Partida Rol por web

Tarbrand se levantó con el primer toque del alba en el campamento del Capitán Melechtor. Lord Echorion tenía sus fuerzas repartidas sabiamente en varios campamentos a la espera de comenzar su gloriosa reconquista de las tierras de Minhiriath, y de allí a Girithlin.

El dúnadan se puso la armadura, y se dirigió al almacén. Entre los soldados, se había comentado que desde una aldea en el oeste habían llegado dos emisarios, y que el mismísimo Echorion había estado en el campamento con su consejero Barahir para sellar un pacto que le acercaría otro paso más hacia su destino. La aldea tenía un nombre élfico: Sil Auressë, el "amanecer de la Luz". Y se rumoreaba que la Dama de esas tierras era en efecto del pueblo de los Primeros Nacidos.

Y entonces el sargento Werlard le había confirmado que el día siguiente partiría un contingente para ayudar a la aldea, y que Tarbrand iría en ese grupo liderado por Melecthor. Y con ellos, cabalgaría Agnor, un oficial de Sil Auressë. Así tendría oportunidad de conocer algo más del asunto.

-Agnor, aquí tenemos el almacén. A ver si puedes ayudar a preparar la partida, que no estamos aún preparados para partir. Ah, te presento a Tarbrand, él irá en el grupo, y te enseñará donde están las cosas.

El sargento tenía cara de pocos amigos, había estado de guardia y quería descansar su jornada libre. Pero el capitán Melechtor le acababa de informar de que un grupo partiría hacia Sil Auressë el día siguiente al alba. No le correspondía a un sargento cuestionar las órdenes ni los planes, así que Werlard acató la orden. Pero si mañana tenía que partir, necesitaba descansar. Llevaba dos jornadas de patrulla seguidas de noche de guardia. -Si necesitáis algo, estaré en mi tienda.

-Buenas señor Agnor, coja todo lo que necesite del almacén, yo le ayudaré a cargarlo. Si necesita pasar por el establo indíquemelo.

Agnor asintió al sargento Werlard. Había ido al almacén a controlar la intendencia para la partida. Si por él fuera, cogería sus dos caballos y partiría en ese instante. Pero cuando se forma una partida de guerra hace falta algo más. Impedimenta, refresco, abastecimiento... En cualquier caso no iba a desconfiar de la habilidad de los hombres de Echorion para prepararlo todo. Estaban más que acostumbrados a vivir en camino y alerta, y por lo que había visto, eran muy eficaces.

Le presentaron al tal Tarbrand, un hombre corpulento que le sacaba al menos una cabeza. Le dio la mano mientras lo estudiaba ¿era un "hombre del Oeste"? Por sus rasgos y tamaño parecía serlo. Tenía un aspecto imponente a la par que noble. En cierto modo le recordó al "jefe" Khôradur.

-Soy Agnor Guthild. Me alegra conocer a alguno de los que me acompañarán a Sil Auressë. Te agradezco que lo hagas, sé que muchos de los hombres de Echorion preferirían acompañarle a él en vez de hacer este paseo.

Durante el apretón de manos Tarbrand se dio cuenta que el hombre de aspecto norteño tenía mucha más fuerza de lo que aparentaba a simple vista, intentó que su sorpresa no se reflejara en su rostro y acto seguido le dijo:

-No quiero parecer descortés señor, pero soy uno de esos hombres que preferiría estar con Echorion, pero a diferencia del resto yo sé que he de anteponer la voluntad del príncipe a mis propios caprichos. ¿A que hora tiene pensado partir mañana? He de comunicárselo al encargado de las caballerizas para que tenga todos los arreos preparados.

-Partiremos al alba si nada lo impide. Y no temas decir lo que piensas. Es honroso querer seguir a tu señor, pero espero que puedas apreciar el valor de la misión que te ha sido encomendada. Ayudarás en la defensa de una población necesitada, y que puede dar a tu señor mucho más de lo que recibe. Ahora, pongámonos a trabajar.

