Partida Rol por web

Denelloth se levanta tarde al día siguiente, con el sol bien alto en el cielo. Se despereza tranquilamente, sin prisas, oyendo el ajetreo propio de los días de celebración. Decide salir enseguida, después de lavarse, para comer algo en el mercado. Sabe que le viene bien relacionarse con la gente y sus actividades cotidianas, le resulta saludable no encerrarse ensimismado en sus pensamientos.

Fuera, el día es excelente y hay mucha actividad. Se han montado unos cuantos puestos de venta de comida o dulces, otros con repuestos útiles o con abalorios menos útiles y aún alguno con juegos y entretenimientos. Se ha concentrado bastante gente de los alrededores, más e la que pareciera pudiese haber; un buen día para conocer a los vecinos, observar sus comportamientos y relajarse un poco en medio de tantas tribulaciones y trabajo duro. Pronto empezará la siega...

Denelloth avanza entre los puestos, compra un par de buñuelos parecidos a los que se vendían en las ferias de verano del centro de Arthedain y una bebida aromática dulce y caliente, observando a su alrededor. Tras un rato, piensa que irá siendo el momento de recabar noticias de Eben, encontrarse con Khôradur y ver si Cerveth ha averiguado algo nuevo.

Khôradur descansa en sus aposentos, pero apenas duerme. Mucho antes del amanecer, ya está vestido y esperando noticias de la llegada de la caravana. Al mismo tiempo, está dando vueltas a cómo organizar el ejército, el Dagorwaith Sil Auressë.

Necesita nombrar a los oficiales de entre los sargentos, y definir las funciones de las nuevas unidades. Además, debe escoger a uno de los oficiales como su lugarteniente para que dirija las tropas en su ausencia. El lugarteniente del Lugarteniente. El puesto actual de Khôradur como el Lugarteniente de Sil Auressë tiene una función más diplomática que militar: en caso de las ausencias de Ayla, y para aliviarle la carga de trabajo a Curudae, Khôradur asume las funciones representativas.

Encima de la mesa, en una hoja, hay varios nombres y al lado rangos militares. En un primer momento en adunaico, como Zagarthôr, que era el nombre que daban los Númenoreanos al lugarteniente. Pero finalmente parecía más lógico seguir la nomenclatura de los dúnedain del Norte, que a su vez proviene del sindarin:

El Señor Comandante o Hirgon, y por debajo dos oficiales de mayor rango, los Dirgonath. Cada Dirgon mandaría sobre cuatro Ohtari, que a su vez eran los líderes de las unidades básicas o berenais. Tradicionalmente, un boronas (singular de berenais) estaba formada por 10 soldados, pero en Sil Auressë eran de ocho. Finalmente, estaba la milicia o Diras.

Además de los soldados del ejército, en las hojas estaban anotadas las unidades de los exploradores ("glendir", singular glandir), y los guardias o tirith.

Pronto comienza el ajetreo de la fiesta de Ioënde. Además del asunto de la caravana que sufrió un ataque, está el misterio de las reuniones clandestinas en el bosque. Y los preparativos de la fiesta. El discurso sobre la ampliación del ejército. Además los herreros enanos se habían comprometido a tener preparados para este día una parte del equipamiento que se les ha encargado.

Me levanto de mi asiento, repaso mentalmente los nombres de los posibles candidatos, evaluando virtudes y posibles defectos, me vuelto a sentar, ojeo mis anotaciones. La decisión no es fácil, y otras cosas asoman a mi mente, el ataque a la caravana, la práctica de ritos misteriosos y el espía de Echorion.

-Muchas cosas en las que pensar y poco tiempo para hacerlo -pienso- Será necesario priorizar acciones. De momento Echorion y los ritos tendrán que esperar, me centraré en el ataque a la caravana, mientras decido a quien elijo como oficiales. Antes de que comience la fiesta, hablaré con Walec a ver si tiene alguna novedad al respecto e informaré a Curudae. Tiene que saber lo que ha pasado.

Me levanto y salgo de mi estancia a buscar a Walec.

