Partida Rol por web

Turno 39

-¡¡¡¡SÍ!!!!, gritó el sargento alzando las dos manos hacia el cielo oscuro. El polvo y el humo le impedían ver qué estaba sucediendo a los huargos que se habían quedado en el otro lado. Pero pudo oír aullidos de dolor y de muerte.

-NO PERDAMOS TIEMPO. ¡TODOS HACIA EL FINAL DEL DESFILADERO!

Los hombres iban a tener que correr por la meseta para poder reunirse en la otra boca del Paso con los que se encontraban abajo. –¡Aaren, lleva el caballo!, gritó al otro lado. –Lo ha hecho muy bien. Es de Eärnil.

Turno 39

Agnor trotó para ponerse a salvo sin mirar atrás, pero no pudo remediar frenar y girar cuando sintió que el estruendo llegaba a él en forma de un vendaval. El desfiladero se derrumbaba sobre una monstruosa jauría de lobos, un enemigo imbatible que los hubiera devorado a todos irremediablemente.

Ese enemigo habría barrido toda defensa, pero la piedra y el fuego tomaron partido por los guerreros de Sil Auressë y la muerte cayó sobre los huargos. La felicidad inundó el pecho de Agnor.

— ¡Sí! ¡Sí! ¡Sil Auressë resistirá!

El suelo tembló y todo se llenó de polvo, empujado por el viento que las rocas impulsaban, y Agnor se protegió el rostro con el brazo para evitar las esquirlas que saltaron disparadas. Pasaron unos segundos, quizá incluso un minuto, hasta que el fenómeno cesó y pudieron ver algo. Y vieron a la jauría barrida.

Quedaron un par de supervivientes y Caldrim pidió refuerzos. Alguien debía matar a los huargos mientras el resto salía del paso. Él sería uno de ellos.

— ¡Contad con mi brazo, noble Caldrim!

-Turno 39:

Tarbrand escuchó con alegría como las piedras se desplomaban sobre los ingentes enemigos, por imposible que pareciera, todo apuntaba a que iban a triunfar, habían cruzado un ejército entero con menos de un centenar de hombres, haciendo estragos en las filas enemigas y despojándolos de su líder y su estandarte; sin duda alguna aquella era una gran victoria, equiparable a las grandes gestas de la primera edad. El montaraz no sabía si llegaría a escuchar los cantares que la narrasen, pero sí tenía claro que ni el mejor bardo podría hacer una canción comparable a la gloria y la magnitud de lo allí vivido...

Así pues, dejándose llevar por el espíritu de la lucha, y con el corazón aún deseoso de combate, dio la vuelta a su corcel con un increíble alzamiento de su montura sobre dos patas, adoptando una pose de lo más heroica, a la vez que le decía a Caldrim y Agnor:

-¡Y con mi espada! -expuso el incansable dúnedain siempre dispuesto a ayudar en las empresas más complicadas, a la vez que fijaba su vista en el huargo aturdido y se disponía a reducirlo completamente.

Turno 39

Los jinetes pasaros, las piedras cayeron, la manada de huargos fue detenida. No había habido bajas en la defensa del paso, la emboscada había funcionado. Theon sentía que su sangre hervía por la victoria que habían logrado, deseó ir en busca del Capitán y compartir la gloria de ese momento, pero Caldrim lo trajo de nuevo a la realidad. Había aún dos huargos que podían representar un peligro si no se los remataba en ese momento, así que tiró de las riendas de su caballo y se sumó al último ataque que la batalla le pedía.

Llegó segundos después que sus compañeros, alzó su espada ancha y asestó un golpe sobre uno de los huargos que tenía delante. A las sobras del recuerdo del último intento en el que casi pierde su espada, esta vez la espada penetró la carne con facilidad, como si hubiese sido forjada para ese momento.

Turno 39

Las rocas se precipitaron por la pendiente casi vertical del paso, provocando un estruendo atronador.

