Partida Rol por web

Cerveth acompañó a Denelloth y a Khôradur hasta su despacho, y cerró la puerta. Curudae se quedó con Ragi y Eben en la biblioteca.

-Veamos, comenzó el maestro, he podido averiguar algunas cosas del símbolo que trajo Denelloth. Pero nada específico, sólo que indica lugares de gran fuerza mágica ancestral. Los palos se usaron para algún tipo de ritual, y... se quedó en silencio unos segundos, -tenemos motivos para pensar que el cofre tiene algo ver, de hecho lo estaban llevando a esa zona.
 

Denelloth, Khôradur y Cerveth seguían reunidos en los aposentos del Director de la Academia. Los dos jóvenes se quedaron en la biblioteca, acompañados por Curuade. El Senescal estaba sentado en uno de los sillones, pero al rato se levantó y sus dedos recorrían las tapas de algunos de los libros. De repente preguntó: -Ragi, ¿verdad? También eres de Tharbad, como yo. Veo que portas una espada, pero tu talento no está en la guerra. En este momento, nos encontramos en una situación difícil. Algo está a punto de suceder, y no sabemos qué es. La clave puede estar en ese cofre que hallaste. ¿Sigues teniendo ese juego de ganzúas?

Se decía que muy pocas cosas de las que sucedían en Sil Auressë se le escapaban al Senescal. Era un hombre curtido en las infinitas intrigas de los gremios de Tharbad, y manejaba una red de informadores cada vez más amplia incluso en la aldea.

Una vez sólos Ragi le pregunta a su compañero con un susurro: -"Vaya, de pronto un cofre rapiñado en una escaramuza tiene una importancia capital. Oye, ¿sabes algo de a qué se refería Cerveth con los hallazgos de Denelloth?" -Tras pensar un momento añade -"Y también están esos dos tipos que nos encontramos en el camino, parece que Khôradur..."-

De pronto una silueta que le había pasado desapercibida se levanta de un sillón algo apartado. - El senescal! - se sorprende Ragi, que se calla al instante. Tras unos instantes Curudae se dirige a ellos. - Tharbad, no sabía que el senescal era de allí -

Ante la mención del juego de ganzúas, Ragi se palpa el cinturón, aliviado por haberlo cogido. Parece que lo va a usar antes de lo que esperaba. - Si, señor, las llevo conmigo.  - Las palabras del senescal le recordado algo, pero no sabe bien qué. Tras una pausa de duda, pregunta - ¿A qué os referís con que algo va a suceder? -

Denelloth no dice nada, pero se envara, observando con fijeza a Khôradur, y a Cerveth, muy serio.

-El mal rebrota y se expade por doquier... -masculla.

-Es suficiente, Russef, contestó el sargento y le hizo señas para que se pusiera a su derecha, donde ya estaban Eärnil y el soldado del Ángulo con la lanza. Mientras los demás terminaban el ejercicio, Gaerel se acercó a Russef. -Eres un hombre de Saralainn, ¿no es cierto?

No había desprecio ni miedo en su voz, solamente curiosidad. Puede que incluso respeto. -Me han dicho que tu pueblo tiene las de ganar en cualquier guerra en las tierras altas. Movilidad, contundencia y ... buenas armas. Aunque nunca pensé que tan buenas. ¿Me permite ver una de sus hachas?

Mientras tanto, los otros grupos terminaron el ejercicio, y diez en total bajaron hasta el campo de entrenamiento para hacer las pruebas con el resto. Y diez seguían arriba, entre ellos Russef, Eärnil, el umbareano y dos de los mercenarios nórdicos con armas a dos manos.

-No creo en casualidades, Ragi, le contestó Curudae. -Las cosas, y las personas, se mueven todo el tiempo, pero hay fuerzas que las empujan en una dirección u otra. A veces sin darnos cuenta.

El Senescal se quedó en silencio, recordando a algo. O a alguien. Entonces Ragi le recordó de Tharbad, de la casa de su benefactor Lord Danroth. Curudae había pasado por allí en alguna ocasión, vestido con ropa mucho más lujosa y portando una especie de cetro del Maestro de los Gremios.

