Partida Rol por web

La reunión había dejado a todos algo incómodo. Noa, Nahir y Katkazza habían dejado la sala común del Halcón Estelar para pensar en lo que habían estado discutiendo. Salvar a Ackbar o dejarlo en el planeta. Nahir ya había avisado del peligro que conllevaba esa acción, pero todos se habían mostrado favorables a dejarlo allí, lo cual ahora hacía más controvertida la decisión.

Barret y Goror se unieron a Korven y a Kate en la sala en común. Ahora que estaban en el hiperespacio tenían unas horas de tranquilo viaje por delante. Aunque vista la situación, sería una falsa tranquilidad.

Escuchó lo que le dijo Noa, pero la verdad es que seguía en el mismo punto que cuando había comenzado la conversación…Nota mental, no preguntarle más al ojitos de sapo… Pensó para sí mismo mientras daba un buen trago al extraño licor que le había robado al Jefe-Quarri.

No se ofendió ante el rechazo de Kate, no todos los estómagos estaban hechos a este tipo de alimentación, era lo normal. – Vale, vale, que yo me aclare. – Le dijo a Kate. – Eso que habéis visto con vuestras… movidas… ¿Ya ha ocurrido? ¿Va a ocurrir? Y de ser así, ¿Cuándo va a ocurrir? – interrogó a la padawan a ver si ella podía darle más datos, pues estos Jedis parecían querer retener toda la información para ellos.

- Y sobre ese robot… ummm… Sin duda es interesante, pero… Que se adelante a vuestros movimientos, no significa que se adelante a los nuestros… ¿no? – dijo sobretodo mirando a Barret, quien tenía pinta de ser muy parecido a él. – Quiero decir, seguro que el hombretón o yo podemos volarle la cabeza antes de que él saque su espada laser… si es que las usan… - sonrió. – Tú por esas cosas, pequeña aprendiz, no te preocupes. – dijo mientras la guiñaba un ojo.

- Oh, perdón!! – le dijo a Barret y a Goror. – ¿Si gustáis?. – preguntó señalando la botella de licor.

Sonreí negando un par de veces con la cabeza. Qué inocente y qué niño parecía con ciertas cosas. Me alegré de que intentara quitar importancia al asunto pero la realidad era bastante más distinta. Probablemente se quedaría sin brazo antes de poder desenfundar su arma. 

Supuse que hasta que no lo viese con sus propios ojos cualquier intento de describirlo sería inútil. Pero si iba a ser nuestro compañero a partir de ahora tenía que intentar equilibrar nuestros conocimientos para que no se perdiese durante nuestras conversaciones.

— Respondiendo a tus primeras preguntas, puede que haya pasado o puede que vaya a ocurrir —comencé a explicar de manera no muy aclaratoria—.  Nos muestra un hecho, pero se necesitan muchos años de entrenamiento para poder diferenciar el cuándo ha ocurrido —me froté las sienes, todavía no encontraba una manera fácil de explicarlo—. Es decir, imaginátelo como si fuese una holograbación. Si en ella no puedes ver una indicación de la fecha y la hora, como un reloj, o una fecha escrita en algún lugar como un especie de calendario. Es imposible saber cuando está ocurriendo lo que vemos. ¿Entiendes? —sonreí levemente.

—Por otro lado, no sé si te acuerdas, pero ayer Noa vio que Ackbar se suicidó. Fue cuando Noa y yo nos marchamos y vosotros os quedastéis jugando a las cartas y bebiendo —reí levemente—. Por suerte, fue una visión de futuro ya que pudimos intervenir. Por eso Noa confía en que esto vuelva a ser algo parecido y que puede ser salvado, —hice una leve pausa—, otra vez. —suspiré encogiéndome levemente de hombros—. En fin, como ha dicho él: Ackbar es o era un punto fuerte de una futura resistencia en este planeta. Y si lo perdemos... nuestro plan de poner en marcha una revolución con la holograbación que obtuvimos se tambalea.

- Bueno, ya lo pillo… ummm… más o menos. – comentó con cierta desilusión por lo que había oído. – Pues al final los Jedis no sois tanto como había oído… Ah bueno espera, que sois aprendices. – hizo una pausa leve. – Espera, entonces puede tener sentido. –

- Y digo yo. – comentó mientras sacaba a mordisquitos y lo colocaba encima de la mesa. – Si todos vosotros habéis sentido eso y sois novatillos, vuestros maestros lo habrán sentido igual y si que pueden tener la certeza de cuándo va a ocurrir, ¿no?. – derramó unas gotas de su vaso cerca de su mascota para que bebiera mientras continuaba hablando. – Quiero decir, que si ellos aportan más luz a todo esto, pues es todo más fácil si os ponéis en contacto con ellos y sobretodo nos evitamos el ir de nuevo donde los calamares para nada, que por otro lado, es la orden que ha dado nuestro señor líder y que parece que no va a ser obedecida por todos. -  Ahí lo dejó caer.

