Partida Rol por web

El norteño se ajustó la visera de su casco decorado con cuernos. Su mirada se cruzó con la de Khôradur, y a pesar de la distancia el sargento parecía estar relamiéndose los labios. Tenía a decenas de orcos disperos y dominados por la infantería de Eliver con el flanco vulnerable a una carga.

Esperó la señal de Khôradur para cargar.

No obstante, un nuevo elemento había aparecido en escena. Los jinetes de huargos liderados por el veterano Ulog-Plak aparecieron en lo alto de la colina justo detrás de la unidad de Leaniach. ¡Estaban detrás de ellos!

Doce jinetes en total.

Khôradur observó el primer embite de los orcos contra la unidad de Eliver. Parecía que sus hombres salían victoriosos. Leaniach estaba preparado y Khôradur iba a dar la orden de que cargase contra los orcos, pero la sonrisa desapareció de su rostro cuando estaba a punto de dar la señal.

¡Maldición!

No olvidaba a los jinetes huargos, pero aún así había cometido el error de dar por supuesto que en algún momento atacarían a las unidades de a pie. Khôradur ordenó que se hiciesen señales de advertencia a Leaniach. Debía de resistir su ataque.

Khôradur ordenó a sus hombres que se desplazasen para, en cuanto tomasen posición con vía libre hacia el castillo volverse y atacar a las huestes orcas. En cuanto llegaron ordenó volverse y atacar.

-¡No tengáis cuartel!. Quedan dos trolls (1), así que ir con cuidado. ¡¡POR SIL AURESSË!!, ¡¡POR LA VICTORIA!!

Ulog-Plak alentó a los jinetes de huargo. -¡CARGAD! ¡Deztrozad loz caballoz!

La voz del veterano orco no era imponente como la del uruk Zaboht, pero los trasgos habían aprendido a valorar su astucia. Había aguantado a los jinetes de huargo hasta el momento clave, escondiéndolos detrás de las colinas con la esperanza de avistar a la hueste meridional. La convocotaria del Abismo incluía grandes manadas de huargos, incluso algunos espectrales. Así se lo había prometido Gothdush. No obstante, aún no habían llegado.

Y los defensores de Sil Auressë estaban ganándole la partida a la hueste de Zaboht. Era hora de actuar.

-¡VAMOZ!, dijo y agarró con fuerza las riendas de la montura. Avanzaba lentamente, mirando cómo la docena de jinetes bien adiestrados cumplía sus órdenes.

Los jinetes de Ulog Plak cargaron en formación de U, y aprovecharon su superioridad numérica para tratar de aniquilar a los jinetes de Leaniach. El sargento de Sil Auressë ordenaba a sus hombres para hacerles frente, pero pronto vio que la pelea era un suicidio. Ordenó una retirada, y unos jinetes se cubrían a otros. Uno de los hombres sufrió una herida fea, y otro se quedó separado de la unidad, pero los restantes cinco jinetes lograron destrabarse del combate. Dos de los jinetes de huargo se quedaron incapacitados, y ahora los diez restantes amenazaban la espalda de la unidad de Eliver.

Walec había comenzado su maniobra cuando vio atacar a los jinetes de huargos. Rápidamente forzaron la retirada de Leaniach, y ahora contaba con tan solo cinco caballeros, y esos estaban en una zona comprometida entre la hueste de orcos y los jinetes de huargos.

-¡Aquí! ¡Reagrupad detrás de nosotros!, instó a Leaniach. Mientras tanto, forzaba a los guardias marchar más rápido para poder completar la táctica, aunque la situación se estaba complicando mucho para la unidad de Eliver.

Entonces vio la gran figura de Zaboht moverse entre los orcos. Se acercaba hacia el frente.

-¡Grandes orcos frente! ¡Aquí!, gritó el gran uruk. Miraba con odio a Walec quien se movía delante de la hueste con los guardias armados con alabardas y ataviados con armaduras que brillaban bajo el sol de atardacer. Su mera presencia en el campo de batalla parecía un insulto. O un desafío.

