Partida Rol por web

Tarbrand sonrió al ver como sus compañeros y él conseguían dejar fuera de combate a otra de las bestias, ya estaba prácticamente junto a sus compañeros, juntos para luchar una última vez y hacer que las hordas de orcos se estremecieran a partir de ese momento cuando escucharan sus nombres, aunque aquello significara la muerte, era un final que estaba dispuesto a aceptar; uno mucho más digno que la mayoría de la humanidad, entre los que se encuentra su difunta madre...

Así pues, con el recuerdo de su pérdida aún en su mente, siguió avanzando presa del fervor bélico, para colocarse junto a Agnor y decidle sin mucho tiempo para presentaciones:

-¿Hay algún herido? aún puedo recurrir a mis habilidades de sanación por si alguien lo requiere de forma urgente -expuso de forma rápida, pues de su respuesta dependía si continuaba hacia la retaguardia o si se quedaba en el frente- he traído a todos los que había fuera -concluyó informando de la situación, sin sentirse un héroe por ello, pues era obvio que muchos habían caído...

Por causas casi divinas, había conseguido salir ileso de su internada, se encontraba en buenas condiciones para la lucha, pero si había alguien que requería su atención, debía darle prioridad...

Turno 36

Theon siguió avanzando hacia el interior del desfiladero, la lluvia de flechas tan esperada cayó, pero no resultó efectiva, apenas demoró un poco a las bestias. Gritos de comandos diferentes se sucedieron uno tras otros, reconoció la voz de Melechtor en uno de ellos pero no al resto. Estaba claro que no debían obstruir el paso, pero los huargos no habían caído, harían un estrago entre los soldados si no se les detenía. 

Las dos bestias fueron hacia lados diferentes, uno hacia el grupo de Caldrim y Agnor, pero el otro se detuvo un poco antes y atacó a uno de los arqueros en el lado opuesto. Aminoró el ritmo del galope, no quiso seguir de largo y dejar a esos hombres a la deriva, pero no podía detenerse dónde estaban los otros jinetes, allí el paso era demasiado angosto, en lugar de eso giró hacia dónde estaban los arqueros, y atacó con todas sus fuerzas a la bestia que ya tenía en sus fauces la pierna de uno de ellos. La espada no tardó en caer sobre el lomo de la criatura.

Turno 36

Por fin llegaban, por fin pasaban los héroes. Agnor animó, súbitamente alegre, a pesar de que todos podrían morir igualmente en aquel aciago día. Le alegró ver las caras, fatigadas unas, preocupadas otras, corajudas todas a pesar del temor pasado en la entrada del paso. Corajudas, valientes y rabiosas incluso cuando habían pasado y todavía pasaban el terror de ver las fauces de la muerte a escasos palmos de la cara.

Al ver que detrás de ellos todavía no llegaba la gran jauría, sintió que su posición ahí era, de momento, inútil. La carga era imposible en ese instante, pero no era imposible castigar al enemigo y aligerar la marcha de los héroes. Ver a sus amigos sanos y vivos llenó de fuego su pecho una vez más.

– ¡Tarbrand, buen amigo! ¡Theon! ¡Capitán Melechtor! ¡Adelante! ¡Adelante todos! ¡Ánimos y albricias para nuestros corazones!

Sintió el fuego fluir de su pecho a su fuerte brazo y levantó la espada una vez más sin apenas moverse de la posición. Apretó los dientes, furioso y jubiloso a partes iguales, y descargó un mandoble brutal contra el huargo que se había acercado hasta su posición.

– ¡Aaaaargh! ¡Muere!

Turno 36

Decide golpear con su espada larga para defender dentro de los posible con su main gauché. Su golpe al huargo (h1) no hace mucho efecto, quizá la oscuridad le está afectando demasiado.

Turno 36 - Resolución

Mientras los jinetes de Melechtor pasaron por debajo de sus pies, Aaren vislumbró una línea imaginaria que marcaba el destino de las piedras y del fuego que estaban a punto de arrojar. Aún quedaban allí los hombres liderados por Eärnil, y un par de huargos. Aquellos hombres tenían que salir pronto, porque ya llegaban por el desfiladero el resto de la manada. Aaren no quiso mirar para que el terror no se apoderara de él, pero sin duda eran muchos. Demasiados.

Necesitaban despejar ya el lugar. Agnor fue rápido con su espada bastarda, y atacó al huargo^H2 que tenía más próximo antes de que éste pudiera volver a cargar contra el jinete^A2. De nuevo el norteño mostró su destreza con el arma, y le cortó una extremidad al feroz depredador que cayó inconsciente al suelo. Su cuerpo se sacudía en shock, y su muerte era cuestión de segundos. El ataque de Agnor les dio esperanzas a todos, pues ahora quedaba tan solo un huargo en pie. No obstante, la gran manada ya llegaba, y podían oír a los primeros ya a menos de 100 metros.

