Partida Rol por web

Viviane sonrió de forma familiar, cómoda con la conversación y la nueva Galliard.

-¿Es un fetiche? Ya me lo enseñarás... -Comenzó a rebuscar bajo el cuello de la camiseta y sacó un colgante circular de plata, poco ornamentado. No era especialmente bonito pero estaba bien conservado-. Este me lo regaló la manada de la que vienen mis antepasados. Era de mi tatarabuela, Abrazo-de-piedra. Se ve que por mis venas corre sangre guerrera, aunque haya salido Ragabash.

Parecía más animada que antes, relajada mientras caminaban hacia la moto.

-Y dentro de unas décadas, alguna Furia heredará tu fetiche y podrás fardar de tus hazañas. Hasta podrás cantarle las canciones de tus aventuras, que habré escrito yo en agradecimiento al día en que me llevaste al clan. Pondré mi guitarra a tu servicio siempre que no esté ejerciendo activamente de Galliard para la que espero que sea mi nueva manada, tanto si quieres que la use como si quieres que deje de usarla -dijo haciendo una dramática reverencia en dirección a Viviane mientras caminaba, lo que causó que el deseo de sus antiguas compañeras de romperle la guitarra en la cabeza casi se hiciera realidad por accidente.

-¡Dios mío! Eres la Galliard que necesitamos, Tres-Acordes –dijo, extasiada al ver el entusiasmo que le ponía al asunto. Ni la mitad de lo que Leigh había intentado para entrar en su manada. Otra vez ese sentimiento de culpa… -En realidad, es mi manada la que carece de Galliard.

Ladeó la cabeza mirándola de soslayo, con una sonrisa esperanzadora. No sería la hija de Mary, pero parecía una buena chica después de todo.

-¡Muchísimo mejor! Así no tendré que descuidar mis deberes de Galliard para poner mi guitarra a tus órdenes -dijo devolviéndole la sonrisa. Alecto miró a Viviane, pero esta vez de un modo distinto. Así que ella iba a ser su nueva Ragabash. ¿Había sido Jabalí tan efectivo que la había dejado frente a la garou con la única manada que necesitaba a una Galliard del clan? ¿O aquel ataque del que había hablado había dejado más de una manada sin Galliard, pero le había causado tan buena impresión que ya había decidido aceptarla? En todo caso le alegraba pensar que tendría a Viviane cerca en el clan cuando estuviera allí sin conocer a nadie-. Me alegra saber que te tendré cerca en el clan -dijo Alecto, cuyos pensamientos solían pasar de su cerebro a su boca directamente, aunque no siempre; a veces ni siquiera pasaban por el cerebro antes. 

Y allí estaba la moto.

Tranquilidad.

Viviane sonrió con reserva, pero no dijo nada. Guardó de nuevo el colgante, poniéndolo a salvo junto a su pecho y se paró frente a la su moto. Era un zarrio viejo y oxidado, preparado más para el monte que para la ciudad. Quizá algunas de las piezas pudieran servir el algún taller, pero el que se atreviese a ponerle una mano encima tendría que vérselas con la Rabia de un Garou, y no era nada recomendable.

Rebuscó entre los bolsillos para sacar la llave, montó e hizo sonar el motor antes de hacerle una seña a Alecto.

-Sube y agárrate. Y asegura tu bonita guitarra.

-No te preocupes por Awen, la llevo bien sujeta -dijo Alecto subiendo tras ella. Preocúpate por mí, que también voy a ir bien sujeta, pensó sin pegarse a la espalda de Viviane más de lo necesario, no, para nada... Sin embargo se moderó a la hora de poner las manos en su cintura. Al pegarse a ella le dio la sensación de que era más delgada de lo que parecía bajo aquella chupa.

-¿Qué tal es la manada? -preguntó para distraerse, haciéndose oir por encima del motor y el aire.

Cuando Tres-Acordes se agarró, Viviane empujó hacia adelante para quitar el tope que sostenía la moto en pie y miró a ambos lados de la calle.