A medida que caían, partes enteras del desfiladero, se desprendieron de la pared creando una descomunal avalancha de piedra y polvo. Por momentos temí que la dimensión de la trampa se nos hubiese ido de las manos y los jinetes no tuviesen tiempo de ponerse a salvo. Pero tras unos instantes de zozobra, el polvo se disipó y pude comprobar que todo había salido casi a la perfección. Varios de los Huargos se habían visto atrapados en el desprendimiento y la mayor parte de ellos se había quedado aislada, al otro lado del paso.

Un escueto grito de Jubilo se escapo de mis labios al contemplar el resultado de mis esfuerzos, casi imperceptible entre el Caos que gobernaba el campo de batalla, una muestra de toda la tensión que había acumulado para aquel momento. La responsabilidad de no fallar a mis compañeros pesaba más que la propia muerte en ocasiones.

Sin tiempo a disfrutar de nuestra pequeña victoria, la voz del Capitan me interrumpió, devolviendome al mundo real, enseñándome de nuevo el camino a seguir.
Rápidamente, desaté las amarras que sujetaban las riendas y corté las cinchas de los amarres del arnés que conectaban con el mecanismo de poleas. No habia tiempo que perder, debía reunirme con el resto en la boca del paso.
Aquello había sido una pequeña victoria, pero la batalla aún continuaba y el final de la contienda estaba por decidirse todavía.

Turno 39 - bis

-¡CARGAD!, gritó Caldrim y bajó su lanza a medida que el gran caballo de guerra galopaba hacia los huargos. La distancia era corta como para alcanzar una gran velocidad, pero Caldrim era un experto jinete y logró una inercia tremenda para la carga.

Turno 39 - Resolución

Aaren se subió al caballo para dirigirse al encuentro del resto al otro lado. Vio correr a Eärnil y el resto de los hombres en el fondo del desfiladero, y delante de ellos cabalgaban los jinetes dirigidos por Bakar.

En la zona del derrumbe solamente quedaban cuatro: Agnor, Tarbrand, Theon y Caldrim. Los cuatro cargaron contra los dos huargos. Una última carga de los héroes de la Batalla de la Loma. Agnor tuvo la mala suerte de quedarse trabado el estribo al alentar al caballo a la carga, y el animal se encabritó en el peor momento. Mientras el norteño se recuperaba, vio cómo Tarbrand atacó al primero de los huargos^H2 y cómo la espada bastarda del montaraz le dejó sangrando y aturdido al huargo.

Por el otro lado, Theon y Caldrim hicieron sendos ataques de una fuerza brutal. Contra todo pronóstico, el huargo seguía con vida, pero Theon había destrozado el codo una de sus extremidades y no se mantenía en pie. Estaba ahora a merced de los dos caballeros que le rodeaban.

Turno 40-41:

Al montaraz le sorprendió que su compañero Agnor no consiguiera sumarse a tiempo para la contracarga, mas no le importó, pues aunque tuvo que enfrentarse en solitario a un huargo, consiguió un certero golpe que acabó por dejarlo bastante aturdido, algo que iba a aprovechar sin lugar a duda, pues al instante descargó su espada contra el lomo de la bestia intentando hundirla todo lo posible y acabar de una vez por todas con la última resistencia enemiga.

No obstante, era consciente de que al otro lado de las piedras debía haber un enorme ejército aguardando, por lo gritó a las alturas para que el resto de su ejército aliado los oyera, en la lengua adunaica para evitar ser oído por el enemigo:

-¡Arrojad el fuego! ¡quemadlos vivos! -gritó a pleno pulmón, pues crear una cortina de fuego cerca del derrumbamiento desalentaría aún más a los orcos.

