Partida Rol por web

El día siguió al día. El alba llegó brillante
con una brisa que soplaba alegre en la mañana,
fresca y penetrante. Un grito lo despertó.

Entonces el Capitán rió alto y sin alegría.
Orden gritó. Salvajes sonaron las trompetas.
Las almenaras llameaban, los estandartes se alzaron,
la lanza sonó en el escudo, y las colinas resonaron.

La guerra había despertado y la calamidad en el reino.

La unidad de Melechtor partió de la granja hacia el norte. No había tiempo que perder, y cuánto antes tuvieran al alcance el grueso del contingente enemigo, antes podían preparar una táctica de ataque.

El camino que les esperaba era por una meseta cubierta por la hierba típica de Cardolan, aunque a medida que se acercaban a la Loma, el terreno se convertiría en más rocoso y seco. Espolearon sus caballos, sobre todo en la primera parte para reducir la distancia al enemigo. Luego tendrían que bajar el ritmo ligeramente si no querían llegar con caballos exhaustos.

El capitán Melechtor mandó a Agnor y a otro soldado a explorar el terreno por delante del resto de la columna. Había utilizado a Agnor y a Tarbrand para este fin desde que partieron del campamento de Echorion, con excelentes resultados. Pero ahora necesitaba hablar con Tarbrand sobre lo que había podido averiguar del prisionero orco.

Agnor cabalgaba por delante del resto, y a la derecha del otro caballero a bastante distancia pero sin perderlo de vista. Sentía de nuevo el viento en su cara, y la fuerza de su fiel montura. Pronto llegaría la batalla, tal vez la última para él. Tal vez por eso, disfrutaba aún más de la cabalgata.

No se detuvo a inspeccionar huellas, pero era evidente que una hueste numerosa había pasado por esta zona en el último día.

A lo lejos vio una hilera de humo subir hacia el cielo despejado.

Theon se situó en el flanco derecho, no muy lejos del Capitán. Miientras avanzaban, trataba de recordar cosas de las notas. Y también repasó mentalmente el contenido de la carta que había escrito para el Comandante Minastir. Pero sobre todo, no dejaba de pensar en los estandartes rojos de Echorion. El Príncipe Exiliado se estaba preparando para su regreso a Girithlin, y de repente la posición de Sil Auressë comenzaba a tener un significado diferente en el gran tablero. Porque al sur de la aldea había pocos lugares seguros antes de las tierras devastadas del Señor de la Guerra. Por ese lado, tenía cierto sentido que prestara ayuda, y además ostentaba el título de Protector desde el Consejo de Metraith. No obstante, a los orcos les daba bastante igual quién tenía el poder en el feudo de Girithlin.

Algo más oscuro y tenebroso les estaba empujando a los orcos…

Tarbrand y Aaren cabalgaban en el flanco izquierdo, al otro lado de Theon. En la punta de lanza de Tarbrand estaba la cabeza del orco derrotado. Los dos tenían el semblante serio, y recordaban lo sucedido en la segunda planta de la granja con el prisionero orco…

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En cuanto el montaraz gozó de un respiro tras debatir la acuciante situación, le pidió a su capitán que le permitiera interrogar al prisionero, por lo que tras obtener el permiso de éste, abandonó el patio y se dirigió con paso rápido y mirada severa al inmundo orco. Lo agarró con violencia y se lo llevó medio a rastras a la parte superior de la granja, donde no le molestaran. Al parecer el tal Aaren lo acompañó, pero dada la violencia con la que luchaba, le sería de gran ayuda. 