-El cofre fue forjado en Angmar, dijo de repente, y el silencio casi obligatorio cayó en la habitación. Era como si la simple mención de aquel lugar tuviera un poder de acongojar los corazones. -Hace ya tiempo. Y alguien lo rescató de la guarida del Señor de la Guerra, y ahora lo ha preparado para transportar algo valor a un sitio. He podido averiguar cuál es ese sitio. Y el cofre podría estar relacionado con otro hallazgo aparentemente fortuito que hizo el montaraz Denelloth esa misma noche.

-A eso me refiero con que algo está a punto de suceder. Los cofres del enemigo no aparecen porque sí. Ni los rituales secretos en los claros del bosque dejan huellas. Un descuido es posible. Dos descuidos poco probable. Pero más ya significan que la rueda ha girado hasta un punto en el que ya da igual ser descubierto o no.

La imagen de Curudae en Tharbad le dejó perplejo, y su elaborada forma de hablar no ayudo a que se sintiese más cómodo. -'¿Quien es este hombre?, y ¿qué hace aquí? - pensó. Era evidente que las palabras del senescal tenían un significado oculto, mucho más profundo de lo que él podía comprender. Pero lo que estaba claro es estaba preocupado y que algún tipo de peligro se acercaba.

De pronto la imagen de Sir le vino a la cabeza. - 'El Sol seguirá unos días más, pero necesita fuerzas' - había dicho la niña. Frunció el ceño. No entendía nada, pero no le gustó la idea de que Sir pudiera estar en peligro.

Miro a Curudae. - "No entiendo qué está pasando, señor, pero si abrir ese cofre puede ayudar a aclarar las cosas, o a evitar un peligro para Sil Auressë será mejor hacerlo cuanto antes"-

Miro a Denelloth antes de mirar a Cerveth

-Y nunca descansa. Abriremos hoy mismo el cofre, quiero saber que hay en él cuanto antes y atenernos a las consecuencias. Denelloth, tras abrirlo y comprobar su contenido, organiza un grupo de exploración y ve al lugar del ritual primero, y luego al lugar del ataque de la caravana. Necesitamos recopilar información. Si encuentras algo importante, hazmelo saber de inmediato.

-Maestro Cerveth, necesitaríamos que alguien de la Academia versado en alguna arte mágica nos ayude a descubrir si el cofre tiene algún elemento mágico que lo proteja o si podemos abrirlo por medios más convencionales. También si hay alguien que sepa forzar cerraduras. Tengo entendido que Ragi tiene ese conocimiento, así que si no hay nadie más, podría ayudarnos.

Eben miraba a ambos, girando la cabeza a medida que iban hablando. En un momento que se hizo el silencio Eben dijo -"Pues sí que parece mentira que el contenido de un cofre que, or ahora, es totalmente desconocido pueda tener una gran relevancia a nivel general."-

Vaya, no sabía que Ragi fuera de Tharbad...

-"Abrámoslo."- digo cuando acaba el diálogo. La curiosidad me pica, pero mayor es la preocupación por que un hombre cmo Curudae esté preocupado por un simple ataque en el camino y un cofre encontrado.

-Todo tiene su relevancia, Eben, contestó Curudae. -Igual que las huellas en el campo, las palabras perdidas en una taberna, las monedas entregadas en un callejón, los caballos más cansados de lo normal en la casa de un granjero... Son pistas o huellas que cuentan una historia a veces difícil de descifrar. Ese cofre perteneció al tesoro del Señor de la Guerra, un caudillo que aterrizó Cardolan durante largos años. Aún se le recuerda. Los que atacaron la caravana habían sido esclavos o mercenarios del Señor de la Guerra. Estaban hambrientos, mal equipados, perdidos... Pero tenían una misión. Alguien les había pedido que lleven ese cofre a un lugar concreto lo antes posible. Debe ser importante, aunque no tanto como para enviar a mejores hombres, ya que estos al ver la posibilidad de saquear una de nuestras caravanas no dudaron un instante. Y así ha llegado el cofre a nosotros.

