Partida Rol por web

Denelloth asiente callado ante las últimas palabras de Eärnil, mirando al suelo. Parece sopesarlas. Finalmente añade:

- Sí, Khôradur es la persona adecuada con la que debéis hablar, si no lo habéis hecho ya. Y tienes razón, una de las mejores cosas de Sil Auressë es que está en contrucción. No se ha corrompido aún.

Ha acabado la comida y apura su vaso. Se gira, hace un gesto casi imperceptible a Lairin, la camarera, que en seguida se acerca con una jarra de vino.

Denelloth llena tres vasos y mira directamente a los ojos por primera vez a sus dos compañeros de mesa (parece costarle un poco). Sonríe y dice:

-Sed bienvenidos.

Los tres brindan con el vino para hacer frente a un futuro algo incierto, pero quizá común. Después, Eärnil y Russef pasan por sus nuevos aposentos para dejar sus mochilas y para descansar un poco, incluso tienen la posibilidad de un baño.

Mientras tanto, Denelloth observa la gente del Salón Común, y a los lugareños y a los visitantes que van llenando la plaza del mercado. Todo está aparentemente en orden, y esta tarde-noche se espera una celebración sencilla y alegre de la fiesta de la cosecha. En la plaza hay dos hombres ataviados con una túnica y con cadenas en el cuello, que parecen estar anunciando el fin del mundo. Eran bastante comunes en los años posteriores a la Gran Plaga, y por unas monedas o alojamiento contaban historias oscuras y tenebrosas. Cuando se pierde toda esperanza, algunos se aferran a lo que sea que les dé seguridad. Aunque sea la muerte. Prácticamente todos los ignoraban. Pero era raro verlos en Sil Auressë, donde la gente parece haber hallado ese atisbo de esperanza que les da fuerzas para seguir adelante.

Algo le inquieta al montaraz. Y no es el único. De vez en cuando, distintas personas abandonan sus quehaceres como si un escalofrío recorriera su cuerpo. El día está soleado, pero de vez en cuando alguna nube hace oscurecer el día durante breves momentos. Y muchos miran preocupados a su alrededor. Luego al cielo. Al ver que todo está en orden, siguen. Se producen momentos extraños de silencio, aunque poco frecuentes.

Russef y Eärnil salen de la posada, y dan vuelta tranquila por los puestos.

Entonces llegan los enormes barriles de cerveza hasta el centro de la plaza, empujados y custodiados por guardias de Sil Auressë, cortesía del Senescal Curudae. La multidud irrumpe en un aplauso, y parece que esa extraña y efímera nube negra ha desaparecido de sus corazones para el resto del día.

Ragi sube la cuesta hasta el castillo. Sus piernas están cansadas, y quiere descansar porque la noche puede ser larga. Antes de ir a los barracones de la Academia, busca a su protegida Sir. Sabe por donde empezar a buscarla... Hace poco, en un rincón del patio de armas del futuro castillo, al otro lado de la torre de homenaje desde el edificio de la Academia, el maestro Ionell con Caäniza, una alumna recién llegada, comenzaron a preparar un jardín para cultivar hierbas y plantas. Es un rincón apartado del ajetreo de la construcción, y a la niña le gusta escapar allí si tiene la oportunidad.

Efectivamente, Ragi la encuentra allí, sentada en suelo con las piernas cruzadas, mirando al cielo con los ojos cerrados. Hay algo en los ojos de Sir que cautivan e incomodan a partes iguales. Una profundidad inexplicable para una niña pequeña. Pero su risa es la de alguien de su edad, y muy contagiosa. Una pena que esa risa se escuche tan de vez en cuando. Ella parece cargar con un manto de tristeza siempre. Son tiempos difíciles, y las llamas de las velas que brillan con más intensidad en la noche son las que más peligran y a las que más hay que proteger. Esas fueron las palabras de Danroth cuando le encomendó la tarea a Ragi en Tharbad.

El joven avanza con cuidado y sin hacer ruido hasta situarse justo detrás de Sir. -Hola Ragi, dice ella de repente sin abrir los ojos. -Espera, estaba dándole mi fuerza al Sol, para ayudarle en su lucha. Para que no se muera.

Kranz y los demás enanos escuchan las palabras de Khôradur. Tras una pausa, Kranz dice: Las felicitaciones son de nuestra parte a Sil Auressë. La expresión de su rostro no cambia, y es difícil saber si lo dice con tono de reproche o de gratitud. De cualquier forma, la postura corporal de los enanos pasa de una tensión a una algo más relajada.

