Partida Rol por web

-El sargento Gaerel está dentro del castillo, ahora sale, contesta uno de los soldados. La llegada de los voluntarios ha sido constante, y las colas que se dirigen hacia el campo de entrenamiento son largas. Son ya más de un centenar los que quieren entrar.

De momento, junto al puente de piedra que conduce al castillo hay unos veinte que han sido preseleccionados. Entre ellos, Russef y Eärnil. Además, hay media docena de veteranos de las guerras del Ángulo y de los Cantones de Feotar, que están recordando aquellas escaramuzas y batallas. También hay tres mercenarios grandes y rubios de origen nórdico, bastante habituales en Cardolan. Hay un hombre alto con armadura de cuero hecho a medida, guantes que dejan al descubierto los dedos y algo parecido a garfios en las muñecas. Va armado con cimitarra, y se mantiene algo separado del resto. Los restantes son difíciles de ubicar, son de las distintas regiones de Cardolan y quizá hayan sido seleccionados para este primer grupo por ser grandes y fuertes, y porque han llegado con sus propias armas.

Denelloth sigue silencioso la pequeña comitiva.

-Señor, fuera hay ya casi dos centenares de hombres, le dijo el sargento Gaerel a Khôradur. El veterano sargento se había acercado al ver al Lugarteniente cruzar el patio de armas hacia la Academia, seguido del joven Eben y el montaraz Denelloth.

Ragi sale de los barracones de la Academia, portando una espada corta y con cara de sueño. Su mirada busca la de su amigo Eben. 

-La mayoría han sido enviados al campo de entrenamiento de la milicia, donde vamos a ver lo que saben hacer y cómo podríamos usarlos. Pero hemos preseleccionado unos veinte que tienen cierta experiencia. Están fuera, esperando junto a la puerta principal. ¿Qué les digo, Señor?

Asiento en silencio con la cabeza en respuesta al saludo de Ragi, pero sigo en mi puesto, detrás del montaraz y Khôradur

Vaya, vaya maese Russef, tal parece que aquí hay de los más variopinta gente, extraños dias estos que reunen a gente tan dispar en un pequeño asentamiento,de aspecto rudo y armas terribles, los tiempos estan cambiando-mi mirada se pierde en la lejania-y no necesariamente para bien, digo en voz baja y casi para mi mismo.

-Que hagan igualmente las pruebas, eso sí, ponérselo más difícil, así valoraremos su experiencia.

Me dirijo hacia Ragi

-Buenos días Ragi, me alegra ver que tienes intención de unirte a nosotros. -Le llevo aparte, aunque hago señas a Denelloth, y tras dudar un poco, a Eben para que se acerquen- Quería preguntarte una cosa, es en relación a la caravana que fuisteis a socorrer. Tú fuiste el primero en acercarte al cofre, y por lo que tengo entendido Russef, uno de los viajeros que os encontrásteis, también se acercó, ¿hizo algún comentario sobre el cofre o algún gesto al verlo?, aunque fuese algo que en principio no tendría que tener importancia. ¿Recuerdas algo de vuestro encuentro con la caravana o con Russef o Eärnil, por muy poco importante que pueda parecer, que no nos comentases en la otra ocasión en que hablamos sobre este asunto?

El portón del castillo se abría lentamente, y salieron dos soldados y delante de ellos un sargento algo mayor, con canas en su barba y un parche en el ojo. Como los demás, llevaba la nueva armadura que habían presentado la noche anterior, pero también sus guantes de cuero y una capa forrada de buena manufactura. Su caminar era pausado y tranquilo, y su ojo recorrió uno a uno la veintena de hombres que se encontraban junto al puente de piedra.

Se detuvo, y esperó unos segundos para que dejaran de hablar entre ellos los mercenarios nórdicos.-Mi nombre es Gaerel, y estoy aquí para ver de lo que sóis capaces. La mayoría de los que han acudido voluntarios están en este momento en el campo de entrenamiento de la milicia. Pero a vosotros os han traído directamente hasta aquí. No penséis que por eso váis a entrar por esa puerta sin más. Una sonrisa incluso amable se dibujó en el rostro del sargento. No era de gran estatura ni fortaleza, pero su porte y su presencia era de alguien acostumbrado a que se le escuche incluso cuando no levantaba la voz.