El Senescal miró a los dos. Aparentemente tranquilo y conforme con algo, avanzó hacia la puerta del despacho de Cerveth y les indicó a los dos que le siguieran.

-Creo que el Senescal Curudae ya estaba preparando algo para abrir el cofre hoy. Él llevaba un juego de ganzúas, pero me preguntó precisamente por Ragi, confirmó Cerveth. -Parece que el Senescal tiene alguna información más sobre los que transportaban el cofre.

-Ninguno de los maestros tienen conocimientos de la magia, contestó Cerveth, -aunque la Dama Aylarien sí atendió a algunos alumnos con capacidades especiales. Mas son jóvenes e inexpertos. En la ausencia de la Dama Aylarien, se me ocurre una persona que reside aquí, y a veces visita nuestra biblioteca. Creo que sabéis a quién me refiero.

Los dos comprendieron que se refería a la perturbadora Dama Finduilas, la antigua soberana de Dol Caldir y hechicera de gran poder, que había sido invitada por Ayla a vivir en Sil Auressë con un propósito algo incierto. En el pasado se había aliado con el Señor de la Guerra, y los rumores de su acercamiento a los poderes oscuros de Angmar eran habituales.

Al escuchar las palabras de Cerveth, no puedo evitar torcer el gesto.

-No es una opción que me agrade, pero dada las circunstancias intentaremos contar con su ayuda. Hablaremos con ella. Maese Cerveth, creo que nos vendría bien que nos acompañáseis para ayudarnos a convencerla. Curudae, ¿dispones de más información sobre los atacantes?

La puerta del despacho de Cerveth se abre, y Curudae se asoma. Detrás de él están Eben y Ragi.

-Tengo alguna información, Khôradur. No mucha, pero cualquier cosa ayuda en este momento. Y lo que es mejor, tengo a Ragi que nos va a abrir el cofre. Iba a intentarlo yo, pero mis dedos ya no son tan hábiles como mi nombre indica¹...

Ya todos reunidos en la pequeña sala, Curudae comenta que había logrado información sobre la ruta que seguían los asaltantes, y que se dirigían a la zona aproximada de las orillas de Baranduin y el Vado de Sarn...

-Lo que resulta llamativo, ya que es también donde Denelloth halló alguna cosa interesante.

-Sobre lo de pedir ayuda a ... ella. No he tenido trato con su alteza, y creo que va a seguir siendo así. Tiene un carácter... indomable diría yo. Pero dependiendo de lo que necesitéis, hay una persona nueva que trabaja en la Academia desde hace un mes y poco. Un erudito con grandes conocimientos, y posiblemente artes arcanas. Hasta hace poco fue miembro de una orden mística de los dúnedain. Trabaja en el taller de Adhellin, en la aldea. Su nombre es Norión. Por si después de abrir el cofre necesitáis consultar algo, me ha causado una buena impresión este señor, a pesar de su aspecto algo... lúgubre.

Al maestro de la Academia se le notaba algo nervioso por la presencia de tantas personas en su despacho, y entre ellos dos jóvenes que eran o habían sido alumnos. Pero era una situación extraordinaria que necesitaba de medios extraordinarios.

-El cofre sigue a buen recaudo en la última sala de lectura de esta Academia. Mucha suerte con la investigación, añade Cerveth a modo de despedida.

-Esto cambia las cosas, por el momento prescindiremos de la dama Finduilas. No me gustaba la posibilidad de tratar con ella, pero como no había otra alternativa pensaba que no habría otra opción, pero si Norión sabe de artes mágicas tal vez nos pueda ayudar si fuese necesario. En fin -miro a Ragi- va a ser tu turno de demostrar tu valía. Pero antes, no quiero correr riesgos, quiero una guardia equipada con el equipo de los enanos con nosotros antes de abrir el cofre. No creo que salga nada monstruoso ni nada por el estilo de ahí, pero si es una trampa de algún tipo y provoca daños, quiero tener a gente bien equipada para ayudarnos. No sería la primera vez que el mal usa artefactos explosivos.