De esta forma, una vez que se encontraban arriba le preguntó a su nuevo compañero:

-¿Sigue ardiendo el establo con los huargos? Si es así pon algunos hierros a calentar, nos van a hacer falta -dijo con voz clara y en la lengua común para que el orco lo oyese; tras ello y después de asegurarse que aquel engendro estaba bien atado, le habló con dureza y en un tono intimidante diciendo- me vas a contar todo lo que sabes, quieras o no, de ti sólo depende sufrir más o menos, por lo que si quieres ahorrarte el mayor dolor de tu vida te sugiero que hables ahora... dime quién os comanda, quiero saber toda la cadena de líderes a los que servís; por qué atacáis Sil Auressë; cuántos sois; qué plan seguís y dónde está cada grupo, ¿está claro? -decía mientras aumentaba la intensidad de su voz gradualmente para luego repetírselo en Morlam como buenamente podía por si aquel idioma le decía algo más al orco, para luego volver a insitirle en tono enfurecido- ¡¿Está claro?! -gritó mientras le daba un tremendo puñetazo en la sien esperando que la criatura asintiera en gesto de conformidad.

Cuando Aaren subió le pidió que le tradujera su mensaje en la lengua negra, que él parecía saber, para asegurarse de que el contenido le quedaba claro. Tras ello le dijo que le agarrara el brazo y el dúnedain agarró su espada a modo de cortafiambre, manteniendo su filo posado por debajo de la muñeca y le dijo finalmente perdiendo la paciencia:

-¡Habla escoria! ¡En cuanto vea que mientes te cortaré la mano y seguiré hasta trocearte entero si te niegas a cooperar! -le dijo amenzadoramente con su mirada heladora sintiendo como el miedo del orco brotaba en su mirada.

El orco aguantó la mirada del dúnadan, aunque se notaba el miedo en sus ojos. Negaba con la cabeza ante las preguntas sobre composición de tropas y estrategias. -Uruk habla, yo ir, dijo con franqueza. Luego mezclaba palabras de lengua negra. -Los Gothdush manda uruk. Uruk me manda a mí. Todos orcos juntos. Gran ushtarak. Para luchar en Burzum.
 

Por lo que el montaraz pudo entender de la pobre explicación del orco, los Gothdush eran los que dirigían toda aquella hueste, aunque desconocía dicho significado; la Gran ushtarak, debía ser algo así como la gran horda; pero la palabra Burzum no le decía nada.

Por ello, tras intercambiar algunas miradas con su compañero para ver si él conseguía desentrañar algo más, subió su espada al cuello del orco, agarrándola con ambas manos, y presionándole la yugular hasta hacerle sangre le dijo en tono duro:

-¡Cuéntame más o prepárate a morir engendro! -dijo esperando que al sentir su inminente muerte le soltara más la lengua, si no era así, lo degollaría allí mismo.

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Cabalgabamos a buen ritmo, sobre todo las primeras millas. Se palpaba la tension del viaje en los rostros y los gestos de los Jinetes. Mas adelante nos esperaba una nueva lucha, una de resultado incierto, pero de una importancia vital, tanto para nosotros , como para el futuro de Cardolan.

Mientras seguía la linea del horizonte con los ojos, deslicé una mirada furtiva hacia la posición de Tarbrand.

Lo que había sucedido en el primer piso de la Granja de Huargos, no lo olvidaríamos facilmente...ninguno de los dos.

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En silencio seguí a Tarbrand hasta el primer piso de la Cabaña.

Una vez allí, seguí sus instrucciones con diligencia. No me gustaba lo que estaba a punto de ocurrir, pero entendía que era necesario para llevar a cabo nuestra misión. La vida de muchas personas inocentes estaba en juego. Solo esperaba que el Orco dispusiera realmente de alguna información útil, algo que dudaba. Y en tal caso, que no se resistiese mucho para facilitarla.

Eran criaturas oscuras y malignas, sin duda merecían la muerte. Pero no más que un hombre, un enano o un elfo malvados. Y ni siquiera ellos merecían un sufrimiento gratuito por actuar según su naturaleza.

Bajé  hasta los establos y a falta de unos hierros, puse al fuego un par de hojas de Cimitarras Orcas. Cuando el acero alcanzó la temperatura adecuada, regresé con Tarbrand y le ofrecí una de las hojas que brillaba con un incandescente color anaranjado. También había traido una antorcha y algo de leña, de modo que con la ayuda de unas piedras, hice un pequeño fuego y dejé la otra espada sobre él.

