Partida Rol por web

Descabezar el troll resultó mucho más complicado de lo esperado. Su piel era dura, y su cuello enorme. Tarbrand golpeó con fuerza, y los huesos crujieron pero del impacto se le cayó la espada. Volvió a intentarlo, y se tropezó en el charco de sangre que se había formado. Finalmente, se sentó en el suelo junto al troll y golpe a golpe consiguió separar la grotesca cabeza del cuerpo. Eso sí, terminó manchado de la oscura sangre de la criatura, y su hediondo olor le acompañaba.

Regresaron hasta la posición de Aelloth, y descansaron un poco mientras esperaban al capitán Melechtor que aún no había llegado, mientras le contaban a su compañero lo sucedido. Entonces llegó el capitán a caballo, acompañado de un soldado.

-¡¿Qué habéis matado a un troll?!, preguntó con incredulidad al escuchar la historia. Miraba sonriente la bolsa manchada de sangre. -Buen trabajo, y además habéis encontrado el vado. Tenemos que acampar allí.

Se quedó pensando, y finalmente dio instrucciones al soldado que avisara al resto del contingente, y le indicó la posición aproximada del vado según le habían contado Agnor y Tarbrand.

Han hecho un trabajo extraordinario como exploradores, pensó a sí mismo.

-Vamos, iremos los cuatro a asegurar el lugar hasta que lleguen los demás. Llevaremos los caballos también.

Tarbrand vio contento la expresión de incredulidad de su superior, "Quizás ésto me valga un ascenso para el futuro" pensó el dúnedain, cuyo objetivo era siempre llegar a formar parte del séquito de confianza de Echorion. A continuación le respondió rápidamente, diciendo:

-El mérito es del señor Agnor, cuya pericia con el arco no tiene rival al parecer, yo sólo he conseguido embadurnarme con esta mugre maloliente y asquerosa. Necesitaré bañarme cuando lleguemos al río si me dais permiso mi capitán. 

La expresión de Tarbrand denotaba abatimiento y cansancio, no habían dormido en toda lo noche y habían caminado a pie grandes trechos dentro del espeso bosque, pero si el capitán Melechtor necesitaba aún de sus servicios no sería él el que le pidiera un descanso, por mucho que lo necesitara.

Antes de que el soldado se marchara Tarbrand le dijo:

-Esperad, llevaros también la cabeza del troll y colocarla en lugar seguro, no quiero que mi olor sea aún más intenso debido a la carne muerta.

Agnor asintió levemente cuando Melechtor preguntó por el troll. No quería vanagloriarse ni parecer vanidoso. Era de los que pensaban que sus obras hablarían por él mejor que las palabras. Además, sabía que había sido un golpe de suerte. Miró el enorme bulto de la cabeza del troll, una grotesca bola de hueso y pellejo duro como cuero más grande que la cabeza de un aurach.

Sin embargo, por dentro, no pudo evitar sentir cierto orgullo por aquella gesta. Con suerte o sin ella habían cumplido con creces.

-Partamos pues -el día estaba siendo muy largo-. Aseguremos el vado.

El capitán observó el arco que cargaba el norteño en su espalda y asintió. Un disparo afortunado. Se había enfrentado a algunos trolls durante las guerras de los Señores Aliados contra Dagorhir, y sabía lo difícil que resultaba abatirlos.

Se adentraron en el bosque, y Melechtor dejó pasar a Agnor y Tarbrand delante ya que conocían el camino. -Entonces el troll estaba apilando madera, dijo mientras avanzaban. -¿Se os ocurre algún motivo para eso? No creo que fuera a construirse una casa.

A su alrededor, seguían los restos del combate de unos años atrás. Cadáveres de soldados y mercenarios venidos de distintas tierras a luchar en alguna guerra mezquina, porque entre los restos únicamente se veían armas de hombres de distintos orígenes.

Caminaban de nuevo por el bosque, ahora llevando los caballos. Agnor esperaba que pudieran llegar al vado antes que... quien fuera que dominara al troll se pasara por allí. La pregunta de Melechtor era algo que le había estado dando vueltas en la cabeza durante todo el tiempo.

-Espero no que sea para armas de asedio, señor. No solo por sus consecuencias, sino también por lo que implican. Solo un ejército de buen tamaño y bien organizado se permite construir algo así.

Tarbrand con todo el lío de la caza del trol no se había parado mucho a pensar en aquello, pero al mencionarlo el capitán se le ocurrió una teoría y se la comentó:

- Mi capitán, el trol tenía una argolla en la nariz, lo que indicaba que servía a alguien, probablemente a algún ejército de orcos que esté por la zona, y creo que estaban usando los troncos que cortaba el trol para fortificar su campamento, ya que había una especie de camino ,cerca de la pila de árboles cortados, con marcas de ruedas de carro, que probablemente usaban para transportar la madera cortada a su campamento. Si seguimos el camino no creo que tengamos problemas en encontrarlos.

-Es posible que estén fortificándose. Esta es una importante zona de paso para controlar, y levantar un puesto fortificado les será de ayuda para cuando avancen al norte. Sea lo que sea, me temo que vamos a encontrar resistencia.

El capitán no respondió, y siguieron el viaje en silencio. Un troll no se sometía a la voluntad de orcos sino era por una fuerza superior. Aelloth recordaba cómo durante su cautiverio también había visto un troll-esclavo de la tribu orca. Todo presagiaba lo peor. Enfrente tenían un enemigo bien equipado y bien organizado.