Le miré con gesto divertido cuando confirmó que lo había entendido. Su cara parecía mostrar lo contrario pero lo dejé pasar junto con su comentario ofensivo hacia los Jedis. Observé a su mascota y me tentó tocarla. El hecho de que su nombre fuese Mordisquitos no me producía ningún tipo de seguridad y me gustaba la forma actual de mis dedos. 

— No es tan fácil —le miré y sonreí, era como explicarlo todo a un bebé—. Sus maestros están actualmente en los Mundos del Núcleo. Es imposible que se hayan dado cuenta de esta visión —desvíe la mirada a su mascota de manera pensativa. Buscaba una manera fácil de poder explicárselo—. Primero, porque no han generado ningún vínculo con Ackbar y segundo porque están ocupados con su cometido de convencer gente a nuestra causa y atraer los ojos del Imperio hacia ellos.

— Además, creo que no tenemos forma de contactar con ellos a largo alcance y es peligroso volvernos a juntar todos los adeptos de la Fuerza en un mismo planeta. Llamaría mucho la atención.

Korven tenía razón en su última pulla. Noa tenía pinta de que no quería seguir las órdenes de Draze. Sin embargo, yo no quería entrar al trapo. Crear disensión justo cuando se acababa de establecer un líder no estaba bien. 

- No tengas miedo de él, es un tipo muy sociable. – comentó con una sonrisa al ver que Kate miraba a su pequeño amigo con cierto reparo. - ¿Verdad colega?. – le acarició con el dedo la cabecita de su extraño compañero de celda. – Aunque no habla demasiado… es parco en palabras… – dijo esto último entre susurros, tapándose la boca y acercándose a Kate para que Mordisquitos no lo escuchara.

- Pero mira a la morena Mordisquitos, si sonríe y todo, ya empezábamos a pensar que no eras capaz de hacerlo. – comentó al cambiando de tema rápidamente al ver sonreír a Kate. – Vale, que me desvío, pues si no podemos tirar de vuestros maestros no he dicho nada, habrá que seguir con el plan establecido. – dijo mientras se cruzaba de brazos.

- ¿Así que vivías en Nar Shadda?, ¿Y qué se le había perdido a una chica como tú allí?. – Y volvió a cambiar de tema rotundamente, cosa que se le daba excepcionalmente bien.

— ¿A una chica como yo? —inquirí repitiendo sus mismas palabras arqueando una ceja y fingiendo cierta molestia—. Me dijeron que los estudios universitarios eran más baratos en Nar Shaddaa —me encogí de hombros—. El Imperio no suele ofrecer becas a las malas estudiantes, ni tampoco a las Jedis —reí por mi propio sarcasmo. Negué un par de veces con la cabeza antes de explicárselo de verdad—. ¿Tú qué crees Korven? Más bien nosotros queríamos estar perdidos a los ojos del Imperio y Nar Shaddaa era un buen lugar para ello.

Barret cogió la botella de licor de Korven y se llenó un vaso.

—Además los auténticos pilotos se forjan poniéndose a prueba en el puñetero caos que es Nar Shadaa—dijo con una sonrisa ufana—. Fue allí donde aprendí lo que necesitaba para ser el mejor piloto de la galaxia.

Goror estaba en su mesa de trabajo con el comunicador de Qual Thek desmontado. Parecía bastante concentrado en su tarea pero eso no le evitó responder a Barret.

—Yo que tú no bebería tanto—dijo sin mirarle—. Esta es la única nave que nos queda y no me fío de tus habilidades cuando estás ebrio.

- No lo sé… monina… - comentó algo indignado por la respuesta de Kate. - Tenía entendido que los Jedis os recluíais en templos de esos espirituales para hacer cosas de Jedis, no  pensaba que pudierais estar en un sitio como Nar Shadda. – Se quedó pensativo. – Aunque pensándolo bien, tiene sentido y es lo que hemos buscado todos los que hemos pasado allí una temporada… - dijo casi como para sus adentros en una de tantas reflexiones en voz alta del contrabandista.