¡La batalla se había retomado! Por un lado, la unidad de Eliver luchaba contra los orcos que se habían separado de la hueste principal. Ahora les amenazaban los jinetes de huargos de Ulog-Plak que había obligado a retroceder a Leaniach y a sus hombres. Al mismo tiempo, Walec movía a sus guardias delante de la huestre principal, prácticamente en las narices de Zaboht. Y más lejos, el grueso de las tropas de Sil Auressë comenzaba a moverse hacia la posición acordada.

Los orcos estaban cada vez más compactos. Un par de grandes trolls se alzaban por encima de la marea oscura, pero estaban detrás de las filas más alejadas, para empujarles hacia delante y para tenerlos controlados. Eran una preocupación menos, al menos de momento.
 

Khôradur observaba la batalla preocupado. Esperaba complicaciones, pero no tan pronto, confiando en tomar a los orcos por sorpresa, pero bajar la guardia respecto a los huargos fue un error que podía lamentar, no ya por la victoria o la derrota, sino por las vidas que se podrían perder.

Ordenó a los arqueros que estuviesen listos para disparar en cuanto el enemigo estuviese a tiro, y dispuso que la vanguardia atacase en cuanto estuviese a la mínima distancia. Todos debían de avanzar formando un bloque compacto, para que la retaguardia apoyase a la vanguardia en caso de apuro.

No quitaba el ojo a los trolls. De momento no eran un peligro inminente, pero seguramente los usarían en caso de que las cosas se torciesen para el ejército orco. Quien más le preocupaba era Eliever y la unidad de caballería de Leniach. Los jinetes huargos eran el principal escollo en ese momento. Si conseguían detenerlos e incluso acabar con ellos, todo sería mucho más fácil.

Dio instrucciones para que Leniach se replegase detrás de las unidades de Walec, pero listo para cargar. Tenía pensado en que lo hicese en cuanto Eliader se viese en dificultades.

Tal vez un ataque contra los huargos cuando estos atacasen a Eliever podría ser útil.

Khôradur seguía avanzando al frente de sus tropas, apremiándolas, no quería que el ejército se separase y Walec ya comenzaba a acercarse a las tropas enemigas. Pronto entraría en combate.

Khôradur mantuvo compacto el principal bloque de las tropas de Sil Auressë. Era un momento crítico, ya que si se abría la formación, luego no iban a tener tiepo para reorganizarse. Al otro lado del grupo, en el flanco que pronto iba a pasar a ser la retaguardaia, Barendil transmitía las instrucciones a los arqueros.

-¡APUNTAD AL CIELO!, gritó y les mostró el ángulo para lanzar salvas de flechas por encima de sus compañeros.

Los trolls del cuerpo empujaban a la hueste enemiga, a la vez que las primeras filas se mantuvieron en posición por el férreo control de Zaboht. Alrededor del gran uruk se habían congregado decenas de los orcos más fuertes. Pronto iban a cargar contra Walec y sus guardias.

El que peor estaba era Eliver y su unidad. A pesar de la victoria inicial contra los orcos dispersos, la llegada de los jinetes de huargos liderados por Ulog Plak. Los hombres de Eliver siguieron luchando contra los orcos con valor, pero la llegada de los orcos montados en huargos convirtió la contienda en una terrible carnicería.

La unidad fue masacrada sin piedad en cuestión de minutos. Algunos huyeron y fueron perseguidos por las bestiales monturas.

El veterano orco contempló con satisfacción cómo sus jinetes aniquilaron la unidad de hombres de Sil Auressë. Los gritos de agonía de los moribundos eran música para sus oídos.

-¡ACABAZ CON TODOZ! ¡MATAR A EZE!, dijo a la infantería orca indicando con el dedo al que seguía liderando a un puñado de hombres que formaban un círculo rodeado de decenas de orcos.

-¡JINETEZ AQUÍ!

Khôradur maldecía por lo bajo. Descuidar a los huargos le había costado caro, la unidad de Eliever había sido aplastada y la vida del bravo sargento pendía de un hilo, así como del resto de supervivientes. Ordenó que Leniach se replegase y esperase instrucciones y que Eliever y todos los supervivientes se refugiasen con los hombres de Walec. No pensaba dejar a Eliever solo y los hombres de Walec tenían alabardas, lo que sería una ventaja de cara a los huargos, pero podrían quedar rodeados entre la hueste principal y los huargos.

