Día estándar 4
Habían pasado tres días desde la huida de Nar Shadaa. Kate, Zeven y los demás se encontraban sanos y salvos en Mos Eisley, Tatooine. Tras llegar al planeta, Zeven y Kate pudieron comprobar aliviados que Janasen estaba bien y no había ocurrido nada fuera de lo normal. De momento no parecía que los Eron hubieran mandado a los imperiales allí.
Zeven intentó negociar con Y’Sanne la liberación de su hermana, pero estas no llegaron a buen puerto. El duro a fin de cuentas era un comerciante y velaba por su negocio y le sería encontrar un esclavo que trabajara como lo hacía Janasen. Dado que el jedi quería mantener un ojo sobre su hermana y los mercenarios necesitaban hacer mejoras en el Halcón Estelar, todos decidieron que lo mejor sería permanecer en Tatooine unos días. Así, durante los dos días siguientes Kate y Goror hcontinuaron trabajando en la nave.
Lo peor que llevaba Kate era el hecho de no haber podido hablar con su tío en privado en esos días. No había podido preguntarle ni por el misterioso enemigo, ni por los trabajo que había realizado para los Eron, ni por el “último” encargo. Por más que había intentado quedarse a solas con Zeven había sido imposible y ninguno de los mercenarios había mostrado curiosidad por ninguno de esos temas, así que la joven padawan había tenido que aguantarse las preguntas.
Pero la oportunidad de Kate llegó, aunque no de la forma en la que ella esperaba. Durante el tercer día en Tatooine, tras comer todos juntos, Zeven le indicó a su sobrina que le acompañara. Tenían que hablar.
Juntos salieron de Mos Eisley y se alejaron un poco. No hablaron durante el camino. Como siempre que se trataban de asuntos “jedi”, como la Kate los llamaba, su tío tenía esa expresión seria y de constante preocupación.
El caballero jedi se sentó en la arena y le indicó a su sobrina que hiciera lo mismo.
-Hay algo que tengo que contarte.-dijo.
Zeven comenzó a acariciarse la barba con una mano mientras que en la otra sujetaba un comunicador el cual miraba fijamente.
-Voy a ir directo al grano. No somos los últimos jedi. Cinco caballeros jedis sobrevivimos a la batalla de Kashyyyk. Cada uno de nosotros tiene uno de esos comunicadores. Son especiales, solo valen para contactar entre nosotros y tienen un radio de acción ampliado para todo un planeta.
El jedi hizo levitar el comunicador y darle vueltas mientras continuaba observándolo.
-Hoy alguien se ha puesto en contacto conmigo a través del comunicador, pero no era ninguno de los jedi. La persona que posee ahora ese comunicador dice ser el aprendiz de uno de esos caballeros, y que su maestro ha muerto y le encomendó la tarea de encontrarnos.
Tomando de nuevo el comunicador con sus manos, Zeven miró a Kate.
-Le dije a esa persona que nos encontraríamos en Mos Eisley. Si es cierto lo que dice y es sensible a la fuerza podré encontrarle. Pero después de lo que ha ocurrido en los último días puede que sea una trampa, así que quiero que estés preparada.
Allí sentada sobre la arena jugueteaba con ella entre mis dedos, agarrando puñados y dejando que los granos se cayeran entre mis dedos masajeándolos ligeramente. Era una costumbre difícil de olvidar y que de pequeña solía hacer, por lo que ahora me salía instintivamente mientras escuchaba a mi tío explicarse.
Zeven tenía razón, a mí también me olía a trampa y más aún después de todo lo que estaba ocurriendo. ¿Y si el Imperio se había dado cuenta que había más supervivientes y se están encargando de cazarnos de uno en uno...? Y mi cabeza rápidamente voló al pensamiento que llevaba circulando por mis entrañas desde que salimos de Nar Shaddaa, los otros Jedis en realidad me daban igual, lo que más me preocupaba era mi familia, algo que mi tío probablemente no se tomaría a bien. Asentí con la cabeza a su petición y me quedé unos instantes en silencio.
