Partida Rol por web

A la mañana siguiente, Melechtor supervisaba la recogida del campamento. Era importante asegurarse de que sus hombres podían hacerlo de una forma rápida y eficaz. Por delante tenían muchas jornadas de viaje. Se despidieron de los mercenarios de Maelor, que habían acordado visitar el campamento al este por si en las filas de Echorion podrían tener un futuro.

Melecthor consideró que la idea de usar a Agnor y a Tarbrand de avanzadilla había funcionado bien, así que decidió seguir haciéndolo. Los dos partieron antes que el resto para explorar el terreno.

Antes de montar en tu caballo, guardas algunas cosas en las alforjas. Entonces ves lo que parece una carta sellada que antes no estaba allí. Los mercenarios ya avanzan a cierta distancia, pero cuando los miras, tu mirada se cruza con la de Murl.

En el sello pone "SA", y la firma es una "M". Alguna vez has visto cartas con SA, de Sil Auressë.

¿Una carta oculta? Agnor se extrañó. ¿Qué significaba aquello? Miró alrededor por si podía abrirla discretamente y leerla, quizá ayudado por el tejemaneje de las alforjas, preparar la silla y la cobertura que proporcionaban los caballos.

Respiró hondo y se guardó disimulando la carta bajo la ropa, y siguió preparando los caballos como si nada.

A la mañana siguiente Tarbrand, se puso en planta y se dio cuenta de que allí estaba el resto de la compañía, se preguntó cómo es que no había escuchado nada durante la noche, pero seguramente estaría tan cansado después de la intensa lluvia que su cuerpo no se habría levantado ni con un terremoto. Por lo que se apresuró en llegar a la posición de Melechtor y presentarle  sus saludos:

-Buenos días mi capitán, siento no haber venido antes a reportar, pero el cansancio hizo más mella en mí de lo que creía posible. Espero que no os retrasarais mucho y que vos y vuestros hombres hayáis descansado debidamente.

En cuanto Melechtor le comunicó sus nuevas órdenes, Tarbrand se llevó su puño al pecho y le contestó:

-Así se hará capitán, ahora mismo me reúno con Agnor y partimos.

Tarbrand fue a enjuagarse un poco la vara y las manos en el río, adecentarse el pelo, y corrió a la tienda de Agnor.

-Buenos días Agnor, el capitán Melechtor nos ha confiado la misión de seguir explorando por delante del grupo. Te esperaré donde están los caballos mientras te preparas.

Mientras esperaba al joven norteño, Tarbrand aprovechó para cargar su equipo en Centella y adecentar como buenamente pudo a su caballo.

Agnor asintió y acabó de apretar las correas de la silla.Se subió a Atreo, metió la mano en una alforja y le dio una manzana al caballo. Los mercenarios se iban en camino contrario, y al verlos irse sintió que tenía una preocupación más. Se preguntó si no habría hablado demasiado.

-Partamos, pues -le dijo a Tarbrand.

Los dos partieron hacia el oeste, de avanzadilla. Aelloth se quedó con el grueso del contingente en esta jornada. No era tan experimentado jinete como Agnor y Tarbrand y no quería retrasar el ritmo. El objetivo era alcanzar un gran bosque que seguía el curso de otro arroyo, en dirección sudoeste. Esto les alejaba de la ruta directa a Sil Auressë, pero el capitán Melecthor tenía sus motivos y no estaba por la labor de explicar sus órdenes. Era importante conseguir distancia al resto, así que los exploradores trataron de avanzar lo más rápido posible durante las primeras horas.

Pero de nuevo, al poco tiempo de partir, los cielos se abrieron. La lluvia era más intensa que el día anterior y venía acompañado de grandes truenos que sonaban cerca en el norte.

La incesante lluvia dificultó el avance, y la tierra se convirtió en barro. Y lo peor estaba por llegar. La tormenta les cayó encima, y pasado medio día se detuvieron y retrocedieron para avisar a Melechtor y al resto.

El norteño ordenó levantar el campamento y con cara de pocos amigos observó las nubes negras y los rayos. -¡LA TORMENTA LA TENEMOS ENCIMA YA! ¡DAROS PRISA!, gritó las órdenes. Luego desmontó, y le pidió a Agnor, Tarbrand y Aelloth que se le acercaran. Buscó un lugar protegido junto a unos árboles, y colocaron una lona.

