Partida Rol por web

El cereano estaba sentado en silencio mirando al exterior mientras el M-ETT viajaba a los largo de Ryloth en dirección a Kala’uun.

-El sentimiento de culpa sólo te dará sufrimiento aprendiz.-sentenció.-Y ya sabes a donde conduce el sufrimiento.

Sto Lessat miró fijamente a su padawan. Esa miraba siempre le hacía creer a Draze que su maestro le leía el pensamiento.

-Tus habilidades han mejorado notoriamente. Después de lo que has experimentado estos últimos días, ¿sigues pensando que tu entrenamiento está estancado?

Draze suspiró, aún abatido.

—Lo sé maestro, pero no puedo evitarlo —el muchacho le devolvió al cereano una mirada llena de convicción. ¿O era pasión y fanatismo? —. Sencillamente no es justo. No es justo que la desgracia caiga sobre quienes nos esconden y dan cobijo. Sobre aquellos a los que tenemos afecto. El sistema es su conjunto es injusto. Injusto y corrupto. ¿Por qué no hacemos nada, maestro? ¿Por qué no combatirlo y dejar que sea la gente quien decida su destino?

Era la misma discusión de siempre, pero aún así sus palabras resonaron con renovada fuerza y vigor en aquel pequeño camarote privado.  

El cereano dio una ronca expiración antes de contestar a su pupilo.

-¿Y que pueden hacer un jedi y su aprendiz contra toda la galaxia?

Sto Lessat negó con la cabeza.

-Nada. Nosotros podemos ayudar al cambio, ser parte de él, pero si lo hacemos solos, fracasaremos. Es la galaxia la que debe luchar por su destino.

Antes de que Draze pudiera replicarle añadió.

-Sé lo que estás pensando ahora mismo. Mientras estemos vivos, quizás haya esperanza.

Draze sonrió al escuchar las palabras de su maestro. A veces le daba la impresión de que el cereano le conocía mejor que él mismo.

—Tienes razón, maestro. No debería recrearme en el sentimiento de culpa— dijo mirando el firmamento estrellado del desierto rocoso de Ryloth desde la ventana del transporte. Echaría de menos aquella roca—. Puede que no hoy, puede que no mañana, pero te aseguro que las cosas cambiarán. Dejaremos atrás esta etapa oscura y opresiva y volveremos a tener un gobierno que se base en y respete la libertad.

Aunque sea lo último que haga, pensó el muchacho.  

Sto Lessat parecía satisfecho con la respuesta, pues pasaron varios minutos en silencio.

—Maestro —dijo Draze al cabo de un rato—, ¿y si no somos los únicos? Tiene que haber más supervivientes de la orden que lograsen escapar. 

Sto miró a su pupilo con curiosidad y a continuación sonrió con satisfacción.

-Hacía tiempo que esperaba que me hicieras esa pregunta aprendiz.- dijo.- No. No somos los últimos jedis de la galaxia. Cinco caballeros jedi sobrevivimos a la batalla de Kashyyyk. Decidimos que nos mantendríamos separados hasta que la oportunidad se presentara. Juntos sólo seríamos una presa para el Imperio, y en Kashyyyk ya habíamos aprendido cuál era su poder.

El cereano se inclinó hacia adelante en su asiento, apoyándose en el bastón y frunciendo el ceño.

-Hmmm.

Parecía que el jedi se pensaba si decir o no algo. Finalmente habló:

-De hecho presiento que la conmoción en la fuerza que sentimos fue la muerte de uno de ellos.

Draze abrió los ojos sorprendido por la doble noticia.

—Y por eso vamos a Tatooine —no era una pregunta. Si la muerte de uno de los cinco caballeros supervivientes era capaz de causar una conmoción así en él, un mero aprendiz, alguien con mayores capacidades sensitivas –como el propio Sto Lessat- sería capaz de sacar mucha más información de este percance. Como por ejemplo dónde había ocurrido.

»Háblame más de ellos, maestro —continuó el padawan—. ¿Quiénes son? ¿Crees que vendrán también a Tatooine?

Sto estiró su lastimada pierna y durante un instante hizo una mueca de dolor.

-No sé si vendrán a Tatooine, pero estoy seguro de que allí encontraremos respuestas.

El cereano comenzó a atusarse sus bigotes mientras recordaba.

-¿Quieres que te hable de ellos? ¿Y qué quieres saber? Está Cuo-Thaldir, un arkaniano. Tiene una una gran capacidad de recolectar información y de deducción. Qual Thek, es un kel dor. Lo suyo era la mecánica y la electrónica. Tenkharr, un cathar. Hoy no existe nadie más hábil con el sable láser. Y finalmente está Zeven, humano. Tiene un gran talento, pero es el jedi más impulsivo y alocado que he conocido jamás.

Sto Lessat sonreía con tristeza. Recordar a sus compañeros sabiendo que no volvería a ver a uno de ellos no era un trago fácil de asumir.

La expresión del rostro del anciano cereano se suavizó cuando éste empezó a hablar de los viejos tiempos y de sus antiguos compañeros, los cinco supervivientes. Una duda persistente azuzaba a Draze: ¿quién sería el maestro de la Orden que había caído?

Draze se reincorporó en su asiento y apoyó los codos contra las rodillas, juntando las manos en un ademán reflexivo. Sto Lessat no estaba seguro de lo que había pasado ni qué les estaría esperando en Tatooine cuando llegasen. Pero había algo que sí estaba claro: no podían quedarse cruzados de brazos esperando las represalias de Var’Kwyle. Así que Tatooine era un destino tan bueno como cualquier otro para continuar pasando desapercibidos. Y con un poco de suerte los otros miembros de la Orden también acudirían.

Draze ladeó la cabeza hacia su maestro, mirándole con ojos inquisitivos, curiosos. Aquella era la mirada que el cereano tan bien conocía y que había alimentado durante años con las doctrinas y enseñanzas de la orden jedi.

—¿Investigaremos entonces qué sucedió en Tatooine? 

El cereano asintió con la cabeza.

-En efecto aprendiz. Iremos a Tatooine a buscar respuestas. Lo que allí encontraremos, lo desconozco.

Sto Lessat se quedó en silencio, observando por la ventana del compartimento el eterno anochecer de Ryloth.

El astro celeste ya estaba bajo, y la oscuridad empezaba a extenderse por el rocoso paisaje del desierto. No por la rotación del planeta -inexistente-, sino por el propio movimiento del M-ETT. Aprendiz y maestro disfrutaron en silencio de aquel hermoso espectáculo desde la ventana de su pequeño compartimiento del transporte.

—Maestro —Draze rompió el silencio—, hablabas antes de las especialidades de tus antiguos compañeros. Por curiosidad, ¿en qué destacabas tú, maestro? —el muchacho  hizo una breve pausa y sonrió, burlón—.  Seguro que eras el bromista.  

Sto dio dos carcajadas ante el comentario de su aprendiz. Eso era algo tan inusual que las veces que ocurrían a lo largo del año se podían contar con los dedos de una mano.

-Eso…- dijo el Cereano aún con la sonrisa en los labios.- Se lo tendrás que preguntar a ellos.

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