Partida Rol por web

16 de noviembre de 2000 - 09:35

A la mañana siguiente, Donny despertó entre sus cartones cuando una furgoneta se puso a pitar pidiendo paso junto a su callejón. Había nevado un poco de madrugada y tenia la parte superior de su casita llena de escarcha. Hambriento y ligeramente resacoso, el Ahroun inició su rutina con el cambio de encaminar sus pasos hasta su casa. El jardín no había sufrido cambio sino a peor, ya que los restos de la nieve se había acumulando formando un charco lleno de barro. Al llamar a la puerta una mujer que no conocía le abrió con dudas. Su padre dijo algo y la mujer le dejó entrar. Parecía una enfermera.

-¿Dónde estabas? -preguntó su padre desde su silla de ruedas-. ¿Dónde está tu madre?

Donny sólo dio dos pasos dentro de la casa. Había pasado un frío del carajo, tanto que había retomado su costumbre de dormir en forma lupus. Pero eso volvía su oído más fino y le daba ganas de ponerse en medio de la carretera y dejarse llevar por el frenesí hasta que nadie se atreviese a coger un coche en Naperville. Y además, tenía que ir a casa de sus padres.

Frunció el ceño y se cruzó de brazos, sin hacer ni caso a la señora. Si lo hacía seguro que empezaba a imaginársela cambiándole los pañales a su padre o algo así. Todavía le olía el aliento a cerveza.

-Yo qué sé. ¿Dónde está?

16 de noviembre de 2000 - 10:20

Alecto despertó con la espalda helada. Viviane la había arrinconado contra la pared y la manta se había resbalado hacia el suelo. Además, tenía la vejiga llena y necesitaba vaciarla con urgencia. Y le dolía la cabeza. Horrores. Emborracharse la noche anterior había sido una buena idea (si no lo había sido, que bajara Dios y lo viera), pero todo conllevaba un precio y el del sexo lésbico desenfrenado parecía ser el de un recordatorio martilleante y ligeras ganas de vomitar.

Lo de su vejiga era urgente. De verdad.

Alecto pasó una pierna por encima de Viviane y se planteó quedarse así un momento antes de pasar por encima de ella tan cuidadosamente como le fue posible. Recogió su ropa interior y su camiseta y se las puso bostezando, saltando de un pie a otro por el frío y las ganas de ir al baño. Recogió la sábana del suelo y se la echó por encima a Viviane, entreteniéndose tanto como se lo permitió la urgencia en envolverla bien, antes de salir y mirar a su alrededor buscando el baño, de puntillas.

Lo que recordaba de la noche anterior le permitió encontrar el cuarto de baño con rapidez. Alivió su vejiga con gran placer y al mirarse en el espejo del lavabo se dio cuenta de que tenía marcas en el cuello como una adolescente cualquiera. Lo que era, vamos. Por otro lado, no podía sorprenderse demasiado. Ragabash o no, una Garou en luna casi plena era una fuente importante de Rabia. Por algún lado tenía que salir todo eso.

Tras tirar de la cisterna y salir, Alecto vio que un hombre se asomaba desde el pasillo.

-¿Viv? ¿Estás en casa?

Dio un paso adelante, lo necesario para verificar que no estaba hablando con Viviane precisamente.

-Ah. Hola.

El padre de Viviane parpadeó un par de veces y se rascó la nuca.

-Lleva sin aparecer por casa desde la última vez que viniste. Pensé que estaba contigo... o algo así. ¿Qué está pasando? Lo último que supe es que se iba a despedirse del trabajo. ¿Qué coño has hecho?

Si alguna vez Donny había deseado ser blanco, en aquel momento todos sus sueños se vieron cumplidos. Abrió los ojos como platos y se le desencajó la cara. Gritó un taco y salió corriendo.

No tenía muy claro qué hacer, pero tenía que hacer algo. El Clan estaba muy lejos. La cabeza le daba vueltas, y ni siquiera podía recordar dónde estaba ese sitio. Había preferido salir por ahí a comprobar si su madre había cumplido lo prometido, y ahora no podía ni imaginar qué habría sido de ella. Necesitaba a Ashley. Y a Viviane.

Alecto pensó cubrirse las marcas con el pelo antes de acordarse de que no tenía suficiente pelo. Luego se dio cuenta de que estaba en camiseta y bragas, lo que era bastante más vergonzoso. Finalmente decidió decantarse por un clásico: dejar que su boca y su falta de filtro hicieran el resto. Se acercó con los pies helados y alargó el brazo, ofreciendo la mano:

-Usted debe ser el señor Olsen. Siento mucho... bueno, tenía que ir al baño y... debería haberme puesto un poco más presentable... siento mucho decir que anoche bebí demasiado y como soy nueva en la ciudad su, eh... su hija tuvo la amabilidad de dejarme pasar la noche aquí... -carraspeó, deseando que las marcas no pareciesen tan recientes-. Lo siento mucho por pasearme así por su casa... ha sido una emergencia...

El padre de Viviane le dio un apretón de manos. Si se había tragado la historia en versión para todos los públicos o no, Alecto no lo supo. Este hombre era un Pariente de las Furias Negras y debía de haber visto y oído muchas cosas en su vida como para ponerle pegas a la historia de un Garou.

-Así que tú eres Alecto. Mi hija me ha hablado de ti. Hum... ¿Quieres desayunar?

