Partida Rol por web

14 de noviembre de 2000 - 23:00

El supermercado ante el que habían aparcado el coche había cerrado hacía unas cuantas horas. Todas las luces estaban apagadas y no había nadie en el interior. Afuera, en el aparcamiento, sólo quedaba un viejo coche algo machacado propiedad de un sin techo. El propio mendigo dormía en el interior, arrebujado en varias mantas en un intento de soportar las heladas nocturnas. Había llovido un poco y la humedad se convertía rápidamente en escarcha. Apenas podían ver nada desde el interior del coche por lo empañados que estaban los cristales.

Ashley se giró de nuevo hacia el asiento trasero. Donny había conducido hasta allí en el coche que le habían prestado los de la Manada Urbana. Olía a vómito y a sudor y la calefacción no funcionaba. De hecho, era probable que ni siquiera fuese de los Roehuesos. Lo mismo se lo habían encontrado en algún desguace.

-¿Repasamos el plan? La cosa es entrar, coger todo lo que sea de Teahouse Family y llevárnoslo. Lo destruiremos cuando estemos lejos de aquí. No tendría por qué haber ningún problema. No vamos a encontrarnos fomori ni nada de eso. Esto es un supermercado corriente, ¿vale?

Pero los supermercados corrientes tenían cámaras, vigilantes y sistemas de seguridad. Y ellos cinco eran chavales a los que no costaría relacionar con Naperville. Mejor no cagarla.

-No se os puede ver la cara, así que ajustaros bien las capuchas.

Donny llevaba unos días muy callado. Después de volver al Clan le había echado una mirada a Ashley inusualmente expresiva tratándose de él, que había venido a significar que si se acercaba o le dirigía la palabra iba a arrancarle los brazos y usarlos para darle una paliza. Aparte de eso sus interacciones con la manada se habían reducido al mínimo.

Salió del coche, cerró la puerta y guardó la llave en la bolsa. Suponía que iba a ser el turno de Viviane de ser alfa. No tenía ninguna intención de salir en las cámaras, así que hizo caso a Ashley y tiró de lo cordones de la capucha de la chaqueta. Se aseguró de que el maletero estuviese abierto por si salían con prisa mientras el resto de la manada terminaba de prepararse.

Viviane, entusiasmada por hacer de nuevo una incursión -esta vez con menos riesgo que la anterior- siguió las indicaciones de Ashley y se echó la capucha sobre la cabeza.

-Dejadme a mí los vigilantes. Sobre todo si nos detectan, yo cubro la retirada.

Ya había demostrado los beneficios de conocer el espíritu Camaleón.

Su comienzo con la manada no había resultado nada fructífero. Sentía que no había aportado nada a la situación, por lo que le suplicó a Ashley, y con el permiso de los ancianos, participar en sus futuras acciones relacionadas con aquello.

Le había costado entender el plan, ya que no tenía muy claro el concepto de lo que eran las cámaras y sistemas de seguridad, pero sabía que podía entrar en cualquier sitio a través de la Umbra, y esas cosas no afectaban a ese lado. Por otra parte, había estado hablando con algunos espíritus para que le otorgaran un servicio temporal y facilitarle el poder ocultarse o pasar desapercibido a los ojos de los demás.

- Yo ayudaré a Viviane y vigilaré la Umbra.

-Me alegra ver que estáis empezando a considerar mis aportaciones -dijo Alecto saliendo del coche y bajándose la capucha todo lo posible sobre la nariz-. Ya estamos un paso más cerca de los pasamontañas, y todos sabemos que con ellos vendrán los nombres en código y las bombas de humo.

Antes de salir había proclamado su deseo expreso de quedarse fuera de la Umbra dentro de lo posible, aunque no tenía muy claro si le habían hecho caso.

