Partida Rol por web

Día estándar 8

Zeven, Draze y Kate viajaban a bordo de un carguero medio de clase Barloz con destino al planeta Mon Calamari, dónde harían escala para viajar hasta Pantora. Esa mañana se habían despedido de Sto, Nahir, Shanna, Barret y Goror. Para ambos padawans había sido difícil despedirse de los suyos, pero todos tenían un trabajo que hacer. Tras ver despegar al Halcón Estelar se dirigieron a la nave en la que ellos harían el viaje, la cual era comandada por un transportista humano bastante desliñado y maleducado llamado Whedon Ventura.

Durante el día anterior, Kate pudo comprobar que Sto Lessat era mucho más serio, severo y aburrido de lo que su tío había sido nunca. También estaba increíblemente sorprendida por el cambio radical que había ocurrido en Zeven tras haberse encontrado con el cereano, siendo ahora mucho más dicharachero, bromista y despreocupado.

Por otro lado Draze pudo conocer brevemente a los compañeros mercenarios de Zeven y Kate. Barret un piloto fanfarrón y charlatán, Shanna masculina y malhablada, y Goror que hacía de equilibrio entre ambos cuyo cometido era tanto cuidar de la nave como de ellos.

Pero todo eso quedaba atrás por el momento, ahora tenían centrarse en su nueva tarea. Viajar a Pantora y encargarse de las personas que habían traicionado a Zeven. Sin embargo el jedi no parecía especialmente preocupado, ya que desde que la nave despegó, cayó dormido y tras cuatro horas de viaje no daba muestras de tener intención de despertarse.

Había sido duro despedirme de la gente con quién había compartido mucho tiempo de mi vida pero en mi ser sabía que volvería a verlos. Tarde o temprano, que no era un "adiós" sino un simple "hasta luego". Lo más difícil fue despedirme de mi madre, con la que me estreché durante más de un minuto largo.

Ahora compartía viaje con mi tío y con Draze, de quién sabía bien poquito. Me acerqué a él con una pregunta que me rondaba la cabeza desde que aparecieron por Tatooine.

 — Oye Draze, —comencé para llamar su atención—, ¿cómo es que vinisteis a Tatooine?

Draze contemplaba por la ventana del carguero el vacío, gélido, inmutable e infinito, salpicado por patrones de estrellas. Estrellas que componían sus propios sistemas, sistemas con sus propios planetas y sus propias formas de vida. Impávido e invariable, al Universo le daban igual las guerras y las rencillas de poder, las muertes de los villanos o de los inocentes. Sencillamente el Universo –y la Fuerza misma, se obligó a recordarse— seguía su curso: la muerte, la guerra, la armonía, la vida y la paz eran todo parte de un mismo ciclo.

El muchacho encontraba consuelo en esta idea ahora que se había separado de su maestro. Se le hacía extraño que sus caminos se separasen, aunque sólo fuese por unos cuantos días. Y a diferencia de Zeven, Draze era incapaz de conciliar el sueño en aquel momento.

—Oye Draze —le dijo Kate de repente, sacándole de su ensimismamiento—, ¿cómo es que vinisteis a Tatooine?

El padawan se volvió hacia ella, dando la espalda a la inmensidad del cosmos, y la miró fijamente a sus ojos castaños.

—Sentimos hace cuatro días una fuerte conmoción en la fuerza en Ryloth, el mundo twi’lek—Draze se sentó de costado en el asiento y apoyó la cabeza sobre su brazo, sin dejar de observar a su compañera. Como siempre, fue directo al grano—. El maestro Sto enseguida se hizo una idea de lo que estaba pasando y pensó que en Tatooine encontraríamos respuestas —el muchacho hizo una pausa y bajó la mirada al suelo—. Pero hubo algo más… Antes de que pudiésemos abandonar la ciudad un señor del crimen local nos encontró y destruyó la casa de los Sen, unos buenos amigos que nos refugiaban. Conseguimos eludir el ataque... pero por nuestra culpa los Sen se vieron forzados que abandonar también el planeta 

El pequeño camarote se quedo en silencio (sólo interrumpido por los suaves ronquidos de Zeven) durante lo que parecieron unos interminables segundos.

