Partida Rol por web

Turno 27a

Los primeros jinetes habían llegado, agotados por la batalla y la huída de las bestias que los perseguían. Uno de ellos les dio el parte de la situación - Theon, hijo de Brandon Vilarion, gracias por el informe, ahora avanza hacia el paso que tu caballo esta exhausto y repite tus palabras al Sargento Agnor que lidera a los jinetes de la retaguardia- dijo sin dudar.

Luego se quedó pensativo, catorce en total, llegaron cinco, quedan ocho y el Capitán, un grupo pequeño seguido por una docena de jinetes montando huargos y superado por dos manadas aún mas grandes de huargos salvajes. Miró a Tarbrand con preocupación - Primero llegarán los huargos, nos devorarán a los seis sin dificultad y no habremos ganado nada en esta posición. Tampoco servirán las piedras, si las lanzan antes, el Capitán quedará atrapado del otro lado- su puño se cerraba con fuerza, las noticias hacían que el plan se desvaneciera - El paso es angosto, tampoco podremos pelear bien contra tantos huargos si estamos arriba de los caballos, no es posible maniobrar bien - su cabeza giraba en rotunda negación, debían adaptarse a las noticias que traía el parte - Tarbrand, necesitamos buenos arqueros y tu eres mejor que yo en eso, ve con el resto de nuestros jinetes y refuercen con sus arcos a los defensores a pie, con las flechas y el aceite* podremos demorar a los huargos hasta que el grupo del Capitán llegue, y usar las piedras contra los que vienen detrás de ellos. Yo me quedaré aquí para asegurar que los huargos salvajes entren al paso detrás mío , si no tienen quien los comande bastará con provocarlos para que me sigan- su mirada era seria y sombría, realmente las chances de salvar al Capitán eran escasas, tal vez pocos sobreviviesen a esa batalla - Tarbrand, lo lograremos, ve amigo y haz que esto haya valido la pena- luego volteó su caballo y se quedó observando la nube de polvo, una mano en la lanza y en las riendas del animal y la otra en el cuerno, que de momento seguía siendo su mejor aliado. 

Turno 27b

El quinto jinete dio su informe al grupo de la entrada y luego recibió indicaciones para seguir al resto de los suyos hacia el corazón del paso. Tarbrand y Theon intercambiaron palabras por unos segundos sin perder de vista la nube de polvo que se acercaba. Theon dio indicaciones a los jinetes que estaban con ellos y luego se alejó hacia el exterior e hizo sonar su cuerno una vez mas. 

Turno 27

Nunca había sido un hombre de muchas palabras. No eran necesarias cuando no existía lugar para la duda. Las indicaciones de Halbered no podían ser más claras. Hablaba con la confianza de quien sabe lo que hace y esa confianza se transmitía a sus hombres como un combustible cargado de optimismo.

Asentí a sus palabras y me puse manos a la obra. El tiempo apremiaba y no debía distraerme si quería tener todo preparado antes de que los huargos irrumpiesen en el paso. Antes de encaramarme a la polea, me asomé a un saliente del desfiladero y eche un vistazo hacia abajo. Los hombres de Melechtor ya empezaban a llegar a la entrada del paso, si no me apresuraba, cientos de vidas se perderían en la oscuridad de aquella noche sin estrellas. Y entre ellas se encontraba la de mi amigo Theon.

Tarbrand parpadeó un par de veces acostumbrándose a la nueva visión que le otorgaba su poder; era todo más grisáceo, pero a la vez mucho más claro. No obstante, hacía mucho tiempo que no usaba dicha magia, por lo que cuando intentó enfocar al horizonte sus ojos le lloraron bastante, por el polvo y el drástico aumento de visibilidad, y apenas pudo distinguir nada.