Walec estaba a punto de llegar a la hueste y Khôradur avanzaba detrás. Si dividía al ejército para ayudar a Eliever podía perderlo todo, pero si no lo hacía los huargos podrían atacar por el flanco, algo que igualmente harían si se quedaban compactos. Era uno de esos momentos que odiaba, cuando tenía que arriesgar o sacrificar la vida de sus hombres por un supuesto bien mayor lleno de incertidumbre.

Khôradur lo vio claro, tenía que avanzar aún más rápido y confiar en que Elieve podría llegar a tiempo a refugiarse con Walec. Leniach estaría listo para acudir en su ayuda o atacar a la hueste que se iba a enfrentar a Walec para ayudarles mientras ellos se acercaban. Distribuyó a los hombres que por su armamento y armadura podrían frenar a los huargos en los francos, ya que veía que tarde o temprano se enfrentarían a ellos.

-¡¡¡ADELANTEEEEEEEEEE!!!

Si no aprovechaban que aún era de día, la derrota estaría asegurada.

La batalla continuaba sin cuartel. Cada decisión podía ser decisiva. Cada embite podía cambiar el curso de la misma. Los huargos de Ulog Plak habían aparecido en escena, y estaban destrozando el flanco derecho de las tropas de Khôradur. Eliver resistía con un puñado de hombres contra sesenta orcos envalentados, y comenzó una retirada ordenada según indicaciones de su comandante. Recibió un duro golpe de uno de los orcos, pero se mantuvo en pie aunque vio caer a dos más de sus compañeros.

¡Entonces llegó Walec! Sus alabarderos tomaron posición en el ángulo que formaban los orcos de Zaboht y los que atacaban a Eliver. Su llegada permitió por fin la retirada de Eliver, aunque solo quedaban cuatro hombres valientes de aquel grupo.

El flanco izquierdo de la unidad de Walec se encaraba con los orcos de Zaboht, pero el Jefe de la Guardia se encontraba allí, listo para recibir el desafío del gran uruk. Un desafío sin palabras que ya había sido lanzado durante el parlamento previo a la batalla.

De su parte, el sargento Leaniach había reagrupado a los pocos jinetes que le quedaban, y ahora les plantó cara a los jinetes de huargos de Ulog Plak. Resistieron de algún modo la carga bajo el mando de Leaniach, pero estaban en inferioridad numérica y tuvieron que retirar en orden hacia el centro de la formación de Khôradur. Estuvieron a punto de lograrlo sin bajas, pero en el último momento uno de los huargos le enganchó a un jinete por la espalda. Le destrozó la columna vertebral, y aunque el jinete seguía con vida, estaba completamente paralizado y difícilmente iba a llegar a ver un nuevo día. Si es que alguno lo iba a hacer.

Khôradur pudo ver cómo los jinetes de huargos llegaban a su flanco izquierdo. Había reordenado a las tropas, dejando lanceros a los flancos y los arqueros seguían en la retaguardia. La suerte estaba echada, y el frente de los defensores de Sil Auressë pronto iba a alcanzar las posiciones de los orcos de Zaboht.

Zaboht y Walec se encontraban cara a cara. Era como si los soldados bajo sus órdenes supieran que los dos necesitaban resolver algo antes de que comenzara la contienda, y les abrieron hueco. Walec atacó primero con todas sus fuerzas, y su espada le impactó en la espalda del gran orco. No obstante, no logró penetrar la armadura y aunque le hizo retroceder y pudo volver a golpear, seguía sin encontrar una apertura en la defensa del uruk. Hasta tres veces cargó contra el orco, y las tres veces le detuvo los golpes.

-¡POR SIL AURESSË!, gritó Walec tratando de animar a los suyos. O a sí mismo.

A Zaboht le sorprendió el valor de Walec. El joven cargó con su espada golpeando con todo una y otra vez, y el orco tuvo que retroceder. No obstante, no perdió la compostura, y esperó su momento. Cuando el guardia de Sil Auressë falló un ataque, Zaboht dio un paso al frente y se quedó a escasos centímetros de la cara de Walec. Acompañó su movimiento con un golpe brutal de su espadón que buscó el punto débil de la armadura, justo debajo del brazo. Allí se adentró la hoja de la espada, hasta atravesar el cuerpo por completo y salir por la espalda. Por el camino había atravesado órganos.

