Partida Rol por web

La peor tormenta pasó, y los tres siguieron la marcha hacia el sudoeste. La tierra estaba más dura, y sin la lluvia lograron avanzar a un buen ritmo el resto del día. A lo lejos ya se veían las copas de los árboles. Pararon un instante a descansar, y tomar una decisión. Quedaban algunas horas de luz. Podrían seguir hasta alcanzar el linde del bosque o incluso entrar en la espesura de noche. O parar y pasar la noche aquí, y luego seguir el día siguiente a la luz del día.

El bosque se extendía casi veinte millas de noroeste a sudeste, y les habían dicho que tenía unas seis millas de lado a lado.

Tarbrand se alegró al fin del cambio de tiempo, y cuando hicieron la pausa para decidir su siguiente acción le dijo a sus compañeros:

-Amigos, creo que deberíamos aprovechar éste tiempo extra que nos ha otorgado el buen camino para adelantar todo el trabajo posible. Hay que recordar que el tiempo corre en nuestra contra y me gustaría tener buenas noticias que darle al capitán cuando nos reunamos con él mañana, por lo que yo voto por internarnos en el bosque y empezar a buscar el río y la forma de vadearlo. Además estaremos más seguros acampados en el bosque que aquí en la interperie. ¿Qué opináis vosotros?

El dúnedain estaba deseoso de impresionar a su capitán, por lo que no le importaba correr algún que otro riesgo si con ello conseguía ayudar al ejército de Echorion.

Llegaron bien y se detuvieron unos instantes. Ya desde los caballos pudieron inspeccionar el macizo de árboles que tenían a pocas millas delante suya.

-Estoy de acuerdo. No perdamos tiempo y avancemos hasta el bosque. Será mejor refugio.

Llegaron al linde del bosque, y se detuvieron allí. El bosque que ahora se alzaba ante ellos era de hayas y de pinos, y no parecía ancestral como lo era el Bosque Viejo por ejemplo. Se decía que en la Edad Antigua, toda Cardolan estaba cubierta de un bosque, pero que los dúnedain talaron la mayor parte para construir sus grandes flotas. No se sabía si había algo de cierto en aquella historia. El suelo que dejaba atrás un bosque arrasado no era el mejor para cultivar, y efectivamente las tierras altas de Minhiriath en general no eran aptas para la agricultura, más allá de las cuencas de los grandes ríos. Lo que parecía apoyar aquella teoría. En las mesetas crecía la hierba llamada ablas, que servía como alimento para los rebaños de ovejas. Algunos cardos y zarzamoras, pero poco más.

En cuanto este bosque que ahora miraban, era de los más grandes del centro de Cardolan. Si tenía un nombre, no lo conocía ninguno de los tres. Los árboles eran altos y fuertes, y el terreno irregular como para avanzar a caballo. Después del día de tormenta, el bosque olía a fresco y húmedo. Pero había algo sutil, extraño en el aire. Una sensación difícil de describir...

Los caballos lo notaban antes que las personas. Estaban tensos y nerviosos, moviéndose de un lado a otro. Todo estaba en silencio, no se escuchaban animales en el bosque. Demasiado en silencio.

-Shooo, Centella - dijo Tarbrand acariciando el cuello de su yegua e intentando tranquilizarla.

Se dirigió a sus dos compañeros y les dijo:

-¿Soy yo el único que nota una extraña presencia en éste bosque? Los caballos también lo han percibido, creo que este no es un bosque normal, hay demasiado silencio. Luego tras una pausa meditativa, dijo:

-Si ninguno de vosotros conoce ningún dato más de éste lugar, creo que lo mejor será que uno de nosotros se quede aquí con los caballos y los otros dos se adentren en la espesura; de todas formas creo que lo tendríamos difícil para avanzar, y si por algún motivo éste silencio es fruto de alguna trampa del enemigo, llamaríamos mucho más la atención si vamos a caballo. ¿Qué pensáis?