Llegaron al vado, y el cadáver del troll seguía allí. Quedaba poco para el nuevo día, así que por fin pudieron descansar. Tarbrand aprovechó para meterse en el agua, y Aelloth preparaba un sencillo campamento en el lado contrario del río desde la pila de madera. Los caballos habían estado muy inquietos todo el camino por el bosque.

Mientras tanto, el capitán Melechtor se paseaba lentamente en la otra orilla, mirando en el suelo las pisadas del troll, y los enormes troncos que había estado apilando.

Ahí seguía el monstruo, claro ¿quién querría llevárselo? Se preguntó si algún explorador enemigo lo habría descubierto en las horas en las que se habían alejado. Deseó que así fuera. Tarde o temprano serían descubiertos, y no tenía claro si era mejor aparecer por sorpresa o que corriera la voz de que había unos guerreros temibles por la región matando trolls de un golpe.

Agnor se lavó la cara y las manos y se aseguró de que sus caballos bebieran y estuvieran cómodos. Luego se acercó al capitán Melechtor.

-¿Hay algo más que pueda hacer? De lo contrario me gustaría descansar un par de horas.

Tras lavarse como buenamente pudo, el bueno de Tarbrand se sintió un poco mejor, pero el cansancio empezaba a hacerle mella y secundando la moción de su amigo dijo:

- Sí mi capitán, si no necesita más de mis servicios me gustaría descansar un poco también, al parecer mañana tendremos que hacer frente al grueso de los enemigos y me gustaría recuperar un poco las fuerzas. Hoy ha sido un día largo...

Esperaba que el capitán no tuviera problemas en darles un descanso, al fin y al cabo se lo habían ganado con creces, por lo que dejó que su yegua se abrevara en el río, comprobó que no se había herido en su trayecto por el bosque y se dispuso a sacar el saco y dormir aunque fuera un poco.

Agnor y Tarbrand estaban agotados y no tardaron en quedarse dormidos a pesar del duro suelo, las ramas, la humedad y el extraño y perturbador silencio del bosque. Al abrir los ojos de nuevo, era ya de día. Aelloth había encendido una pequeña hoguera y estaba preparando un cocido para recuperar fuerzas. Melechtor seguía de pie, en la otra orilla del río, casi en el mismo sitio que unas horas antes en la noche.

-Es un buen capitán, dijo Aelloth y observaba a Melechtor mientras cortaba tiras de carne curada para echarlas al caldo que ya estaba hirviendo. -Es valiente, pero se preocupa por sus hombres. Cree que Agnor estaba en lo cierto. Estaban usando al troll para preparar armas de asedio.

El capitán cruzó el vado en tres ágiles saltos, y miró a los tres con gesto serio. Luego se dirigió a Agnor y Tarbrand. -Espero que hayáis podido descansar un poco, porque os necesito a los dos. Ese camino que he estado mirando debe conducir al campamento enemigo fuera del bosque. Necesito saber cuántos son y si están esperándonos. Tenemos muchas horas de luz por delante, pero no podemos acampar aquí con las tropas sin averiguar algo más, porque al caer la noche podemos tener encima de nosotros al enemigo.

Respiró hondo, consciente del peligro que suponía enviar a los dos hombres. -No puedo ordenaros a hacerlo, y si no estáis seguros decídmelo e iré yo personalmente. Nada os reprocharé si ésa es vuestra decisión, porque ya me habéis mostrado vuestra valía y vuestra iniciativa.

Observó el cielo despejado. Un buen día para luchar. -La unidad acampará aquí. Si aceptáis salir de nuevo a explorar el camino, y no volvéis para medianoche, partiremos todos a por vosotros con los caballos. Y os juro que haremos frente a lo que sea que nos espera al otro lado para así traerlos de vuelta. Nadie se quedará atrás, no en mi unidad. ¿Qué decís?
 

Agnor bebió de su cantimplora y se refrescó la boca. Escuchó al capitán y asintió. No hacía falta añadir mucho más. El ejército siempre había sido su trabajo y la rutina era saber que cualquier día era el último. ¿Iba a ser diferente entonces?

-Podéis contar conmigo, capitán. Me preparo enseguida.

Tarbrand se levantó un poco desorientado, y al ver que el sol ya estaba bastante alto en el cielo, le dirigió a Aelloth una mirada de preocupación, diciéndole:

- ¿Pero qué hora es?¿Por qué nos has dejado dormir tanto? - en el fondo, el dúnedain se lo agradecía; realmente necesitaba ese descanso, pero no quería parecer un vago que se queda dormido mientras sus compañeros trabajan. Al ver que aún no había llegado el grueso de la unidad se relajó un poco, y comprendió el motivo por el cuál aún no había sido despertado. Así que cambió su expresión a una mucho más relajada y tranquila, y le dijo:

- A vale, ya veo; tenéis mi total agradecimiento por permitirnos descansar un poco más y por ocuparos de las guardias. Dijo asintiendo a Aelloth en un claro gesto de agradecimiento. 

Cuando venía del río tras enjuagarse la cara, escuchó atentamente lo que tenía que decirles su capitán, le llenó de orgullo saber que los tenía en tan alta estima y le respondió fervientemente:

- Capitán Melechtor, es un honor para mí servir a capitanes como usted, gustoso realizaría cualquier misión que me encomendara y ésta vez no va a ser menos. Además si os capturan a vos, el resto del grupo perdería el ánimo y más de uno puede que se desbande y huya, por lo que lo mejor es que nosotros corramos el riesgo; si algo os pasara, toda la misión estaría perdida. Al terminar hizo una leve reverencia y se llevó la mano al pecho en señal de lealtad.

Los dos exploradores se dispusieron a partir de nuevo. Por delante, un sendero que se adentraba en el profundo bosque y al otro lado... quizá el campamento enemigo.