El otro huargo^H1 amenazaba a uno de los arqueros, pero antes recibió el ataque de Eärnil por el flanco. No obstante, el golpe del guerrero de Sil Auressë no resultó muy bueno, y el huargo se lanzó a morder al soldado que tenía enfrente, pero sus fauces no alcanzaron la cara de su objetivo. Fue entonces cuando llegó Theon a caballo, y se colocó en el lado opuesto a Eärnil y así pudo golpear con la espada el lomo del animal desde arriba una y otra vez. Finalmente vio cómo el huargo comenzó a sangrar. El último en llegar fue Bakar quien intentó maniobrar el caballo para poder atacar al mismo huargo. Finalmente su ataque resultó flojo, pero el Jinete de Acero ocupó la posición del arquero. Así el huargo estaba rodeado por Bakar, Theon y Eärnil, éste último a pie.

Turno 37

-Retroceded!, ordenó Caldrim y tiró de las riendas para hacer retroceder al caballo sin dejar de mirar al frente. Ya llegaba la horda de huargos, y el Jinete de Acero intuía que iban a ser demasiados. -Hay que cerrar el Paso, musitó.

-Hay que dejar libre el centro, el resto están llegando. ¡Matad al huargo!

Turno 37

El huargo cayó bajo el golpe de Agnor y el norteño miro hacia la entrada del desfiladero. Se acercaban los monstruos. Demasiado cerca. Caldrim ordenó retroceder con contención y Agnor asintió. Sí, había que hacerlo, había que poner distancia entre ellos y los huargos para que las rocas se despeñaran sobre los lobos sin temor a ser sepultados. Alejarse unos metros también les daría un pequeño espacio para coger velocidad en el caso de que fuera posible cargar a los huargos supervivientes.

– ¡Retroceded! ¡Retroceded con orden! ¡En defensa y con orden!

Al girar la cabeza para gritar las órdenes observó que uno de los huargos seguía vivo, entreteniendo a los hombres, obligándoles a exponerse al peligro de las piedras y de los lobos que venían. Ese huargo debía morir ya o todo estaría perdido para ellos.

– ¡Op! ¡Op! –maniobró a Atreo para colocarse junto a Eärnil. El bravo defensor de Sil Auressë, a pie, era una presa jugosa para un huargo. Pero con un jinete de por medio, interponiendo masa y fuerza, podría defenderse mejor. O, quizá, no hiciera falta: mientras llegaba a la posición, Agnor llevó su brazo hacia atrás, levantando la espada sobre su cabeza, tiró de Atreo para que el corcel doblara su trayecto en el último segundo en un giro de grupa, y aprovechó esa fuerza centrífuga para sumarla a la fuerza de su propio brazo, que ya bajaba sobre el lobo.

– ¡Sucio perro! ¡Acompaña a los tuyos!

-Turno 37:

El montaraz mostró una amplia sonrisa ante el efusivo recibimiento de su amigo, ante el cual le respondió:

-No hay mejor recibimiento que el que se hace con un huargo muerto jajaja -expuso alabando el golpe del norteño- cuenta con mi ayuda una vez más amigo mío -concluyó sumándose a su carga y deseando derramar la sangre de aquella criatura para poner fin de una vez a aquella incesante batalla...

Así pues, manejando a su fiel corcel como si de la montura de Oromë se tratara, se lanzó contra el enemigo restante dispuesto a hacerlo añicos, pues aunque su ataque no era especialmente poderoso, esperaba que su imponente carga le ayudara a imponerse...

Turno 37

El huargo había sido golpeado, sangraba en varias partes pero tenía a su presa aún entre sus fauces. Los jinetes de Melechtor estaban cruzando, todo marcaba bien. Casi todo. Había algo que estaba fuera de lugar, y era nada menos que ese combate. Necesitaban adentrarse al paso lo antes posible para hacer caer la trampa desde lo alto, o no llegarían a tiempo a realizar la emboscada sobre los huargos que venían detrás. Levantó su espada dispuesto a rematar al animal.

