Partida Rol por web

Turno 26

El montaraz entendió que lo mejor era ir replegándose ya, para evitar aglomeraciones en cuanto los jinetes llegaran, por lo que no se opuso cuando la mayoría optó por dicha opción. No obstante, él, junto a otros hombres valerosos se quedaban guardando la retaguardia, para asegurarse que todos entraban sin problemas, por lo que de vez en cuando daba órdenes diciendo:

-¡Id entrando a paso seguro pero sin deteneros! ¡nosotros guardaremos la entrada hasta que entréis todos! -exclamaba intentando tranquilizar a los hombres, pues después de la tensión y teniendo en cuenta el enemigo que se acerca, el exceso de premura podía acarrear mayores problemas.

Acto seguido, en cuanto el noble Theon le habló con tanta preocupación, Tarbrand esbozó una sonrisa para disuadir sus miedos y dijo en tono despreocupado:

-No os preocupéis amigo, es cierto que fue herido de gravedad, pero los defensores del muro lo alzaron con cuerdas y lo atendieron, y creo que ya está mucho mejor, pues me pareció haberlo visto corriendo por lo alto del desfiladero, aunque no estoy muy seguro de ello -concluyó tranquilizando a aquel hombre, que pese a ser mercenario, había luchado con la misma bravura que el resto.

Finalmente, asintiendo ante la propuesta de quedarse para aguardar a Melechtor, se dedicó a escrutar el horizonte, con la vana esperanza de encontrar un leve signo que le ayudara a saber más sobre el destino de su capitán y los suyos...

Turno 26

Agnor escuchó a Caldrim y asintió, mirando a la profundidad del paso. Azuzó a Atreo y llamó a sus acompañantes y los defensores de Sil Auressë.

– ¡Vamos! ¡A la angostura! ¡Dejemos paso al capitán y preparémonos para la defensa! ¡Reagrupémonos! ¡Posición defensiva en lo angosto!

Trotó buscando la estrechez del desfiladero que había señalado Caldrim. Allí tomarían posiciones. Primero, para cubrir la llegada de los rezagados y, después, para resistir el embate del enemigo.

Turno 26

Eärnil estaba perdido en sus pensamientos, no recordaba con exactitud cuantas tinajas de fëalócë quedaban arriba. Levanta la mirada y observa la distancia hasta los compañeros de arriba.

"Vienen huargos!!!! Preparad todo lo que tengais ahí arriba!!". Mientras se aparta para dar paso a los heridos busca una señal de los camaradas de arriba. "Todo el que tenga arco, y que sepa usarlo, que se sitúe en una posición elevada más adentro del paso!!! Y rezad para que el fuego, las rocas que lancen nuestros compañeros y los cadáveres de los caídos puedan frenar el ímpetu de esas bestias del infierno!!".

Con su main gauche y su espada fuera comienza a caminar al interior del paso sin apartar la mirada de la entrada.

Turno 26

Bakar se adentró en el desfiladero sin dejar de observar los acantilados a ambos lados. Los ruidos del campo de batalla eran ahora un eco lejano y distorsionado, y la penumbra les envolvió. La única fuente de luz era el tenue brillo del estandarte quemado que portaba Caldrim. Alcanzó a Agnor y al resto, en total seis jinetes. Y más adelante supo que iban Cathael, Aelloth y uno del grupo de Theon.

Miró atrás para comprobar que le seguían los otros dos jinetes que habían flanqueado con Agnor. Detrás de los jinetes, a unos cincuenta metros, avanzaban los cinco defensores de Sil Auressë liderados por Eärnil. Y más lejos, en la boca del desfiladero, vio a Theon y a Tarbrand liderando a otros cuatro. Aguardaban la llegada del capitán Melechtor, firmes como las rocas del Paso.

Turno 26

El sargento trató de distinguir las formas que se movían en el desfiladero. El brillo de la gran hoguera y de los fuegos de la batalla le permitía ver el movimiento en la zona de la entrada. Vio a Eärnil y contó rápidamente los hombres que iban con él a pie, y asintió en silencio.