-No estamos aquí para matar a nadie, ¿ha quedado claro? -dijo Ashley mientras se calaba la capucha y se guardaba todo el cabello rubio y delator-. Tenéis las bolsas, ¿no? Seguro que también hay cajas. ¿Están preparadas las linternas y todo lo demás?

Una vez tuvo confirmación, la Philodox abrió la puerta del coche e indicó a sus compañeros que la imitaran.

-Vamos a pasar a la Umbra para entrar. Abriremos desde dentro para poder marcharnos. Contaremos con... No sé, ¿cinco minutos? Para largarnos. Si no nos da tiempo a coger el coche, vamos a tener que saltar a la Umbra para huir.

La puerta estaba protegida por una persiana de metal bajada del todo, un obstáculo que podría salvarse con ayuda del mundo espiritual.

-Abro camino. Sueño, tú vete pasando ya a la Umbra. Todo el mundo: cuidado con la Tejedora.

Ashley se miró en el espejo del retrovisor y cayó en el trance necesario para abrir camino. Tardaron muy poco en cruzar. Cuando lo hicieron, la manada entera se encontraba en el aparcamiento umbral, casi vacío y tenebroso, con un viento fuerte y gélido que acuchillaba. La mayor parte de los espíritus estaban en sopor. Sólo había un par de pequeñas arañas tejiendo primorosamente sus telas aquí y allá. Podían entrar al supermercado sin más dificultad. Al volver al mundo físico se encontraron en la zona de las cajas. La única luz provenía de las bombillas de emergencia en lo alto, apenas suficiente para orientarse en un sitio que desconocían.

-Intentaré dar con el té -murmuró antes de pasar a la Umbra.

Procuró mantenerse cerca de Alecto sabiendo el terror y la angustia que le causaba pasar al reino de los espíritus. Por suerte la zona parecía tranquila y despejada, y no parecía que hubiese nada por lo que preocuparse. Aun así le dirigió un vistazo a la figura espigada de Sueño. Si alguien entendía de aquello era él.

Una vez en el otro lado, sujetándose la capucha para que no se le moviera, comenzó a olfatear el aire con un gesto que empezaba a ser habitual en ella. Le fue fácil a pesar de la cantidad de olores que había allí concentrados, pero sabiendo lo que buscaba resultaba más sencillo. También percibió la ausencia de olor fresco a humano, por lo que no debía de haber ningún guardia o similar.

Adelantándose a Ashley, les hizo una señal para que la siguieran y en pocos segundos estuvieron frente a la sección de productos contaminados. Nadie lo vio debido a la oscuridad y a la capucha, pero sonrió ampliamente, contenta por poder demostrar sus capacidades.

-Uuugh... -fue lo único que murmuró Alecto por lo bajo al pasar a la Umbra. Claramente iba a pasarse la vida entrando y saliendo de aquel sitio y nunca iba a acostumbrarse. Aún así aprovechó para hacer como que no le importaba tanto y se irguió unos centímetros al ver que Viviane andaba cerca. Aún así respiró aliviada cuando salieron y se centró en mirar la cantidad de producto que tenían delante. Encendió su linterna un instante para que todos vieran claramente lo que tenían que llevarse, barriendo con el haz de luz las siluetas en la penumbra.

-Voy al almacén -gruñó Donny.

Se preguntó si habría algo en la caja registradora. En la tele había aprendido que se quedaban vacías por las noches. Dejó a Alecto y Viviane buscando en el pasillo y fue a buscar en el almacén.

-Voy contigo -dijo Ashley-. ¿Os las arreglais bien solas? Sueño, ven con nosotros. Si hay cajas, vamos a necesitar manos.

La Philodox siguió a Donny hasta el almacén. Sabía que el Roehuesos había intentado evitarla, pero estaban trabajando, no de camping. Él solo no iba a poder con todo. Ugh, ¿por qué siempre pedía ayuda para lo que no la necesitaba y creía que podía con las cosas que competían a más personas?