No obstante, pese a ello, el valor del montaraz no decayó, pues tras el relato de los jinetes que entraban fue aún más consciente de que sus compañeros y sobretodo su capitán los necesitaban más que nunca. Así pues, respondiendo al valeroso Theon, dijo:

-Lo siento amigo, pero no puedo aceptar dicha orden, estos hombres que intentan llegar a la brecha son mis compañeros, mis hermanos -dijo profundamente conmovido- he sido parte de su unidad desde que entré en el ejército de Echorion y creedme cuando os digo que no los abandonaré en su hora de mayor necesidad, no, pienso cargar con mi montura, que está fresca, y  traer vivo a todos cuanto pueda, pues estoy seguro de que ellos harían lo mismo por mí... -concluyó con un deje de orgullo en su voz a la vez que encaminaba a su caballo hacia la polvareda, pues aunque apenas veía nada, tenía claro que el enemigo debía estar por allí, así como el resto de su compañía.

Turno 27

Los jinetes del grupo de Melechtor siguieron por el paso estrecho, y transmitieron las órdenes de Theon a los defensores situados más adentro.

-Seinwin, dijo el jinete y repitió de forma apresurada lo hablado con Theon. -Catorce cabalgamos, con doce jinetes de huargos y dos manadas salvajes aún más grandes persiguiendonos. Apenas nos pudimos ver en esta oscuridad, e íbamos enformación dispersa. Vi huargos sin jinete adelantando a varios compañeros a mis espaldas. Estos compañeros y yo hemos llegado primero, pero el resto no tardará. Y los huargos con ellos.

Le dio palmadas a su caballo que había corrido desbocado y respirara con dificultad. -Dice Theon que hemos de reforzar las defensas con nuestros arcos, para demorar a los huargos hasta que llegue el grupo del Capitán Melechtor. Las piedras se usarán contra los que vienen detrás de ellos.

Luego miró cabizbajo al suelo, visiblemente agotado tanto él como la montura por la tremenda cabalgata por la Loma. -Theon se quedaba para asegurar que los huargos salvajes entren al Paso detrás de él...

Agnor escuchó en silencio al fiel Aelloth y asintió. Aquellas manos no sobraban, pero tenía una misión que cumplir y Agnor respetaba eso. La partida de Aelloth y los otros quizá dejara el paso con menos defensa, pero también era posible que significara algo mucho más grande en otro lugar.

– Parte y vuela, amigo –le estrechó la mano con firmeza. Quizá no volvieran a verse. Habían sido compañeros inesperados, desde que Agnor se ofreció a llevar a ese «espía» de Echorion ante su príncipe, en un momento días atrás que parecía tan lejano que daba la impresión de ser una vida. ¡Solo unos pocos días y tanto que habían pasado juntos!–. Has sido buen compañero y no lo olvidaré. Pero debo pedirte un último favor.

Metió la mano entre sus ropas y sacó un sobre lacrado. Ese sobre llevaba ahí escondido otra vida, también. Pero, igual que su viaje con Aelloth, solo tenía un par de días. Se lo había dado el tal Murl poco antes de la batalla en la que destruyeron las máquinas de guerra de los orcos. Debía ser entregado en Sil Auressë y Agnor había fallado en esa tarea. ¿O era posible no fallar? En realidad, el norteño había cabalgado todo lo rápido que podía y en dirección al pueblo. No se había desviado ni entretenido más que lo necesario: batallas y muerte. Quizá no había fallado, sino que no era posible ir más veloz.

Agnor ni siquiera sabía si el mensaje era importante ni si era demasiado tarde. Pero no le correspondía a él determinarlo.

– Negros son mi legado y mi destino, y solo el cazador Oromë sabe si veré un nuevo día. Pero las estrellas seguirán girando y cosas más importantes que yo esperan. Este mensaje debe llegar a Sil Auressë. Buen Aelloth, si cumples con tu misión recuerda esta otra: acércate a las murallas de Sil Auressë y cuenta lo que aquí pasó y entrega este mensaje. Ojalá tengas la oportunidad de devolvérmelo para que yo mismo lo entregue. ¡Parte raudo y no mires atrás! Nosotros te daremos tiempo y respiro.