-Desconozco lo que puede ser la causa, pero ciertamente se les nota nerviosos a los caballos, comentó Aelloth mientras intentaba calmar al suyo. -Pero hemos de intentar encontrar un camino a través del bosque hasta el otro lado. De lo contrario, nos atrasaríamos mucho para llegar a Sil Auressë. Me puedo quedar con los caballos si queréis entrar a explorar, se ofreció.

Tarbrand conocía historias de bosques embrujados y con vida propia, nunca se las creyó del todo, pero no le haría ningún daño intentar averiguar algo más, por lo que en su pausa meditativa aprovechó para acercarse a uno de los árboles más viejos que vio, lo palpó, lo olió y pegó su oído al tronco.

Llegaron al lindero y esa sombra se dejó sentir. No era algo definible, pero ahí estaba. Agnor asintió a la pregunta de Tarbrand. Bajó de Atreo intentando tranquilizarlo. Eothos, su otro caballo, también había notado algo extraño.

-Será mejor dejarlos aquí. Iremos de avanzadilla para ver la situación. Ahora ya no tengo tan claro si acampar en el bosque o no.

Preparó la impedimenta. Dejarían a Aelloth con los caballos y ellos irían ligeros de equipaje.

Tarbrand se acercó a los árboles que se encontraban más cerca del linde. Agnor le acompañaba, mientras Aelloth se quedaba cuidando las monturas. Los pasos de los dos se hundían ligeramente en el suelo encharcado. El dúnadan tocó la dura corteza del primer árbol, y entonces vio un árbol más antiguo y grande. Se acercó hasta ese árbol, cuyas ramas se retorcían de una forma extraña buscando salir de las profundidades de la espesura. Tarbrand puso su oreja en el árbol, y cerró los ojos…

Agnor se encontraba a unos pocos pasos, atento a lo que les rodeaba. Aunque no habían avanzado mucho, ya no se podía ver a Aelloth. El bosque era más denso de lo que aparentaba. El sol se estaba poniendo, y la luz que se filtraba era ya escasa. Una fina niebla se estaba formando en la húmeda espesura, y notaban cómo la temperatura bajaba de forma repentina.

Al cerrar los ojos, Tarbrand pudo sentir el latido del bosque. Su silencio escondía recuerdos de lucha, de sangre y de muerte. El dúnadan abrió los ojos, y vio cómo ante sus ojos ahora había multitud de armas oxidadas, estandartes hechos jirones. Y esqueletos y calaveras. Los primeros estaban a unos pocos pasos, pero más allá intuía que había cientos de guerreros que habían luchado y perecido en las profundidades de este bosque. Era un campo de batalla donde los dúnedain habían luchado hace poco. Las puntas de las lanzas no se habían oxidado demasiado aún.

Entonces vio algo que le cortó el aliento. Uno de los escudos en el suelo tenía un fondo verde con la figura de un dragón con alas desplegadas de color rojo. Estaba manchada de sangre, igual que aquel día cuando recibió la terrible noticia del fallecimiento de su padre Tormund. Cerró los ojos con fuerza recordando aquello, y los volvió a abrir. El escudo seguía allí, pero con otro emblema. La rosa roja de Dol Caladir.

Por un momento, su espíritu se había conectado con las almas que habían luchado y perecido, pero que no habían hallado su descanso. Y seguían en el umbral entre las sombras y la vida. Algo les estaba atrayendo, algo los estaba manteniendo. Un poder ancestral. Aún no entraban al mundo de los vivos, pero con la noche, se podía sentir la angustia, el terror, las vidas truncadas e inacabadas... Y el frío vacío.

El joven dúnedain no se podía creer lo que estaba viendo, era evidente que aquello no estaba allí antes de acercarse al árbol, pero parecía tan real que se negaba a creer que fuera simplemente una ilusión.