Cada espada está equilibrada con esmero. Las incontables horas de prácticas y pruebas de Nurg en el campo de entrenamiento, donde coincidió con Khôradur, se notan en la calidad final. Las ballestas se cargan con facilidad, y tienen pequeños detalles como un sitio para guardar un virote de repuesto en un lateral o un seguro para poder andar con la ballesta cargada sin peligro de disparo accidental. Las lanzas pensadas para la primera fila son ligeramente más largas y tienen una cruz por debajo de la hoja para poder ser usadas como lanzas anticaballería. Pequeños toques de calidad, además de los materiales que han usado. Parte del equipamiento de los guardias está hecho con acero de los enanos, que habían transportado desde las lejanas Colinas del Hierro. Una pena que el coste elevado hace inviable, de momento, usarlo para el resto de las tropas.

-Efectivamente, el Senescal Kurruthage nos ha enviado una carta, comenta Kranz después de un tiempo prudencial para que Khôradur pueda valorar de forma adecuada el trabajo que han realizado. Valoran la opinión del comandante en tema de las armas, aunque no queda claro si es para que él juzgue la calidad de las armas, o si es para que los enanos juzguen los conocimientos del Lugarteniente y su capacidad para valorar la calidad.

-Nos ha dicho que el nuevo encargo sería para la misma cantidad de hombres que el primer encargo, ¿es cierto?

-Eso espero, pero os voy a ser sincero, dependerá de como vayamos de fondos y de cuantos reclutas se nos presenten. Espero que para nuestro bien común, ambas cosas se den en abundancia. Durante la fiesta de Ioënde anunciaremos que se amplía el ejército y espero que mucha gente se anime a enrolarse.

Sigo contemplando las armas y armaduras, examinando cada centímetro de ellas, evaluando su firmeza, peso, la facilidad de su manejo, etc. Que complacido del trabajo de los enanos.

-Es un trabajo excelente. El acabado final es magnífico y estos pequeños detalles -señalo las cruces de las lanzas, el pequeño compartimento lateral y el seguro de las ballestas, etc.- las convierten en armas de una calidad superior. ¡Muchos querrían tener armas así!. Respecto a las tropas, en cuanto sepamos el número de nuevos reclutas, os podremos decir con total certeza de cuantas armas y armaduras necesitaremos.

Con una sonrisa Ragi se sienta obedientemente en una roca cercana. Mientras mira a la niña siente que algo de la fuerza pasa a él, como si la inocencia de la muchacha fuera de verdad capaz de ser una fuente de energía. Cierra los ojos un momento y nota el olor a plantas aromáticas. Ionell y esa muchacha han trabajado duro en ese rincón - Piensa, pasando la mano por los distintos arbustos que se encuentran a su alrededor. Cuando se da cuenta Sir le está mirando:

- Estoy seguro de que el sol te lo agradece, pero todavía tiene mucho calor que compartir con nosotros. - Le dice, con una sonrisa. - Mira cómo ayuda a crecer a todas estas plantas.

Bueno, pequeñaja, ¿qué tal ayer?, ¿aprendiste muchas cosas nuevas?

Salgo tras un descanso y un baño que me da nuevas energias, y con la compañía de Earnil damos un paseo por el mercado de Sil Auresse.

Varios puestos y mucha gente deambulando es lo que encontramos, llamándome la atención esos usureros que solo cuentan mentiras. Si estuviesen en mis antiguas tierras seguro que alguien ya le habría invitado a salir de allí, y no con mucha cortesía, pienso para mí.

Pero era un poblado nuevo y no sería yo el primero en armar jaleo.

Dejando mis pensamientos a un lado me disculpo de Earnil y voy directo a hablar con un comerciante que vende pequeños artilugios parecidos a los que yo llevo, pero de peor calidad

- Saludos comerciante. Veo que tienes algunos artículos interesantes, pero debo advertirle que son de mala calidad. Si vos queréis puedo ofreceros algunas piezas hechas a mano con el mejor acero de Cardolan y de una artesanía que dudo alguna vez hayais visto antes, tras lo cual le enseño la mercancia que llevo.

- Por un buen precio serán todas suyas. Y le garantizo que podrá sacar un buen beneficio en muy poco tiempo.

Acompaño a Russef hasta el mercado, que hierve de actividad, hay nubes oscuras que se forman de vez en cuando, tal vez sea obra del soberano de Angmar, pienso con un escalofrío. Mi compañero de viaje se despide de mí y veo como se le encienden los ojos antes las posibles ganancias, ¡Buena suerte Russef!.
Las nubes me hacen recordar el verdadero motivo de mi viaje, tras preguntar a unos lugareños, estos me indican que debo dirigirme al castillo, he de hablar con Khoradur, tal vez tenga algún trabajo para mí.