Un reflejo apenas visible se cruzó frente a él, y luego vio la sangre del huargo saliendo a borbotones de la herida que Agnor acababa de hacerle a la bestia. Aún con la espada en alto pudo ver como Tarbrand se acercaba a una velocidad impensada maniobrando con agilidad en un espacio reducido. Tenemos que acabar con él ahorá pensó concentrado, sin emitir una palabra ni de ira ni de aliento, sin saludar siquiera a los suyos, solo había una cosa que hacer y se dispuso a ello. Llevaba ya demasiado tiempo siendo perseguido por ese huargo como para no desear que sus tripas quedasen desparramadas allí mismo. Su brazo tembló, una mezcla de emoción con furia logró desviar lo que podría haber sido el golpe de gracia sobre esa criatura. Inexplicablemente su espada desobedeció, y los ojos de Theon se abrieron temerosos por primera vez. Podía soportar el daño del enemigo, pero no podía perdonarse dañar a los suyos con su propio filo.

En silencio contempló el inevitable destino de su propia negligencia.

Turno 37

El ataque de Agnor parece sacar de su embrujo a Eärnil, enfadado decide atacar con ambas armas al maldito engendro. Su mano derecha vuelve a fallar, pero el Main Gauché parece abrirse paso en la carne de la bestia.

Turno 37

Los jinetes empezaron a llegar, y en su camino fueron dejando tras de si los cadáveres de los Huargos que se habían adelantado separándose de la manada. Sin embargo una de aquellas bestias se resistía, demorando el paso de algunos Jinetes. Entre ellos se encontraban Theon y también algunos de los hombres que me habían salvado la vida en el desfiladero. El grueso de la caballeria ya había cruzado el punto limite y la manada se aproximaba inexorable...
No debían entretenerse más con aquella bestia, de lo contrario quedarían sepultados para siempre en eterna compañía de aquellos lobos del demonio.
Yo no podía demorar más mi decisión, aunque eso costase la vida de mi amigo.
En un último grito desesperado, trate de avisar a Theon y al resto de muchachos para que se olvidasen del Huargo y siguiesen su camino.

THEOOOOON!! DESPEJAD EL PASOOO!! AHORAAAA!! NO HAY TIEMPO!!!... YA VIENEN!! Terminé, al tiempo que señalaba con el dedo la marea negra que se precipitaba ya por la boca del paso.
Los ojos de un furioso carmesí de la manada, bailaban arriba y abajo, al compás de los tambores, y espoleados por las despiadadas fustas de los Orcos que los comandaban...Si se demoraban un instante más, todos estaban perdidos.

Turno 37 - Resolución

El recuerdo de los muertos
Y el rugido de la tormenta
Nos cantará aquellas gestas
Y el sol aquí retornará
La sombra retrocederá
Con la sangre y el acero
Para que en mil canciones
Junto a este cálido fuego
La batalla sea contada.

La Batalla de la Loma estaba llegando a su final. El ataque coordinado de la unidad de jinetes de Echorion y de las espadas libres que cabalgaban con ellos había sido demoledor. Con la inestimable ayuda de los escasos efectivos de Sil Auressë, habían dado una estocada profunda al mismo corazón de la hueste orca, y al mismo tiempo habían logrado hacerse con el estratégico desfiladero conocido como el Paso. Y habían sufrido unas bajas mínimas, mientras los orcos contaban sus muertos y sus heridos por decenas y decenas.

Ahora, sin mando fuerte y sin líderes, y sin el gran estandarte que había unido a las distintas tribus orcas, no lograban coordinarse, y la inercia de la gran convocatoria había desaparecido. Para ellos, la batalla prometida en Sil Auressë quedaba cada vez más lejos, pero no así para la unidad de Melechtor y los demás. Estos orcos habían perdido sus máquinas de guerra y estaban desorganizados, pero no eran la única hueste de la Gran Oscuridad.

En el desfiladero, los defensores de Sil Auressë contaban con un elemento fundamental: el fuego. Y un enemigo más temible que los centenares de orcos: las manadas de huargos. Era primordial cerrar el Paso de la Loma.

Y allí se hallaban. Por fin reunidos de nuevo, y con sus espadas sedientas de más sangre de enemigos. Un estruendo se aproximaba a gran velocidad. Eran los huargos. Como una marea carmesí imparable e indomable llegabab arrasando con todo. Encima de sus cabezas, las cuerdas se tensaron. Era ahora o nunca. Tenían que sellar el Paso a fuego y a piedra.