Tarbrand se sorprendió ante el buen trato y las buenas palabras empleadas por Agnor, en el ejército no suele haber sitio para los modales y mucho menos para la cortesía, por lo que le gustó encontrar a alguien que sabía apreciar dichos actos. Al momento, alegró la expresión de su rostro y sonrió a Agnor diciéndole:

-En dicho caso el placer es mío mi señor, y si todo el mundo en Sil Auressë es tan cordial como vos, pronto curaré la pena de mi corazón al distanciarme de mi señor.

Acto seguido se dispuso a seguir a Angbor y se puso a trabajar.

El contingente se preparaba para partir el día siguiente al alba. -Una salida apresurada, maldijo el capitán Melechtor entre dientes. -Y no sabemos a qué nos enfrentaremos, añadió mirando a Agnor y a Tarbrand. De momento, los hombres habían sido avisados, y en pequeños grupos informales se estaban preparando. Viajarían ligeros. Treinta hombres, y treinta caballos. No podían permitirse el lujo de ir con una montura de repuesto. Y cada hombre cargaría con diez días de raciones en sus alforjas. El capitán había estado dando vueltas por el campamento, hablando con unos y otros. Tanteando su moral. Había elegido casi a dedo aquellos hombres que consideraba aptos para la misión. Y ahora se encontraba de nuevo con Agnor y Tarbrand junto a los caballos. -Será una formación de tres unidades de ocho, con un sargento liderando a siete jinetes. Vosotros dos formaréis conmigo en la vanguardia. También irá Aelloth.

Contaba con las habilidades de Tarbrand para explorar por delante del resto. Y no quería perder de vista a Agnor, que junto a Aelloth era quien mejor conocía el terreno que rodeaba Sil Auressë.

El capitán asintió con la cabeza y le dio algunos golpes suaves al caballo que había escogido para sí mismo. -Si necesitáis algo, decidmelo. En nuestras manos está salvar a Sil Auressë, y sellar el pacto entre Lord Echorion y la Dama Aylarien con sangre y acero.

Tardrand realizó el saludo militar y dijo:

-A sus órdenes capitán, por lo que a mi respecta podemos partir de inmediato.

Cuando montó junto a Angbor le comentó en voz baja:

-Angbor, antes me dijiste que dijiste que podría ser sincero contigo, ahora yo te pido lo mismo, ¿en qué situación se encuentra Sil Auressë?¿qué peligro podemos esperar? Dímelo sin rodeos, no hay explorador más insensato que aquél que se adentra en los caminos sin información.

Agnor respondió al capitán mientras acariciaba el cuello de su Atreo.

-Solo necesito mis fieles monturas y alimento en el petate. Podemos partir cuando queráis.

Miró a Tarbrand.

-Hay fuerzas oscuras moviéndose a escondidas por Cardolan bajo el mando de un nuevo enemigo, y Sil Auressë es uno de sus objetivos. Sabemos que hay grupos de orcos y manadas de huargos por la zona. No podemos distraernos, podríamos encontrárnoslos en cualquier momento.

Tarbrand asintió a Agnor complacido con la respuesta del norteño, y le dijo:

-De acuerdo, en dicho caso espero poder detectarlos a tiempo. 

Luego se dirigió a la posición del capitán de nuevo y le dijo:

-Mi señor, deberíamos partir lo antes posible y aprovechar todas las horas de luz que podamos, tengo motivos para pensar que podemos encontrarnos con orcos, y es bien sabido que a estos no les gusta la luz del sol.

Cuando regresó junto a Angbor, preparó todas sus escasas pertenencias en su caballo Centella, montó y le dijo:

-Si estás familiarizado con las rutinas de la exploración y del reconocimiento del terreno me vendría bien que me acompañaras cuando el capitán me mande a explorar, al fin y al cabo 4 ojos siempre ven más que dos.

Tarbrand era muchas cosas pero no un temerario, y si el capitán le pedía que se adelantara al grupo no quería adentrarse en la espesura en solitario, y el robusto norteño le pareció una perfecta compañía, además se veía que era un experto jinete, por el cariño que mostraba a sus corceles, aunque no parecía que perteneciera al pueblo de eorl, se lo preguntaría cuando tuviera ocasión.

El capitán asintió con la cabeza ante la propuesta de Tarbrand. -Cuánto antes podamos partir, mejor. Pero aún me faltan jinetes por llegar, y otros que necesitan descanso después de días de patrulla y de guardia.