Cuando el Orco las vio, pude apreciar el Terror en su mirada...un Terror que solo pude identificar como propio, un terror que me devolvió por instantes a los horrores de las oscuras estancias de Rakkâs-Dum.

Entonces Tarbrand se acercó y me habló al oído, pidiéndome que tradujese al Orco sus palabras.

Manteniendo un tono susurrante para evitar que el Orco nos entendiese, le dije.

Me gustaría intentar algo, antes de destapar esa carta a nuestro enemigo, camarada.

Intentaba evita runa carnicería innecesaria. Si el Orco no sabía nada, de poco valdría someterlo a un final tan amargo. Y si lo sabía, pero era leal a su oscura causa, era posible que tampoco obtuviésemos beneficio alguno de torturarlo.

Sin embargo, si jugábamos aquella carta con astucia, tal vez el Orco nos facilitase la información que buscábamos sin saber que lo hacía.

Transmití a Tarbrand mi idea y le pedí unos minutos para ponerla en práctica antes de empezar con el castigo físico.

Cuando el Orco empezó a balbucear, me acerqué fingiendo no entender nada, salvo las palabras en Lengua común. Entonces, deslicé la mano entre mis ropas y le alargué un papel con anotaciones. Se trataba de  aquellas anotaciones que me habían llamado la atención entre las que  delimitaban movimientos de tropas y extrañas marcas en los mapas de la planta baja.

Se lo acerqué a la vista y señalé con mi dedo haciéndole ver lo que quería.

Yo manda ahora...le dije para que pudiese entenderme mejor.

Tu decir que significa... mi dedo golpeaba insistentemente las anotaciones,  o yo dejar él cortar. Terminé  mientras señalaba con la otra mano al Dunadan.

El orco miró el papel que le enseñaba el otro hombre. Conocía esos papeles que traían los murciélagos. Estaban escritos por los amos para su comandante, que a su vez enviaba otros. Eran sagrados, y todos los orcos sabían qué pasaba si alguien osaba tan sólo mirarlos sin permiso, y si alguien desvelaba su contenido...

Entonces vio la cimitarra ardiendo con tonos naranjas. Se echó a temblar, pero no de miedo. Sino de rabia. Su destino estaba sellado, pero también el de los miserables humanos. ¡Era la hora de los orcos!

Escupió y gritó. -¡Estúpidos kurvu! Tú, tú, todos, ¡escoria muerta!, dijo envalentonándose cada vez más. -Fha-Burzum no ser noche normal, Burzum ser la oscuridad final. ¡Vâdôk! Vosotros gritar y llorar como niños pronto... Huir. Todas tribus ahora ser Ushtarak.

Seguía diciendo algunas cosas más en esa línea, pero costaba entenderle entre maldiciones y gritos enloquecidos. Miró el papel y comenzó a reírse preso de la locura. Ya no había vuelta atrás. Había incumplido la orden de no leer las letras sagradas. Y seguía riéndose.

-¡¡SÍÍ!! ¡¡MUERTE A LA ESCORIA!! Gothdush trae muerte a hombres. Olog y Scara. ¡LODAR! ¡LODAAAR! ¡Bum-Bum-Bum!, imitaba el sonido de algo parecido a un tambor. -Y Gothdush trae gran Dagul! ¡DAAGUUL! ¡SÍ! Trae Dagul y trae Burzum.

Se agitaba de la emoción en sus ataduras, y de su boca comenzó a salir espuma. -¡Ya comienza! ¡He visto la orden! ¡Atacar en Burzum! ¡La promesa de Gothdush ser verdad! Gothdush traer Dagul y matar el sol...

Y se quedó con los ojos cerrados esperando el final. Porque aunque habían sido derrotados en batalla, el gran Gothdush les había prometido la victoria en la eterna oscuridad venidera.

El papel que sostenía Aaren era una orden de ataque. Notas de ese tipo había muchas más entre los papeles, todas escuetas y similares. Tan solo cambiaban los identificadores de las unidades o marcadores.