—Menuda ironía, ¿eh? —continuó—. Los Sen condenados al exilio por refugiar a un par de exiliados.

Draze suspiró, aún se sentía culpable por todo aquello. ¿Por qué le contaba todo aquello a Kate? Quizás sólo quería desahogarse.

—Y tú, Kate —preguntó poco después—. ¿Has vivido siempre en Tatooine? Me pareció entender que tu madre estaba allí. 

Escuché atenta el relato del joven padawan con los ojos abiertos y sin apenas pestañear. Gracias a que su situación había sido parecida a la nuestra fui capaz de dibujar los acontecimientos en mi cabeza con mucha más nitidez de lo que él podría pensar sobre mí.

Me quedé en silencio cuando acabó, imaginándome los detalles de la historia. No conocía a los Sen sin embargo podía ponerles una cara: Shanna, Barret, Goror... Sonreí ligeramente por su apunte, no porque estuviese contenta de que los Sen estuviesen exiliados sino por la manera que tuvo que decirlo.

 — Sí, mi madre se ha quedado allí —asentí con la cabeza y sonreí al recordarla, aunque la sonrisa no llegó a los ojos—. Sin embargo, no siempre he vivido en Tatooine —respondí a su pregunta—, parte de mi niñez la pasé allí hasta que mi tío Zeven... —le miré como si el mero hecho de pronunciar su nombre le pudiese despertar—, me acogió. Así que he ido de allí para acá con él: conociendo a la gente que él conoce, aprendiendo de él, sacándole de quicio —reí entre dientes al decir lo último—.

Muchos recuerdos me vienen a la cabeza cada vez que pienso en sus enseñanzas y parece como si llevase una eternidad con mi tío cuando a lo sumo sólo llevaba quince años...

— Con los que más tiempo hemos pasado ha sido con Barret, Goror y Shanna. Los propietarios del Halcon Estelar —aclaré por si acaso no lo recordaba—. La historia corta es que tuvimos que huir de su base y refugio en Nar Shaddaa por culpa de un ataque del Imperio y nos vimos obligados a marcharnos a Tatooine... Temíamos que, al no capturarnos, fuesen a por mi madre.

Al igual que él, tras soltar toda aquella historia imité su gesto y suspiré. Le quería hacer comprender que no era al único al que le ocurrían estas cosas. 

— En fin, y aquí estamos... —me encogí de hombros con una sonrisa, me sentía algo más animada—. Nos buscan a nosotros y al final acabamos jodiendo... —solté un taco sin querer, tal vez por juntarme demasiado con Shanna. Me tapé la boca y me corregí—: fastidiando a la gente de nuestro alrededor. Igual al estar juntos, se anula esa norma de dar mala suerte a las personas de al lado —volví a reír, siempre me gustaba buscar algo positivo de todo—.

Draze esbozó una media sonrisa ante el apunte de Kate. Dudaba mucho que su suerte fuese a cambiar, al fin y al cabo seguían estando en inferioridad contra el maldito imperio. Sin embargo era una idea con cierto encanto: Sto y él ya no estaban solos, de hecho la orden seguía tomando nuevos aprendices. Aún había esperanzas.

—Sobre eso precisamente me gustaría preguntarte —dijo volviendo al tema de los pantoranos—, ¿cómo os traicionaron exactamente? 

Hablar sobre cosas tan personales me costaba más de lo que yo creía y sobretodo me costaba decidirme por dónde comenzar. Entrecerré los ojos y desvié la mirada hacia otro lado. 

 — Estos pantoranos que estamos buscando... —comencé con una voz algo seca—. Se supone que son...eran amigos de mi familia desde hace mucho tiempo, —me costaba encontrar las palabras y sabían amargas. Me costaba tragar. Miré a Zeven por si acaso se despertaba e interrumpía el relato—. Y se supone que me ayudaron desinteresadamente, pero en realidad estaban cobrándole favores a mi tío, hasta que uno de estos favores ha sido más caro de lo que debería —me encogí de hombros—. Pidieron a mi tío que asesinaran a alguien y él se negó. Entonces estos... estos cabrones, —esta vez si pude encontrar la palabra adecuada y no me sentí culpable de pronunciarla. Shanna estaría orgullosa—, dieron el chivatazo al Imperio de que Zeven es un Jedi exiliado que sobrevivió a la purga Jedi...