-Desorganizada. No es que nos llevemos mal, pero no terminamos de encajar. Creo que nos falta, justamente, un Galliard que sepa hacernos permanecer unidos. Toma -La Ragabash se sacó la braga que llevaba al cuello y se la tendió por encima de su hombro-. Hay un Roehuesos Ahroun, otra Furia Theurge y nuestra Alfa Philodox es una Camada de Fenris. No te asustes, les caerás bien si decides quedarte

Se echó la capucha de la sudadera y esperó a volver a sentir sus manos sobre sus caderas antes de acelerar y salir a la carretera. Si la nueva pretendía salir corriendo después del destino que le esperaba, era demasiado tarde.

Una manada desorganizada. Que se uniría. Para realizar grander hazañas. Ya lo estaba viendo. Y oyéndolo, sobre todo.

-Haré lo que pueda. Por lo menos te garantizo que antes de un mes todos estaréis hartos de Awen -dijo con una sonrisa, luchando por no ganar terreno con las manos. Se estaba portando de manera ejemplar, si no se contaban los pensamientos-. Nunca he conocido a un Roehuesos, creí que sólo vivían en zonas urbanas.

-Oh. Ese es uno de los problemas. No hay forma de que pase más de tres días en el túmulo -dijo, alzando la voz por encima del ruido de la ciudad-. Yo también paso bastante tiempo aquí, procurando hacer de enlace. No sé, me gusta la ciudad, pero también el bosque.

La Ragabash conducía deprisa, casi a lo loco, de modo que el aire zumbaba en sus oídos haciendo difícil la comunicación. Si eso lo hacía en medio de la ciudad, cuando saliesen a la carretera iba a ser un paseo divertido.

-Pues habrá que hacer algo con eso -dijo ella dubitativa. No quería parecer entrometida en la que aún no era su manada, pero no le parecía muy ortodoxo que un miembro de la manada viviese lejos de los demás. Se dio cuenta de que ya casi la consideraba suya. Era fácil relajarse con el viento en la cara y una chica como Viviane tan cerca. Pero seguro que en cuanto se bajara de la moto y se acercara a los ancianos le daba un amago de infarto. Afortunadamente, aunque no sabía mentir, sabía que tenía carisma suficiente para convencerlos de su valía.

Aunque si le preguntaban por qué se había disuelto su manada específicamente, la llevaba clara.

Al llegar al límite del boun, tras salirse de la carretera secundaria por la que había transitado durante media hora a toda velocidad, Viviane tuvo la oportunidad de cambiar y aullar para avisar de la llegada de Alecto. Canción-de-la-honesta-muerte emitió la respuesta no mucho después: tenían permitida la entrada. Así fue como Viviane y la nueva Galliard se internaron en el territorio del Túmulo.

Las dos Furias Negras atravesaron el bosque cuyas marcas y olor lo identificaban como terreno ocupado por el Clan. La paz y la tranquilidad reinaban entre los árboles con un aura claramente benigna: tal era la naturaleza del Túmulo y de los espíritus que irradiaban su poder. Conforme llegaban al núcleo del boun, la sensación se hacía más fuerte, limpiando de sus corazones cualquier pesadumbre. El olor a Garou se intensificaba. Y antes de que se dieran cuenta, allí estaban las cabañas de madera que rodeaban el lugar de reunión y la zona común.

De nuevo en forma Homínida, recibieron miradas de soslayo y de desaprobación. Cada una de las dos pudo pensar que se debía a su presencia. Alecto, por novata, desconocida y extraña. Viviane, por asesina y exiliada. Esta última ni siquiera pudo hallar consuelo en la presencia de sus compañeros de manada, pues no veía rastro de ninguno, ni siquiera de Kate. Los Hijos de Gaia cabecearon a su paso, las Furias Negras la ignoraron y despreciaron discretamente. Y cuando llegaron frente a los dos Ancianos presentes, Paso-sin-prisa y Canción-de-la-honesta-muerte, todos los ojos del Clan se habían clavado en ellas.

