Día estándar 13
Habían pasado unas diez horas desde que Draze y Kate abandonaran Pantora. Poco tiempo para cualquier persona, pero todo lo contrario para ambos padawans.
Tras haber saltado al hiperespacio, los dos muchachos inspeccionaron al droide astromecánico. Respondía al nombre R5-X66 y estaba programado para controlar los sistemas de la nave y realizar reparaciones. Al menos eso fue lo que sacó en claro Kate. Fuera como fuese, en ningún caso parecía suponer un peligro para la integridad de la nave ni para los jóvenes.
También aprovecharon para revisar la nave y ver el estado en el que se encontraba, la cual estaba dividida en dos niveles. En el primer nivel, tras la cabina, estaban las habitaciones con capacidad para diez personas, la sala común con una pequeña sala médica, la sala de máquinas y un par de cápsulas de escape, de las cuales solo una estaba operativa. En el nivel inferior se encontraba la zona de carga, con resto de minerales y tierra. De hecho el olor de la tierra se había filtrado por toda la nave. Respecto al armamento estaba equipada con una torreta superior con una pareja de cañones turboláser.
Ni Draze ni Kate quisieron descansar en los camastros y ambos se empeñaron en quedarse en el puente de mando. Sin embargo el cansancio acabó superándoles que finalmente acabaron dormidos.
Hasta este momento. Kate había sido la primera en despertarse. Al darse cuenta de que se había quedado dormida, se asustó y se encargó rápidamente a revisar los sistemas para comprobar aliviada que todo estaba bien. R5-X66 se había encargado de ello. Draze, se despertó unos segundos después, sobresaltado por el ruido que había hecho su compañera.
Draze abrió y cerró varias los ojos. Vaya, se había quedado dormido. El dolor del disparo aún seguía presente, pero de algún modo ya no era tan terriblemente molesto. Reparó entonces en Kate, trasteando con los sistemas y las pantallas. Al parecer ya estaban a salvo de los pantoranos.
—Gracias Kate —le dijo desde su asiento—. Por sacarnos con vida del planeta y eso. La verdad es que si hubiera tenido que hacerme cargo yo hubiéramos terminado estampados contra algún edificio —rió entre dientes—. Si ni siquiera sé aparcar un aerodeslizador sin darle golpes.
Se incorporó entonces y se aproximó en silencio hacia su compañera.
Por suerte, nuestro astrodroide estaba resultando útil desde el principio, por alguna razón nos ayudaba independientemente del anterior dueño de la nave, lo que hacía que tuviese curiosidad por ver su núcleo de comportamiento o sus registros de memoria. Tenía ganas de meterle mano para ver que tenía por dentro aunque, por otro lado también tenía miedo de cargármelo por el camino, así que lo haría cuando estuviésemos en tierra.
Giré la cabeza cuando escuché la voz de Draze dándome las gracias desde su asiento. Sonreí alegre, siempre me gustaba que me agradecieran las cosas cuando hacía algo bien. Me llenaba de orgullo y confianza.
— Y luego dicen que somos las mujeres las que aparcamos mal... —agregué a su comentario metiéndome con él con cierta sorna—. Quiero decir... no ha sido nada, creo que cualquiera podría haberlo hecho mejor que yo —traté de decir con humildad—. Tendremos que echar un ojo a la chapa de la parte superior a ver cómo ha quedado. Qué vergüenza de despegue... —reí yo también entre dientes mientras me llevaba la mano a la frente tapándome un poco los ojos.
—Sí, un despegue bastante lamentable —respondió, continuando con la broma.
Un repentino silencio siguió a sus palabras. Un silencio que ponía de manifiesto el tema que ambos habían estado evitando desde su huída. Un silencio que Draze temía romper.
¿Pero qué otra opción tenía? Debían de afrontarlo. En especial Kate, quien parecía más distraída y ensimismada que de costumbre. Tampoco es que el padawan la conociera desde hacía mucho, pero de algún modo la notaba más…
¿Más qué? Se preguntó. ¿Podía siquiera imaginarse él el dolor y la lucha interior que Kate estaba librando? Sí, Draze había perdido a personas que le importaban en los años que había estado vagando de un lado para otro del borde exterior. Pero siempre había tenido a su maestro para apoyarle y, ante todo, para guiarle. ¿Cómo se sentiría él si perdiese a Sto Lessat? No quería ni pensarlo.