Como Protector de estas tierras, Echorion se veía obligado a cubrir grandes extensiones con pocos efectivos. ¿Y quién protogerá el centro de Cardolan cuando el señor parta hacia el sur, hacia Girithlin?

-Nos esperan muchas leguas de viaje, no menos de tres días, dijo sacudiendo de su cabeza los demás pensamientos sobre lo que les deparaba el futuro. -Y atravesando un terreno difícil, lejos de los caminos. Es una ventaja, por otro lado, ya que será más difícil que nos descubran los espías del enemigo. 

Miró de nuevo a los dos hombres, pensativo. Melechtor era un capitán joven, a quien le gustaba tomar la iniciativa. Sin duda eso le había propiciado su rápido ascenso entre las filas de Echorion. -Así sea, vamos a adelantarnos. Tarbrand y Agnor, podéis partir de avanzadilla cuando estéis listos. Si preferís que os acompañe otro hombre, bien. Tomad rumbo oeste, hacia Sil Auressë. Hay un lugar para acampar cerca de un arroyo a unas quince millas. Aseguradlo, y yo partiré con el resto de los jinetes a media tarde y nos encontraremos antes de medianoche.

-Me parece bien. Hace falta asegurar tramos. Si puede ser quisiera que nos acompañara Aelloth. Él conoce mejor que yo vuestros refugios y sendas.

-Me parece una excelente decisión mi capitán. Por lo que a mi respecta podemos partir ya. Si encontramos algún peligro serio, se lo notificaremos lo antes posibles.

Tardrand estaba deseoso de partir, llevaba algunos días sin hacer nada de interés en el campamento y estaba deseando hacer algo útil y demostrar su valía a Echorion y su ejército.

Melechtor accedió a que les acompañara Aelloth, y pronto los tres se dispusieron a partir. Aelloth les indicó la dirección a tomar, pero pronto se quedó más atrasado dejando que Agnor y Tarbrand tomaran la delantera. Ambos eran buenos jinetes y exploradores, y además contaban con excelentes monturas. Aelloth sujetaba las riendas del segundo caballo de Agnor, y miraba con interés el cielo nublado. Al rato, sus previsiones se cumplieron y una intensa lluvia cayó sobre ellos.

El avance se hizo algo más difícil y lento, ya que la tierra se convirtió en barro y la visibilidad estaba reducida. Pasaron las horas, y quedaba ya menos para el atardecer.
 

Cuando el tiempo empeoró el caballo de Tarbrand acostumbrado a terrenos con menos obstáculos no se manejaba bien en la espesura, de tal forma que al reducirse la visibilidad Centella veía menos aún de forma que tropezó con una raíz, Tarbrand no lo pudo evitar y cayó al suelo.

-Maldita sea, tanto tiempo parado en el ejército han hecho que me oxide bastante.

Tarbrand volvió a montar en su caballo, esforzándose para no volver a quedar en evidencia ante sus acompañantes.

El cielo se puso gris y pronto todo pareció cubierto por una cortina de agua.

...mal para nosotros, y mal para quien sea que pueda estar esperándonos...

No quedaba más remedio que adaptarse y cabalgar como se pudiera. Con esa lluvia, y el suelo embarrado, iba a ser difícil ver ni huellas ni enemigos emboscados. Pero al menos el agua caía fuerte para todos.

Ya se había hecho de noche cuando los tres llegaron al lugar de acampada. Consistía en unas piedras puestas formando un semicírculo junto a un arroyo, y en el centro una construcción para el fuego. También se guardaba leña seca allí, lo que era de agradecer ya que la lluvia había sido incesante durante toda la jornada. En algunos tramos, habían tenido que bajar de los caballos para avanzar caminando. También había resultado imposible mirar huellas, pero aún se encontraban dentro de los territorios bajo el control directo de las tropas de Echorion.

Aelloth dejó a los caballos cerca del agua, y se puso a preparar el fuego. Las piedras del semicírculo ofrecían buenas posiciones defensivas, y había espacio suficiente para diez tiendas de campaña de cuatro personas. Aunque los caballos se quedarían fuera del campamento.