Partida Rol por web

29 de octubre de 2000 - 22:10

El cielo sin luna le recordaba su Auspicio. Ragabash. Sin luna, sin Rabia. O eso decían. La verdad es que la ausencia de Selene hacía que su Rabia se templase y la gente no la notase tanto. Casi podía pasar desapercibida por una calle abarrotada.

Trace la esperaba para cenar en un italiano muy coqueto que hacía esquina en una de las calles principales. La chica la saludó con la mano y esperó a que se le acercara para entrar y pedir mesa. Algunas cabezas se giraron y algunos ojos se fijaron en ella, pero quizá se debía más a su chupa de cuero que a la Rabia... O no.

Trace se sentó donde las indicaron y jugueteó con los cubiertos antes de que llegase el camarero con las cartas. La maga sonreía.

-Hacía mucho que no te veía el pelo, Viv. Ya era hora. -Su expresión era ciertamente tensa, como hueca-. No conozco a más bichos raros en esta ciudad y me acabo cansando de fingir que soy normal.

Viviane pensó que al llegar a casa soltaría todo ese manojo de nervios y rabia contenida durante aquellos días. Pero no. Incluso cuando se lo contó a Adam se contuvo mordiéndose las lágrimas y mostrándose fuerte, aunque avergonzada. Se refugió en su cuarto y sólo varios días después, cuando volvió a sentir al lobo pujando por perderse en los bosques de alrededor, decidió coger el teléfono y llamar a Trace. Donny también habría sido una buena opción, pero no quería ver al ahroun. En general, no quería tener contacto con el mundo Garou, tal y como había sugerido su madre. Lysandra.

-Yo también me alegro de verte, pero he estado bastante ocupada -respondió con brevedad.

La Ragabash se había mostrado más entusiasmada por teléfono, incluso al verla. Pero notar la mirada de la gente sobre ella de nuevo le recordó la misma sensación que al regresar al Clan. Bien podría ser por sus atuendos, siempre tan desaliñada en comparación a Trace. Pero no, la maga notaba que su ánimo estaba mucho menos suelto que de costumbre.

Esperó a que hubiesen pedido, unos spaguettis con salteado de setas para ella, antes de abordarla. Después de todo, por muy decaída que estuviese, las cosas no pasaban desapercibidas a su fino olfato. Cogió su tenedor y lo chocó suavemente contra el plato de ella para llamar su atención.

-¿Qué te pica? Pareces hasta más tensa que yo.

-Digamos que justo cuando ha sonado mi teléfono me he alegrado porque... necesito una pequeña ayuda. O bueno, alguien que conozco la necesita... -Trace se llevó el tenedor a los labios-. Eres una perra, ¿sabes? Tienes habilidades que a mí me va a costar décadas conseguir. Ojalá a mí me fuese tan fácil -se inclinó- cruzar la Celosía.

-No soy una perra. Soy una loba y sí, son ventajas que recibes junto a la maldición de convertirte en un bicho de dos metros que destripa gente -contestó con una irónica sonrisa pintada en los labios. Demasiadas verdades atrapadas en una sola broma-. Ya veo cómo me echabas de menos... ¿Qué necesitas? ¿Pasar al otro lado?

Soltó el cubierto y se recostó en la silla con aquellas maneras suyas tan propias de un Roehuesos.

-A ver, pasar al otro lado... No exactamente... -Llegó su comida. Trace había pedido una pizza vegetal siguiendo su dieta vegetariana, pero no le habían hecho caso y no habían quitado las alcaparras. Empezó a retirarlas con el tenedor, molesta-. Verás, últimamente he tenido otro de mis sueños proféticos y éste es muy insistente sobre que algo le pasa a mi jefe.

Viviane sabía que Trace trabajaba en una tienda de tés a media jornada y que empleaba el resto del tiempo en meditar y salir con chicos.

-He hecho unas averiguaciones y he visto que tiene encima a un espíritu muy pesado. Eso encajaría con el hecho de que últimamente parece algo enfermo, preocupado... Como yo no puedo cruzar y mis abanicos de Efectos son limitados por el momento, he pensado que tú...

Viviane pinchó los spagettis y le dio vueltas al tenedor para enrollarlos mientras escuchaba. Dio varias ganchadas en lo que terminó de contarle su problema. A ella no se le daba especialmente bien tratar con espíritus, pero quizá pudiese hacer algo. De todas maneras ahora tenía poco que hacer a parte de vagabundear y visitar algunas amistades.

-Ya veo. Bueno, vale. Tampoco tengo mucho más que hacer ahora, aunque lo de tratar con espíritus no es lo mío. Tendrías que echarme un cable.

-Oh, claro, no es lo tuyo. Dime, ¿cuántas veces has pasado a la Umbra esta semana? La próxima vez que vayas traete un souvenir. Siempre he querido tener una piedra umbral de pisapapeles -ironizó Trace metiéndose en la boca un trozo de pizza-. Supongo que puedo echarte una mano, sí. ¿Qué necesitas?

Viviane cerró el puño entorno al tenedor.

-Pues sí. Me he pasado la última semana metida en la Umbra rastreando a los hijos de puta que han intentado asaltar a mi Clan y matarlos a todos. Incluida mi madre. Pero la próxima vez tendré el detalle de traerte un collar de flores, tranquila -espetó sin muchos miramientos.