¡¡¡¡Vienen huargos!!!! ¡¡Preparad todo lo que tengais ahí arriba!! Mientras se aparta para dar paso a los heridos busca una señal de los camaradas de arriba. ¡¡Todo el que tenga arco, y que sepa usarlo, que se sitúe en una posición elevada más adentro del paso!!! ¡¡Y rezad para que el fuego, las rocas que lancen nuestros compañeros y los cadáveres de los caídos puedan frenar el ímpetu de esas bestias del infierno!!

Sonrió. La llegada de Eärnil para reforzar las defensas había coincidido con un cambio en el curso de la batalla, y tal vez de la guerra que ya parecía perdida. Primero para acabar con los murciélagos, y así quitarle los ojos a la hueste enemiga. Luego su caballo para mover los bloques de piedra. Y lo más importante, las tinajas de aceite. Fëalócë lo llamaba aquel guerrero que había luchado en la frontera de Rhudaur.

Le puso la mano en el hombro a Aaren.

-Te voy a necesitar ahora, dijo.

Resolución Turno 26

El desfiladero era ancho en su inicio, y durante casi quinientos metros. Entonces, se estrechaba bastante, y en ese punto había una cuerda que lo cruzaba. O más bien una serie de cuerdas que iban juntas, con poleas a ambos lados. Allí es donde estaban posicionados los defensores liderados por el sargento Halbered. Escasos en número, habían puesto sus escasas esperanzas en este punto para hacer el máximo daño al invasor que entonces parecía imparable. Ahora, con la llegada de más de una docena de hombres de Echorion, y la posibilidad de más ayuda, la situación había cambiado.

¡¡ADELANTE!! A SIL AURESSË!! ¡¡NO OS DETENGAIS HOMBRES DE ECHORION!! AVANZAD!!

¡¡QUE EL PESO DEL MUNDO CAIGA SOBRE NUESTROS ENEMIGOS!!

Como respuesta a la pregunta de Theon en la boca del desfiladero, la voz de Aaren se escuchó en el desfiladero. Aunque llegó distorsionado por el eco a la posición de los jinetes que se habían quedado a esperar a Melechtor, y era difícil distinguir las palabras, no había duda de que era él. Eso les levantó el ánimo a todos los hombres que le habían acompañado y luchado a su lado.

Turno 26 - grupo entrada

Los seis jinetes que habían quedado para proteger de forma estoica la boca del desfiladero buscaban señales de Melechtor y de su grupo. Lo último que recordaban los que habían cabalgado con el capitán era que los había ordenado a cabalgar en formación abierta.

De repente, uno de los hombres de Melechtor vio algo. Una única luz moviéndose hacia ellos en medio del polvo. ¡Una antorcha! No, no era una antorcha. Era uno de los numerosos pebeteros que habían colocado los orcos en el campo de batalla. Y lo portaba ahora un jinete a modo de estandarte. A su lado iban otros cuatro. Los más avanzados del grupo de Melechtor ya llegaban. Unos tres cientos metros les separaban de la posición de Theon y de Tarbrand.

-Turno 27:

El rostro del montaraz se iluminó en cuanto vio aparecer a los jinetes de su compañía, por lo que rápidamente indicó a los demás, para que transmitieran su mensaje a los hombres del interior del desfiladero:

-¡Mirad! ¡Allí vienen! dejad hueco para que entren y preparaos para asistirlos de ser necesario -expuso a la vez que encordaba la primera flecha en su arco y encaraba su montura hacia el enemigo.

Así mismo, murmurando unas silenciosas palabras en la lengua casi olvidada de Oesternessë, se concentró para adaptar su vista a la noche, sintiendo como sus pupilas e iris cambiaban y se adaptaban para ello...

Turno 27

Abajo, los jinetes empezaron a llegar a la boca del paso. A cuentagotas al principio, pero mas caudalosamente tras las primeras incursiones. Pronto la mayor parte se internó entre las paredes rocosas del desfiladero como una marea inexorable, que ascendía anegando las grietas que socavaban la esperanza de lasindefensas gentes de Sil Auressë.

