Partida Rol por web

23 de noviembre de 2000 - 10:45

Donny había pasado la noche no muy lejos de su casa, por si acaso, por lo que no tuvo mucho que andar cuando reunió valor y ganas para llamar a la puerta. Su padre le abrió con el rostro demudado.

-¿Donny? ¿Dónde estabas? Pensaba que... -De pronto se echó a llorar, incapaz de contenerse más-. No me lo digas...

Llevaba toda la noche dando vueltas y apenas había dormido, pero no se sentía demasiado cansado. La idea de tener que enfrentarse a su padre le había mantenido despierto, y había pensado en mil maneras de darle la noticia sobre su madre sin encontrar ninguna que no incluyese gritarlo y saltar por la ventana.

Donny no recordaba haber visto llorar nunca a su padre. Después del accidente a veces se le quebraba la voz y se enfadaba y le echaba de la habitación, pero nada más. Se deslizó dentro de la casa y cerró la puerta, sin saber qué hacer.

-No, no, no, no -dijo muy apurado, sacudiendo ambas manos en gesto negativo-. Mamá está... No está muerta. Está viva. Está viva.

-¿Está viva? -Terrence tragó saliva y se limpió las lágrimas-. ¿De verdad? ¿No me lo dices para calmarme?

-No. Papá, escucha... No se ha matado ni nada pero... Mamá no está bien.

-¿Qué le pasa? ¿Qué es lo que ha pasado?

-N-no lo sé muy bien. La encontraron... ha tenido una crisis nerviosa o algo así y se ha quedado ida. La están cuidando bien, pero...

-¿Quién? ¿Dónde? Sé un poco claro, hijo...

-¡Es que no lo sé! Sé que la encontraron y que está fuera de sí. La he visto. Pero ya está. Voy a enterarme de más, lo juro. Pero no puede venir a casa. H-he... he venido a buscar unas cosas para llevarle. Ropa y eso. Y a decírtelo.

-¿Y ya está? ¿Eso es todo? -se quejó él-. Quiero verla. Llévame allí, me da igual a dónde.

Donny se interpuso instintivamente entre la puerta y su padre.

-No se la puede visitar. Cuando fui yo se puso... Se puso muy mal. Eso me han dicho. No se la puede visitar porque se pone peor. De momento no. P-pero si quieres que les lleve algo...

Terrence reposó la espalda contra la silla y negó con la cabeza.

-No sé... Si tú dices que está bien, supongo que... Pero no sé qué voy a hacer yo solo aquí.

Tentativamente, Donny se inclinó y le puso una mano en el hombro a su padre. Casi toda su vida había pensado en el como en un inútil, pero nunca se le había ocurrido que fuera un ser indefenso. Por algún motivo ahora su voz sonaba nasal y notaba un vago picor en los ojos.

-Yo me voy a ocupar. He dejado el ejército y ahora vivo por aquí cerca. Voy a venir para encargarme de que estés bien. Todos los días. Casi todos. Hasta que venga mamá.

Su padre asintió. Sin gritar, sin quejarse. Aceptó la ayuda que Donny le ofrecía y le apretó la mano con fuerza.

Donny permitió que su padre le apretara la mano con la mandíbula apretada y un sentimiento de cercanía que no recordaba haber compartido nunca con su padre. Había tenido que ocurrir algo que había asustado a su padre más que la Rabia de Donny para que aguantara tenerle cerca más de quince segundos. Una vocecita en su cabeza no tardó en echarle un montón de mierda encima por sentirse bien en la desgracia de su madre, y de paso le recordó que aquello sólo iba a durar hasta que a su padre se le pasara el susto.

-Venga. Voy a ponerte algo para comer y a darle un repaso a la casa.

Mientras Donny limpiaba y cocinaba, Terrence veía la tele aunque sin dejar de vigilarle poco disimuladamente. Cuando lo vio menear una cuchara en una cazuela se tensó, inquieto, y le hizo preguntas acerca de lo que estaba cocinando en un tono que dejaba entender que confiaba en que quemase la casa. Pero no parecía muy combativo y se dejó hacer; después de todo, era Donny el que rascaba la mierda reseca del retrete y era mejor no tentar a la suerte.

Insistió en que Donny se quedase a comer con él mientras veían una repetición del serial más aburrido e infecto de la televisión, e incluso se quedó dormido a ratos antes de que llegase a acabar. Lo cierto era que su padre parecía muy cansado y las noticias le habían calmado lo suficiente como para que pudiese dormir algo. La casa estaba muy rara sin su madre. No era como cuando estaba trabajando, sino algo distinto. Parecía que la casa supiera que Loretta tardaría en volver...

Donny estaba agotado. Recordaba cómo Tommy le había puesto a cavar caminos en la nieve hasta que no pudo más, y pensó que si hubiera querido cansarle de verdad tendría que haberle puesto a cargo de un hogar. Dejó una cazuela llena de pasta grisácea en la nevera, al alcance de su padre, y fue al dormitorio de sus padres.

No creía que hubiera entrado más de cinco o seis veces en toda su vida. Aquella habitación extraña le hacía sentir aún peor, así que abrió el armario y cogió una chaqueta y algo de ropa que llevarle a su madre. Encontró también unos guantes y sacó un par de puñados de ropa del cajón de la ropa interior de su madre sin mirar. Metió en su bolsa de deportes unos cuantos calcetines y la foto de boda que tenía su madre en la mesilla y salió de aquella casa tan rápido como pudo.

Se dirigió al parque por donde solía andar la Manada Urbana. No quería ir al clan donde iba a estar rodeado de Furias Negras que le odiaban, y se imaginaba que estaría bien decirles que ya era parte de una manada en condiciones. Además si no lograba que alguien le hiciera el rito del Reconocimiento probablemente Ashley le arrancaría las pelotas.

En el parque, la Manada Urbana al completo disfrutaba del escaso sol. Tony se había esparrancado sobre un banco como si pretendiese broncearse en noviembre y Jenny leía un periódico sucio en el banco de enfrente. Óscar, con la capucha echada, intentaba echar un vistazo por encima de su hombro. Paraíso-de-pulgas, por su parte, perseguía palomas como un perro subnormal sin dejar de gritar "¡Palomas!" en idioma Garou.

-Mira quién viene por ahí -dijo Tony sin abrir los ojos-. El ladrón.

Saludó a la manada con un gruñido y empezó a acercarse al banco de Tony para sentarse con cautela, atento a cualquier señal de rechazo para buscarse otro sitio. Fue más la confusión que el respeto al territorio ajeno lo que hizo que se parase en seco.

-Qué -soltó, sin ninguna inflexión pese a que era una pregunta.

-Menudos humos -murmuró el Roehuesos-. Cualquiera diría que están entrando en tu parque.