Después de una larga y nada clarificadora conversación, poco a poco todos los tripulantes se dirigieron a sus camarotes para conciliar el sueño, bueno no todos. Dos personas tenían algo más que tratar. Draze salió del camarote que compartía con Katkazza, Nahir y Noa y se dirigió a la sala de máquinas a esperar la llegada de su interlocutor, seguramente el lugar más tranquilo de todo el Halcón Estelar.
Poco despueés Kate abandonaba el camarote que compartía con Shanna. ¿Qué era lo que movía a los dos jóvenes aprendices a discutir y mantener al margen de sus compañeros?
Tras finalizar la reunión conseguí algo de cena de nuestras despensas. Después de estar todo el día y parte de la noche para allá y para acá era lógico que me encontrase hambrienta y algo cansada, pero todavía quedaba una última cosa antes de irme a dormir: Draze contactó conmigo telepáticamente para hablar ciertos asuntos así que fui buscándole por todos los lados del Halcon Estelar hasta que finalmente le encontré en la sala de máquinas.
— Draze, ¿estás ahí? —inquirí desde el otro lado sin pasar—. Soy yo, Kate —hice una leve mueca tras darme cuenta de la obviedad. Él seguro que sabía que era yo por la voz.
Draze abrió los ojos. Estaba sentado cruzado de piernas, en el suelo desnudo y enrejado de la sala de máquinas del Halcón Estelar, y algo desorientado. Siempre le ocurría cuando interrumpía tan abruptamente su meditación. Y es que el padawan necesitaba desconectar después de la reunión en la sala principal, la habitación contigua al puente de mando, y alejarse mentalmente del problema al que se enfrentaban. Obtener un poco de claridad y serenidad, al estilo cereano.
Eran un pueblo curioso los cereanos, pues a diferencia de los humanos, tan obtusos y a la vez tan dispersos, conseguían concentrarse enseguida. Por no hablar de la facilidad que tenían para reconocer los buenos argumentos y discernir los cursos de acción más adecuados –por lo general pacíficos. Eran una cultura fascinante de la que los humanos (y los demás seres racionales de la galaxia) tenían mucho que aprender. Pero claro, no todo el mundo sabe admitir cuándo se equivoca, y a los humanos les cuesta horrores admitir que no pueden llevar siempre la razón. Y si no que se lo dijesen a ese maldito Emperador…
—Adelante Kate —dijo Draze desde el suelo, sin levantarse, a la figura que esperaba tras el umbral de la entrada.
Esperó a que la muchacha entrase antes de abordar el tema por el que la había convocado.
He ubicado la acción en la sala de máquinas. No es precisamente silencioso pero espero que sí solitaria :P.
Escuché su respuesta afirmativa y pasé sin decir nada más. Una vez dentro le miré que estaba encima de la cama con aquella postura de meditación. Parecía que le había interrumpido su momento, sin embargo había sido su idea lo de hablar ciertos asuntos que habían ocurrido así que no me sentí muy culpable por molestarle. Me quedé de pie y sonreí levemente.
— Muero de curiosidad, —exageré—, ¿qué era eso que ibas a contarme?
Draze se incorporó lentamente para, a continuación, apoyarse contra uno de los mamotretos que repiqueteaban contantemente para mantener la nave funcionamiento. No tenía ni idea de qué era aquel condenado y ruidoso chisme –ni tampoco conocía las funciones del resto del equipamiento-, pero al menos no había allí nadie.
—Me alegra que al final saliera todo bien con Ackabar. —El muchacho esbozo una sonrisa forzada, pareciendo de repente mucho más cansado—. Por aquí hemos estado bastante parados mientras os esperábamos: Lynn se marchó con cuanto pudo, prometiéndonos devolvernos el favor cuando lo necesitásemos, y los intentos de Korven por animar la conversación con Nahir no fueron especialmente provechosos. Aunque sí divertidos. —Constituían sin duda una pareja curiosa: un arkiano incapaz de sonreír y un humano que sólo sabía comunicarse con chistes y comentarios ingeniosos.
Bajó la vista y se frotó los ojos. Iba siendo hora de ir al grano.
—¿Qué opinas de nuestra situación, Kate? —preguntó resultando intencionalmente vago.
— Nada nuevo que no sepas —respondí al momento. La verdad es que aquella pregunta abarcaba mucho y ya había expresado todas mis opiniones en público—. Bueno, seguimos jodidos porque parece que no avanzamos nada, pero ya hemos dado un paso: tenemos pruebas y pistas que seguir —continué haciendo alusión al vídeo de Ackbar—. Por otro lado creo que hemos llamado mucho la atención, hemos puesto los almacenes patas arriba y nos han visto empuñar nuestras armas. Si tienen grabaciones de seguridad nuestras caras estarán por todos los lados mañana por la mañana y nos acusarán de terroristas con su propaganda imperial —aparté la mirada e hice una pequeña pausa. Recordé algo que no había dicho en público—. ¿Crees que ha merecido la pena tanto follón para salvar a Korven?