El guerrero rubio que había conocido en la granja de Huargos, seguía con vida y fue el primero en internarse seguido de algunos Jinetes.

Mas adelante, a medio camino entre los hombres que guardaban la entrada del paso y ellos, se encontraba Earnil al mando de los bravos guerreros que me habían salvado la vida al pie de "la pared"*
No muy lejos de donde se encontraba, pude discernir la figura del Joven Cathael, lo que me provocó un involuntario suspiro de alivio.

El chico sigue con vida, ¡alabada sea Varda! temía que mis plegarias no la hubiesen alcanzado en medio de tanta oscuridad.

No alcanzaba a ver con claridad a todos los que se encontraban en la entrada, pero sin duda entre ellos se contaban mi amigo Theon y el valeroso encapuchado con quien había luchado codo a codo en la Granja.

Me animó conocer que Tarbrand, se encontraba ahora a su lado. Ya que yo no podía estar luchando a su lado, no me imaginaba a nadie mejor que el para cubrir sus espaldas en aquellos momentos de necesidad.

Sin embargo, no todo se había ganado aún. Los hombres de Mellechtor y el grueso de la caballería todavía no habían alcanzado la entrada y desde donde me encontraba, casi podía intuir los afilados colmillos de los Huargos en la negra sombra que los perseguía bajando la pendiente de la loma, tragándose la escasa luz que se desvanecía entre la arena del desierto...

Entonces la voz del Sargento me hizo voltear la cabeza, pero había en ella ahora un nuevo matiz cargado de esperanza que no se había revelado en nuestra última conversación. Asentí y di la vuelta a la batalla una vez más. Tal vez cuando volviese la mirada, todo hubiese cambiado para siempre.

Turno 27

Habían trotado adentrándose en el paso y Agnor pudo ver más adelante un puesto que podría servir como puesto defensivo. Allí estaba el fiel Aelloth y Cathael. Arriba se podía ver la luz del fuego y lo que parecían algunas figuras moviéndose como sombras. Aquellos defensores de las alturas ya les habían sacado las castañas del fuego... para tirar ese mismo fuego sobre los orcos. Todavía podían ser igual de efectivos y necesarios, si no más.

– ¡A las rocas! – dijo. Llevó a Atreo en dirección a la posición de Aelloth. Allí se apostarían para la defensa – ¡Los que tengan arcos que los dispongan! ¡Jinetes, en aquellas rocas, mirando al enemigo y preparados para la carga!

Apostados en las rocas, la infantería podría ejercer de arqueros, mientras que los jinetes podían prepararse para una carga. Si el enemigo perseguía a Melechtor y los otros hasta aquella posición, una contracarga podría darles un buen golpe.

Turno 27

Eärnil lanza una mirada para ver si los arqueros ya están apostados, se adentra un poco más adentro del paso,busca una buena posición. Con una rodilla apoyada en el suelo, pone su carcaj a su lado, clava su main gauche y su espada, saca su arco y, manteniendo su posición de rodillas coloca una flecha en el arco, sonríe al ver un poco de verde en su emplumado. "Recordad camaradas!!,disparad a los huargos, no a los jinetes!!" Notaba una sensación extraña en el estómago. No tenía miedo a morir, era otra sensación... no le apetecía morir... "Como si lo que te apeteciera tuviera algo que ver con lo que va a pasar"

Turno 27

Theon se sintió aliviado al escuchar las palabras de Tarbrand, y ese sentimiento se convirtió en satisfacción al resonar la voz de su amigo en el desfiladero. Sus ánimos volvieron, mientras comenzaba a divisar a los jinetes de Melechtor que se acercaban. Tarbrand dio aviso de su llegada a todos y luego él hizo sonar el cuerno una vez mas, intentaba que su Capitán supiese de su posición, era un hombre experimentado en el campo de batalla y el sonido podía guiarlo en medio de la nube de polvo y permitirle hacer su propia estrategia, y a la vez esperaba intimidar a los huargos, aunque eso era mucho más difícil de lograr.