Aún queda tiempo para el amanecer, pero por otro lado incluso a caballo se tarda casi media hora en bajar desde el castillo hasta la aldea. Khôradur echa otro vistazo a los nueve nombres que tiene en la hoja. Todos han servido como sargentos, y a su manera son hombres capaces...

Leniach es el que lleva tiempo dirigiendo las patrullas por los alrededores. Buen jinete, y mantiene la calma en todo momento. Con iniciativa. Es de un norteño de Rhovanio, pero sirvió en las guerras del Ángulo durante la invasión de Rhudaur. Por lo que ha podido ver Khôradur, aquella guerra era algo más que los saqueos de aldeas y asedios inútiles que han sido el pan de cada día en Cardolan.

Halbered, Parthil y Gaerel son otros veteranos. Halbered es de Arthedain, y se licenció del ejército para ser carpintero. No tiene familia, pero costó convencerle para que dejara la obra del castillo. Parthil es un buen sargento, firme, leal, comprometido, organizado. Gaerel es un caso un tanto especial. Ha estado en distintos cuerpos de mercenarios, y con el parche en el ojo y sus formas algo desenfadadas podría ser descartado, salvo que es de los pocos que saben tratar a los enanos de la forja. Y los enanos y las armas que fabrican son fundamentales para el ejército.

Luego están los jóvenes... Eliver y su primo Ethlor, ambos de Rhudaur pero huyeron de niños cuando comenzaron las guerras. El primero ha estado tiempo en Metraith, y se suele encargar de la protección de la caravana en esa ruta. Ethlor ha servido en la milicia de los Cantones de Feotar, y es un buen espadachín. Los dos son amigos del otro joven aspirante, Faelimir, que es el sobrino de Parthil. Reúne muchas de las buenas cualidades de su tío y es hábil con las armas, pero puede que le falte autoridad para mandar sobre soldados veteranos.

Lo que deja a los dos más solitarios: Agnor, un caballero licenciado de estas tierras de Dol Tinereb. Se le ve con ganas de ascender, de asumir el mando. Incluso demasiadas ganas. Pero sus habilidades son incuestionables. Y Pinto. Sin duda tiene sangre dunlendina, y ha viajado por los mares del Sur. Sabe luchar, y sabe dar y acatar órdenes.

Khôradur guarda la hoja, y sale de sus aposentos. Fuera le espera el sargento Parthil...

-Señor, envía mensaje el Jefe de Guardia Walec. La caravana ha llegado a la aldea. Y los enanos... Solicitan también una audiencia con el Lugarteniente.

Los enanos de las Colinas de Hierro fueron una bendición de los dioses en un momento de necesidad. Pero a la vez son de trato algo difícil, y sus formas y costumbres le resultaban extraños a Khôradur, o "Korrazur" como le llamaban ellos...

Estupendo ahora mismo se presentan los enanos pidiendo audiencia. Si les hago esperar a lo mejor se lo toman como un insulto-pienso, pasados unos segundos tomo una decisión.

-Parthil, dile a los enanos que los atenderé de inmediato en cuanto me sea posible, pero que me ha surgido un asunto de vital importancia del cual he de ocuparme sin demora. Diles que les pido disculpas, pero que esta reunión tendrá que retrasarse unas horas, y que en cuanto nos veamos les daré las oportunas explicaciones porque no me es posible atenderles ahora, como sería mi deseo.

Acto seguido marcho a buscar a Walec. La selección para los puestos de Dirgonath tendrá que esperar.

Khôradur cruza el puente del castillo, y baja andando la colina hacia la aldea. En total Sil Auressë cuenta con sólo diez caballos de guerra, y tienen que estar disponibles en caso de necesidad. Cuando llega al vado, con las primeras luces del día, puede ver el carromato y guardias y otras personas alrededor. Están junto a la entrada principal. Reconoce a Walec, quien parece que no ha autorizado la entrada y ha ordenado que se queden a un lado del camino de momento. Tiene su lógica, para controlar la situación y la propagación de rumores en un día tan señalado. Junto a Walec está el caballero Leaniach, fácil de reconocer desde la distancia por su yelmo con cuernos. Los otros parecen ser el joven montaraz Eben y Ragi, el que tenía la misión de abrir el cofre que transportaban los asaltantes. También ve a dos desconocidos, además de los guardias y soldados de Sil Auressë. Los dos van armados. Uno ha venido con su caballo. Y el otro es un hombre vestido al estilo de los clanes de Saralainn.