-Flecha-de-plomo -saludó Dom con una sonrisa desdentada-. ¡Te echábamos de menos! Empezaba a pensar que la ciudad te había secuestrado... o superado. Pero es bueno que regreses al hogar, y más aún si es con un regalo. Bienhallada, Alecto Tres-Acordes, Galliard de las Furias Negras. Estés de paso o vayas a quedarte, espero obtener de ti una canción o una historia, al menos.

-Saludos. Yo soy Canción-de-la-honesta-muerte, Galliard de los Hijos de Gaia. He oído el aullido que te anunciaba con regocijo. Siempre es bueno encontrar a otros Danzantes Lunares. ¿Cuál es tu intención al venir aquí? -preguntó el Lupus sentado sobre sus cuartos traseros.

Alecto tenía la boca seca, pero intentó fingir que estaba tranquila cuando dio un paso adelante y dijo con voz clara:

-Soy Alecto Tres-Acordes, hija de Ifis Regalo-de-Plata y descendiente de una noble estirpe de Furias Negras, cliath del Clan de la Mano de Gaia. El gran Jabalí me ha guiado hasta vosotros con sueños proféticos y es por ello que pido humildemente que me honréis con un lugar en vuestro clan. Pondré todas mis palabras y aullidos, mis historias y canciones, al servicio del clan -dijo ella, y se permitió una pequeña sonrisa, tímida, hacia el anciano-, tantas como se precisen.  

A pesar de las miradas indiscretas, la Ragabash hizo caso omiso, caminando con paso seguro y la cabeza erguida hacia los ancianos. Pensó que quizá debería haberle contado el resto de la historia a Alecto antes de llevarla al clan e integrarla en su manada, pero no tenía ganas de rememorar aquello y menos con una desconocida.

Viviane le devolvió una sonrisa amarga a Dom.

-Ya ves que estoy bien. No te preocupes tanto -y dicho aquello dejó de robarle protagonismo a Alecto durante su presentación. Al terminar, seria y cogiéndose las manos tras la espalda, añadió-. Jabalí se presentó ante mi manada durante la batalla. Raro sería que fuese una coincidencia del espíritu totem.

-El Gran Jabalí os ha atraído hasta aquí, entonces. El Totem es fuerte en este Túmulo, o lo era antes de la destrucción de los Buscadores. Quizá no quiera abandonarlo y por ello ha reclutado una nueva manada. Pero de eso se están ocupando Rencores-pasados y Danza-a-la-Luna-Creciente, y cuando regresen de su retiro es posible que se sepa algo más sobre el Totem y vuestra manada -dijo el Galliard.

-No tenemos inconveniente en que te quedes un tiempo, Tres-Acordes -afirmó el Ragabash-. Celebraremos un Consejo pronto para decidir si te unirás al Clan en toda regla, pero te anticipo que es bastante probable que no haya problemas. Nos faltan efectivos para patrullar el boun y cuidar del Túmulo ahora que saben dónde estamos y cuántos somos. Marchaos y que conozca a los nuestros. Ya hablaremos.

Viviane hizo un amago de marcharse, pero se volvió hacia los ancianos.

-Una pregunta, ¿dónde está el resto de mi manada?

Dom sonrió.

-No has sido la única que ha realizado un viaje de recogimiento. Supongo que estén al llegar.

Y estaba hecho. Aún quedaba el consejo, pero sus posibilidades eran muy altas. Todo estaba saliendo a pedir de boca y se moría por conocer a su nueva manada, aunque pensar en la que había sido suya aún le causaba un pinchazo de nostalgia en el corazón. Pero no había tiempo para lamentarse. Después de todo, había sido muy afortunada.

Estuvo atenta a la breve conversación entre el anciano y Flecha-de-Plomo con gesto más o menos diligente. Viviane no sabía donde estaba el resto de su manada. ¿Cómo era posible? También había notado que el resto del clan miraba a la Ragabash con recelo mientras se dirigían hacia allí. Algo raro estaba pasando.