-Vamos a organizarnos por grupos de cuatro. Vamos a poner cuatro postes de entrenamiento. 

A continuación dio unas órdenes concisas a los soldados, que pronto clavaron cuatro troncos con lo que parecían cinco brazos saliendo a distintas direcciones. Los postes formaron un cuadrado de unos diez metros de separación. Después dividió los veinte en cuatro grupos de cinco. Un grupo estaba formado por los tres nórdicos, el umbareano y un hombre corpulento que portaba un gran martillo de herrero. Otros dos grupos estaban formados por gente del Ángulo, de los Cantones de Feotar y de Cardolan. El último grupo tenía un soldado licenciado del Ángulo con un tabardo de malla y una lanza, a Russef, a Eärnil y dos hermanos que llevaban espadas dúnadan y escudos pintados.

-Ahora, os ponéis en el centro del cuadrado, y uno a uno, dáis un paso al frente y atacáis el poste de la esquina con vuestra arma o vuestras armas. Si queréis disparar primero y atacar después, me es igual. Si alguno necesita un arma, que lo diga. Después de cada ronda completa, seleccionaré a algunos.

Al salir salir al patio Ragi saluda la Eben, que se encuentra con Khôradur y Denelloth. Sorprendido por la pregunta de Khôradur, se pasa la mano por la cara intentando despejarse y recordar qué paso con el cofre: - Eh... - duda durante unos momentos, haciendo memoria - No recuerdo nada raro. Parecía deseando ayudar, incluso se ofreció a abrir el cofre a hachazos, pero al decirle que nos lo traíamos en el carro le pareció bien. -

Se rasca la barba mientras se esfuerza en recordar, maldiciendo mentalmente su mala retentiva - No se, me ayudo a cargar el cofre, que pesaba como un muerto ... - tras un momento en silencio añade - La verdad es que no recuerdo nada extraño. -

Mira a Eben, interrogándole con la mirada, mientras se pregunta si habrá pasado algo con Russef.

-Bien, estupendo, gracias por tu ayuda. Veo que vienes a hacer las pruebas. Eben, ¿tú también venías a lo mismo?. Aunque pensaba en un principio que nos acompañases, si ambos tenéis que hacer las pruebas, tal vez sea mejor que os quedéis. De todas formas hemos de regresar en cuanto arreglemos un asunto en la Academia, y es aquí dónde necesitaremos de vuestras habilidades. -Comento a los dos jóvenes- Si aún no habéis hecho las pruebas, allí está el sargento Gaerel  -le señalo- decírselo y él os dirá a dónde tenéis que ir, en cuanto acabéis esperadnos aquí. 

El sargento Gaerel ya se dirigía hacia la puerta principal para comenzar las pruebas de los que habían sido preseleccionados por los otros sargentos, cuando las palabras del Lugarteniente le detuvieron y se dio media vuelta.

-Señor..., comenzó y miró la cara de Ragi, luego su espada corta, y finalmente su postura. Los años de instrucción militar le habían enseñado que se podía saber mucho de una persona por su postura. Khôradur también lo sabía. -Ragi, tú eres un alumno de la Academia, y seguirás haciendo ejercicios con la milicia, como los demás alumnos. Si quieres hacer más, podemos verlo. Pero no puedes ingresar en el ejército mientras seas alumno. Por lo tanto no debes hacer ninguna prueba hoy, hijo.

Luego miró a Denelloth y Eben. -En cuanto a ti, Eben. Creo que el que te debe poner a prueba y evaluar no soy yo. Nos hacen falta buenos exploradores.

-Así que de mi parte, ambos chavales han pasado las pruebas en el sentido de que forman parte de Sil Auressë. Podrán hacer lo que mejor les parezca, pero donde más nos pueden ayudar no es participando en esta convocatoria para soldados o milicianos. De todos modos, si queréis hacer las pruebas, podéis salir del castillo y bajar hasta el campo de entrenamiento junto a las canteras. Allí está el sargento Parthil, y de allí me enviará a los mejores para las pruebas, que es lo que voy a hacer ahora a los primeros veinte. En breve entrarán por esa puerta algunos de los que consideramos más preparados,  añadió y se dio media vuelta para salir por la puerta acompañado de dos soldados.  