Alecto sonrió, gratamente sorprendida. Parecía que no se la iba a cargar ni la iban a echar a escobazos, que era algo que había pasado tres veces literalmente.

-Si no es mucha molestia -dijo, encantada. Miró hacia atrás, de la habitación de la que había salido, y la señaló, mirando al señor Olsen-. Pero antes voy a... ponerme algo más de ropa.

16 de noviembre de 2000 - 10:35

Alecto volvió a la habitación en busca de sus pantalones cuando Viviane despertó. Le había parecido escuchar la voz de su padre en el pasillo. Su habitación estaba en penumbra y las mantas se habían desparramado aquí y allá, como su ropa. Pero alguien, mejor Alecto, le había echado una sábana arruguñada por encima.

La puerta se había quedado entreabierta y unos pasos se alejaron en dirección a la cocina. Y el resto quedaba a la imaginación.

Viviane se incorporó en la cama, atontada. No tenía el cuerpo descompuesto como la vez anterior, pero sí notaba ciertas molestias en la cabeza. Se frotó los ojos con insistencia y miró a ambos lados buscando algo, quizá los recuerdos que le faltaban en mitad de la noche. Exhaló todo el aire de sus pulmones y se deshizo de las mantas para gatear hasta donde estaba Alecto.

-Voy a hablar con mi padre -balbuceó, adormecida.

Se encaminó hacia la puerta tras recolocarse los pantalones mientras se hacía una coleta.

Alecto se metió en sus vaqueros y se puso los zapatos mientras intentaba avanzar tras ella:

-Tu padre me ha invitado a desayunar -dijo-, creo. No estoy muy segura, pero creo que he dicho que sí también. Es decir, eso es lo que ha pasado, pero no sé muy bien porqué ha pasado. Si quieres salgo por la ventana, es una pena no ejercitar esa clase de habilidades una vez se han perfeccionado. Tú sólo dilo y -silbó, ilustrando con la mano un recorrido hacia la ventana.

Por un momento creyó que lo decía en serio y se horrorizó ante la perspectiva de Alecto saltando desde un cuarto. Sacudió la cabeza y sonrió.

-No digas tonterías. Me gustas entera y no voy a correr el riesgo. Te prometo que mi padre es mucho más majo y menos agresivo que Lissandra -aseguró. Debía de serlo se la había invitado a desayunar.

Se le hizo un nudo en el estómago al pensar en el hecho de que ya se habían encontrado y hablado mientras ella planchaba la oreja en la almohada. ¿Qué le había dicho? No veía si Alecto estaba roja como un tomate o no, pero no parecía avergonzada.

Le hizo un gesto con la cabeza y salió dirección a la cocina.

Su padre estaba haciendo tortitas en la cocina. Viviane había tenido la desgracia de probar la comida de su madre un par de veces y cualquier cosa que no pudiera matarse y ponerse al fuego directamente le salía asquerosa. Adam, en cambio, sabía cocinar. Por las mañanas solía estar en la clínica pasando consulta, así que Viviane se hacía la comida. Por las noches, su padre hacía experimentos culinarios. A veces también los hacía por la mañana. Por suerte, hoy las tortitas eran normales y corrientes y no llevaban cosas raras, como la vez que les puso bacon.

Adam sacó un par de torres de tortitas en sendos platos y los colocó en la mesa.

-Sentaos -dijo con la espumadera en la mano-. ¿Cómo te gustan las tortitas, Alecto? Hay nata y sirope. Y jalea, creo.

Alecto lo miró con media sonrisa estupefacta. No estaba segura de si su mentira había sido tan buena que el pobre hombre la había creído a pies juntillas o si había visto a través de ella y aún así la quería invitar a desayunar; la segunda opción le resultaba mucho más inquietante pero estaba desfallecida y Viviane no parecía encontrarlo demasiado extraño, así que decidió dejarse llevar por aquella amabilidad inusual:

-Con nata, muchas gracias. Huelen de maravilla -dijo, lo cual era cierto. Miró de reojo a Viviane mientras cogía el tenedor, atenta a sus expresiones.

Viviane olfateó las tortitas desde el pasillo y le faltó tiempo para sentarse en la mesa, obviando cualquier tipo de excusa o pretexto que hubiese tenido en mente segundos antes. Después pensó que era muy desconsiderado no echarle una mano a su padre, así que alcanzó la nata y el sirope y se las tendió a Alecto antes de tomar asiento.

-Gracias, papa -dijo, esperando a que sirviese el delicioso desayuno que, seguro, le hacía falta a la Galliard. Aquellos momentos, normalmente, eran los que hacía que deseara regresar a la ciudad y quedar allí. Incluso retomar los estudios. Claro que, normalmente, no incluían visitas. Optó por no comentar nada de la situación, por si Alecto le había dado ya alguna excusa que desconociera-. Por cierto. Donny me dijo ayer que si podías hacerle un favor.

Adam cogió su plato y empezó a comer apoyado en la encimera. Había montado una mezcla de tortitas, chocolate, nata y sirope bastante insana que procedió a masticar con satisfacción.

-¿Sí? ¿En qué?

El Pariente intentaba no fijar su mirada en Alecto, pero a veces se le iba. No estaba siendo hostil ni inquisitivo, sino curioso.