Las habían enviado duplicadas y triplicadas. A todas las distitnas unidades. Órdenes de ataque desde distintos frentes. Ataques coordinados, y la señal era Burzum... la Oscuridad.

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Hacía ya varios minutos que habían salido de la edificación donde los orcos se habían asentado. El paso era ligero y las palabras del capitán habían levantado los ánimos de todos, había un sentido claro que los unía, un propósito, y Theon lo compartía mas de lo que muchos podían entender. Venía avanzando a la par de Melechtor, y lo acompaño también cuando se acercó a los dos que habían interrogado al prisionero. Capturar al orco había sido su idea y quería saber que había ocurrido, de todos modos guardó silencio, el Capitán tenía un rango mayor que él y no le correspondía a Theon hacer las preguntas.

Pese a los improperios soltados por aquel sucio orco, el semblante de Tarbrand no se inmutó ni un ápice; se dedicaba a escuchar todo cuanto el prisionero decía, hilvanando la información con aquellos datos importantes.

Pudo comprobar que no se había equivocado en su idea original, y ahora sabía que el ejército esperaba aquella "oscuridad" como señal para atacar. No obstante, la fe ciega que tenía ese orco en que sería la oscuridad eterna le alarmó un tanto, aunque no dejó que su rostro lo denotara.

Por su parte, él ya tenía todo cuanto quería y era obvio que la demencia se había apoderado de la inmunda criatura, no diría nada más. Así que echando su mandoble hacia atrás, asintió levemente a su compañero, para que le confirmara que tenía vía libre, y se dispuso a degollar a aquel malnacido...

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Tarbrand hubiese deseado acompañar a Agnor en la misión de reconocimiento, tras tantas internadas había aprendido a coordinarse bien con el norteño, y en el fondo, también le encantaba la idea de estar tan cerca de la acción. No obstante, esta vez entendía los motivos de su capitán, por lo que rápidamente se dispuso a informar.

Así que tras acercar su caballo a Melechtor, y situándose cerca de Theon y Aaren para que también pudiera oírlo, se dispuso a informar, pues la información era de vital importancia:

-Mi capitán, el prisionero no poseía demasiada información, y tampoco entendía correctamente nuestro idioma, aunque pese a todo ello, hemos conseguido obtener bastantes datos... -dijo tras hacer una pausa y disponerse a narrarlos- al parecer, el líder responde al nombre de "Gothdush" desconocemos si es su nombre o un título entre los orcos, pero parece muy poderoso, por lo que no descartaría que fuera algo más que un orco quien los comanda, dicho líder ha conseguido unir a todas las tribus orcas en lo que ellos llaman la "Gran Ushtarak" y que hemos deducido que se traduce como "La Gran Horda". También hemos averiguado que a parte de los huargos, el ejército cuenta con trolls, algo presuponible, pero que ya hemos confirmado. Además, y esto es lo que más nos desconcierta, dicho Gothdush trae consigo algo que denominó como "Dagul" que según hemos podido entender se trata de un ser tremendamente poderoso, no conocemos su traducción, pero he de admitir que cuadraría bastante en la descripción de "Dragón" ... -dijo un tanto apesadumbrado debido al significado que podría suponer dicha traducción- también mencionaba un tal "Lodar" y creo que podría tratarse de algún líder o arma muy poderosa, pues acto seguido imitó el sonido de los tambores; además, y este dato si es muy importante, el ejército tiene orden de atacar en la "oscuridad" pero no creo que se refiera simplemente a la noche, el orco decía oscuridad como si fuera la oscuridad eterna, dijo que el tal Dagul se comería el Sol; algo imposible, ya lo sé, pero puede que sea algún tipo de señal del ejército para atacar... -tras narrar todo eso dejó un tiempo para que tanto Theon como Melechtor asimilaran toda la información y concluyó diciendo- en fin mi señor, eso es todo cuanto sabemos, aunque no es demasiado espero que sea de gran utilidad -luego dirigió una mirada a Aaren y le dijo- creo que lo he mencionado todo ¿no? si quieres añadir algo más o si quizás tu entendiste más cosas de la declaración del orco, no temas en decir lo que piensas amigo -terminó diciendo mientras lo animaba a hablar.