Así que pensó en el código. Recitarlo le ayudaba a despejarse y a serenarse en los momentos de dificultad. Era tan aséptico, tan lineal, que muchas se preguntaba si podría vivir de acuerdo a él durante toda su vida. Sto presumía de haberlo seguido fielmente desde que ingresó en la orden. Aunque Draze lo dudaba: el viejo cereano disfrutaba bastante con la talla de madera –en especial de instrumentos-, tanto que cuando realizaba dicha actividad parecía tan contento y emocionado como un niño. Claro que él decía que su única emoción era la paz y la armonía consigo mismo y la pieza tallada, estados emocionales que no contravenían el código.
Draze tomó aire y miró a su compañera directamente a los ojos, muy serio de repente.
—Kate, yo… Lo siento. Por Zeven —su voz se quebró y de pronto ya no parecía tan serio y resuelto—. No debía de haber lanzado así la mesa. Nunca me imaginé que… que…
Miró el muchacho entonces al suelo.
—Era una persona realmente formidable. Mi maestro le tenía en muy alta estima y ahora entiendo por qué: era un auténtico caballero jedi —una media sonrisa se dibujó en su rostro.
No existe la muerte, sólo existe la fuerza. Un pensamiento amargo. Pero al único al que podía recurrir. El único al que debía aferrarse.
No sabía por qué Draze me pedía perdón por aquello. Él no tenía la culpa de nada, bueno, casi me lanzó a mí también por los aires pero pude esquivarlo a tiempo y no llegó a más. Sin embargo, asentí con la cabeza y acepté su pésame. No tenía palabras para él hasta que continuó.
— Como has dicho, no sólo un caballero Jedi, era una gran persona y el mejor tío que había —le corregí rápidamente cuando lo mencionó—. Lo más cercano a un padre que jamás he tenido... —murmuré esta vez, más para mí misma que para él—.
Recogí las piernas y apoyé los pies sobre el asiento, pasé ambos brazos a la altura de las rodillas abrazándome las piernas. De repente, sentí algo de frío y tristeza sumiéndome en mis pensamientos: Nunca podré volver a compartir tiempo con él. ¿Cómo se le voy a contar a mi madre? ¡No es justo! ¡Malditos Eron! ¡Maldito Vader! ¡Maldito imperio y su emperador! Apreté la mandíbula con cierta rabia y enterré ligeramente mi cara entre las piernas para esconder las lágrimas que asomaban de nuevo. No quería que Draze me viese así. Ni siquiera sabía qué tenía que hacer ahora. Me encontraba perdida en mi ignorancia.
—Joder, estoy rompiendo todas las reglas del código Jedi... —protesté con la cara oculta entre las rodillas. La voz sonaba algo acolchada y apenas se me entendía bien.
He hecho una pequeña aportación musical :D
PD: Mañana is the end of time.
Draze torció el gesto cuando Kate se hizo un ovillo y comenzó a derrumbarse. Quizás no debería de haber sacado el tema, pero estaba convencido de que aquella reacción era saludable, por mucho que contraviniera gran parte de los preceptos del código. O al menos eso quería creer.
Parecía entonces tan joven… si ni siquiera él había conseguido adoptar el código como algo natural después de casi dieciocho años de instrucción, ¿cómo debía de ser para alguien que llevase aún menos tiempo? Y a eso había que añadirle que era un familiar directo. ¿Podría él, prácticamente un huérfano, imaginarse el dolor que su compañera estaba sintiendo en aquel momento?
Se acercó entonces hacia la muchacha y se sentó a su lado.