En cuanto vio el escudo de su casa el corazón le dio un vuelco, tantos años esperando poder averiguar algo de su padre y al fin se le presentaba la oportunidad en forma de visión de lo que parecía ser el pasado. Cuando cerró los ojos para recordar como era el escudo que le presentaron como único resto de su padre, no pudo evitar la tristeza que inundó su alma; pero no tuvo tiempo para centrarse en ello dado que al abrirlos el escudo había cambiado de imagen, ahora representaba lo que parecía la rosa de la Casa de Dol Caladir.

Tarbrand se quedó un segundo sorprendido y luego pensó que quizás hubiera alguna relación entre su padre y Dol Caladir; y de pronto la duda surgió en su corazón, él no quería abandonar aquella misión tan vital para Echorion, pero no podía dejar pasar la oportunidad que se le había presentado. 

No creo que después de tantos años algo de prisa ahora vaya a cambiar nada, cumpliré mi misión lo antes posible e intentaré pedir algunos días de permiso al capitán para averiguar más sobre el tema.

Tarbrand estaba ilusionado y melancólico a la vez, recordar a su padre lo apenaba profundamente, y ahora parecía que lo más probable es que hubiera muerto allí. Él ya se había hecho a la idea del fallecimiento de su padre, pero verlo confirmado le dolía aún más, no obstante no estaba todo perdido, y ahora tenía una pista que hacía mucho que ansiaba encontrar.

De repente Tarbrand comenzó a andar como en un trance hacia una zona más profunda del bosque. Se arrodilló, y entre la maleza sacó un escudo sucio y abollado. Se podían ver más objetos. Lanzas rotas, yelmos, huesos… Parecía un campo de batalla. Pero la atención de Agnor se centraba en su compañero. Estaba sujetando el escudo, y limpiándolo con la mano mientras murmuraba algo, ajeno a todo lo demás.

El dúnadan seguía en el trance, arrodillado junto al escudo. Su padre había muerto en una escaramuza contras las tropas de Angmar, o eso le habían dicho. La frontera con el reino del Rey Brujo quedaba muy lejos. ¿Existía la posibilidad que hubiera luchado aquí? No le veía sentido. Las guerras civiles de Cardolan de los últimos tiempos habían sido entre príncipes dúnedain.

Pero en su corazón se había asentado una duda que ya no le abandonaría hasta averiguar la verdad.

Caminó con desconfianza. Cardolan no era rica en bosques, pero alguno había pisado a lo largo de su vida. Pero en ninguno se había sentido tan incómodo, como si hubiera algo denso y pesado allí.

Le disgustó encontrar los cuerpos, pero tampoco le pareció extraño. Esas tierras estaban bañadas en sangre. Lo que sí le parecieron extrañas eran las cosas que hacía Tarbrand. Aquello de poner la oreja en un árbol, y luego, ese caminar renqueante, como en trance. Y sus murmullos al recoger aquellos restos. Se le acercó en silencio, atento a todo, y le tocó el hombro.

-Compañero... sólo son las viejas ruinas de una batalla.

Tarbrand pareció sacudirse cuando Agnor lo tocó y de pronto salió de la visión que había tenido. Miró desconcertado a su alrededor y lo primero que vio fue el escudo que había visto en la visión; luego se percató de la extraña expresión que tenía Agnor y decidió que el joven norteño se merecía una explicación:

-Agnor, puede que mis palabras te parezcan fruto de una mente desviada, pero te aseguro que todo cuanto voy a contarte es cierto. Cuando me acerqué al árbol percibí el latido del bosque, éste es un lugar con vida propia; hace no mucho tiempo hubo aquí una batalla, seguramente otra de las batallas por el poder de Cardolan, vi los huesos de muchos dúnadan en la tierra y ... - Tarbrand miró hacia otro lado preguntándose si debía contarle lo demás, tras meditarlo se decidió por hacerlo, si no le contaba toda la verdad Agnor no lo creería y lo tomaría por loco - vi el escudo de mi padre, con el emblema de nuestra casa, el cual se suponía que murió peleando contra el rey brujo, pero las fronteras del enemigo están muy lejos de aquí; y mientras le daba vueltas a aquello en mi mente, el escudo cambio el emblema de mi casa por el de la rosa roja de Dol Caladir. Es la única pista que tengo de mi padre desde los 10 años, por eso en la visión me acerqué a coger el escudo y resulta que no era sólo una visión, estaba aquí - dijo mientras le enseñaba el escudo para que lo viera - Sé que te parecerá una locura, pero es todo cuanto vi. No pretendo abandonar la misión en la que estamos por mis intereses personales, pero agradecería que me ayudaras a marcar el lugar para en caso de poder volver, intentar recuperar algo más que perteneciera a mi padre o para averiguar algo más, ya que ahora mismo no cuento con mucho tiempo para hacerlo - Su rostro fue pasando de una expresión de sorpresa e incredulidad a uno más sereno, conforme iba recuperándose de la visión.