Turnos 40-41

Sin mirar atrás, continué cabalgando hacia el punto de encuentro. El alto del desfiladero era angosto por aquella vertiente y la montura galopaba relativamente cercana al borde del precipicio. Eso me permitió echar un vistazo a lo que ocurría abajo.
Dos Huargos habían conseguido cruzar antes de que las rocas sellarán el paso y ahora varios jinetes se habían encarado a ellos para enfrentarlos.

Enfrentar aquellas bestias era tan peligroso como necesario. Nunca sabias cuando un mal paso podría costarte la vida, pero alguien debía poner fin a su amenaza para evitar que los caballos entrasen en pánico dando al traste con la retirada.

De cualquier forma, yo ya no podía hacer nada mas. Mi trabajo allí arriba había concluido, y ahora mis brazos serian mucho más útiles al lado de mis nuevos compañeros, de modo que me incliné sobre el lomo del corcel y continué galopando hacia la boca del paso apretando los dientes y entrecerrando los ojos para evitar las arenas del polvo que permanecía suspendido.

Turnos 40 y 41

En el peor momento, cuando era preciso cubrir la retirada de los hombres y acabar con los últimos huargos, Agnor se enredó con los estribos. La espada se trabó con las tiras de cuero cuando intentó atacar a uno de los lobos, y con el movimiento tiró del estribo y forzó a Atreo a girar a la derecha. El animal creyó que se le mandaba moverse cuando lo que estaba pasando era que la espada enredada había tomado el mando.

Agnor temió por su vida, tan cerca de dos huargos feroces y él atrapado en el desorden. Por suerte, los compañeros atacaron a los lobos con tanta furia que estos quedaron tan limitados como él mismo.

– ¡Sooo, Atreo! ¡Calma!

Intentaba soltarse al mismo tiempo que controlar al caballo, mientras observaba de reojo a los huargos. Con suerte, los guerreros acabarían con ellos incluso antes de tener que preocuparse.

Turnos 40 y 41

La espada había destrozado la pierna del huargo, el golpe limpio había dañado gravemente a la bestia. Caldrim, frente a él, asestaba otro golpe y no tardaría en rematar a la criatura. A su lado, Tarbrand atacaba a la criatura, al grito de mas fuego, pero Theon dudó que alguien fuese a responder a su pedido, había escuchado el grito de comando para dejar todo e ir hacia el final del desfiladero, estimaba que por ese entonces ya no quedaba nadie sobre ellos. Agnor se había enredado en el estribo y hacía uso de su talento para calmar al animal, que de otro modo se hubiese asustado frente a las bestias que tenían delante. No dudó en dirigirse al otro huargo e intentar acabar con él lo antes posible. 

- Muere bestia - dijo, mientras el acero cortaba la carne, ansioso por acudir junto al Capitán cuanto antes. Desde hacía horas había estado al límite de la muerte, dándolo todo en el campo de batalla, había crecido enormemente gracias a ello y junto a otros lograron lo imposible. El costo no lo sabía con certeza, aunque ya era consciente de algunas bajas, la verdad saldría a la luz en breve. La victoria contra todo pronóstico permitía demorar a las huestes, no eliminarlas, y la pesadilla bien podía continuar.

Turnos 40-41

-¡Éste es mío!, gritó Caldrim y golpeó con fuerza al huargo^H3 aturdido. El jinete se mantuvo a cierta distancia del huargo y le atestaba golpes con la lanza. Requería mucha habilidad luchar con una lanza de caballería en estático, pero el huargo estaba debilitado y Caldrim contaba con largos años de experiencia.

Turnos 40-41 - resolución

Agnor logró finalmente tranquilizar su montura. A su lado, Tarbrand atacó contra el huargo^H2 haciéndole retroceder. Pero el siguiente ataque falló. Entonces llegó Theon y su espada penetró en profundidad en el pecho del huargo alcanzando el corazón. La muerte le sobrevino de inmediato.