Cuando Tarbrand me dirigió la mirada pidiendo mi aprobación, asentí conforme con su decisión.

Contemplé ausente como cercenaba la cabeza de la criatura con un hábil Mandoble.

La cabeza se separó del cuerpo con una increíble facilidad, la hoja incandescente penetro en su piel como un cuchillo en un tarro de miel, sin hacer apenas ruido.

La base del cuello brilló levemente con un fulgor ígneo provocado por el calor de la hoja y la cabeza se elevó un par de metros girando cadenciosamente hasta caer a mis pies. Sus ojos todavía abiertos, se movían hacia arriba y su rostro conservaba aquel gesto extasiado, desencajado.

Lo observé unos segundos, mientras el brillo de sus ojos se desvanecía y un rictus de relajación se adueñaba poco a poco de los músculos de su cara.

Por fin podría descansar.

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Una por una fui anotando las palabras del Orco, tal y como las recordaba del interrogatorio con Tarbrand.

En realidad, no esperaba que por sí solas fuesen de mucha ayuda ya. Tal y como Tarbrand había relatado, las ordenes eran vagas y confusas, más dirigidas a enardecer el ánimo de las tropas orcas que a fundamentar una estrategia de ataque.

No obstante, una inquietante sombra subyacía tras aquellas palabras, y el ciego fanatismo del arquero dejaba entrever que una poderosa fuerza de la oscuridad se cernía sobre Sil Auresse y por ende, sobre todos nosotros.

Pronto me parecía aun para llenar las cabezas de los demas con historias de Ologs y Dragones, nada era seguro y solo llevaría a minar la voluntad de los hombres de bien que nos acompañaban. Hubiera aconsejado a Tarbrand de guardar aquella información en secreto por un tiempo más, pero ahora, eso ya no tenía importancia.

Sea como fuere, era cierto que su misma inquietud me había embargado tras oír las exaltadas consignas del Orco. Esperaban a un poderoso Caudillo y una sombra de extraordinario poder lo acompañaba...Dragon o no, ese sería otro cantar...pero por el bien de los hombres de Cardolan rezaría porque el Dunadan estuviese equivocado.

Mientras cabalgábamos me acerqué a Theon y alargué mi brazo para entregarle las anotaciones donde había registrado la confesión del orco con las referencias a los marcadores de tropas que los acompañaban en el mapa.

Tal vez el pudiese inferir mejor que nosotros, por donde se esperaba la venida de aquel que llamaban GothDush y del grueso de la horda Orca.

Cuando Tarbrand me cedió la palabra, me limite a negar con la cabeza dando por buena su versión.

Mi mente se centraba ahora en el horizonte que se dibuja delante de nosotros...donde sombras gigantescas y figuras de grandes alas membranosas se confundían con los temores escondidos en los más recónditos recovecos de mi mente, para generar extraños espejismos que nublaban mi visión.

Melechtor escuchó las palabras de Tarbrand. -El vil engendro estaba cegado por las promesas vacías de sus amos, me temo, dijo y meneó la cabeza. -¿Dragones? ¿Oscuridad eterna? ¡Jaja!, soltó una risa algo forzada. -No se han visto dragones al oeste de las Montañas Nubladas en toda esta Edad. Aunque he oído que los orcos siguen esperando que algún día sus amos logren despertarlos en el Brezal Seco. ¡Bobadas!