-¡¡MUERE!!, le espetó el orco y le escupió en la cara. Aún respiraba, y tal era la fuerza de Zaboht que era capaz de levantar a Walec en peso, ensartado en su espada. Fue una imagen realmente terrible que causó un impacto inmediato en la moral de los hombres.

-¡SOY ZABOHT! ¡LA OSCURIDAD LLEGA CON ZABOHT! ¡MATAR A TODOS HUMANOS! ¡QUEMAR ALDEA!

Khôradur quedó blanco durante unos segundos. No oía, no veía, salvo el cuerpo agonizante del fiel Walec cayendo al suelo y al malvado Uruk gritando de victoria. En ese momento todo podía pender de un hilo.

Walec

Pero no era un capitán novato, había visto suficiente sufrimiento y sangre en el campo de batalla para reaccionar. Tenía que cambiar de nuevo de táctica para evitar más muertes. La muerte de Walec era un duro golpe para sus hombres, pudiendo tener consecuencias nefastas. Los necesitaba enteros y vivos, pero él no podía por el momento desplazarse hasta allí.

El flanco derecho de su ejército peligraba con la presencia de los huargos, la unidad de Zaboht y la muerte de Walec, así que ordenó a Eliver y a los hombres que le quedaban de su unidad que se uniesen a la milicia de Walec y se retirasen para unirse al resto del ejército. Eliver tenía la suficiente experiencia y autoridad como para conseguir mantener unidos a los hombres de Walec. Leniach iría a la par, esperando la oportunidad para atacar. Si los huargos se lanzaban contra los hombres a pie, tenían que acudir en su ayuda y tal vez, con suerte, entre unos y otros acabasen con ellos.

Continuaría la carga por el momento, pero temía verse aislado por los huargos, pero ahora se lo jugaban todo a una carta. Khôradur puso su ojo en el temido Uruk

Si acabo con él, su muerte traerá el mismo efecto sobre sus orcos que la de Walec sobre sus hombres, o incluso más. Pero los huargos...

Tenía que arriesgarse. Si la cosa iba mal se replegarían y esperarían el movimiento de los orcos.

Eliver se unió al grupo de guardias que se habían quedado huérfanos de líder. Estaba tan horrorizado como el que más por la brutal muerte de Walec, pero necesitaba mantener la compostura.

Por los dioses, ya he visto morir a un grupo de hombres bajo mi mando. No dejaré que les pase lo mismo a los guardias.

-¡GUARDIAS!, gritó. -Mantened la línea. ¡Cuidado con los huargos a vuestra derecha! Reculamos.

Las instrucciones de Eliver eran algo confusas y los guardias tardaron en reaccionar. Además tenían ganas de cargar contra los orcos, y sobre todo de recuperar el cuerpo de su jefe. Precisamente era lo que los orcos liderados por el temible Zaboht estaban esperando. Eran criaturas viles y propensos al engaño y a la traición.

Eliver dirigía la retirada ordenada de los hombres de Walec, y aguantaron las provocaciones y las embestidas de los grandes orcos lo mejor posible. Sufrieron algunas bajas, y causaron otras. Pero lograron alejarse de los orcos sin caer en sus provocaciones. Por fin los restos de la unidad de Eliver se unieron a los guardias de Walec, y al lado tenían a cuatro jinetes, entre los cuales estaba Leaniach. En una formación de L, tenían enfrente a Zaboht y los orcos grandes, y a su derecha otro frente contra los orcos salvajes y los ocho jinetes de huargos de Ulog-Plak.

El veterano orco se acomodó en la silla de montar, y alzó la mano. Era su modo de indicar a los jinetes que era mejor esperar. Vio cómo los guardias se alejaban de forma ordenada de los orcos de Zaboht, y cómo estos ahora levantaban el cadáver del capitán de la guardia.

Entonces miró al cielo. -Pronto ze haze la noche, dijo y sonrió mostrando unos dientes largos y afilados.
 

Zaboht vio cómo se alejaban los guardias sin apenas sufrir bajas, y cómo por su derecha se acercaba un grupo numeroso de milicianos liderados por el mismísimo corsario Khôradur.

-¡AQUÍ!, gritó a sus orcos de confianza. Quería tenerlos cerca.