Denelloth observa la plaza desde una esquina, prestando especial atención a los movimientos de Russef y Eärnil. El primero charla con los mercaderes y les enseña muestras de mercancía que trae de las tierras de Saralainn. Algunos desconfían de él, pero la calidad de la orfebrería de los clanes es reconocida, y parece tener bastantes muestras. Su actitud con los lugareños es amable, y se le ve relajado. El montaraz se fija en la calidad de su falda típica de las Tierras Altas, y en las hachas de acero que cuelgan de su cinto. No da la impresión de un simple vendedor ambulante.

Mientras tanto, Eärnil le comenta algo a Russef, y da una vuelta por el mercado. Se le ve más ausente, y su mirada se eleva al cielo para contemplar las nubes negras. No hay excesiva complicidad entre los dos, quizá sean simplemente compañeros de viaje. Denelloth puede oír como Eärnil pregunta por Khôradur, y le indican la dirección del castillo.

El montaraz sopesa si ahorrarle el viaje hasta lo alto de la colina, y de vuelta. Porque Khôradur ha ido a atender un asunto con los enanos de la forja, y luego regresará directamente a la Plaza del Mercado para estar presente en el comienzo oficial de los festejos de la tarde-noche.

Kranz observa a Khôradur, luego a Gaerel, y después se acerca a los otros enanos. Comentan algo en voz baja, y emiten un gruñido que podría interpretarse como una desaprobación.

-Señor, interviene Gaerel susurrando, creo que debería confirmarles que recibirán el pago de esta entrega de forma inmediata, tal y como se acordó si no me falla la memoria. Y confirmarles que el nuevo encargo no afectará el acuerdo por la primera entrega. Los enanos dan mucha importancia a los contratos, añade dirigiendo su mano hacia los documentos que han colocado cuidadosamente sobre la mesa.

-No sé si querrán algo más, señor... Quizá confirmarles quién será el encargado de recoger las armas ya terminadas, para ir cerrando el tema.

Una sonrisa se dibuja en el rostro de Sir. -Me alegro de verte, ayer no nos vimos.  Se queda mirando el suelo, luego las plantas. Se levanta, y se sienta junto a su amigo en la roca, sin parar de mover las piernas. -Por un momento pensé que te habías ido, y me habías dejado sola... Me alegro de que podamos estar juntos un poco más.

La niña alza la vista al cielo, y el sol de mediodía le ciega y protege sus ojos con las dos manos. -El Sol seguirá unos días más, pero necesita fuerzas. Porque pronto la oscuridad intentará devorarlo. Es lo que soñé anoche. Y no fui la única.

Ragi observa a Sir mientras ella habla. Recuerda cómo los maestros vieron algo diferente en ella, y como la mismísima Dama Aylarien la llamó una tarde-noche a sus aposentos. Ragi no pudo acompañarla, y al salir le preguntó de qué habían estado hablando. La respuesta de Sir fue simplemente que la Dama sabe ahora "lo de sus sueños".

Eben se despierta habiendo recuperado fuerzas después de unas horas de sueño. El sol hace unas horas que ha pasado el mediodía, así que se asea para después ir a buscar a Ragi.

-¿Vas a participar en alguna competición esta noche?, le pregunta un compañero de la Academia. Eben se queda mirando su arco compuesto, y su lanza. Tiro con arco es un clásico de las ferias, y no se le da mal. Aunque en el ejército de Sil Auressë sin duda hay mejores arqueros.

Denelloth esboza una mueca que casi nadie podría calificar de sonrisa. Eärnil no parece la clase de hombre fácil de desviar de sus propósitos, ni que acepte fácilmente un consejo. Que se dé una vuelta. Él se quedará por el mercado y la posada.

Recuerda por un momento a Eben. Estará descansando. Hablará de nuevo con Khôradur sobre el futuro del joven, pero estaba claro que debía unirse a los cazadores.

-Oh, sí-susurro a Gaerel.

Me dirijo hacia los enanos. -Evidentemente el pago de esta primera entrega se efectuará en los términos acordados y de forma inmediata, y el nuevo encargo no afectará a los términos acordados en la primera entrega. Les pido disculpas si mis palabras han dado la sensación de que no sería así. En cuanto hayamos satisfecho el pago y hayan comprobado que todo está correcto, Gaerel vendrá con unos hombres a recoger las armas.

Susurro a Gaerel -Dado tus conocimientos sobre los enanos, me interesa que te encargues tú de recoger las armas por si surgiese algún problema.

Las palabras de Khôradur tranquilizan a los enanos, y Kranz hace entrega de un pergamino para formalizar el visto bueno de la mercancía entregada y el compromiso de pago para la firma del Lugarteniente. Los enanos confirman que desde ese momento, las armas son propiedad de Sil Auressë.