—Aún recuerdo la primera vez que perdí a alguien verdaderamente importante. Se llamaba Anniah y era una buena amiga —no sabía muy bien por qué le iba a contar aquella historia. Sencillamente pensaba que era lo correcto—. Entonces yo no era más que un crío con sueños grandilocuentes. Pensaba que cuando terminase mi entrenamiento estaría a la altura de Vader y que podría derrotar yo sólo al imperio. Qué idiota era —dijo mirando al frente y sonriendo nostálgico—. El caso es que entonces Anniah era una chica de mi edad, de doce o trece años, y empezamos a pasar algún tiempo juntos. Como amigos nada más —añadió rápidamente—. Cuando podía me escapaba o me saltaba alguno de los entrenamientos de Sto Lessat para salir a explorar las grandes extensiones de verde de Bakura con ella. Era un planeta grande y apenas habitado, y las exploraciones eran divertidas. Llegué a cogerle mucho afecto a Anniah durante aquellos meses. Un afecto que también contraviene al código, por cierto —Draze negó con la cabeza, como reprobándose a sí mismo—. El caso es que en una de nuestras escapadas nos perdimos por un vasto sector boscoso que apenas conocíamos. Un sector en el que abundaban los gatosables… Pero nosotros no teníamos ni idea. ¿Cómo podíamos saberlo si apenas éramos unos críos?
Draze hizo una pausa, reordenando sus ideas.
—Bueno, el caso es que no encontrábamos el camino de vuelta. Anniah dijo que no nos preocupásemos, que si no volvíamos alguien vendría a buscarnos. Lo que nunca llegó a imaginarse es que nos encontrasen primero los gatosables… Salieron de ninguna parte y… —la expresión del rostro de Draze se contrajo en una mueca de horror. Sin duda aquel recuerdo seguía perturbándole—. Y la mataron. Se abalanzaron desde la maleza sobre nostros y cuando quise reaccionar, Anniah ya tenía a dos bestias encima. Todavía recuerdo los gritos… Irónicamente yo conseguí sobrevivir gracias a los entrenamientos que tan frecuentemente me estaba saltando.
»Sto llegó unas horas después. Yo estaba encaramado a lo más alto de un árbol, empapado en sangre. La mía, la de los gatosables y la de Anniah. Nunca llegué a perdonármelo. De hecho tardé bastantes años en asimilarlo. Yo quería, tanto como un niño pueda querer a algo a Anniah. Pero uno no puede aferrarse al dolor eternamente. Precisamente eso es lo que creo que viene a decir el código: que la muerte es un ciclo natural y no debemos de mostrar aprensión ante ella. Tan sólo debemos aceptarla. Pero en ningún sitio dice que tengamos que hacer eso de forma inmediata.
Perdonad el tocho post e_e
pd: queda bien la musiquilla, buen aporte herr direktor!
La verdad es que su historia no me hizo sentir mejor, tampoco peor. Sin embargo agradecí internamente sus intentos por mantener mi mente distraída. Gracias a su historia pude meterme en el papel de aquella chica que se aventuraba en la selva y sentí cierta empatía hacia ella, aunque no me gustó nada el final y me enfadé un poco por no ser aquella niña. Le hubiese dado una paliza a aquellos gatosables. Seguro.
— Sí, la teoría es muy fácil, Draze —le reproché a su conclusión sobre la muerte. Seguía algo molesta por el final de su historia—. Pero tienes razón, con el tiempo... lo asimilaré.
Me quedé en silencio unos segundos, desviando la mirada más allá de los paneles de control, hacia las estrellas, pensando en mi tío y en cómo él fue capaz de recibir la muerte casi con una sonrisa y el rostro en calma. Él fue capaz de asimilarlo en milisegundos. Reflexioné para mí misma. No sabía si Draze se dio cuenta de ese detalle en Pantora y si no se había dado cuenta, me lo quería guardar para mí.
Al compartir su dolor, el peso que había en el corazón de ambos padawans disminuyó. Quizás aún no lo notaran, pero el camino para aceptar la muerte de Zeven había comenzado. Porque la muerte no es algo que uno tenga que superar, es algo que uno tiene que asimilar y aceptar en su vida. No puedes dejarla atrás.
Kate y Draze se prepararon para abandonar el hiperespacio, pronto llegarían a Dagobah, dónde se reunirían con el resto de los jedis de la galaxia.
Kate y Draze continúan aquí