— Zeven... —comencé con un susurro muy seria mirando al suelo. Algo muy extraño en mí. Estaba mostrando una fuerte preocupación ya que siempre denotaba alegría y entusiasmo pese a los problemas que se pudiesen presentar. Dejé de jugar con la arena y alcé la mirada para comprobar que había llamado su atención—, ¿qué fue lo que te pidieron? —pregunté finalmente mirándole a los ojos y apoyando las manos sobre las rodillas. Conseguí quitarme un gran peso dentro de mí, sin embargo me encontraba inquieta por la respuesta que pudiese darme—.
Zeven miró a su sobrina. La conocía demasiado bien para saber que se estaba preocupando. Seguramente llevara días dándole vueltas a la pregunta. El jedi no pudo sonreír afablemente a su sobrina, aunque en su mirada se intuía tristeza.
-Me pidieron que asesinara a un hombre.-dijo sin darle importancia.-Nada que tenga que preocuparte. No soy un asesino.
Zeven se levantó y se agachó frente a su sobrina, le puso las manos sobre los hombros y la miró a los ojos.
-Kate, nada de esto es culpa tuya. Si yo no te hubiese liberado, hace ya tiempo que el Imperio habría venido a buscarte y ya sabes cuáles son sus métodos. Imagina lo que habría pasado. Deja de culparte.
Aunque sentía presión sobre los hombros, la tensión que tenía dentro del cuerpo se aligeró bastante. Me sentía aliviada por sus palabras, bueno, tal vez tenía una ligera presión sobre la garganta que intentaba reprimir para no llorar. Me sentía agradecida de verdad, por primera vez y desde que conocí a Zeven cuando me adoptó. Todo este tiempo me he comportado egoístamente, siempre deseando otra vida y sin involucrarme en temas serios. Tenía pataletas de niña pequeña y nunca he sabido decirle gracias de verdad. Me quemaba un poco por dentro, después de todo, él ha estado sacrificándose para que yo tuviese un mejor futuro al margen de ciertas preocupaciones.
— Yo... bueno, no sé —sonreí nerviosa—, gracias por todo, tío —confesé finalmente mientras me levantaba ayudándome de su brazo y le abracé. Me acordé de lo que había dicho sobre su compañero Jedi y el aprendiz que se había puesto en comunicación con él. Pensé por un momento qué hubiese pasado si Zeven fuese el que no estuviese aquí. Le estreché fuerte, por si acaso—. Busquemos a esa persona —dije mientras me separaba con una sonrisa alegre. Mi humor había cambiado y me sentía positiva de nuevo—.
Zeven inició la marcha para volver a la ciudad.
-Bueno, primero tiene que llegar a Mos Eisley, está en Tatooine, pero no aquí. Creo que esta tarde podrás seguir ayudando a Goror.
Durante un rato continuó andando en silencio junto a Kate, hasta que sin venir a cuento susurró como si hablara consigo mismo.
-No me puedo creer que Cuo-Thaldir haya muerto…
Acto seguido, dándose cuenta de lo que había dicho, se pasó la mano por la cara y miró a Kate sonriendo.
-Te defendiste bien en Nar Shadaa. Fuera lo que fuese ese enemigo, peleaba como un auténtico caballero jedi. No era un rival nada fácil.
Caminé junto a él y cuando mencionó algo sobre su compañero tuve curiosidad por saber algo más sobre ellos. Al menos quedaban otros tres más a parte de Zeven. ¿Tendrían más aprendices? Justo desvió la atención a otro tema de conversación y reí por su comentario.
— Sí bueno, si no me hubieses ordenado que me largase con Shanna le hubiese machacado... —sonreí con sorna. No iba en serio, probablemente si Zeven no hubiese aparecido estaría troceada en trocitos en las escaleras de subida. Con Zeven había aprendido cuántas preguntas curiosas y entrometidas podía hacer por momento, ya las había agotado así que me aguanté la curiosidad de preguntar por su amigo—. Y tú te haces viejo, viniste todo sudando y agitado. Más te vale entrenar más —continué con mi tono de burla—.
Maestro y alumna volvieron entre bromas y puyas a Mos Eisley. Algo había cambiado, quizás fuera un cambio sutil e imperceptible para los demás, pero ellos dos si eran conscientes de ello. Kate era ahora más consciente de su destino como jedi. Zeven había compartido un secreto que llevaba ocultando casi veinte años.