Nahir recupero el aliento tras las palabras de Sto. No le resultaba un consuelo haber caído dos veces en su ataque de psicosis en menos de dos semanas, y mucho menos que Sto hablara tan ligeramente de lo que le había enseñado su maestro y lo poco que le habría gustado aquella situación… aun así, esto no hacían menos ciertas las palabras de cerano.
El arkaniano se incorporo, volviendo a encerrarse en su cascara de fría lógica carente de emoción y enterrando su sensación de miedo e ira.
-No debemos quedarnos por más tiempo en este lugar. Sugiero que llevemos uno de esos droides a la nave y lo estudiemos a fondo para averiguar cómo generan ese vacío en la fuerza… También deberíamos tomar los sables laser… las armas de los miembros de nuestra orden merecen algo mejor que desaparecer en manos de maquinas.
Nahir se acerco a las maquinas que portaban el sable azul y el otro del sable verde. La curiosidad le exigía comprobar si alguna de esas maquinas tenía una mano de menos, la que le corto su maestro en Thet hace ya tantos días.
Noa se incorporó y miró a su alrededor.
-Maestro, será mejor que nos movamos todos cuanto antes. Este lugar ya no es seguro.
Noa miró a Nahir preocupado por lo que había visto. Dudaba de que pudiera confiar en él tras lo que acababa de ver pero era consciente de que ese sería un tema a tratar una vez encontraran un lugar seguro.
El kel dor se paseó junto a Nahir observando los destrozados restos de los droides. Al llegar al que Sto había partido en dos se agachó. Un sable laser pasó levitando cerca de su cabeza y al girarse vio como Sto Lessat los estaba recolectando. Detrás del cereano, el Halcón Estelar volvía a tomar tierra.
-Que nadie coja nada de estos droides. Nada.-dijo de forma tajante.-Mucho me extrañaría que no tuviera algún tipo de dispositivo localizador. Lo último que necesitamos es darle al Imperio facilidades para encontrarnos.
Tras revisar junto con Qual Thek los cuerpos de los droides, Nahir pudo comprobar decepcionado que a ninguno le faltaba una mano. Aún así y vista la situación, el arkaniano fue consciente de que seguramente, nunca sabría quién lo hizo.
Sto, tomó el último de los sables de luz y lo guardó en su túnica. A continuación, mientras todos veían como la verdosa luz de su sable exageraba aún más su expresión de agotamiento se dirigió a sus compañeros.
-No nos quedan más asuntos aquí. Es hora de partir a Dagobah. Tenkahrr, creo que Katkazza irá mejor en nuestra nave.
El cathar torció el gesto tras escuchar al cereano y gruñó. Después observó durante unos segundos a su maltrecho aprendiz. Pese a estar estable, no estaba bien.
-De acuerdo.-concedió.-Pero Nahir vendrá conmigo. No me gusta viajar solo.
Nahir hizo una mueca ante la negativa de llevarse al menos uno de los droides para examinarlo… claro que podrían tener dispositivos de rastreo, pero necesitaban toda la información que pudiesen obtener de sus enemigos, y quien sabia cuando podrían tener una oportunidad como esa. Aun así no discutió con los maestros.
El arkaniano asintió a las palabras de Tenkahrr en su tono de voz frio y lógico. –Sea pues, es mejor que nos repartamos entre las naves.
Noa esperó a la decisión de su maestro para seguirle en la misma nave mientras los demás se decantaban.
Volvió a echar la vista atrás y vió los restos del droide que le derrotó y en su cabeza no hacía más que analizar los movimientos que le derrotaron para que no se volviera a repetir. Estaba cabizbajo y tendría que superar el gran palo que su orgullo había sufrido, aunque agradecía que eso fuera su mayor herida.
- Esta bien, iré donde sea, pero vayámonos de aquí, no me encuentro nada bien- digo una vez escuchado todo lo que han dicho los presentes.
Acto seguido me incorporo y camino hasta colocarme cerca de Sto Lessat. El mareo que siento es ahora aun mayor haciendo que el dolor de las heridas no sean tan intensas como hasta ahora. Deseo tumbarme.
Tras despedirse, los unos a los otros, los jedis se dividieron en dos grupos. Tenkahrr y Nahir se dirigieron a La Garra de Tigre, mientras que Katkazza, Qual Thek, Noa y Sto se dirigieron hacia el Halcón Estelar. Qual Thek se acercó al wookie al ver el esfuerzo que le costaba mantenerse en pie, apoyándose en él sería más fácil. Cuando llegaban a la nave, un droide, un hombre y una mujer de raza humana salieron para ayudarles.
Heridos, cansados y con muchas preguntas por responder, los jedis se preparaban para abandonar Quintas con rumbo a Dagobah. Pese a haber prevalecido sobre tan formidable enemigo, el cansancio y la preocupación por lo que estaba por llegar, ocupaba la mente de todos.