Partida Rol por web

11 de noviembre de 2000 - 20:34

La primera nevada había caído, pero empezaba a fundirse. El tiempo había mejorado sustancialmente: en la negrura del cielo, suspendida, la Luna Llena iluminaba casi como un sol. La presencia de Selene en todo su esplendor había convertido el Clan en un hervidero de Rabia, y sólo la infinita paciencia de los Hijos de Gaia conseguía evitar que la chispa saltase entre las Furias, los Roehuesos y los Fenris.

Los Defensores (la segunda parte todavía no estaba muy clara) disfrutaban de su caza en silencio, muy lejos de la manada más próxima. No era juicioso hacer alarde de nada aquella noche. Lluvia-de-sangre y Morro-ensangrentado los miraban con ojos encendidos desde la otra punta del asentamiento, e incluso Ira-sin-descanso, sumida en sus pensamientos, parecía peligrosa en su mutismo.

Se escuchó un aullido. Venían visitantes.

Viviane había desaparecido, literalmente. Cuando se movía por el bosque para cazar se camuflaba entre el follaje sin emitir apenas ruido y solía ser la primera en arremeter contra la presa, directa y mortal. Encontrar rastros le resultaba tan sencillo como beber o respirar. Otras veces dejaba que sus compañeros de manada guiasen a su futura comida hasta donde ella se escondía como una sombra. En general, se le daba bastante bien.

La ragabash había pasado la última semana bastante apegada a su manada, retomando sus labores junto a estos y de notable buen ánimo. Parecía decidida y recuperada de los últimos acontecimientos. La proximidad de la Luna Llena, no obstante, hizo que moderase los sarcasmos para equilibrar la paz que tanto ansiaban los Hijos de Gaia.

Al escuchar el aullido, Flecha-de-plomo se dejó ver entre unos arbustos, erguida y con las orejas levantadas. No había comprendido su significado, pero no parecía desolador. Buscó la mirada de Alecto, experta en aullidos, por si ella lo había comprendido.

Alecto estaba pensando en lo bien que había ido su primera semana con la manada mientras merodeaba junto a ellos durante la caza. No se sentía tan bien como con su antigua manada aún, claro, pero confiaba en que llegarían a ese punto si algunas de las Furias del clan no los mataban antes. Cosa que, ja, no iba a suceder, pensó obligándose a no mirar hacia ellas.

Había intentado entablar conversaciones con Donny sin mucho éxito, aunque sentía que la cosa iba por buen camino. Ashley siempre estaba dispuesta a empezar una conversación, pero normalmente la cortaba a la mitad o se las ingeniaba para soltarle alguna pulla, aunque Alecto había decidido que era la forma que Ashley tenía de ser cariñosa. Más o menos. Y Viviane... bueno, con Viviane se había encariñado bastante deprisa. Bien por que había sido la primera que había conocido o porque era de su tribu, o por otra razón que aún no entendía, pero había conectado con ella más fácilmente que con el resto.

Escuchó un aullido y se detuvo, prestándole toda su atención. Miró a los demás en cuanto el sonido se apagó:

- Visitantes pidiendo permiso para entrar. Caminantes. Paso-seguro, Philodox y Sueño-de-arenas-rojas, Theurge -dijo expresando la información que había recibido de la mejor manera que pudo. Y tras un momento añadió:- Un nombre muy Theurge.

11 de noviembre de 2000 - 20:34

Paso-seguro, el Caminante Silencioso con el que Sueño-de-arenas-rojas viajaba desde hacía varios días, cambió a Lupus al entrar en el boun del Túmulo del Viento Ululante. Siempre era educado presentarse antes de invadir el territorio de otros Garou y esperar a que dieran permiso, sobre todo cuando se buscaba poder quedarse en él.

Se habían encontrado en Indiana. Los dos habían recibido el mismo mensaje: el Viento Ululante, un Clan de Hijos y Furias, buscaba Garou solitarios o manadas libres para instalarse en él y protegerlo. Habían sido atacados recientemente por Danzantes y varios de los suyos habían muerto.