Después volvió la mirada al plato y pichón con el tenedor de nuevo.

Trace se dio por aludida y enrojeció. Tragó saliva, incómoda, y buscó la manera de disculparse:

-Vaya, lo siento, Viv, yo no sabía... Era sólo una broma, una broma estúpida...

La Ragabash dejó caer los hombros y también el tenedor.

-Perdona, no tenía que haberte contestado así. Es que... Ha sido una semana muy complicada -se disculpó, enterrando el rostro entre las manos. Cuando volvió a mirarla sonreía de forma forzada-. Verás, pasar a la Umbra no es difícil, pero mi... papel dentro de la manada no incluye el trato con los espíritus. No sé, literalmente, hablar con ellos. Usan un lenguaje diferente que sólo el Theur... El... "chamán" conoce. Yo no lo he aprendido, así que no tendría forma de comunicarme con él. Podría ahuyentarlo, pero probablemente se volvería contra mí y... No tengo ganas de tener un espíritu pesado detrás. Son molestos, créeme.

Viviane trató de retomar su tono amigable de siempre. Casi lo había conseguido cuando reparó en algo.

-¿Has dicho que tu jefe parecía enfermo?

-Yo puedo buscar la manera de que te comuniques con los espíritus -afirmó Trace-. Tendré que meditar un poco y puede que... Hum... Si, ya se me ocurre cómo. Por eso no hay problema. Y sí, mi jefe parece un poco enfermo. No le daría tantas vueltas de no ser por los sueños. Es tan evidente que tiene algo que ver con espíritus que mi Avatar no deja de molestarme para que lo arregle...

Viviane se quedó pensativa. Quizá fuese una perdición, en cuyo caso no le haría falta en absoluto hablar.

-Vale, vale... ¿Cuándo quieres que lo hagamos?

-Pues mañana mismo podemos intentarlo, si te viene bien -ofreció ella.

Viviane asintió.

-De acuerdo. Creo que recuerdo dónde trabajabas, y sino ya te rastrearé. Tu olor es tan inconfundible como el de un mapache -bromeó mientras seguía comiendo.

-Háblame de nuevo de esa tribu en la que sólo viven mujeres y luego repíteme lo del olor -rió Trace.

-Disculpa, yo vivo con ellas y no huelo a nada. Literalmente.

Y era cierto. Gracias al Don que había aprendido poco después de llegar al Clan podía ocultar totalmente su olor, cosa realmente útil en todos los sentidos. No olía a jabón cuando salía de la ducha, pero tampoco a nada más.

-Además, la ciudad apesta infinitamente más. Es un infierno de porquería. No sé cómo vives aquí -rebañó el plato con un trozo de pan-. Creo que te pega mucho más una cabaña en el bosque.

-No estaba refiriéndome a eso, pero si sigues diciendo que mi olor es inconfundible quizá logres seducirme -contestó la maga guiñándole el ojo-. La verdad es que para ser una ciudad, esto no está nada mal. Viví un tiempo en Chicago antes de mudarme, antes de que mi mentor me encontrara y créeme: eso sí que es un infierno. Es realmente imposible hacer nada desde este lado hacia el otro por culpa de lo que quiera que sea que haga la Celosía más gruesa en las zonas urbanas. Este pueblecito es encantador y tranquilo comparado con Chicago, de verdad. Lo único que tengo que hacer cuando quiero meditar en serio es irme al parque o al campo.

La Tejedora reforzaba la Celosía en las zonas urbanas, eso Viviane lo sabía. Pero que una maga se acercase al boun no sonaba demasiado bien. Trace era inofensiva y aunque tenía curiosidad por los Garou, no había hecho demasiadas preguntas. Pero si algún otro mago llegaba, podía dar lugar a problemas...

Viviane enarcó una ceja. Por lo que sabía, a Trace le gustaban más los tíos que un lápiz a un tonto. El comentario la dejó un poco fuera de combate, así que tiró por la tangente.

-Sí, a los Garous nos pasa igual. Pero la diferencia entre un pueblo y el bosque también es notoria de todas formas. Pero no sueñes con ello, la reserva no es un lugar seguro si no eres Garous. Y me daría problemas.

A ella también le daban curiosidad los magos. No eran magos al estilo Harry Potter, ni similares. Eran... mucho menos impresionantes. A decir verdad, demasiado inútiles por lo que había visto. Ser hombrelobo había sido un descubrimiento mucho más impactante y emocionante, sobre todo por el hecho de ser un guerrero de Gaia y no una bestia iracunda (eso sólo a veces). Se sentí más poderosa, más importante mientras que Trace seguía pareciendo bastante normal.

-Así que necesitarías mucho estudio para saber cómo pasar a la Umbra... Qué raro.

Esa cualidad le había sido dada de forma gratuita a ella y, una vez se había acostumbrado a formar parte de ambos mundos, todo había ido mucho mejor.

-¿Estudio? ¡Ojalá! Lo que para ti es un paseo es una maratón. Una maratón sobre cristales rotos. ¿Sabes que la Realidad me pega un tortazo cada vez que intento doblarla más de la cuenta? ¡Ojalá pudiera moverme por la Umbra como haces tú! -exclamó ella.