Al ver a Khôradur, Walec sale para ir a su encuentro.

-Walec, informarme, ¿cual es el estado de la caravana?, ¿están todos bien? -miro a los dos desconocidos-¿quienes son esos dos? -pregunto susurrando para que sólo me oiga Walec.

Denelloth sigue paseándose entre los puestos. Le atrae el bullicio de la gente comprando, vendiendo, vociferando, curioseando. Observa divertido un teatrillo de guiñol (una historia de antiguos caballeros rescatando damas) y separa a dos muchachos algo harapientos que se pelean por un palo con una tela anudada; hijos de algún vendedor ambulante de Saralainn, seguramente. Denelloth decide comprarles un melocotón temprano a cada uno.

Y sigue deambulando, esperando encontrar a Eben o a alguien conocido antes de buscar a Khôradur o a Cerveth.

Denelloth da vueltas por los puestos del mercado, y a pesar de la impresión inicial que le causa en algunos mercaderes que acuden por primera vez a Sil Auressë, pasa un rato agradable charlando con ellos y disfrutando de lo que ofrecen. Se nota que hay ganas de celebración, aunque todo indica que va a ser algo sencillo. Un día de mercado que se alargará hasta la noche.

Lo curioso de las fiestas del calendario dúnadan es que el mes anterior (Nórui) terminó el día antes, y el mes siguiente (Cerveth) empieza el día siguiente. Pero el día festivo se queda fuera del calendario, lo que le otorga un aire de desconexión de las rutinas habituales.

El comportamiento y la actitud de los lugareños y visitantes denota cierta esperanza en medio del desasosiego que ha reinado en los últimos tiempos. No obstante, también se escuchan comentarios acerca de malos presagios que se escuchan en distintos sitios y a través de diferentes personas. La llegada de tiempos difíciles, malas cosechas, oscuridad, hambre y muerte.

Denelloth desayuna el buñuelo, y entonces observa a un guardia que entra con prisas al cuartel de Walec, el Jefe de Guardia. Al rato salen ambos, y se dirigen a la salida que hay junto a la puerta principal. Al abrirse la puerta, Denelloth observa que el carromato que fueron a ayudar Eben y Ragi ha llegado y está esperando fuera. También se ven guardias reunidos alrededor.

-Soy Walec, el Jefe de Guardia de Sil Auressë, dice el joven al que han avisado sobre la llegada de la caravana. Ya se han llevado al herido y al otro conductor, y junto al carromato quedan Eben, Ragi, Russef, Eärnil y los dos soldados: Eliver quien acompañó a la caravana cuando comenzó el asalto y el nórdico Leaniach quien persiguió a caballo a los asaltantes y luego acompañó al resto en el último tramo del viaje.

-Bienvenidos a Sil Auressë, dice dirigiéndose a Eärnil y Russef mientras los observa, en breve podréis entrar a disfrutar de lo que ofrece nuestro mercado en este día tan señalado. Pero primero debo averiguar un poco más de este lamentable incidente. Son tiempos difíciles y me temo que algo así puede pasar en cualquier camino. Esto último lo añade con el objetivo de que el asalto no ponga en duda la seguridad de Sil Auressë.

A continuación, les pregunta sus nombres y un poco el motivo de su visita, pero justo entonces se percata de que alguien se acerca a pie por un camino desde la otra dirección. -Un momento, ahora regreso...