No sabía con quién estaba enfadada, si con los pantoranos, con el Imperio o conmigo misma. Si mi tío no hubiese intervenido, si no hubiese tenido que pedir ese favor. Es más, tendría incluso que culpar a mi padre... si no nos hubiese metido en ese lío. Agité la cabeza a un lado y al otro para que aquellos sentimientos de rabia e impotencia se me fueran de la cabeza. Tenía que mantenerme más disciplinada. Con el movimiento de cabeza se me despeinó ligeramente el flequillo tapándome un poco los ojos. Tomé aire profundamente y suspiré dejando marchar todo ese remolino de sentimientos. Pasé la mano por mi frente y volví a colocarme el pelo a un lado.

 — Así que nos atacaron la base donde nos refugiábamos. —continué—. Destrozaron todo. Eran del Imperio, sin duda. Y entre ellos, un guerrero, ataviado con ropas oscuras y una máscara. Llevaba un sable de doble hoja de color amarillo. Peleaba como un Caballero Jedi y como decía mi tío... no notó la Fuerza en él, como si fuera un vacío. Ese detalle no podría decírtelo por mí misma. Aún me falta entrenamiento... —sonreí ligeramente algo avergonzada rascándome el pelo en la zona de la nuca—.

Draze escuchó atento el relato de la muchacha, viendo la historia que mostraban sus emociones más allá de las palabras. Al igual que él mismo parecía culparse por lo que había sucedido. Enseguida estableció varios puntos en común con la joven padawan. Quería consolarla, poner su mano sobre la suya y decirla algo que la tranquilizase.

Pero no pudo hacerlo. Del mismo modo que el propio Draze había puesto en peligro a los Sen utilizando la fuerza para salvar a la mujer twi’lek de Lessu de los matones que Var’Kwyle –el señor del crimen local- había enviado tras ella, Kate era la responsable de la traición de los pantoranos. La culpa era su carga, la penitencia que ambos debían compartir para hacerse más fuertes y resueltos en el futuro. O al menos eso creía el muchacho.

Así que no, no la consoló. Tampoco dijo nada una vez hubo finalizado. Sencillamente se levantó y le dio la espalda, volviendo la vista hacia el frío universo.

Sí, puede que tanto él como Kate fuesen los responsables de traer la desgracia sobre sus seres queridos. Pero, y en el fondo estaba convencido de ello, no era del todo culpa suya. No, había otra variable a la que ambos les estaban restando mucha importancia.

—Es el mal, Kate —dijo Draze frente al ventanal de su compartimento, con los brazos cruzados a su espalda—. La codicia, la corrupción, la injusticia… incluso el Imperio. Sí, por nuestra culpa la gente que queremos, nuestros amigos, nuestras familias… —hizo una pausa por un momento. La imagen de una mujer joven ensangrentada irrumpió en su cabeza. Recordó el sufrimiento, la sangre, el dolor… tomó entonces aire y trató de recomponerse—. Por nuestra culpa han sufrido y sufrirán. Pero nos estamos olvidando de los ejecutores. De aquellos que traen el sufrimiento a este mundo. Ya lo hacían cuando la orden estaba en su época dorada y ahora… sencillamente no hay nadie que se oponga entre esos canallas y… —inclinó la cabeza hacia abajo—. Y los demás. Alguien tiene que hacer algo.

El muchacho se dio la vuelta y esta vez la miró fijamente a los ojos, lleno de determinación

—El maestro Sto decía que no podíamos hacer nada, que éramos demasiado pocos para restablecer el equilibrio. Que estábamos solos y que debíamos reservar nuestras fuerzas para luchar un nuevo día. Y ahora nuestros caminos se han encontrado... Ya no estamos solos.