Paso-seguro y Sueño habían descubierto algo mientras viajaban. Algo que se había presentado en los sueños del Lupus de modo insistente: un camión escupiendo humo y llevando veneno en su interior que se distribuía de casa en casa. Aquel camión había llamado su atención mientras caminaban por Bolingbrook, cerca de Naperville. Entre los dos habían echado un vistazo a su itinerario, hasta llegar al almacén del que en apariencia procedía. Aquel lugar, decía el Philodox, olía a Wyrm. Si estaba tan cerca de un Túmulo sólo podía significar problemas.

Paso-seguro dejó de aullar y se lamió el morro antes de mirar a su compañero de viaje en silencio. Cuando unos aullidos se escucharon en la lejanía, resopló y dio un salto hacia delante para continuar su andanza.

-Parece que somos bienvenidos, pero lo mejor es que seamos precavidos -aconsejó el Philodox en lengua Garou-. Deja que hable yo. Dirígete a ellos sólo si te hablan directamente. Es mejor así, créeme; aunque busquen ayuda no deja de ser un clan Garou, y son muy recelosos con los extraños.

Desde que le entregaran el Fetiche, Donny no se había dejado ver mucho por el Clan para no despertar la ira de las Sirvientes. Aunque se sentía bien siendo una manada y todo eso le había sentado muy bien volver a la normalidad. Se había hecho una funda para el Gran Klaive con correas de mochila y una bolsa para cadáveres que había birlado de una ambulancia. Había dormido en cajeros y en callejones y comido de la basura de restaurantes. Y al volver al Túmulo había cazado con su manada. Antes acechar a las presas se le daba bastante mal, sobre todo por falta de interés. Cuando la manada se lanzaba sobre algún bicho, Donny hacía lo mismo y entonces sí, lo destrozaba. Pero desde la visita a La Lobera comprendía la caza bastante mejor. Seguía sin gustarle mucho comer conejos y ciervos, eso sí. Levantó la cabeza al escuchar los aullidos, y después miró a Alecto. Y decían de los nombres Roehuesos. En fin. Salvo que fueran Furias Negras o anunciaran otro ataque de Danzantes no merecía la pena levantarse. En un caso para salir corriendo, y en el otro para ofrecerse a ayudar.

El joven lupus había recibido la llamada hacía unos días. No era una noticia por la que entusiasmarse, se trataba de una llamada de auxilio. Pero para él podría ser la excusa perfecta para hacer una parada y, quizá, unirse a alguna manada dónde continuar con su aprendizaje, aunque fuera durante una temporada.

Había agradecido la compañía del philodox camino al clan, pero las noticias que llevaban consigo no eran muy halagüeñas. Igualmente, debían dar aviso de ello, aunque no auguraba que fueran a tener una feliz recepción.

- Prejuicios... - dejó caer sin más. - Tampoco es que portemos buenas noticias pero espero que no se tuerzan mucho las cosas.

-No son buenas, no, pero alguien debe dárselas -contestó el Philodox aminorando el paso un instante para ponerse junto a Sueño-. Con suerte quizá sea la mejor ofrenda que podemos llevarles; una terrible noticia pero el ofrecimiento de encargarnos de ella personalmente. Si hacemos eso por ellos no podrán negarse.

Paso saltó sobre una roca y después atravesó un arbusto antes de seguir corriendo.

- Estoy de acuerdo. - Aunque no estaba muy seguro de si los espíritus lo considerarían un chiminaje adecuado, pero era lo único que podían ofrecer de valor y utilidad en aquellos momentos. El clan acababa de sufrir un reciente ataque y se les acumulaban los problemas; no era una mala idea la que proponía.

Aceleró el paso hasta alcanzar al philodox y ponerse a su altura. - Debemos ir con pies de plomo en esta contienda y actuar con precaución.

Los dos Caminantes llegaron al asentamiento de viviendas. Flanqueados por las casas de madera, se internaron hasta la zona de reunión. Los Garou combatían el frío de la primera nevada con hogueras mientras disfrutaban de la comida que habían conseguido. La Luna Llena hacía del ambiente un tenso telón de Rabia que amenazaba con provocar disputas a la mínima. La llegada de los dos no hizo diferente este hecho, sino todo lo contrario. Todos, incluso los Hijos de Gaia, se replegaron sobre sí mismos, a la espera.