Pero primero tenían que acabar con el huargo que aún se resistía e impedía evacuar a los últimos defensores. Brangon, Cirian y los otros soldados que iban a pie ya se alejaban. Quedaba Eärnil junto al huargo, y varios jinetes. El primero en atacar fue precisamente el dúnadan de Rhudaur. Eärnil iba armado con una espada larga y un main gauche. El golpe de la espada falló, pero con la daga defensiva le hizo un profundo corte en la pata que comenzó a sangrar profusamente. En ese momento llegó Tarbrand maniobrando su caballo de un modo increíble. Una extraña comunión se había formado entre los dos que habían desafiado a los huargos en solitario en el campo de batalla. Ahora el montaraz logró que el animal diera algunos laterales para colocarse en la mejor posición, y así poder golpear con ventaja. Logró hacerle otra herida sangrante al esquivo huargo, pero no acabar con él. Entonces atacó Agnor. El norteño era un guerrero de extraordinaria habilidad, y su espada bastarda impactó con una fuerza brutal en las patas delanteras ya castigadas de golpes anteriores. El charco de sangre era cada vez más grande debajo de los pies del animal, pero seguía resistiendo a pesar de todo. Eran animales realmente duros de matar, y la idea de enfrentarse a treinta o cuarenta de estas bestias les hacía estremecer. Theon trató de atestarle algún golpe más, pero perdió el agarre de su espada en medio del tumulto y la oportunidad de hacerlo. Quedaba Bakar. El veterano jinete de acero esperó su oportunidad, y cuando la vio cargó con su hacha de combate desde lo alto de su caballo. Acompañó su tremendo ataque con un grito desgarrador, y le cortó la zarpa al huargo dejándolo aún más aturdido.

No hubo tiempo para más, y comenzaron la retirada ante la inminente avalancha de huargos y, tal vez, otra avalancha de piedras y de fuego.

Turno 38

-¡DEJAD EL HUARGO! ¡SE VA A MORIR! ¡RETIRADA!, gritó Bakar y comenzó a maniobrar el caballo en el estrecho desfiladero, rodeado de Agnor, Theon y Tarbrand también a caballo. No resultaba fácil, y además las monturas habían notado la llegada masiva de huargos y sentían el miedo como pocas veces antes.

Turno 38

El huargo no murió, pero había sido neutralizado y, por lo tanto, no iba a retener a mordiscos a nadie. Ahora, tocaba que toda una manada tampoco lo consiguiera. Agnor sabía que no podrían sobrevivir a un combate así, pero confiaba en que la trampa preparada por el buen Aaren pudiera equilibrar la balanza. Había que retirarse para tomar posiciones y no quedar sepultados en la misma tumba que los lobos.

– ¡Atrás! ¡Atrás todos! ¡Ahora! ¡En orden! ¡Retirada en orden! –miró hacia arriba y señaló a Aaren con la espada– ¡Es el turno del fuego y la piedra! ¡Adelante, gran Aaren! ¡Demuestra a los cachorros que no se molesta al oso!

Hizo girar a su caballo y lo azuzó para escurrirse por el paso, dejando atrás al huargo moribundo y procurando no atropellar a nadie ni atascar el camino.

-Turno 38:

Tarbrand no estar de su fiel corcel, había demostrado ser una bestia magnífica, capaz de enfrentarse en solitario a manadas de huargos y salir sin un rasguño; siendo capaz además de facilitarle a su jinete la mejor forma de acabar con dichos monstruos. Sí, sin lugar a dudas, si alguna vez conseguía su merecido descanso, crearía una caballeriza con su fiel Centella como semental...

No obstante, aquellos sueños estaban muy lejanos en aquel momento, ahora lo importante era salir rápido de la zona y rezar por que Aaren tuviera el tino suficiente como para activar de forma efectiva la trampa. Por ello le dijo a sus compañeros:

-Sin duda, el tiempo de cabalgar toca a su fin, alejémonos y formemos un muro de escudos, es lo único que nos queda ante la marea creciente... -concluyó alejándose con su montura con la eficacia y la elegancia a la que los tenía acostumbrados.

Turno 38

Las arenas del tiempo se agotaron, y los destinos de cientos de hombres buenos se reunieron en el Paso que defendía la villa de Sil Auresse.

El tiempo donde todo habría de decidirse, para bien o para mal había llegado, y ahora todo el peso de las edades y el hado del linaje de los Dunedain en aquella parte de la tierra media, reposaba sobre los brazos de un solo hombre.
Un hombre sencillo, humilde y solitario, que había encontrado entre aquellos guerreros valerosos, alguien a quien poder llamar "amigo" y en aquellas tierras distantes, tan diferentes a las que había hollado en la mayor parte su vida, un lugar al que llamar "hogar"

Mis manos se cerraron sobre las cuerdas. La derecha sobre la que hacia las veces de arrastre y la izquierda sobre las riendas del animal.