A la derecha de Theon, Caldrim acabó con el otro huargo^H3, ya herido de antes, con su lanza de caballería. Los dos huargos yacían en el suelo, y los cuatro jinetes vieron cómo sus compañeros se alejaban cada vez más por el desfiladero. También vieron a Aaren cabalgar por el borde de la meseta, a su izquierda. Y a otros defensores por el otro lado.

Era el momento de dejar atrás el Paso.

Turno 42

El capitán ya veía el final del desfiladero en la distancia, y se detuvo. -¡Seguid! Nos reagrupamos a la salida, instó a sus hombres. Pero sus ojos ahora miraban hacia atrás. No estaban todos, faltaban los que se habían quedado luchando en el punto clave. Una vez más, el destino de muchos dependía de aquellos hombres en los que había aprendido a confiar con su vida. Lo que habían logrado, lo que había sido la Batalla de la Loma... No lo iba a olvidar nunca. Pero para nada servía lo que se había hecho hasta ahora sin la victoria en la batalla por llegar. La oscuridad tenía que retroceder, y Sil Auressë tenía que ver un nuevo amanecer. Y para poder hacerlo, necesitaba a esos hombres.

-¡Vamos!, gritó al ver a Bakar y algunos jinetes. Y luego vio a Eärnil, a Brangon... Y en lo alto de la meseta a Aaren cabalgando cerca del borde. Por ese lado se podía bajar una cuesta menos empinada y de allí hasta el encuentro con el resto de los jinetes. -Faltan los últimos. ¿Dónde están?, se preguntó.

Al fin todo terminó, aquella larga batalla, la cual habían empezado a preparar mucho antes de que diera comienzo, había llegado a su fin en el mismo instante que el ataque de sus dos valerosos compañeros acabó con la vida de esas asquerosas criaturas. Así pues con una sonrisa de satisfacción y un asentimiento de agradecimiento y respeto hacia Theon y Caldrim, enfundó su arma, no sin antes limpiarla en el pelaje de los huargos, y pudo descansar de una vez su cansado brazo derecho, que tanta sangre había derramado en este heroico día.

Tras ello, giró a su montura, llevando un paso mucho más relajado que el que había empleado desde que se inició la primera carga y se dispuso a abandonar aquel lugar que tanta gloria les había dado, pero sin olvidar a los hombres valientes como Hasgon que habían muerto demostrando que la nobleza de las gentes de Arnor, aún no se había extinguido...

Cuando estuvo frente a Agnor le dijo en tono despreocupado:

-Bueno viejo amigo, es hora de que veamos de una vez por todas esa ciudad tuya que tan lejana parecía al principio de nuestro viaje -concluyó con una sonrisa amistosa a la vez que hacía memoria del momento en el que partieron del campamento de Echorion, el cual parecía que había sido años atrás.

Finalmente, en cuanto llegaron al punto de encuentro junto a su capitán, le estrechó el brazo a la altura del antebrazo, y le dijo orgulloso:

-Mi capitán, toda presencia enemiga a este lado de las rocas ha sido eliminada; podemos avanzar tranquilos y disfrutar del merecido descanso que nos hemos ganado -concluyó animado de no sólo haber conseguido la victoria, sino haber salido vivos de la misma, a lo que añadió un tanto apesadumbrado- ¿Cuántos de los nuestros han sobrevivido señor? Espero que los Valar hayan visto lo que aquí ha ocurrido, pues sus almas se merecen el mejor de los tratamientos en las salas de Mandos... -dijo finalmente a modo de réquiem para con los caídos.

-Buen trabajo, Tarbrand, dijo el Capitán. Sobre el total de hombres disponisbles, frunció el ceño. -Ahora hacemos recuento... Algunos de los jinetes presentan heridas. Y esto no ha terminado aún...

Brangon fue de los primeros hombres de Sil Auressë en llegar al punto de reunión. -Pronto llegará el sargento Halbered, dijo y se tomó un trago de agua. Luego saludó a los a presentes, dando su nombre y el de los compañeros que iban llegando. Brangon formaba parte del grupo de cazadores de Sil Auressë. Eran precisamente eso: cazadores. Aunque en los últimos tiempos habían hecho tareas de exploradores del ejército.