-Entiendo que Sil Auressë necesita ayuda urgente, pero no voy a arriesgar que perdamos ningún caballo por un esquince por ir a ciegas en medio de la tormenta. Así que aguantaremos aquí hasta que pase.

Sacó un papel con un mapa rudimentario...

-Nuestra posición es aquí¹. Lo que quería decir es que no seguiremos directos al oeste para alcanzar Sil Auressë. No tiene sentido que con la caballería nos encerremos con el resto a la espera de que lleguen los enemigos. Quiero ir al sur, hasta el bosque. Es una barrera natural. Al otro lado hay un camino que sigue al sudoesta, bordeando las tierras altas de Minhiriath. Aquí, en esta zona..., añade indicando con el dedo una zona circular grande en la parte baja, es donde pueden reunirse las tropas enemigas. Las cuevas y las tierras altas de Minhiriath ofrecen muchos escondites. Allí no podemos ir, pero podríamos intentar asegurar este cruce de caminos, si no está ocupado ya.

Con el dedo dibujó el trayecto desde el cruce de caminos hacia el norte, pasando por el Paso de la Loma. Y hasta Sil Auressë.

Tarbrand agradeció tener un capitán que realmente se preocupa por sus hombres e incluso por sus caballos, y seguramente por ello había ascendido tan rápidamente en el ejército de Echorion. Escuchó atentamente el plan, y contestó:

-Entendido mi capitán, si desea contar con mis servicios para explorar el estado del cruce estaré encantado de ofrecérselos. Pero en dicho caso creo que lo mejor será esperar a que la tormenta pase, como vos sugerís, dado que aunque les sea difícil detectarnos por la visibilidad lo mismo ocurrirá en nuestro caso.

A Agnor le sorprendió ese repentino cambio de planes. La idea era ir a Sil Auressë y acantonarse allí a esperar órdenes. Y... él tenía una misión personal, algo que entregar al senescal o al señor Khôradur...

Pero lo que planteaba el capitán Melechtor tenía su lógica en este contexto pre-bélico. Si el enemigo estaba acercándose a Sil Auressë, se podía aprovechar el trayecto para interceptarlo por sorpresa o desalojarlo del cruce, y así ganar tiempo para la ciudad.

La tormenta le traía malos recuerdos. Le ponía taciturno y sombrío y no estaba en condiciones de discutir. Aceptó el plan.

-Bien. Hagámoslo.

-Cuento con los tres, y con vuestra discreción. El norteño miró a Agnor, con quien compartía la misma ascendencia. Le notó reservado y serio. Era comprensible, ya que a diferencia de Aelloth y de Tarbrand, Agnor no conocía a los hombres de Echorion de antes. Y su lealtad y su corazón estaban con Sil Auressë. Melechtor consideró pertinente explicar mejor su propósito. -Treinta jinetes no cambian el curso de una batalla. Somos pocos, pero contamos con la sorpresa. Por ese motivo no desvelé mi plan en el campamento. Ni delante de los mercenarios de anoche. Cuantos menos lo sepan mejor. Una palabra perdida puede decidir la victoria o la derrota, y en Cardolan todo se compra con el oro.

Melecthor miraba el mapa, y luego a los tres. -Queda mucho camino para llegar al cruce. El bosque está a una jornada larga, y cruzarlo será tarea fácil. Desconozco si hay vado en ese arroyo en el interior del bosque. Tampoco sé si es seguro. Pero nos brindaría una protección muy buena y nos permitiría acercarnos sin ser vistos, y así esperar nuestro momento para actuar.

El capitán se incorporó. -Os dejo descansar un rato, pero estad preparados. En cuanto esta tormenta lo permita, partid sin avisar hacia el bosque. Tenéis que buscar una senda para cruzarlos, y si posible un lugar para acampar sin que se nos vea desde el camino. Yo guiaré al resto hacia el oeste, pero acercánodonos al sur sin levantar sospechas. Y mañana antes del ocaso iré a vuestro encuentro solo.