Iba a continuar, pero Barret llamó su atención, cosa que hizo que arqueara una ceja. - ¿Mejor piloto de la galaxia?. He oído a tantos que decían eso y luego han mordido el polvo que ya ni me molestaré en entrar en tu juego… Ay pardelas!!!. – comentó con una extensa sonrisa.

- ¿Por dónde íbamos?. – volvió a retomar la conversación con Kate sobre Nar Shadda. – Ah si!, Nar Shadda. Guardo muy gratos recuerdos de ese sitio y la verdad es que no veo la hora de volver… - mirada pensativa. – Llevo un par de años sin poder acercarme allí, ¿sabes?, pero ahora que Plobo me ha perdonado la deuda, supongo que ya no hay problemas… bueno, hasta que me lleve mi nave de nuevo. – sonrió. – Pero eso es lo bonito de esta profesión. -

Ante las palabras de Korven, Barret ensanchó aún más su ufana sonrisa.

—Muchos lo dicen, pero no conozco a nadie que haya sido capaz de entrar en las Cien Agujas a 700 kilómetros por hora. Tu por suerte si has conocido a alguien.

Las Cien Agujas era como se conocía a los apróximadamente cien puestos de reabastecimiento de naves propiedad de Jiliac Desilijic Tiron, uno de los señores del crimen hutt. Si la historia era cierta, era algo realmente impresionante. Las Agujas no estaban construidas exactamente con un orden simétrico y moverse por ellas a esa velocidad era algo casi imposible.

— Bueno bueno. Vamos a presenciar la típica discusión de quién la tiene más grande —sonreí, me crucé de brazos y busqué a Shana con la mirada pero no la encontré en la sala con nosotros.

Era un intercambio de palabras tan típico entre pilotos bravucones que podría sonar aburrido a simple vista pero la parte graciosa era que cada uno aportaba su propio toque de genuinidad.

Mantuvo su cara de poker ante el comentario de Barret, si realmente había hecho lo que decía, sí que debía ser un buen piloto, la verdad, pero no era algo que achantara a Korven. – Me gusta este tío. – dijo sonriendo mirando a los de la sala. – No, no, en serio, me gusta. Es rápido, eso seguro, pero Barret, amigo mío, no vas a enseñar a Papá a hacer hijos. – dijo con una extensa sonrisa. – Pero bueno, dije que no iba a entrar en tu juego y no pienso hacerlo. – comentó levantando las palmas de las manos en una rápida salida de un tema que seguramente no pudiera ganar.

- ¿Os he contado alguna vez como llegué a Nar Shadda?. -

Barret chasqueó la lengua decepcionado.

—Vaya, pensé que ahora es cuando me contabas algunas peripecia tuya con tu nave, luego yo te contaba otra, tu alguna más y acabábamos con la historia de los trandoshanos y aceptabas tu derrota.

Mientras Shanna entraba en la sala común, el piloto apuró su vaso de licor.

—Tendré que conformarme con la aburrida historia de como llegaste a Nar Shadaa—sentenció con su perenne expresión habitual.

Mantuve el gesto divertido mientras Barret intentaba picarle pero cuando dio paso a que Korven contase su historia, vi mi oportunidad para meter un poco más de leña al fuego. 

— A ver si lo adivino... —me froté el mentón en un gesto exagerado de concentración—. Tú madre te abandonó por malo, unos mercenarios te raptaron y viviste desde jovencito en Nar Shaddaa —sonreí, no iba en serio—. ¿Me he acercado?

Obvió el comentario de Barret y se centró en el intento de burla de Kate. - ¿Abandonado por mi madre?... Que va, pero si yo con mi madre era el chaval más feliz del mundo… - dijo con bastante ironía. – De casa de los papis me fui pronto, pero bueno, eso es otra historia que no viene a cuento y no tiene tanta chicha como la de Nar Shadda. ­– sonrió. – Pues la verdad es que aterricé en Nar Shadda un poco por suerte. Iba junto a una unidad de mercenarios y acabamos allí en busca de algo de pasta. Sabía que no duraría mucho con aquellos tipos, pues eran gente realmente rara, así que decidí buscarme la vida yo sólo. – hizo una pausa. – Y así es como llegué a Nar Shadda, ¿Qué?, Mola ehhh. –

Volvió a hacerse el silencio en la sala al tiempo que Mordisquitos parecía taparse las orejas con sus pequeñas patitas, síntoma claro de que estaba harto de escuchar las historias de Korven.