Hizo señas a los jinetes para que se dividiesen, de modo que dos quedasen con Tarbrand a un lado y otros dos quedasen con él al otro lado del paso. Luego comenzó a preparar su lanza, sabía que contra la carga del enemigo era la mejor arma para acabar al menos con una de esas criaturas. El momento de la batalla definitiva había llegado.

Turno 27

-¡Más adentro, allí!, ordenó el sargento a los de abajo. Vio cómo se posicionaron los arqueros de Eärnil, y cómo arriba se preparaban las tinajas de aceite. Y los jinetes que lideraba el sargento Agnor que había regresado a Sil Auressë con refuerzos. Entonces se giró hacia Aaren, quien se encontraba a su lado. Le comenzó a dar instrucciones…

Turno 27 – bis

-Las cuerdas que cruzan el desfiladero, comenzó, -pasan por estas poleas. Permiten cruzar más rápido hombres y provisiones. Ahora nos podrán servir para tirar abajo aquel bloque de piedra, dijo y apuntó con el dedo a un gran bloque que habían arrastrado en el otro lado con la ayuda del caballo. Estaba casi en el borde del acantilado, y varias cuerdas unían la gran piedra a otros montones de rocas.

-El resto de mis hombres dispararán desde arriba, o lanzarán las tinajas de aceite. Pero te necesito para hacer el derrumbamiento en el momento justo. Cuando hayan pasado los jinetes, y antes de que pasen el grueso del enemigo. Uno de nosotros tiene que cruzar y unir la otra parte de estas cuerdas al bloque grande. Cuerdas que pasarán por esta polea aquí, y regresan allí, al caballo. El artilugio multiplica por cuatro o más la fuerza del animal. Debe ser suficiente.

Halbered había trabajado el último año como carpintero en la obra del castillo de Sil Auressë. Llegó a pensar que sus tiempos de miliciano y soldado eran ya cosa del pasado ahora, en el otoño de su vida. En ningún caso hubiera podido adivinar que lo aprendido en la construcción iba a resultar tan vital en una contienda como ésta.

Turno 27

Aelloth miró a Agnor, quien se preparaba para una contracarga. Se acercó al norteño a caballo, y le acarició la crin de Atreo. –Debo seguir hata el final del desfiladero. No puedo poner en riesgo mi cometido.

Había demasiado en juego, y Aelloth conocía su lugar en el tablero. Las vidas de miles de personas, tal vez el futuro de Cardolan. Las misivas que portaba tenían que llegar a las manos del Lord Echorion, y los demás. Se lo debía al futuro, a los días por venir. Al frágil sueño de un reino reunificado.

Alzó la vista al cielo oscurecido, y por un momento creyó ver el fugaz brillo de una estrella solitaria atravesar la penumbra y densa nube de polvo rojizo. –Por Hasgon…, les dijo a los que se quedaban invocando así el nombre del compañero caído que había compartido el mismo sueño, y siguió adelante con varios de los caballeros.

Turno 27

-Has de ir con ellos, Cathael, le dijo el Jinete de Acero a su hijo. Su autoritaria voz no daban lugar a discusión, pero en su mirada se reflejaba todo el orgullo que sentía por el joven escudero. –Ten, lleva esto. Un trofeo logrado con gran esfuerzo.

Entonces, le entregó el estandarte del enemigo. El símbolo de la hueste del Enano Desmembrado, coronado por el yelmo del enano Tagli. Una reliquia de las guerras contra el Señor de la Guerra Dagorhir que había servido para unir a las distintas tribus orcas de Minhiriath.

–Cabalga hasta el nuevo amanecer, hijo. Nos encontraremos allí.

A continuación se posicionó a la izquierda de Agnor. Había aprendido a respetar a aquel hombre, no en vano había lidearado una carga peligrosa por el flanco del enemigo con un grupo pequeño de jinetes, entre los cuáles había estado también Cathael. La mirada de Caldrim recorría ahora las paredes casi verticales, y las posiciones de los arqueros.