Volvió a sentarse y se masajeó las sientes. Abrió la boca, como para añadir algo más, pero la cerró enseguida. Quizás se había propasado demasiado, no estaba seguro. Estaba acostumbrado a las discusiones con los cereanos sobre grandes valores e ideales. Normalmente le cortaban cuando se dejaba llevar por sus emociones y le desacreditaban por ello.

Pero aquella humana... Kate, la padawan. Su compañera. Era como si con ella pudiese hablar a gusto, sin restricciones ni pautas lógicas. Se sentía libre. 

Sonreí levemente. Me alegraba que Draze pensara de esa forma, pero a diferencia de él yo nunca había tenido esa sensación de soledad gracias a la compañía de mi tío y al resto de la tripulación del Halcón Estelar. Según las palabras de Draze, Sto parecía un tipo un poco cenizo y agorero. 

Nosotros, a pesar de ser un número pequeño, siempre habíamos conseguido marcar cierta diferencia y conseguir llevar esperanza a la gente que ayudábamos durante nuestros encargos. Sobretodo, más por parte de Zeven que es quién ha tratado de inculcarnos a todos sus inquietudes y la virtud de ser buena persona haciendo que nos preocupemos por el resto de la gente que necesita una mano.

 — No, no lo estáis —acompañé mis palabras con esa sonrisa. Estaba algo nerviosa, no sabía muy bien cómo responder ya que nunca se me había dado bien los sermones y las filosofías. Intenté buscar palabras de Zeven en mi memoria para poder responderle—. Y ya hacemos algo, como diría mi tío, —miré de soslayo por si acaso se despertaba—, si cada día ayudas a alguien, ese alguien recordará que una persona hizo algo bueno por él en un momento difícil y se mostrará más empático a la hora de apoyar a otro alguien... creando así un abanico de buenas acciones que se amplía por cada día que ayudas a alguien diferente —sonreí de nuevo y me sonrojé levemente. Si Zeven me hubiese escuchado no se lo creería. Bien sabe él que nunca me he mostrado muy receptiva con estos temas y que siempre he protestado, quejándome de no poder llevar una vida normal al margen de los temas Jedi, el lado luminoso, las buenas acciones y el Imperio con su opresión e injusticias—. Bueno, a no ser que sugieras otra cosa diferente. ¿Qué "algo" tienes en mente? —pregunté mirándole con curiosidad—.

Zeven y Kate… sin duda eran una pareja extraña. Su visión de cómo afrontar los cambios era demasiado idealizada y optimista, en opinión de Draze. No obstante, había cierto encanto tanto en la idea como en el modo en que ella lo exponía.

Era un planteamiento que solía utilizar Xian, la primera esposa de Fuun Sen, cuando discutían sobre cómo traer y abordar el cambio en la galaxia. La primera vez que hablaron de ello –varios años atrás, en el cálido salón de los Sen-, la idea le pareció al entonces jovencísimo padawan de lo más trivial. ¿De qué servía una pequeña acción “buena” contra el vasto abanico de abusos e injusticias que se extendía por toda la Galaxia?

Xian hablaba de que para conseguir el cambio global era necesario empezar con el cambio individual y de cómo el cambio personal puede dar paso al interpersonal. Pero harían falta décadas, si no siglos, para que aquel enfoque diese resultados. Draze, al igual que el propio Fuun Sen, era más partidario de la acción directa y de los cambios estructurales. Ya vendrían los cambios a escala individual una vez se hubiese corregido el marco jurídico y legislativo en el que se movían los individuos.

En fin, lo mejor sería dejar la filosofía y las sesudas discusiones cereanas para otro momento.

—No, no tengo nada específico en mente —respondió Daze al tiempo que se levantaba y empezaba a andar de un lado para otro del compartimiento, con las manos cruzadas a la espalda. La iluminación blanca de la nave provocaba extraños destellos en el cráneo afeitado del muchacho—. De momento el plan de los maestros es nuestra opción más cabal: reunir a los otros miembros de la orden y… atar cabos sueltos —el padawan se paró de pronto y volvió su atención hacia Kate—. ¿Crees que podrás enfrentarte a esos pantoranos si las cosas se ponen feas?   