Abajo los últimos guerreros ya habían dado cuenta del Huargo rezagado, y ahora la llamada enardecida de Agnor me daba la clave para saber que el tiempo era llegado, No podía esperar más.

Con decisión tiré del caballo y empujé con fuerza a su lado para ayudarlo. Las vidas de tantos dependían ahora de mi y de aquel semental castaño. No podía fallarles...primero tensión , después un ligero crujido...entonces, la piedra pareció ceder un poco y por ultimo....se desató la tormenta.

CABALGAAAAAD!!! fue lo ultimo que alcancé a decir antes de que estruendo lo ocupase todo.

Turno 38

El huargo había sido gravemente dañado, pero no gracias a él. Casi pierde su espada en el fallido ataque, pero eso no era relevante, lo importante es que la bestia había sido inmovilizada y los arqueros podrían salir de allí con vida. Sin embargo la pequeña victoria no tendría sentido si la la trampa que habían preparado caía sobre todos ellos. No era opción demorar la caída del aceite caliente y las piedras, eso traería consecuencias aún mas graves que la muerte de unos pocos. De lo mismo eran conscientes los demás, tanto Barak como Agnor gritaron al unísono, tras lo cual Aaren y Tarbrand acotaron su cuota de convicción, debían avanzar cuanto antes.

Theon maniobró su caballo, que pareció estar de acuerdo con él en que debían salir de allí, y comenzó a adentrarse. Señaló con la espada hacia los arqueros y luego les indicó un lado del paso, señaló también a los jinetes que estaban frente a ellos y luego les indicó el lado contrario - Avancen atentos, sin cruzarse unos con otros, pero háganlo ya! No hay tiempo de otra cosa, vamos!- dijo tras las órdenes impartidas por los demás. Luego continuó su avance con la esperanza de que la labor de Aaren y los que estaban arriba se completara con éxito, la vida de todos ellos dependía ahora de esos hombres. Vamos amigo, es tu momento.

Turno 38

Eärnil comenzó a correr. Aún sujetaba sus dos armas, y estaba rodeado por jinetes a caballo. Pero siguió las indicaciones de Theon y vio que sus compañeros que habían comenzado la retirada unos segundos antes hicieron lo mismo cuando los jinetes los sobrepasaron.

Siguió corriendo, y escuchó ruidos detrás de sí. ¡Los huargos ya llegaban!

No miró atrás, pero por encima de su cabeza escuchó otro ruido. Una enorme roca comenzó a moverse…

Resolución - turno 38

Los hombres se alejaron a toda prisa de la zona de peligro, y justo tiempo.

La jauría de huargos llegaba a toda velocidad. Eran una veintena en la avanzadilla, y detrás llegaban más. Unos se pisaban a otros, y algunos se caían pero en seguida se levantaron otra vez. Los jinetes que ya se habían alejado ahora podían ver de cara aquella sobrecogedora. No pudieron evitar alzar la vista para ver si Aaren lograba soltar la trampa que tenían preparada.

En lo alto, Aaren guió al caballo para que tirara de la cuerda que se tensaba por encima del desfiladero. Cruzaba hasta el otro lado, y allí las poleas de Halbered multiplican la fuerza del animal, y entonces la enorme roca comenzó a moverse. Casi al momento, cayó prepicio con un gran estruendo.

Además de la gran roca, había otras más pequeñas unidas con cuerdas a la principal. Aquellas también se cayeron. Además, las paredes del Paso no eran del todo verticales, y en su trayectoria el bloque de piedra chocó varias veces y más rocas se desprendieron de las paredes. Era una auténtica avalancha, y al mismo tiempo los defensores situados en el lado de Halbered lanzaron todas las tinajas de aceite ya prendidas que les quedaban. Piedra y Fuego para sellar el Paso.

En cuestión de segundos, el Paso se quedó sellado. Tres eran los huargos que habían alcanzado la posición crítica y recibieron impactos de piedras. Uno se quedó aplastado por la piedra grande, pero los otros dos aunque sufrieron impactos que le hicieron detenerse, seguían en pie.

Detrás de los dos huargos, una gran columna de polvo mezclado con humo y fuego dificultaba la visión. Pero al parecer, ningún huargo más pasó la barrera.

Turno 39

-¡EL PASO ESTÁ CERRADO!, exclamó Caldrim. Al menos de momento, habían logrado todos sus objetivos. –Seguid con la retirada, instó a todos. –Buscad al capitán Melechtor, nos reunimos al final del Desfiladero. Bakar, ¡guíalos!

Luego miró a los dos huargos. Y bajó la lanza de caballería. -¿Quién me acompaña en la carga?, preguntó.