Guardo silencio unos segundos pensativo

-El plan es el siguiente, Ragi y yo entraremos en la sala, el resto se quedará afuera por lo que pueda pasar. En cuanto lo abramos y veamos que es seguro entráis. Por si las moscas me quedaré con uno de los escudos forjado por los enanos. Si hay algún otro tipo de sorpresa, tendréis tiempo para huir y tal vez evacuar la Academia antes de que se produzcan más pérdidas. -Miro a todos seriamente- Esta orden es incuestionable, estéis o no de acuerdo, pero en este asunto voy a ejercer mi total autoridad, ¿queda claro?

-En cuanto lleguen los soldados que he solicitado, procederemos.

El montaraz asiente cuando Khôradur se dirige a él para formar uu pequeño grupo de exploración, mientras mira significativamente a Eben. Está claro que contará con él, y tal vez con algún otro. Sin embargo, se guarda su opinión cuando conversan acerca de la noble residente de Sil Auressë.

Y vuelve a asentir al final de la reunión. Se le ve cómodo recibiendo órdenes. Se despide de Cerveth con un esbozo de reverencia y sale junto con los demás, con paso decidido, en dirección a la habitación donde se guarda el cofre.

-Tú y yo iremos luego a leer señales ocultas en el páramo, Eben -dice quedamente, dirigiéndose al montaraz y parafraseando al poeta. -Y nos llevaremos a alguien más, a otro cazador. Por si acaso.

-No quiero entrometerme Denelloth, pero te sugiero que busques a más gente. Dadas las circunstancias es necesario el sigilio y la discreción pero también un mínimo de tropas por si se tuercen las cosas. Es una sugerencia, tú, como oficial al mando de la misión, tienes la última palabra. Escoge a los hombres que consideres necesarios para esta misión. En cuanto abramos el cofre y veamos su contenido quiero tener la reunión que os comenté a Walec y a ti, antes de que partas.

Salgo de la habitación con el resto de comitiva, procurando quedarme siempre cerca de Denelloth. Cuando este comenta que va a necesitar hombres para rastrear, y me mira de forma significativa, contengo el aliento y una sonrisa de satisfacción se dibuja en mi cara.

Estar al aire libre, disfrutando de la naturaleza, aún que sea en una misión de rastreo, es lo que más me gusta, adoro mi trabajo y el camino que está tomando mi "carrera profesional", por contra odio los sitios cerrados y pequeños.

Cuando Dellenoth acaba el comentario, asiento con la cabeza, cogiendo con más fuerza mi lanza que tengo de pié a mi lado -"Estoy impaciente"- digo

Miro al joven Eben y sonrío antes de dirigirme a Denelloth.

-Creo que aquí tienes a un voluntario Denelloth- me dirijo a Eben- Bien, bien, me alegra ver que hay gente dispuesta a servir a Sil Auressë, aunque tal vez aún no seas consciente del coste que eso pueda traer a la larga. Será un servicio duro y tendrás que hacer muchos sacrificios y dedicar todas tus energías para, tal vez, obtener una recompensa pequeña...pero los hombres que servimos con honor no esperamos grandes recompensas, solo servir a algo más grande que nosotros, en este caso un ideal, un sueño llamado Sil Auressë.

Mientras escucho con atención a Khôradur, voy asintiendo con la cabeza. Cuando acaba miro a mi mentor de reojo rápidamente y luego vuevo la vista hacia mi interlocutor -"Estoy dispuesto"- digo con entusiasmo, llenando mi joven cabeza de aventuras, riesgos y grandes gestas.

Sin darme cuenta, vuelvo a sonreir bobamente mientras estas ideas se pasean por mi mente -"Estoy dispuesto"- vuelvo a decir para confirmar mi seguridad.