Acto seguido se dispuso a colocar piedras y ramas para crear una especie de tótem indicador, mientras le decía a Agnor:

-A, por cierto, se me olvidaba uno de los detalles más importantes de la visión; al parecer los muertos de la batalla no descansan en paz, están en el bosque, algún poder ancestral los mantiene atados aquí, su presencia es más intensa al sur, hacia el norte parece que la situación está más calmada. No sé si se debe a algún poder maligno, pero casi con toda seguridad, será peligroso.

Tarbrand estaba ansioso por averiguar algo más e ir de lleno al centro de la batalla, pero no sabía si Agnor lo comprendería. Era mejor no darle más vuelta y cumplir con sus obligaciones.

Agnor observó en silencio a Tarbrand mientras le contaba todo aquello. De él apenas sabía que era del norte y que era el último de su familia, una soledad que él conocía. Así que la historia sobre el padre de Tarbrand le era toda nueva, pero sabía respetar ese dolor. El destino del padre le pareció mucho menos misterioso que el haberlo encontrado de esa manera. Eso sí que le preocupó. ¿Visiones? Agnor no era un incrédulo porque sabía que en el mundo había secretos que no entendía, gente con habilidades extrañas... pero ¿quería poder verlo? No diría que Tarbrand mintiera, pero ¿podría ser que alguien estuviera mintiendo a Tarbrand?

Por respeto, le ayudó a montar un hito con piedras y restos.

-¿Estás seguro de lo que dices? ¿No estarás cansado?

La reacción del norteño era la que se esperaba Tarbrand, no podía hacer nada más para intentar que Agnor le creyera, o quizás si...

-Estoy bien, gracias, y completamente seguro de lo que vi, puede que la visión sea falsa pero eso ya no puedo distinguirlo. De todas formas todo parecía tan real que me inclino a pensar que era cierto. No obstante si quieres comprobar la verdad de mis palabras, acompáñame al sur, estoy seguro que allí habrá más restos de la batalla y verás que tengo razón; aunque como dije antes puede que sea peligroso.

-No sé si es lo más apropiado entrar en lo profundo de un bosque maldito... -respiró profundamente-. Pero tenemos que preparar el terreno para cuando lleguen Melechtor y sus hombres. Intentemos resolver esto cuanto antes. Vamos al sur.

​

El norteño seguía sin estar muy convencido, pero había accedido a su petición y eso alegró a Tarbrand cuya inquietud aumentaba segundo a segundo. A modo de agradecimiento le dijo al caballero:

- Muchas gracias Agnor, esto significa mucho para mi. Si alguna vez necesitas que te devuelva el favor no dudes en pedirlo - Decía mientras le ponía una mano en el hombro como gesto de confianza.

Tarbrand metió el escudo en su mochila y dijo:

-Pongámonos en marcha entonces, además creo que podemos matar dos pájaros de un tiro en el caso de que encontremos en el este alguna zona de paso. A, intentemos no hacer mucho ruido, y no molestemos a la naturaleza, con una visión al día creo que tenemos suficiente jajaja - dijo riéndose, la oportunidad de investigar sobre su pasado le había alegrado y no podía evitar estar entusiasmado.