plomo, ¿vienes? Me gustaría hablar contigo. ¿Kate?

Flecha-de-plomo asintió y se giró hacia Kate esperando su respuesta.

Kate volvió a suspirar y asintió, levantándose lentamente. Se sacudió los pantalones y se encaminó hacia sus dos compañeras, echando de menos nuevamente tanto a Edgar como Hécate en el grupo. De los seis, ellos dos eran a los que más cercanos se sentía la theurge, y aunque Hécate todavía pululaba por allí y la veía de vez en cuando, ya no era lo mismo, incluso con su escaso sentimiento de manada.

En cualquier caso, se acercó a su alfa. Tampoco es que tuviera nada mejor que hacer y así quizá dejaría de lado sus propias penas durante un rato.

Leigh observó a las demás, sin poder evitar el negar lentamente. En Inverness esos comentarios a un cliath le hubiesen costado... como poco una regañina, probablemente una prueba para aprender respeto. Pero ya no estaban en el viejo continente, de eso no cabía duda.

Las vio levantarse, mientras seguía sin moverse, sentada con expresión pensativa. Había algo que la enervaba de Digna-hija-del-klaive. Aunque tampoco iba a pronunciar sus dudas en voz alta... ella que ni siquiera tenía nombre garou todavía. Así pues, siguió en su sitio, esperando para, tal vez, ver si su madre quería hablar con ella de algo más concreto. O si seguirían con los silencios incómodos de costumbre.

Cuando se alejaron a una distancia prudente, Ashley se cruzó de brazos y les hizo un gesto para que se acercasen a ella.

-Vale, atentas. Esa chica nueva, Leigh... Estoy bastante segura de que nos la van a endilgar, y más siendo una hija de las Sirvientes. Ella no es parte de la manada, ¿de acuerdo? Podemos ser simpáticas con ella, pero no es una de nosotras. Nosotros, si contamos a Donny. Os lo quiero dejar claro porque siempre está bien obedecer a las superiores, pero no quiero que esta manada se convierta en un cajón de sastre de todos los que no entran en las demás. Ya tenemos a Hécate y es bastante. Y no pongáis esa cara: sabéis tan bien como yo que aunque se esfuerza, no da la talla. Es una metis y está tullida.

Ashley sabía que hablaba con Furias Negras y no con Hijos de Gaia. De otro modo no se habría atrevido a ser tan despreciativa.

-Me gustaría hacer de nuestra manada el orgullo del Clan y creo que vosotras también. Igual que yo me esfuerzo espero que vosotras os esforcéis. Y la nueva... fuera. ¿Vale?

Mary dejó que las tres chicas se alejasen y que el resto de su manada se disgregara antes de sentarse junto a Leigh y tomarla de la mano.

-¿En qué estás pensando? Te veo disgustada.

Viviane se cruzó de brazos y miró de soslayo hacia atrás para divisar la cabellera pelirroja de la Galliard.

-No, no parece muy avispada. Yo tampoco quiero que nos den los restos, Digna-hija-del-Klaive, pero no voy a cerrarle la puerta a cal y canto. Si quiere entrar, por supuesto, que demuestre que se merece nuestro respeto -dijo. Hizo una pequeña pausa y después dibujó una sonrisa poco amigable en su rostro-. El listón, eso sí, lo ponemos nosotras. Creo que es lo suyo que podamos elegir a quién considerar nuestra "hermana" o "hermano". Sino siempre se puede juntar con Hécate.

Leigh miró a su madre, sonriendo debilmente.

- No me termino de acostumbrar a las diferencias. Es... es extraño.- suspiró.- Y hecho de menos a mi manada. A mis amigos.

Kate se cruzó de brazos y observó a sus dos compañeras mientras decidían el futuro social de la chica nueva con total impunidad. Quizá fuera por que ya estaba enfurruñada aquella noche y no quería oír gilipolleces, o quizá fuera por que hasta no hacía aún un año la agraciada con aquel san benito bien podría haber sido ella. Y no tenía  ningunas ganas de ver cómo menospreciaban a alguien a quién ni siquiera conocían sólo por ser "la nueva", "la empollona" o "la enchufada", cuando era obvio que bastante mal lo estaba pasando Leigh por su propia cuenta.

- Y aquí tenemos al Equipo de Animadoras del Túmulo de Napperville, señoras. Un fuerte aplauso para ellas... - Comentó, casi en un susurro y con voz monótona y desganada, mientras fingía aplaudir. La esperada mirada que le echaron Ashley y Viviane le dibujó media sonrisa en la cara, remarcando el cinismo de sus palabras. Volvió a cruzarse de brazos. - Lo siento, pero no estoy de acuerdo con discriminar a una compañera sólo por que pensáis que somos super-chachi-guays. Os recuerdo que sólo somos una "manada" por que pasamos juntos el rito de iniciación, y ni siquiera eso parece que nos una mucho: Hécate está a su rollo, y no la culpo, después de lo que le pasó. Edgar no se lo pensó dos veces antes de abandonarnos e irse a recorrer mundo. Y a Donny apenas lo véis como un añadido, ya que también se pasa los días a su rollo con la Manada Urbana. No tenemos un nombre. No tenemos un objetivo. Ni siquiera tenemos un galliard. Oh, pero somos muy guays, así que no podemos aceptar a "nadie de fuera". Pues mirad, no jugué a esto en el instituto, y no voy a empezar a hacerlo ahora, así de claro.

Viviane escuchó con atención todo lo que Rencores-pasados tenía que decir, hasta la última palabra sin interrumpir. Al terminar asintió, miró a Ashley y se agachó a coger un palo del suelo.

-Mira, ¿ves esto? -se lo enseñó a la Theurge, lo movió varias veces delante de ella y lo lanzó con todas sus fuerzas en otra dirección-. Corre, ve a buscarlo. Y cuando dejes de ser un perrito llorón y entiendas que estamos en una sociedad GAROU en la que sobreviven los más fuertes, me avisas. Me voy a la ciudad a ver a Donny.

Y se dio la vuelta dispuesta a marcharse.