Miró hacia el horizonte. Les esperaba una batalla real, contra un enemigo real. Con cimitarras y escudos, lanzas y arcos.
-Las leyendas y los cuentos son para las noches junto a la hoguera, o para amenizar una tarde de taberna con jarras de cerveza en la mano. Hoy no es día para perdernos en confabulaciones. Nos enfrentamos a un enemigo bien organizado bajo las órdenes de un comandante poderoso. Ese Gothdush o como se llame les ha convencido con malas artes, pero lo ha logrado. Los orcos tienden al fanatismo, sobre todo los más débiles. Por desgracia, el prisionero no parecía saber mucho de la composición de la hueste. Solo repetía las mentiras que le habían contado...

El montaraz asintió a su capitán en gesto de entendimiento, y alegó en el mismo tono de escepticismo:

-Tenéis razón mi señor, obviamente esos seres, dada su necedad, son muy fáciles de engañar con profecías ficticias, no obstante vi sensato informaros para que supierais con detalle que es lo que tenía el maldito orco en la cabeza. Además, saber ese tipo de cosas no nos hará daño, puede que incluso podamos sacarle partido llegado el momento... -dijo sin saber aún muy bien cómo lo haría- de momento nos centraremos en acabar con la resistencia del paso, y el resto ya se verá... -concluyó cerrando el tema por su parte y centrándose en el camino y en la próxima batalla.

Theon escuchó atento y en silencio cada palabra que dijo Tarbrand, mucho de lo que decía no lo comprendía, y no había tenido tanto contacto con los orcos como para ver su perspectiva con claridad. Cuando Aaren asintió, comprendió que esas palabras eran todo lo que tenían, y algo le decía que no era poco, por menos sentido que tuviesen para él en ese momento. Dragones? para él esas criaturas eran mitos y leyendas, probablemente producto de la imaginación de poetas de antaño.

Melechtor minimizó gran parte de la información obtenida, él discrepaba al respecto, una cosa era no creerse sus fantasías y otra minimizar las implicaciones que ellas tenían. Sin embargo el pragmatismo del Capitán era sabio, lo primero era el Paso de la Loma, en eso coincidían. Tomó los papeles con las notas que le acercó Aaren, y comenzó a estudiarlos con detenimiento.

- Sin duda la información que consiguieron nos ayudará a comprender lo que sucede. Pudieron averiguar algo del momento del ataque? La noche y los tambores parecen ser parte de la señal para dar comienzo al avance de la gran orda, y sabemos que será pronto, aunque eso por si solo no parece ser suficiente - Seguía sin tener la menor idea de porque una orda de ese tamaño, con tribus orcas unidas y criaturas aún mas peligrosas como los Trolls o ese fantasioso Dragón, se estaban juntando en gran número bajo el mando de un poderoso líder para atacar Sil Auresse... el último caudillo que había logrado unir las tribus tras la muerte del Señor de la Guerra¹ había atacado Metraith, eso al menos era una gran ciudad y era clave para dominar Cardolan, pero esa aldea no parecía tener nada trascendete como para congregar a semejante ejército.

Algo tenía por seguro Theon, no había chance alguna de que ese poblado sobreviviese a un ataque directo de la gran orda, simplemente no eran rivales.

Agnor se sintió complacido al ver que todo el destacamento de jinetes apostaba por una marcha rápida y urgente. Urgencia había, sin duda. Tenían una misión encomendada: proteger Sil Auressë y presentar a los gobernantes del pueblo los respetos y las peticiones de Echorion. Pero nada de eso sería posible si cuando llegaran no quedaba una ciudad en pie.

Como principal interesado en salvar la ciudad, dado su doble compromiso (hacia Sil Auressë y hacia el joven señor), a Agnor no le extrañó que el capitán Melechtor lo adelantara en exploración. Más bien le congratuló. Estaba físicamente cansado y magullado, a pesar de todos los esfuerzos del buen Tarbrand y la tisana medicinal que había tomado. Pero no había sitio para rendirse ni echarse a dormir. Un día de descanso podría ser suficiente para destruir Sil Auressë.

Partió, pues, acompañado por otro soldado de la comitiva, a muy buen ritmo a pesar de la fatiga. Buscarían el rastro del enemigo y, con suerte, un buen puesto desde el que enfrentarlo.