— Joder, no me cuesta confiar en las personas pero ha mencionado que podría vender información a gente que pagaría por ella. Sé que tú crees en la Fuerza y que nos ha unido por algún motivo, pero ya no sé qué pensar... Mi tío se regía también por el maldito Código y no se merecía lo que le pasó. —apreté el puño disimuladamente tras mi espalda. No quería que me viese frustrada pese a que mi tono me delataba—. No sé, —dudé—, ¿qué opinas tú?
El padawan sonrío ante la franqueza que mostraba su compañera. Efectivamente, estaban bien jodidos. Aunque por fortuna –y era raro que Draze pensase de manera tan optimista- no estaban tan jodidos como al principio.
—No nos traicionará —dijo Draze resuelto, tajante incluso—. Puede ser un canalla y un mercenario abandonado a la mala vida pero… por algún motivo Lynn, otra canalla pero con “principios” —remarcó la palabra con cierto desdén—, decidió arriesgarlo todo por él. Eso es algo. —Aunque no gran cosa, se reconoció mentalmente—. Y piensa que nos tiene a nosotros para enderezarle. —Una amplia sonrisa apareció de nuevo en el rostro del muchacho.
Se incorporó de la máquina en la que estaba apoyado y comenzó a andar adoptando un ademán reflexivo. No era la primera vez que Kate le veía hacer eso, pero por algún motivo el padawan se preguntó qué pensaría ella de esa manía suya de andar pensando en voz alta de un lado para otro. Así que antes de iniciar su discurso en movimiento se detuvo en seco y contempló fijamente a su compañera.
—Lo que tenga que decir Korven en el devenir de los acontecimientos acabará sucediendo, con independencia de lo que decidamos nosotros ahora. Supongo que lo mejor que podemos hacer al respecto es esperar y observar. Yo creo que la Fuerza ha sido quien lo ha traído a nosotros y por eso me muestro reacio a dejar que se vaya por el momento. Sin embargo, si realmente supone un problema… —Draze se quedó callado con la vista fija en el suelo durante lo que pareció un instante interminable hasta que por fin negó con la cabeza.
»Pero no es eso de lo que quería hablarte, Kate —continuó mientras volvía a clavar sus ojos jaspeados sobre los de ella—. Ya has visto que tenemos un problema de comunicación. Damos demasiados rodeos cuando discutimos y muchas veces nos perdemos en los detalles. ¡Y hasta nos obcecamos incluso defendiendo cosas que no llevan a ninguna parte! Eso complica las cosas, más cuando tenemos una misión tan importante entre manos. Llevo mucho tiempo pensando qué podríamos hacer para funcionar de manera más operativa y… creo que tengo una solución —los ojos de Draze brillaron por un momento—. Creo que lo que le hace falta a esta nave, a nuestro grupo y a nuestra misión es que alguien desempeñe el papel de líder y tome las decisiones oportunas. Alguien capaz de tomar en consideración las opiniones de todo el mundo cuando sea necesario y que pueda actuar de forma autónoma cuando la situación lo requiera. Alguien con iniciativa, carisma y capacidad de improvisación. Y, Kate, no se me ocurre nadie mejor que tú para desempeñar ese papel.
¡Chan chan chan!
Noté como el corazón se me aceleraba por las palabras de Draze y la cara se me ponía caliente. Me estaba sonrojando y no podía evitarlo. Me quedé mirándole sin saber qué decir hasta que al final comencé a reír de manera nerviosa. Tenía que ser una broma.
— Venga ya, ¿líder carismática? ¿Yo? —continué entre risas para intentar aliviar esa tensión que estaba sufriendo dentro de mí—. ¿Os habéis bebido una botella mientras jugabais a las cartas? —bromeé y me quedé mirándole con una ceja alzada. Me dí cuenta que lo decía realmente en serio y dejé de reír como una boba—.
Me quedé en silencio ordenando mis pensamientos. Por un lado, me llenaba de orgullo y me hacía sentir bien que Draze confiara en mí de aquella forma. Vale, y también tenía razón en el tema de que las comunicaciones y las decisiones eran lentas. Pero por el otro, ¿por qué yo? Quiero decir, él también es totalmente válido. Piensa mejor las cosas. ¿O por qué no Noa? Él tuvo mejor labia para convencer a Ackbar de que nos diese el disco de datos. Incluso Katk con su voz metálica es capaz de imponer orden mejor que nadie. Además, ¿qué pasaría si esto sigue adelante? Si conseguimos crear un grupo de resistencia capaz de enfrentarse al Imperio. Yo... yo no sabría cómo dirigir a tanta gente. Me estaba poniendo nerviosa, incluso me estaba agobiando. ¿Calor en la sala? ¿Cansancio del día? Yo siempre he odiado la política y yo sólo quería vivir mi vida alejada del Imperio. Ni siquiera pedí ser Jedi. Me había quedado en silencio demasiado tiempo ensimismada. Tomé aire en profundidad antes de hablar y miré a Draze a los ojos.
