Partida Rol por web

Viviane imitaba a su padre: Comía y evitaba mirar a Alecto, casi convirtiéndola en un espectro inexistente que por casualidad pasaba por allí. El truco falló estrepitosamente al darse cuenta de una marca que se dejaba entrever bajo las puntas del pelo. Adiós, cualquier tipo de coartada que hubiese planeado hasta ahora, pensó. Si ella se había dado cuenta medio dormida, Adam lo habría hecho sin lugar a dudas.

-Eeeh... Su padre está enfermo, me dijo. -posó los cubiertos sobre el plato y frotó las manos contra las rodillas-. No de qué, sólo que está enfermo y que su madre no podía pagar la medicación. Parecía preocupado. No quiere que la pagues, claro. Sólo ver sí... se te ocurre algo, alguna alternativa viable. -se calló un momento. La verdad es que tenía poca idea de qué iba el asunto-. Quizá debería traértelo y que hablara contigo directamente.

Alecto la espiaba por el rabillo del ojo mientras hablaba, con la boca llena de tortitas. Alecto no se sentía incómoda comiendo delante de otra gente. Su madre le había inculcado que un apetito sano era atractivo y aunque le había inculcado algunas otras de las que había pasado olímpicamente, aquella la llevaba a rajatabla. No tenía ni idea de qué era aquello de Donny, pero asentía levemente de vez en cuando para apoyar sus palabras por si acaso. Tampoco tenía ni idea de por qué estaba desayunando allí, cosa que iba en contra de su naturaleza, que era más de salir por ventanas y dar las gracias por ello más tarde. Pero para no pensar demasiado seguía haciendo desaparecer las tortitas y mirando a Viviane por el rabillo del ojo.

-Sí, que venga a hablar conmigo. Aunque preferiría que estuvieras delante, Viv. Ese chico me intimida un poco.

Alecto vio sonreír a Adam por primera vez, aunque la mueca no le duró demasiado. Alguien llamó a la puerta. El Pariente dejó el plato en la encimera y fue a ver quién era.

Donny se pateó la ciudad hasta llegar al piso de Viviane. Subió las escaleras de tres en tres hasta llegar al cuarto y llamó a la puerta, jadeante y sudoroso. Tardaron un rato en contestar, y cuando abrieron vio al padre de Viviane.

-Ah, hola, Donny. Qué casualidad.

-Señor Olsen -saludó, juntando las dos palabras en una. Estaba sin aliento-. ¿Está Viviane?

Donny parecía dispuesto a pasar por encima del Pariente si ponía alguna pega a que hablase con su hija.

-Claro -dijo Viviane, siguiendo con la mirada a su padre.

En el momento en que salió de la habitación se inclinó hacia su lado con una sonrisa.

-Si quieres saltar este es tu momento. Creo que esa es mi madre. Hoy tenemos comida familiar.

Alecto la miró con la boca llena y tragó, sonriéndole y asintiendo. Se quedó mirándola mientras la sonrisa desaparecía poco a poco:

-Es broma, ¿verdad? -dijo. Su cara empezó a adoptar toques de auténtico horror mientras la imagen de Ira-sin-Descanso se conjuraba en su mente-. ¿Verdad?

-Claro que es broma -calmó sin borrar la sonrisa-. Si fuera verdad yo ya habría saltado. Será el repartidor o la pesada vecina del tercero.

No había posibilidad alguna de que fuese su madre, desde luego, así que no había razón para preocuparse. Mojó la yema en el chocolate que bordeaba su plato y alargó la mano, aprovechando que Alecto todavía estaba en shock, para mancharle la mejilla.

-No te preocupes, tonta. No va a pasar nada.

-Sí, pasa. Están en la cocina -dijo Adam-. Os dejo solos.