- Venga va, que sé que os habéis quedado con las ganas, os diré como me fui haciendo un hueco allí y forjando la leyenda de Korven. – comentó esta vez con una extensa sonrisa. – Como estaba sólo y aun no conocía a nadie, comencé a frecuentar bares y tascas donde empezar a conocer gente que pudiera interesarme, y así fue como conocí a Kreesha, una Nautolana de esas que quita el sentido. –

Se puso cómodo y siguió. – Ella estaba sola en la barra, tomando una copa y claro, uno que es un caballero pues tuvo que ir a hacerla compañía… Tú me entiendes ¿ehh Barret?. El caso es que ella aceptó gustosa, cosa normal dado mi sex appeal con las mujeres. – se recostó sobre la silla. - El tema es que entre risas y jarras, ella intentaba sonsacar, yo me hacia el interesante, yo buscaba meterme entre sus piernas, ella demostrando una gran habilidad para escabullirse de mis insinuaciones… lo típico, ya sabes… Pues parecí caerle en gracia, ya que terminó dándome un aparatito con forma romboide, me plantó un beso de esos que no se olvidan, y se fue. – una sonrisa se dibujó en sus labios.

– Si es que yo siempre he sido una maquina en el tema del ligoteo… no es por tirarme flores. Bueno, el tema es que al final resultó que se había equivocado de persona, no me debía haber dado a mí eso entonces fue cuando se lio muy gorda. Persecuciones, tiroteos, vamos, lo típico en la vida de Korven. Por suerte al final salió todo bien… Conseguí escapar, salvé a la chica y destruí el aparato, lo normal. – Dijo a una gran velocidad, cosa que le pasaba cuando contaba sus ya míticas historias. – Eso sí, hubo algún daño colateral, un Wookie llamado Braangnar, el cual buscaba ese aparato digamos que me la tiene jurada, pero vamos, era un pequeño cabreo, seguro que ya se le ha pasado. – comentó recordando el pasado.

- A partir de ahí todo fue rodado. He sido mercenario, cazarrecompensas, crupier, pirata!!, ya sabéis, lo normal en este mundillo, pero no me gusta hablar mucho de mí, así que contadme vosotros algo, que parece que sólo hablo yo. -

—Para no gustarte hablar sobre ti hablas demasiado—dijo Shanna con su habitual agresivo tono.

La mercenaria parecía ser la única a la que más le estaba costando aceptar el hecho de que Korven estuviera en la nave, aunque claro no habían empezado con muy buen pie.

—Pero veo que eres igual que Barret. Dos pilotos en la cabina y los dos tan inconscientes como para dejar la cabina de mando vacía y pasar el rato charloteando y bebiendo alcohol—la mirada de desaprobación pasó de Korven a Barret, el cual puso su mejor sonrisa condescendiente—. Hay muchas cosas útiles que se pueden hacer en este montón de chatarra: circuitos a medio terminar, un astrodroide que funciona a medias... Levantad el culo y poneos a trabajar en algo.

Leyenda de Korven. Sonreí para mí misma. No había oído hablar de él en la vida. Pero él parecía feliz enalteciendo su historia. Ni siquiera la gente que nombraba me sonaba de pasada, así que me límite a escucharle por educación y a sonreír. Igual se lo podría estar inventando para intentar impresionarnos y encajar en el grupo. Cuando acabó, reí por el comentario de Shanna. Se me había ocurrido el mismo pensamiento. Aunque al parecer yo tampoco me iba a salvar de sus pullas.

 — Vaaale —me estiré exageradamente alzando los brazos al techo—, yo me pongo con el astrodroide

- Es todo amor la colega ehh??. – comentó tras el comentario de Shanna mirando sobre todo a Barret. – Shanna, tengo dos pegas hacia tu ofensivo comentario sobre los pilotos. – dijo con falsa indignación. – Una es que Barret y yo no somos iguales… Yo soy más guapo… Y la otra es, preocúpate cuando los dos pilotos estemos en la cabina, pues en ese momento seguro que las cosas van chungas. – sonrió.

- Pero en una cosa sí que tienes razón… Estas hecho un holgazán Barret, deberías ponerte a hacer algo de provecho. – dijo recostándose sobre la silla y volviendo a dar otro trago al licor.

Pero hasta el morro de Korven tenía un límite, así que tras las amenazantes miradas de las féminas del grupo, decidió que era el momento de echar una mano, pero al estilo Korven, o sea, aparenta que haces mucho pero haz lo menos posible.

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