— No sé Draze... es mucha responsabilidad —confesé no muy segura de su opinión—. Me siento adulada por tus palabras, de verdad. Pero no sé si estoy preparada para tanto. Quiero decir, ¿qué pasaría si la cago con una mala decisión y alguien muere? —dejé un breve espacio de tiempo para que se pusiera en mi situación—. Cualquiera de nosotros podría tomar decisiones también. Incluido tú. —sonreí levemente, esperaba que no se hiciese el humilde porque yo hablaba en serio también—. Podríamos mencionarlo mañana y votarlo entre todos. Quién salga será el cabecilla —sugerí finalmente. Su idea me parecía buena pero era una carga muy pesada como para sostenerla sobre mis hombros.
Draze permaneció impertérrito ante el asombro de su compañera, manteniendo su rostro anguloso completamente inexpresivo. Más serio y adusto de lo que podía considerarse en él.
Y no era de extrañar, Kate acaba de negarse en redondo a su petición. Así que se quedó en silencio durante un rato, observando fijamente a Kate. Su respuesta fue sincera, quizás demasiado emocional para los estándares del código. Pero era justo eso lo que el grupo necesitaba en aquel momento.
—Lo sé Kate, en cierto modo es un palo —le admitió cuando el tono de su piel adquirió una tonalidad rojiza nada saludable—, pero si alguien puede hacerse fácilmente con el liderazgo de esta empresa eres tú. Goror, Barret y Shanna te conocen desde hace tiempo y no creas que no me doy cuenta de que harían cualquier cosa por la protegida de Zeven. Noa te respeta y tiene muy en cuenta tu opinión y Katk… no estoy seguro pero creo que le gustas. —Parpadeó sorprendido un momento, como si acabara de darse cuenta de las implicaciones de lo que acaba de soltarle—. Quiero decir que le caes bien y ha desarrollado cierto vínculo contigo. Nahir… —suspiró—, quién sabe qué opina detrás de esa máscara. Y luego está Korven, a quien creo que puedes manejar sin muchos problemas. Todos ellos estarían dispuestos a seguirte. Y yo también lo estoy. Al fin y al cabo Sto Lessat me enseñó bien cuáles son las virtudes Jedi y en cierto modo las representas.
Dicho esto, Draze se llevó las manos a la espalda y durante un breve instante la expresión de su rostro se suavizó.
—Y que estés al mando no quiere decir que tengas que decidirlo todo sola. Me tienes a mí y a todos los demás para consensuar lo que haya que hacer. Puedes delegar los pormenores de los planes sobre la persona que creas más indicada. Así nos evitaríamos andar dando tantos rodeos antes de actuar. Estoy seguro de que si te propongo como líder ante el resto de la tripulación enseguida lo aceptarán de forma unánime. Es una decisión importante y no creo que sea unánime…. salvo contigo. —Entonces Draze esbozó una media sonrisa—. Y eso, más que nada, es lo que necesitamos en este momento: una decisión en la que estemos todos de acuerdo.
Una sonrisa sincera asomaba por mis labios cada vez que Draze hablaba bien de mí. Me hacía sentir bien, orgullosa, pero también me daba algo de vergüenza. Arqueé las cejas levemente cuando mencionó lo de Katk y eso hizo que se corrigiera de inmediato. Pero no entendí muy bien a qué se refería con lo de manejar sin muchos problemas a Korven.
Después de explicados todos sus motivos. Podría ser que Draze tuviese razón. Me preguntaba que opinaría mi tío sobre todo esto. ¿Y mi madre? Pero sí, apoyarme en ellos iba a ser primordial para seguir adelante, sola no iba a conseguir nada y tendría que aprender mucho, sobretodo de Goror, Barret y Shanna ahora que los maestros no estaban con nosotros...
— Vale, vale —comencé a decir devolviéndole la sonrisa—. Si todos están de acuerdo, aceptaré e intentaré hacerlo lo mejor posible. Lo prometo —añadí con aquella sonrisa y haciendo una leve inclinación de cabeza—. Bueno Draze... Me voy a ir a descansar, me duelen las piernas y creo que voy a tener agujetas de ir para allá y para acá.
Me fui moviendo hacia la puerta de salida y me giré antes de salir para mirarle a los ojos y despedirme.
— Gracias Draze. Por confiar en mí y eso... —me sonrojé levemente,. me daba vergüenza confesarlo—. Intentaré dar lo mejor de mí.
Draze, que digo yo que... si después de haber leído el deseo que pedí al master... ¿estás seguro que quieres poner a Kate al cargo?
Draze asintió, a todas luces satisfecho con la respuesta de Kate. Seguía indecisa, como no podía ser de otra manera, pero por algún motivo aceptaba la idea. ¿Tal vez demasiado rápido? No. Era la decisión correcta, y tanto él como su compañera lo sabían.
—Deja que sea yo quien se lo proponga a la tripulación —le dijo a Kate mientras esta se disponía a retirarse.
Y entonces ella se volvió. Sus palabras le pillaron por sorpresa y el padawan apenas supo cómo reaccionar. Así que permaneció impertérrito mientras la contemplaba con su semblante adusto.
—No lo dudo, Kate —le dijo al fin, justo cuando la muchacha salía por la puerta—. No lo dudo —repitió; esta vez en voz baja… para sí.