-Gracias Gaerel. -Me dirijo a los dos jóvenes- Bueno, en vista de que no estáis obligados a hacer las pruebas, podéis quedaros aquí y esperarnos o acompañarnos a la Academia.

-"Yo les acompañaré, si no es molestia."- digo mirando tanto a mi mentor como a Khôradur. -"Mi camino es el de explorador, no haré hoy las pruebas con la milicia..."- digo, y mirando a Denelloth asiento con la cabeza.

Al escuchar las palabras del sargento me coloco en posición, saco mi arco lo tenso y disparo al poste sin demasiada fortuna, sin parar a pensarlo lo suelto y corro hasta el poste a la par que desenvaino mi espada y mi main-gauche, ejecuto un ataque doble a la perfección, para posteriormente hacer un amago de finta y parada con mi main-gauche en una complicada danza que pocos se ha visto por estos lares.
No sabía si con esto impresionaria al sargento, pero maldita sea si queria estar con la milicia normal, hare mi mejor esfuerzo para agradar a estos "soldados".

Khôradur cruzó el patio de armas hasta el edificio de la Academia. En vez de entrar por la puerta principal que conducía al Gran Aula y las dos salas de lectura, el Lugarteniente se dirigió a la otra puerta, más pequeña, que daba acceso a la biblioteca y una sala donde se reunian los maestros.

Le acompañaban Ragi, Eben y Denelloth.

La biblioteca de la Academia no era especialmente grande, tan sólo un par de estanterías para guardar tomos que usaban los maestros, además aún había muy pocos volúmenes. Algún día, la biblioteca principal de Sil Auressë iba a estar en la gran torre de homenaje del castillo. Los cuatro esperaron unos instantes, y la puerta se abrió. El Director de la Academia Cerveth entró en la biblioteca, y saludó a todos los presentes por el nombre. Detrás de él se encontraba el Senescal Curudae, quien se quedó en un segundo plano.

-Saludos nuevamente, comenzó Cerveth, tenemos dos desafíos para nuestros conocimientos. El primero está relacionado con unos hallazgos de Denelloth, dijo haciendo un gesto con la cabeza hacia el montaraz sombrío que se había quedado junto a la puerta de entrada. -Y el otro con un extraño cofre que sigue cerrado pero cuyo contenido podría ser valioso. O peligroso. Nuestro Senescal Curudae cree que las dos cosas podrían guarda alguna relación entre ellas.

La habilidad y la contundencia de Eärnil no pasaron desapercibidos. Volaron astillas del poste, y sus golpes con espada y main gauche, y luego con las dos armas combinadas llamaron la atención. Gaerel le hizo un gesto para que se quedara a su derecha, mientras observa al resto de los candidatos. El veterano sargento parecía estar en tensión, y de forma involuntaria su hombro o su pie de apoyo se movían en el momento que alguien atestaba el golpe.

El soldado licenciado del Ángulo con su lanza también dio muestras de su habilidad y fortaleza, mientras los dos hermanos atacaron juntos, y Gaerel en seguida se dio cuenta de que sólo uno sabía luchar bien y tratada de ocultar las carencias del otro. El sargento envió a ambos hacia la zona de entrenamiento de la milicia, mientras el hombre del Ángulo se puso al lado de Eärnil.

Le tocaba a Russef.

Hago señas a Denelloth para que se acerque.

-Eben, Ragi, esperadnos aquí fuera. Cerveth, hablemos dentro.

Asiento con la cabeza y espero fuera

Con agilidad y en un rápido movimiento arrojé una de mis hachas más pequeñas contra mi enemigo de madera, saltando astillas por todos lados al incrustarse el hacha en todo el centro del poste que me servía de prueba.

Conforme avanzaba hacia este volví a tomar otra hacha mas grande, un hacha bastarda la llamaban y volví a golpear el poste con fuerza, aunque en esta ocasión apenas rocé la madera.

Vuelvo de nuevo hacia mi espalda y sostengo con mis dos manos la última y más letal de mis hachas, dando un paso atrás para ganar distancia le asesto un buen golpe al poste partiendolo por la mitad.

Continúo?? pregunto a Gaerel.

Ragi se queda junto a Eben mientras Khôradur y Denelloth hablan con Cerveth.