Cuando Donny entró en la cocina vio a Viviane y Alecto sentadas a la mesa. La Ragabash estaba en pijama y la Galliard vestida, aunque despeinada. La primera estaba manchándole la cara con chocolate a Alecto de manera juguetona, aunque ésta parecía blanca como los azulejos de la pared. Sobre la mesa había dos platos vacíos manchados de sirope, chocolate y nata, y en una encimera un plato a medio comer de tortitas empapuzadas en condimentos. Olía tan bien que el estómago le rugió sin poder evitarlo. Sin embargo, su expresión distaba de ser agradable. A decir verdad, parecía que acabase de recibir un puñetazo en los huevos.

A Viviane se le borraron las risas de golpe. Casi hubiera preferido ver a su madre antes que al Ahroun de la manada, porque las únicas razones que se le ocurrían para que estuviese allí eran que necesitaba una ducha desesperadamente -y dado que traía cara de malas pulgas no podía ser- o malas noticias.

-Donny -dijo, como si no terminase de creer que estuviera en su cocina. Parecía como si lo hubiese invocado-. ¿Qué ha pasado?

Cogió una servilleta para limpiarse y se bajó de la silla para acercarse a él.

No se esperaba ver a Alecto allí, y desde luego no se esperaba ver a Viviane untándole la cara con chocolate. Pero aquella imagen que en cualquier otro momento le hubiese freído el cerebro no pareció afectarle demasiado. Que Alecto estuviese allí era bueno. Alecto era buena luchadora, y no sabía si iba a necesitar alguna.

-Os necesito -soltó sin molestarse en saludar.

Alecto se quedó helada un momento, pero se relajó al ver que era Donny y cogió una servilleta para limpiarse el chocolate de la mejilla. Para ella no era nada demasiado grave que la pillaran en esa situación; en su anterior manada nadie se asustaba si se acostaba con otra del grupo, cosa que había pasado en numerosas ocasiones. Pero con la Theurge no.

-Buenos días a tí también, macho. ¿Qué pasa? -dijo frotándose la mejilla con la servilleta enérgicamente.

El rostro del Ahroun fue advertencia suficiente como para que se dejara de chorradas. En tiempo de guerra él llevaba el mando.

-Voy a vestirme -anunció antes de salir corriendo a su habitación

Donny se quedó de pie, tenso. No parecía que fuera a decir nada hasta que Viviane volviese.

Alecto se puso de pie y estiró los brazos un momento.

-Así que... una emergencia, ¿eh? -dijo, asintiendo y frotando las manos. Volvió a coger el tenedor y pinchó lo que quedaba de las tortitas-. Voy a por Awen, no tardo ni un minuto -dijo antes de meterse el tenedor en la boca y marcharse hacia el pasillo con los mofletes como un hamster.

La ragabash regresó por el pasillo poniéndose la sudadera, con los cordones todavía desatados. Apoyó el pie en la silla para anudarlos, dirigiéndose a su padre.

-Volveré para comer, supongo -Miró a Donny y después volvió a centrarse en Adam. Suponer era lo único que podía hacer, y él lo sabía. Se acercó y le dio un beso en la mejilla-. Gracias por el desayuno.

Donny esperó a que las dos Furias Negras volvieran y salió disparado de la casa con ellas sin decir ni una palabra a Adam. En el ascensor empezó a rascarse el cuello. Le temblaba la voz y no lograba centrar la mirada en un punto.

-Tengo... tengo que ir a Callahan Co. Tengo que encontrar a alguien. Necesito ayuda. No... no puedo esperar.

Alecto había salido casi de espaldas de la casa, dando las gracias e inclinando la cabeza varias veces como un embajador chino hacia Adam. En el ascensor dejó que transcurriera un instante de silencio después de que Donny hablara antes de decir:

-¿A Callahan Co.? Es decir, estoy dispuesta, este es un momento óptimo para morir, pero aún así me gustarían más detalles -dijo sin una pizca de ironía.

Donny resopló. Hubiera tardado menos corriendo escaleras abajo que en ese ascensor que parecía ir más y más lento a cada segundo.

-Mi madre, es mi madre. Trabajaba allí. Me-me dijo que iba a dejarlo y nadie ha vuelto a verla desde entonces.