Viviane asintió. Esperó a que se hubieran alejado para sacar la bolsa y buscar los productos de TeaHouse Family. No veía bien, aunque sabía perfectamente dónde estaban las cosas, de modo que colocó la linterna en la estantería de en frente, sujeta entre paquetes de azúcar. Eso les dejaba más libertad de movimiento para arrasar con la estantería de las infusiones.

-Espero que compongas una gran canción sobre nuestra hazaña de robar té en un supermercado -bromeó, dado lo cómico de la situación. No estaba en absoluto nerviosa. Una vez lejos la perspectiva de encontrarse con un danzante o fomoris, tenía poco de lo que preocuparse.

Sueño se colocó la capucha imitando a los demás y se puso en marcha con un movimiento afirmativo hacia Ashley. Cuando pasaron a la Umbra volvió a tener la sensación de estar en casa y respiró hondo de aquél viento frío.

- Voy.- Contestó cuando Ashley se dirigió a él mientras se recolocaba la capucha. La ropa le quedaba bastante ancha.

Alecto abrió la bolsa bajo un estante y barrió con la otra mano parte de la estantería, precipitando las pequeñas cajitas dentro desordenadamente.

-Va a ser el tercer acto del musical que estoy componiendo, Delincuentes Lupinos, justo después de la escena de la borrachera, la paliza durante el consejo y prenderle fuego a un almacén. Después de toda esa exposición me alegra llegar al robo del té, los espectadores necesitan un poco de acción o se aburren de la trama.

Mientras lo decía se dio cuenta de que estaba yéndose por las nubes y dejó de hablar antes de lanzarse demasiado y decir algo absurdo. Es decir, aún más absurdo que lo que acababa de decir. Se bajó la capucha hasta la punta de la nariz. Tenía que haber una forma de que las palabras pasaran por el cerebro antes de salir por la boca.

El almacén era accesible desde la parte de atrás y estaba cerrado. Como necesitaban vía libre para mover las cajas, Donny tuvo que echarla abajo a empellones, algo nada difícil por otro lado. Había puertas que eran blanditas como la mantequilla.

En el interior tuvieron que usar las linternas y rebuscar un buen rato antes de encontrar las cajas de Teahouse. Había diez, todas apiladas en un rincón. Ashley le fue pasando las cajas a los dos Garou que la acompañaban. Cuando le dio la segunda a Donny, dijo:

-¿Está todo aclarado ya?

Donny le echó a Ashley una mirada amenazadora que casi seguro no pudo ver en la oscuridad, y le arrancó la caja de las manos con violencia.

-Estamos trabajando. Cállate -gruñó, y se volvió para pasarle la caja a Sueño.

-¿De qué coño vas? ¡A mí no me hables así! -respondió la Philodox, ultrajada.

Normalmente Ashley le intimidaba, pero no estaba de humor. Sin decir nada más, se acercó y cogió él mismo la siguiente caja para ir a dársela al Theurge.

Flecha-de-plomo se rió por lo bajo, evitando que se oyera por encima del ruido de las cajas cayendo dentro de la bolsa.

-Una obra ejemplar. Seguro que marca un hito dentro de los musicales.

Abrió la boca para decir algo más, pero se calló y continuó vaciando estanterías.

Cuando acabaron de recoger las cajas y de sacarlas, Ashley volvió con Alecto y Viviane, que se habían hecho con todo el té de los estantes. Indicó a Viviane que tenía que trucar la puerta para que se abriera y poder salir con todo lo que habían robado. Mientras todos cargaban con las cajas y bolsas (que pesaban más de lo que parecía), la Ragabash se dedicó a lo suyo.

Tardó un rato por la falta de práctica, pero finalmente pudo abrir la puerta. Recordaba la técnica de sus tiempos de delincuente juvenil y de perder las llaves de casa durante las borracheras. Llamar al timbre nunca era una opción con Adam como padre. No soportaba sus charlas, o peor, sus silencios.