-La carga que sea después de la emboscada. Después de las flechas, del fuego y de las piedras, comentó. Él había participado en muchas de las grandes batallas del reino perdido en los años posteriores a la Gran Plaga, y todas habían sido diferentes. No había dos batallas iguales. Por eso, asumió con cierta naturalidad las circunstancias especiales de la contienda que estaba a punto de comenzar: la falta de luz, la tormenta roja, el aceite hirviendo y el plan de una contracarga a los huargos en un desfiladero estrecho.

-Mejor unos pocos jinetes, Agnor. Va a ser difícil dar la vuelta aquí.

Entonces vio a Bakar ponerse a la diestra de Agnor, y le saludó con la cabeza. Habían pasado por muchas cosas juntos, y  le alegraba contar con él un vez más.

Turno 27

-Cuatro está bien. Como mucho cinco. Suficientes para detener en este punto a los que logran cruzar aquella línea defensiva.

Sacó su espadón, y la agarró con las dos manos. –El destino hace que luche junto a un hijo de Guthild de nuevo. De la blanca nieve de los bosques de Rhudaur a la roja arena de las mesetas de Cardolan.

Turno 27 - Resolución

Los arqueros liderados por Eärnil tomaron posición en los laterales del desfiladero. Dejaron libre el centro. Detrás, los cinco jinetes formaban un semicírculo con Agnor en el centro. Por encima de sus cabezas, unas cuerdas cruzaban el Paso uniendo las dos mesetas. Allí arriba, varios defensores se preparaban para arrojar fuego, piedras y muerte a los invasores.

Se hizo el silencio en el Paso, y trataban de escuchar lo que sucedía a la entrada. En la Batalla de la Loma habían logrado pequeñas victorias. Habían derrotado a varias unidades, capturado el estandarte del enemigo matando al grupo de mando, dividivido la hueste, flanqueado para llegar hasta el Paso, arrojado fuego… Pequeñas victorias que eran como guijarros que comenzaban a rodar y se convertían en una gran avalancha. Hasta llegar a este momento. El momento de detener a los huargos para poder dejar atrás la contienda, pues la auténtica guerra se estaba librando en Sil Auressë. La hueste enemiga de la Loma había sido descabezada, y tardarían un tiempo en reagruparse, si es que lo hacían. El amanecer ya estaba más cerca.

En medio del silencio, los defensores escuchaban el eco de los sonidos que llegaban de la entrada. ¡Y entoces, vieron llegar a cinco jinetes! Uno de ellos portando una luz. Los más adelantados de los hombres de Melechtor. Cuatro se adentraron en el Paso, mientras uno se quedaba para dar parte a Theon y a Tarbrand, quienes protegían la boca del desfiladero.

Turno 27 - bis

-Seinwin hijo de Gilwin, les dijo con voz entrecortada a Tarbrand y a Theon. –En el flanco izquierdo, en la carga, añadió. –Catorce somos, contando al capitán Melechtor que iba en la retaguardia. Formación dispera, y sin vernos por la maldita oscuridad y el polvo. Algunos heridos.

Le dio palmadas a su caballo que había corrido desbocado y respirara con dificultad. –Nos persiguen una docena de jinetes de huargos, y dos manadas grandes de esas bestias sin jinete. Las manadas salvajes ya habían adelantado a los jinetes, serían los primeros en llegar.

Turno 27 - bis

-¡Hacia el fuego! ¡Qué nada os detenga!, animó Melechtor a su caballo. Se había quedado rezagado, pero por fin pudo retomar el rumbo hacia el Paso. A su alrededor ya pudo ver las sombras oscuras de los huargos. Corrían con ellos, y se dirigían a atacar a los jinetes más adelantados. Al mismo tiempo, algunos de sus hombres ya habían llegado.

Alcanzó a un jinete que cargaba a un herido. Dos en el caballo eran blanco fácil para las bestias, y dos se preparaban para atacar.

Maldición...