La primera en llegar hasta ellos fue Ismene. La Furia Negra, por ser Protectora del Túmulo y tener una Rabia más calmada que el resto, era idónea para saludar a los recién llegados y conducirlos hasta los Ancianos. Se los llevó silenciosamente hasta la líder del Clan, la Lupus negra que aguardaba royendo unos huesos.

-Me llamo Lengua-Venenosa, Ragabash de las Furias Negras -dijo con sencillez-. Venid conmigo. Nuestra líder querrá hablar con vosotros. Disculpad la fria bienvenida, pero todos estamos demasiado ocupados intentando que no sea demasiado cálida.

Leda se irguió al verlos llegar y se mantuvo seria y a la espera.

-Saludos, visitantes -dijo-. Soy Leda, Philodox de las Furias Negras y líder de este Clan. ¿Qué os trae aquí?

Ashley se encogió de hombros al verlos entrar.

-Los Ancianos hicieron un llamamiento a la Nación Garou para que llegasen nuevas manadas, pero los Caminantes dudo que se queden mucho tiempo -murmuró-. No es que sean muy leales a nada.

A quien saludaron fue a otro lobo negro de patas largas, curtidas por el camino, y a otro lobo de menor tamaño. El primero arrodilló sus cuartos delanteros para presentarle sus respetos a Leda.

-Mi nombre es Paso-Seguro -comenzó a decir en Garou, pero cambió a homínido antes de continuar-. Philodox de los Caminantes Silenciosos y voy donde el destino más me necesita.

Paso-Seguro se trataba de un hombre negro alto de hombros anchos y mirada serena. Y a pesar de encontrarse arrodillado se podía entrever que era alto, muy alto. Junto a él descansaba un largo bastón de combate.

-Este es mi compañero de viaje y también Caminante Sueño-de-arenas-rojas -añadió levantando la mano hacia Sueño-. Ambos escuchamos vuestro llamamiento.

No había sido un recibimiento muy cálido, justo como esperaba. El lupus se mantuvo cerca de su compañero de viaje y dejó que él iniciara el saludo. Mientras, Sueño se mostró lo más relajado que podía, bajando la cola al caminar. Cuando llegaron ante la alfa del clan se arrodilló imitando al philodox pero mantuvo su forma de lobo y habló en Garou.

- Me llamo Sueño-de-arenas-rojas, lupus theurge de los Caminantes Silenciosos. Vengo aquí para responder al llamamiento de vuestro clan.

Viviane los observó llegar en silencio, junto a su manada, sentada en su forma lupina. Ladeó la cabeza con curiosidad, emitiendo un leve gimoteo y agachando las orejas. Esa fue toda la respuesta que Ashley obtuvo por su parte. Los Caminantes solían ser un mal augurio, portadores de noticias poco agradables, como los cuervos. Llegar con la Luna en su estado álgido había sido, probablemente, un error. Aun así, todavía debían esperar el transcurso de los acontecimientos para saberlo.

Alecto se tumbó entre Ashley y Viviane, apoyando el hocico sobre las patas delanteras. Los Caminantes le daban mala espina y los Theurges también. No era nada personal, se había llevado bien con la Theurge de su manada, aunque le imponía un respeto especial.

-No es la mejor noche para venir... -dijo sacudiendo la cola-. Me estoy planteando pasar a alguna forma en la que tenga dedos y desenfundar a Awen.

No conocía a ningún Caminante. Sabía que el padre de Kate era uno, y que había estado en el clan, pero él se lo había perdido. Vio a Ismene hablando con los visitantes y pensó que era mejor mantenerse a distancia.

-Estoy cansado ya. Quiero ponerme sobre dos piernas.

La Luna Llena le tenía un poco tenso. Más de lo habitual. Estar en Naperville era malo, pero estar en el clan era bastante peor.

-Hazlo, Alecto -ordenó Ashley-. Creo que todo el mundo lo necesita por aquí, y no estamos para pelearnos por tonterías.

Desde que habían peleado con los Danzantes se sentía más llena de Rabia. Incluso ella notaba el Frenesí amenazando con romper y llevarla a la locura.

Viviane le dio un suave mordisco en la pata delantera, animándola a seguir las órdenes de la Philodox.