Walec sale al encuentro del recién llegado. Se trata de un hombre de una estatura enorme, alrededor de 2,20 metros. Pelo negro largo peinado hacia atrás, su rostro es de facciones duras y delgadas. Ataviado con una armadura de placas de un estilo dúnadan pero diferente a lo que se suele ver en el Norte. Porta una cimitarra en el cinto. A pesar de su mediana edad, su mera presencia intimida a los presentes. Eliver y Leaniach se ponen firmes, e incluso los recién llegados a Sil Auressë saben de que se trata del umbareano Khôradur, el Lugarteniente de Sil Auressë.

-La caravana está bien, señor, comienza Walec. -Cambiaron el eje. De todos modos necesita reparación, y lamentablemente estará un tiempo fuera de servicio.

De las varias caravanas que viajan regularmente entre la aldea y Metraith, este carromato es propiedad de Sil Auressë. A Curudae no le va a gustar la pérdida de negocio...

-Uno de los conductores acabó herido, ya ha sido trasladado al curandero. Le acompaña el otro, y un guardia de confianza. He pasado por allí primero, le alcanzó una piedra en la cabeza y podría ser más grave de lo esperado, añade bajando la voz aún más.

Junto a Eben y Ragi, hay dos hombres que llegaron por el camino después del asalto. Ayudaron a subir la mercancía esparcida de vuelta, y acompañaron a la caravana de regreso. Les he dado la bienvenido y he pedido disculpas por tenerles esperando junto a la entrada sin poder entrar. Justo ahora iba a preguntarles algo más, ni siquiera conozco sus nombres.

-Estupendo, igualmente mantenme informado del estado de los heridos. La reparación del eje será un contratiempo, pero peor sería haber perdido algún hombre. -Miro hacia donde se encuentran los dos extraños, antes de seguir hablando con Walec- Ahora iré a darles las gracias en persona -bajo aún más la voz- ¿y el cofre del Señor de la Guerra?, ¿está a buen recaudo?, ¿Ragi lo abrió?

Denelloth se dirige inmediatamente hacia el carromato y el conglomerado humano que se está formando. Busca con la mirada a Eben o cualquier otro amigo, e inclina ligeramente la cabeza como saludo cuando encuentra los ojos de algún conocido. Al llegar se mantiene en un discreto segundo plano, con los brazos cruzados y apoyado contra cualquier poste, pero atento a las conversaciones y cuchicheos.

Mientras Walec regresa junto a los demás, Eben y Ragi ven al montaraz Denelloth. Está junto al portón de Sil Auressé, con los brazos cruzados, en un discreto segundo plano observando la escena.

Unos pasos detrás de Walec se encuentra Khôradur. Hay otros dos guardias junto al carromato, y los dos visitantes nuevos: un dúnadan con dos espadas que está sujetando las riendas de su caballo, y un hombre de Saralainn.

-El cofre... lo han subido al carro pero sin abrir, señor. Por eso no he permitido la entrada. El Enemigo ha usado todo tipo de plagas, artimañas y maldiciones para causar dolor y sufrimiento como para fiarme.

A continuación, Walec dirige sus pasos hacia el carromato.

-Le dejo que haga las preguntas oportunas para averiguar lo sucedido.

-Bien, que no se abra hasta que los sabios de la Academia lo hayan examinado. Igualmente busca a alguien entre los nuestros que sea diestro en detectar trampas y que lo examine. Tal vez Denelloth o alguno de los sargentos mas experimentadoss tenga esas habilidades. -Me fijo en Eben y en Ragi, enviados por Walec a ayudar a la caravana

-Hablaré con los dos desconocidos, pero antes quiero hablar con Eben y Ragi. -Les hago señas para que se acerquen- Por cierto, Walec, envía a alguien para saber sobre el estado del conductor y que me informen de inmediato. Informa de mi parte a Curudae, y por favor, dile a esos dos desconocidos que ahora mismo hablaré con ellos. No quiero que piensen que como agradecimiento a su ayuda van a tener desprecio por nuestra parte.

Tras esto me dirijo a hablar con Eben y Ragi.

-Un guardia de mi confianza está junto al herido en todo momento, ante cualquier novedad nos informarán de inmediato, confirma Walec.

- Ahora les digo a los recién llegados que se esperan un poco más, y voy a informar al Senescal Curudae.