Como siempre la pregunta fue directa, quizás demasiado teniendo en cuenta la historia que Kate acababa de relatarle. 

Me levanté yo también cuando él lo hizo y estiré los brazos hacia el techo entrelazando los dedos de mis manos. Sonreí y asentí con la cabeza. De momento era el plan que habíamos sacado en claro, aunque yo tenía otras prioridades en mente. Primero tenía que proteger a mi familia, a mi madre... Y por alguna razón parecía que Draze había leído mis pensamientos, igual que Zeven. ¿Tanto se me notaba en la cara? La sonrisa se me borró y entrecerré los ojos de manera instintiva.

 — Les patearé el culo hasta más allá del Borde Exterior como se les ocurra la idea de tocar a mi familia o a la gente de mi alrededor —la respuesta fue rápida sin dejar apenas un segundo de espacio para el pensamiento—. Respondiendo a la pregunta... no me queda más remedio que mentalizarme para ser capaz llegado el caso.

El jedi se desperezó de forma exagerada mientras bostezaba.

-Esto está muy bonito sobrina.-dijo con voz ronca y una sonrisa.-Patear el culo hasta sacarlos del borde exterior. Me parece un buen plan. ¿Has pensado en la dirección? ¿Hacia el núcleo o hacia el espacio salvaje?

Zeven se rió de su propia ocurrencia.

-Sea como sea, no tenéis que preocuparos por eso. Vamos a ir a hablar con ellos. No creo que estén tan locos para desafiarnos. Y si lo hacen, pues tendrán un problema.

Draze se dio la vuelta y contempló sorprendido cómo Zeven se incorporaba, prácticamente de un brinco. ¿Cuántos de aquellos ronquidos suyos habían sido fingidos?

—Perfecto —dijo, recomponiéndose del sobresalto—, ¿alguna idea de por dónde empezar a buscarlos? Y otro asunto que me inquieta: ¿seguirá el Imperio por la zona?  

El muchacho se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared, tratando de proyectar una actitud algo más fría y distante, ahora que el maestro de Kate estaba "operativo". 

Me giré en cuanto noté los ruidos de Zeven desperezándose. Me sonrojé levemente al pensar en la cantidad de cosas que ha podido estar escuchando a hurtadillas. Reí entre dientes por su broma, estaba claro que me refería al espacio salvaje hasta las regiones desconocidas.

Me quedé quieta y callada cuando Draze preguntó. Si Zeven tenía una idea quería escucharla. Mi plan, como siempre, era no tener plan. Si tuviese que buscarlos en algún lugar probablemente iría a su casa y llamaría a la puerta. Así que me quedé a la espera a ver que debatían entre ellos, era lo más sensato.

El jedi miró a los padawans y puso los ojos en blanco como si la respuesta fuera obvia.

-¿No habíamos quedado que el plan era patearles el culo? A mí me parecía un buen plan.-terminó sonriendo.

A continuación Zeven se puso más serio.

-Han pasado demasiados días sin que el Imperio fuera a buscar a mi hermana, así que seguramente los Eron estén esperando que les haga una visita. No creo que quieran perder los servicios de un jedi, así que sospecho que el ataque era simplemente una aviso de lo que podía pasarme. Y todas las reuniones que he tenido con ellos han sido en Pantora, su hogar. Así que por eso vamos hacia allí.  Cuando sepamos lo que ahí, ya veremos que hacer.

Volviendo a sonreír añadió.

-Aunque si te portas bien, dejaré que le des una patada en el culo a uno de ellos Kate.

Parecía que lo llevásemos en la sangre. Me imaginaba que presentarse en su casa era la mejor opción para encontrarles de manera más rápida.

— ¡Oh, venga ya! ¿Sólo una? —protesté con cierto tono fingiendo una derrota y sonreí con cierta malicia—.

