Partida Rol por web

20 de noviembre de 2000 - 08:15

El sol se había alzado no hacía mucho y su luz se derramaba en el valle, reflejándose de manera dolorosa en la nieve. No habían podido conciliar el sueño demasiado: la visión de Fuegofrío cortándose el cuello se repetía cuando cerraban los ojos, y los murmullos de los Fenris, que a veces eran gritos y aullidos, hacían difícil que se pudiese dormir. Lo ocurrido había provocado tanto revuelo que nadie se había preocupado por el Fetiche de Donny. Nadie vino a perturbarlos ni a retarlos. A decir verdad, eran sólo una manada de Cliath venidos de un Clan de feminazis y abrazaárboles de la otra punta del país. No eran importantes.

Sin embargo, cuando el sol llegó a su refugio, el Ragabash del Martillo vino a avisarles que iban a ponerse en marcha en quince minutos. Tuvieron que recomponerse y recoger sus cosas rápidamente. Afuera les esperaba la manada experimentada. Seis-garras los saludó con una sonrisa y les indicó que debían pasar a la Penumbra para iniciar el viaje. La Theurge hizo lo propio, mientras que Sueño abrió camino para los suyos.

Una vez al otro lado, los Cliath tuvieron la oportunidad de hablar con sus compañeros de auspicio para aprender más sobre cómo desempeñar su papel sirviendo a Jabalí.

El Ragabash caminaba el último, distraído con sus propios fantasmas. De vez en cuando, entre pasos, daba un pequeño salto. Cuando Viviane se le acercó le dirigió una sonrisa torva y dijo:

-No hay muchos suicidios en el Clan del que vienes, ¿verdad? Ah, no, no...

La Theurge iba primera, en silencio. Cuando Sueño llegó hasta ella, le dirigió una mirada de entendimiento y continuó adelante sin decir palabra.

El Galliard murmuraba algo para sí mismo mientras avanzaban hacia el interior de la Umbra, más allá de donde Alecto hubiese ido nunca. Recibió de buena gana la compañía de Alecto y lo primero que dijo fue:

-Cuéntame una historia, Galliard. Canta una canción. Recita un poema.

Aunque Arend no se alejaba mucho de Dagmar, la Alfa posó sus ojos en Donny y asintió cuando notó que el Ahroun iguala su paso. ¿Cómo podía hablar con alguien sin voz? Pero la respuesta llegó a su cerebro directamente.

¿Tienes lo que hay que tener para empuñar ese Gran Klaive?

La pregunta no iba con tono malicioso, sino sincera curiosidad.

Complacida de que lo primero que le pedían fuese algo que dominaba, tiró de Awen para ponerla frente a ella con una sonrisa y dudó unos segundos, haciendo como que arreglaba los trastes brevemente, pensando qué debía cantarle. Primero pensó en Mari Cabrah, pero no quería hacer parecer que sólo sabía historias sobre su tribu. Finalmente se decidió por las hazañas del Fenris Colmillos-Primero, cuya historia conocía bien, y la recitó de buen grado emocionándose al pensar que allí donde debían probarse aquellas batallas sobre las que cantaba estarían en algún lugar.

No sabía por qué, Donny no se había esperado aquello. Le había parecido increíblemente espeluznante cuando lo había hecho Alecto, y la verdad, ahora no le pareció mejor. Hizo una mueca, como intentando sacudirse esos pensamientos que no eran suyos.

-Sí -respondió de inmediato, y se dio cuenta de que estaba hablando solo, así que bajó un poco la voz-. No sé. Todavía no he podido demostrar nada. Pero sí.

Al menos podría mover los labios mientras... pensaba. Así sería menos raro. A lo mejor. Sabía que acababa de meterse el pie en la boca hasta el talón, pero no sabía qué contestar. Había partido a un Danzante por la mitad con ese Klaive, y Tommy le había enseñado todo lo que le había dado tiempo. ¿Qué más hacía falta?

La ragabash había preferido su forma lupina, quizá porque era más fácil correr o defenderse a dentelladas en caso de peligro. No es que la Umbra fuese su lugar favorito sin llegar a los extremos de Alecto. Se mantuvo en la retaguardia junto al otro semejante de su auspicio, en vez de ir la primera como rastreadora. De vez en cuando echaba una ojeada al resto de sus compañeros, tratando de mantenerlos a todos a la vista. Parecían entretenidos.