-La hueste principal del enemigo llegaba desde el oeste, confirmó Brangon. -Los orcos que se han quedado en la Loma se iban a unir a aquella hueste. El ejército de Sil Auressë salió del castillo para hacer frente a aquella hueste en el oeste, aún teniendo pocas opciones de éxito.
 

A medida que nos acercábamos a la boca del paso, la pendiente se hizo más y más pronunciada, hasta el punto que me vi obligado a aminorar la marcha para evitar que el corcel trastabillase y diese con ambos por el suelo. Ya no había necesidad de correr riesgos por adelantarse unos pocos segundos, lo más importante era recuperarnos para afrontar con garantías la batalla final. Al virar en una pronunciada curva que confluía en las pared Este de la loma, enseguida divisé al resto de los jinetes que llegaban desordenadamente al improvisado punto de reunión. Miré atrás un momento, pero no pude ver al capitán Halbered. En mi huida me había adelantado y los había dejado atrás, el capitán y sus hombres iban a pie y aunque la distancia no era grande las armaduras no les permitirían moverse con presteza, en cualquier caso el paso estaba bloqueado y no se esperaban enemigos en los alto de la meseta gracias al sacrificio de Gwalmyth. Halbered y sus hombres no tardarían en llegar Entre ellos pude ver a Tarbrand, Brangon y Agnor. Los saludé a todos con una sonrisa palmeando sus brazos a mediad que pasaba a su lado. Les di la enhorabuena por su hazaña y me despedí de ellos emplazándolos para discutir la estrategia en unos minutos. También estaba allí Earnil, a quien saludé con el mismo entusiasmo y volví a darle las gracias por la ayuda prestada en el desfiladero, deje que saludase a su caballo y lo conminé a hacerse cargo de el un poco mas adelante. Pues allá en la distancia pude distinguir a Cathael y ardía en deseos de estrechar su mano una vez mas.

Jajaja, me legro de encontrarte de una pieza amigo exclamé mientras lo sujetaba de los brazos. Y tras un breve saludo, lo deje en compañía de su padre. Aquel seria un feliz y jubiloso reencuentro y el máximo responsable de que aquello fuera posible, había sido Hasgon. Su generoso sacrificio nos dio una oportunidad tanto al chico como a mi.

Nunca olvidaría su valentía, y si en mi mano estaba ayudar a cumplir sus ultimas voluntades o a su familia, me encargaría de hacerlo una vez terminada la guerra. Si es que seguía con vida para entonces. En ultimo lugar, llegué hasta donde Theon se encontraba. El reencuentro en la boca del paso fue alegre y desprendido. Cuando llegué a su altura me apee al paso del caballo de Earnil y le di un fuerte abrazo. Nunca había sido un hombre de muchas palabras y en esta ocasión tampoco fueron necesarias para expresar mi alegría por verlo de vuelta. Observarlo galopar delante de aquella marea de sombras que lo acechaban en la entrada del paso, había encogido mi corazón casi tanto como la oscura noche que nos había envuelto de improvisto. Pero ahora que todos estábamos reunidos de nuevo, la esperanza había regresado a los corazones de los guerreros de la Loma y cualquier empresa futura, por difícil que esta pareciese en su momento, la veíamos ahora no solo posible, sino prácticamente garantizada. Aquella sensación no duraría mucho, de eso estaba convencido, pero hasta entonces me había propuesto dejarme llevar por ella y disfrutar del momento.

Bakar se bajó del caballo y se acercó caminando a Caldrim con los brazos extendidos. -Lo hemos logrado una vez más, viejo amigo.

Caldrim se bajó de la montura y Bakar le agarró fuerte del brazo. -¡El grupo de mando! ¡El estandarte! ¡Éramos media docena! ¡Una carga para la eternidad!