Draze esbozó una media sonrisa, contagiado por la jovialidad con la que maestro y aprendiz se trataban. Era difícil tomarse en serio a Zeven, con sus ronquidos finjidos, sus comentarios despreocupados y su carácter bromista. No obstante, empezaba entonces Draze a comprender las palabras de su maestro: aunque a primera vista el caballero jedi pareciese un bufón, había conseguido sobrevivir, transmitir los conocimientos de la orden a una nueva aprendiz y, lo que era más importante, no se había rendido. Era como si desafiase al imperio con sus bromas y sus risotadas.

El muchacho se sentía un poco ajeno en aquel cálido clima de jolgorio y alegría. No es que no disfrutara de ello, simplemente no estaba acostumbrado. Tanto él como Sto Lessat tendían a tomárselo todo demasiado en serio y poco tiempo le dedicaban a la diversión y al humor.

Aun así, se sentía inquieto. ¿Cómo podía alguien presentarse ante unos probables informadores de frente y sin plan alguno?

Estás ahora con Zeven, pensó. Tendrás que aprender a confiar en él... y en sus improvisaciones.

Draze volvió a sentarse y se acomodó en su asiento. No quería interrumpir a sus dos compañeros, así que permaneció en silencio, abandonándose de nuevo en la contemplación de la galaxia.

Zeven miró a Draze a los ojos durante un rato y sonrió.

-Quieres un plan, ¿verdad? Quieres saber cómo es el lugar al que vamos, quieres saber que defensas hay y quieres un plan de huída. ¿Me equivoco?

Echándose hacia adelante, el jedi se acercó al padawan.

-Como muchos pantoranos los Eron viven en un edificio formado por torres. Las reuniones que he tenido con ellos se han realizado siempre en el último piso de la torre más alta. Son engreídos y se consideran superiores a los demás, por lo que esa torre es la metáfora perfecta. Como individuos de clase alta, tienen escolta personal y me jugaría la mano a que tienen defensas ocultas. Si las cosas se ponen feas y tenemos que huir, el hangar personal se encuentra en la base de las torres. Con suerte podremos llevarnos una de sus naves

Volviendo a recostarse, el hombre comenzó a mesarse la barba.

-Ahora bien. ¿Qué nos vamos a encontrar allí? ¿Tropas imperiales? ¿O los Eron sencillamente querrán hablar? ¿Lanzarán a sus guardias a por nosotros? ¿O todo será una negociación pacífica? No podemos saberlo, así que, ¿de qué sirve un plan cuando hay tantas variables que desconoces? ¿Te vas a sentir más seguro así? Como alumno de Sto Lessat estoy seguro de que comprendes el auténtico significado del mantra “No existe ignorancia, solo existe conocimiento”.

Con una sonrisa torcida, Zeven concluyó:

-Tienes a la Fuerza de tu lado. Déjate aconsejar por ella cuando te enfrentas a lo desconocido. Escúchala.

Draze escuchó atónito al caballero. No sólo le había dejado sin palabras ni argumentos por primera vez en mucho tiempo –ni siquiera Fuun Sen había conseguido algo así durante su última visita a Ryloth-, sino que encima tenía razón. Nunca antes le habían devuelto el código jedi con tanta crudeza. Estaba demasiado preocupado por los detalles, tan obcecado en lo mal que iban las cosas y en las dificultades que iban a encontrarse por el camino que no había prestado atención a la fuerza, ni la había tenido en demasiada consideración.

El muchacho asintió lentamente.

—Tienes razón, Zeven —dijo, contrito—. Es sólo que no estoy acostumbrado a moverme sin un plan concreto. Cuando lleguemos allí veremos cómo están las cosas y decidiremos qué hacer.  

Me encogí de hombros con la conclusión que Draze había llegado y sonreí por qué hubiese aprendido algo nuevo con nosotros.

— A veces el mejor plan es... no tener plan —por alguna razón solté aquello, realmente, si se analizaba literalmente no tenía sentido lo que había dicho pero yo sí le vea un sentido trascendental y cuasi-metafísico. Reí y miré para otro lado—. Ya te acostumbrarás a nosotros.

En parte charlando y en parte durmiendo, el viaje a Mon Calamari transcurrió sin incidentes. Un día después de haber abandonado Tatooine, el grupo de jedi llegó a su primer destino.

Draze y Kate continúan aquí