-Pues... No, la verdad. Somos más diplomáticos, ya sabes. El acero mejor guardarlo para el enemigo, que de eso tenemos mucho últimamente -comentó, observándole con curiosidad. Le intrigaba su nombre, aunque no hacía falta ser muy avispado para sacar un par de teorías al respecto-. Hay formas y formas de hacer las cosas. Y siempre hay otras posibilidades... 

-Una historia conocida contada para impresionar. Bien relatada, pero creo que no entiendes su sentido. ¿Acaso conoces a los Fenris lo suficiente como para comprender por qué Colmillos-primero lucha del modo en que lo hace? Un verdadero skald ha de sentir la historia como si la hubiese compuesto él mismo. No sólo eso: como si la hubiese protagonizado él. Es la única manera de cautivar a la audiencia y cumplir con tu deber de Galliard -dijo Aullido-de-gloria.

Como si le leyera la mente, Dagmar dijo:

Unos brazos y una espalda fuerte sirven para levantar el Klaive, sí. Cualquiera puede realizar proezas con un arma como esa. Pero un Gran Klaive es la espada de un héroe. Si tienes uno, todo el mundo esperará que te comportes de un modo específico. La carga del Gran Klaive no sólo pesa aquí -se tocó los brazos-, sino aquí. -La mano de Dagmar se posó sobre su corazón-. Los Ahroun somos los guerreros de una raza guerrera. Nuestro destino es la guerra y el Ragnarok, y si las leyendas son ciertas tu y yo participaremos en la última batalla. Tienes una responsabilidad más pesada que mil Gran Klaives que has aceptado al empuñar el Fetiche. Sabes que sirves para la lucha, pero... ¿sirves para liderar a tus compañeros, para morir por Gaia? ¿Estás de verdad dispuesto o sólo quieres presumir de espada? Si la respuesta no es la correcta, más valdría que saltaras sobre ella. Fuegofrío sabía algo, Cliath, por eso se ha cortado el cuello. Es mejor dar paso a los puros de corazón antes que ocupar un puesto equivocado y envilecerlo. ¿Debería arrancarte la garganta ahora y hacerme con el Gran Klaive como me dicta la razón o confiar en el destino y en tus Ancianos y permitirte que me demuestres que eres digno?

-Ju, ju. No es que estuviera de acuerdo con lo que pretendía hacer Fuegofrío. Matar a su hijo... Los Metis aún podemos ser útiles. Todo Fenris tiene que demostrar su valía, pero una vez lo hace... Ah, ju, ju, pobre del hijo de puta que se atreva a despreciarnos. Parece que vuestro Clan os ha enseñado un par de cosas. Le habéis salvado la vida al cachorro, ju, ju. Una vida inútil por una vida útil, ¿eh? ¿O no?

Aunque se sentía un poco decepcionada por no haberle impresionado, Alecto atendió a sus palabras con atención. Quería comprar palomitas y pasarse un fin de semana entero escuchando los consejos del Galliard.

-Es cierto -dijo honestamente-, escogí el tema para que no pensaras que sólo sé historias sobre mi tribu. ¿Quieres que lo intente con una de Furias? -Tras un segundo de silencio añadió-. ¿Significa eso que sólo podré contar una historia como una verdadera Galliard si conozco su forma de pensar, sus motivos y los valores de su tribu? ¿No significa eso que nunca podré contar todas las historias que conozco? Y si sigo aprendiendo historias mucho tiempo ni siquiera tendré años de vida suficientes para conocer a toda esa gente que necesitaría entender a fondo... Pero hay una manera, ¿verdad? ¿Vas a enseñarme la manera? Quiero aprender la manera.

Donny bufó. Era increíble que una muda pudiese hablar tanto. Además, cuando alguien le decía tantas cosas de golpe, Donny tendía a no enterarse del todo de lo que le querían decir, y eso le ponía nervioso. Aún así, había entendido lo suficiente. Se daba cuenta de que probablemente sería el primero en caer de sus compañeros, y eso hacía que les envidiara. Todos ellos tenían ocupaciones que les mantenían a ratos apartados de la batalla, mientras que peleara era lo único que se esperaba de él.

-Eh, no fue idea mía. Tommy quería que fuese para mí, y no iba a dejar que las Furias pasasen de él así. Tommy era, eh, un amigo. Niebla-de-verano. No me lo he ganado ni nada. Pero voy a hacer lo que tengo que hacer -dijo, decidido, y tratando de no sonar muy desafiante.