Una vez solventado el trámite, Khôradur y Gaerel salen fuera. El sargento asume la tarea de organizar la recogida y transporte de las armas. Se está haciendo tarde, y Khôradur se apresura para salir hacia el mercado cuando le pregunta Gaerel: -Señor, ¿las armas son para llevarlas todas al castillo? ¿O llevamos también algunas al mercado para la feria de esta noche? Lo digo porque se escuchan rumores de algún anuncio importante sobre el ejército, y parece una interesante casualidad que la entrega se haya hecho en este día de Ioënde... ¿Señor?

El comerciante observa con indiferencia las piezas artesanales de orfebrería y otras que le enseña Russef. Pero antes de que termine, le interrumpe visiblemente enojado: -Estas piezas son de Saralainn, como lo sóis vos. No hago tratos con los salvajes. Ante la situación tensa, uno de los guardias da unos pasos hacia el puesto pero antes de que llegue, un lugareño se acerca para charlar amablemente con Russef y le lleva a su puesto.

-Pido disculpas por su comportamiento, le dice, pero él es refugiado del feudo de Girithlin. En teoría todos dejamos atrás nuestro pasado al llegar aquí, pero las heridas de la guerra con los clanes de Saralainn son recientes para él. No os preocupéis, sois bienvenido en Sil Auressë. Y la mercancía parece realmente buena, aunque no podría ofrecer más de nueve monedas de plata por todas esas piezas, aunque sé que valen más. Son tiempos complicados.

Mientras tanto, Eärnil da una vuelta por los puestos y pregunta a los lugareños. Le informan que el Lugarteniente Khôradur reside en el castillo que están construyendo en lo alto de la colina. Hay que cruzar un arroyo y subir una cuesta, se tarda casi una hora andando si uno no se da prisa. Es donde han subido Eben y Ragi, ya que en ese sitio también se halla la Academia de la que todos parecen estar muy orgullosos. Se espera al Lugarteniente en la plaza esta misma tarde, ya que es junto al Senescal, la máxima autoridad de la aldea en la ausencia de la Dama Aylarien. Además, corren rumores de que hará un anuncio importante sobre el ejército, o sobre los avances de la construcción.

El Senescal Curudae reside en la Casa del Comercio, un edificio de piedra junto a la plaza, aunque ya se le ha visto conversando con el jefe de guardia Walec, con los clientes de las tabernas, con los comerciantes y mercaderes.

La pregunta de Gaerel, de forma súbita, hace brotar en la mente del lugarteniente una idea.

-Tus preguntas me acaban de dar una idea Gaerel. Que lleven al castillo, pero que se presenten cinco miembros de la guardia de Sil Auressë y cinco soldados. Hoy estrenarán su nuevo equipamiento y lo lucirán durante la fiesta de Ioënde, para que nuestras gentes lo vean. Tal vez así incluso es posible que alguien dubitatito se decida por enrolarse en nuestro ejército.

Tras preguntar a los lugareños, parece que no va a hacer falta subir hasta el castillo, más de una hora andando!. esperare a que baje él ya que va a anunciar algo, además va cuesta abajo, pienso mientras una sonrisa se dibuja en mi cara.
Ultimamente estoy pensando demasiado, no puede ser bueno, soy un tipo de acción solo pienso lo suficiente antes de descargar mis flechas o mi espada sobre mis enemigos o hacerles alguna jugarreta, pero ultimamente solo hago lo primero, pienso y pienso, no hay actuación después.
Los enemigos de Cardolan campas a sus anchas por las fronteras y yo aquí sin hacer nada, la amargura aflora a mis labios y escupo, maldita sea! ¿¡seran estas los ultimos tiempos de los dunedain!?.
Vuelvo a la plaza del mercado de mal humor e intento distraerme hasta que llege Khoradur. Me fijo en si hay algunas flechas de buena factura o algúna cuerda de calidad que pueda obtener por buen precio.

Pues sí, por ahora no tengo intención de irme a ninguna parte, así que voy a tenerte vigilada. - le contesta Ragi con un tono algo burlón, intentando esconder la incomodidad que le generan las palabras de la niña. No le gusta hablar de sueños. Recuerda pesadillas en las que corría intentando alcanzar a su madre pero ella se alejaba cada vez más, independientemente de lo que se esforzara.

Pero Sir tiene esos sueños extraños, a menudo inquietantes. Sueños a los que el rara vez les ve sentido pero de los que la niña habla como si fueran hechos, y que los maestres parecen tomarse en serio. - Maldita sea - piensa - No creo que a Sir le venga bien que vayan dando importancia a los sueños que tiene. Tengo que hablar con Ionell de esto. - Vuelve en sí al escuchar el último comentario de Sir. - ¿Qué es eso de que no has sido la única en soñar que el sol se oscurecía? - Le pregunta, extrañado.