-Todas las vidas son útiles, aunque no sirvan para el mismo fin -defendió-. En nuestra manada había una metis y contaba con una gran ventaja cultural en comparación. Durante el Rito de Iniciación un vampiro la dejó manca y... Bueno, quizá no sea el mejor ejemplo de superación personal, pero creo que los metis dan todo lo que pueden y más, precisamente por superar las expectativas que se tienen sobre ellos. No obstante, inútiles hay en todos los lados y esos no llevan escrito ningún cartel. Hizo una pausa-. Por cierto, ¿por qué te pusieron ese nombre?

Bueno, pues ahí estaban, guiándo a sus respectivas manadas hacia el Campo de Batalla. Sueño no conocía el camino, así que andaba atento a sus alrededores para poder recordarlo. No dijo nada hasta que hubieron andado un largo trecho.

- ¿Qué comsejos podrías darme para ser un buen Theurge a los ojos de Jabalí? No es que seamos los mejores guerreros precisamente.

-Todo el mundo puede contar una historia. Quizá lo haga bien, quizá lo haga mal. Hay algunos que lo hacen muy bien casi sin esfuerzo, pero ni siquiera eso los convierte en buenos narradores. Puedes decir que la sangre es roja, pero hasta que no has llenado tu boca con ella no sabes a qué sabe. No puedes saber el modo en que humea sobre la nieve si no has matado a un enemigo o a una presa en mitad del invierno. No entiendes su importancia hasta que no has estado cerca de desangrarte, y no comprendes por qué es sagrada hasta que alguien de tu familia se encuentra en peligro. ¿Cómo vas a contar la historia de un Fenrir si nunca has vivido entre ellos? Puedes repetir las palabras que hayas aprendido de memoria, pero el sentimiento es otra cosa. -Aullido-de-gloria sonrió-. ¿Sabes el secreto? Vivir y exprimir la vida. Experimentarlo todo. Contar cada historia como una parte de ti misma: ser la historia. Sólo entonces estarás siendo verdaderamente sincera. Así es como Jabalí enseña a luchar: con intensidad, sin descanso, sin tregua. En la vida aplica la misma filosofía. Así obtendrás su beneplácito y serás capaz de contar las historias que sabes como si fuesen tuyas.

Conocí a Niebla-de-verano. Lo respeto como guerrero, pero no estoy segura de que su decisión fuese acertada. De todos modos, no seré yo quien lo decida, sino tú. Los Fenris creemos que cualquier persona que demuestre fortaleza es digna. Pese a lo que pienses, no nos importa el color de piel, el sexo o la religión. Ni siquiera la especie a la que se pertenezca. Eso son tonterías. Demuestra que Niebla-de-verano era sabio, después de todo. Sé digno de lo que te han regalado.

-No, no... Todo depende de... Por ejemplo... Si el cachorro no tuviera piernas o brazos, si hubiese que cuidar de él... ¿De qué manera ayuda en algo? No, no, el Gran Fenris sólo admite a aquellos que pueden valerse por sí mismos. Después del Rito de Iniciación, todos somos dignos. Pero hay que separar la paja del trigo, ¿no te parece? -El Ragabash se rascó el pómulo nerviosamente-. En mi caso, por ejemplo... Parecía un niño normal. Con mucho pelo, claro. Sólo cuando empecé a hablar se dieron cuenta de que tenía algo raro en la cabeza, ju, ju. Es porque mi padre fue un Fianna. Sangre de hada, ¿entiendes? En mi Rito de Iniciación se me envió a ajustar cuentas. Las hadas... ju, ju... No recuerdo gran parte de lo que pasó, pero volví lleno de sangre. Los sidhe, sabes, ellos creían... ju, ju. Demasiada infamia, no podrías creerlo. Los Fenris tenemos que demostrar que no pueden tratarnos de ese modo.

Al parecer Tommy conocía a todos los Fenris del país. Frunció el ceño, gruñó y asintió. No sabía qué más decir. Ya sabía que tenía que ser digno del Gran Klaive, aunque cuando había pensado en ello había sido con palabras menos bonitas. Era bueno oírselo decir a otro, suponía. Le hacía sentir más seguro de poder llegar a merecerlo, después de lo que había aguantado de las Furias.

-No somos guerreros, pero somos chamanes. Nuestro es el reino de los espíritus, y hay espíritus de la guerra y de la rabia. Si los controlamos a ellos, podremos absorber sus dones -respondió la Theurge-. ¿Cómo lo harías tú?