Cuando Aelloth partió, Agnor se colocó en posición con los otros valientes que formarían el pequeño destacamento de contracarga. No podían ser más sin entorpecer a los que entraran y provocar un peligroso atasco en medio del paso, y más aún sin entorpecer su propio repliegue. Si tenían que cargar y luego retirarse, ser muchos podía ser más un problema que un acierto. No se trataba tanto de hacer una carga brutal que destruyera a todo enemigo, sino pararles los pies y dar la oportunidad a los demás de tomar posiciones.

Escuchó las noticias que traía Seinwin.

– ¡Doce jinetes y dos manadas! ¿Y de eso huyen los hombres de Echorion? –bromeó sin sonreír–. Habrá que enseñar modales a esos cachorros de la oscuridad –llamó a los hombres que no iban a acompañarle en la carga. No necesitaban instrucciones, pero siempre necesitaban ánimos y liderazgo. Incluso el de un simple sargento–. ¡Preparaos! ¡Arcos y flechas para la bienvenida! Los lobos vienen. Dadles puntas afiladas que nosotros les daremos acero.

Turno 27

"Noto algo raro, como una sensación que no había sentido desde..."- Se decía para sus adentros Eärnil

Turno 27 – Resolución zona entrada desfiladero

Tarbrand dirigía su montura hacia la oscuridad, alejándose de la boca del desfiladero. En cuestión de segundos, las nubes de polvo le envolvieron y desapareció de la vista de Theon quien se quedaba solo aguardando el Paso que con tanto esfuerzo y sacrificio habían logrado conquistar.

Entonces escucharon ruidos de caballos galopando, y pensaron que por fin llegaba Melechtor. Pero no eran los jinetes del Capitán de Lord Echorion, sino un par de monturas sin jinete de las escaramuzas y batallas anteriores que ahora huían de los orcos, del fuego y sobre todo de los huargos que ya olían. Su instinto les llevó a atravesar el desfiladero.

Turno 27 – Tarbrand

Tarbrand se vio envuelto por la oscuridad y por los remolinos de aire que levantaban arena y polvo a su alrededor. Trataba de orientarse, ahora que sus ojos se habían adaptado a la penumbra. Escuchó ruidos de huargos y notó cómo su caballo se impacientaba. Entonces vio pasar a varios de esos enormes animales, a unos diez metros o menos. Pero pasaron de largo mientras Tarbrand avanzaba hacia la dirección que sospechaba que le iba a llevar hasta Melechtor.

Turno 27 – Theon

Theon se había quedado solo. Bastante a lo lejos escuchó ruidos de la hueste orca. Estaban sin líder, y ahora los huargos habían entrado en acción. Los orcos iban a tardar en reagruparse. Incluso en condiciones normales era difícil hacerles funcionar de forma conjunta, pero ahora sin grupo de mando y en medio del caos no estaban en condiciones para apoyar a los huargos.

Vio pasar a algunos caballos, y poco después llegaron los primeros huargos a gran velocidad. Eran cinco, y simplemente habían corrido más que el resto que no iban a tardar en llegar.

Llegaban desbocados, y tal vez el desfiladero iba a darles una ventaja importante a los defensores contra estos monstruos. Además, separarlos del grueso de la manada era sin duda una buena idea. No tuvo que hacer nada para guiar a dos de aquellos depredadores hacia el Paso, pero los otros tres pasaron de largo la entrada y ahora se alejaban de la posición de Theon hacia su izquierda. Pronto se iban a dar la vuelta.

Turno 27 – Resolución desfiladero

Aaren cruzaba por las cuerdas hacia el otro lado de la meseta, y desde las alturas pudo ver la llegada de los primeros huargos. Justo debajo de él, Eärnil había coordinado las posiciones de los cinco arqueros de la mejor forma posible.

Pasaron los primeros jinetes de Melechtor. Dos de ellos se quedaron detrás de Agnor con el arco preparado, encima de la montura. Seinwin era uno de ellos. 

Y entonces escucharon ruidos. Algo llegaba muy rápido desde la entrada. ¡Huargos! Eran dos, y cargaban a tal velocidad por el desfiladero que parecía que se iban a subir por las paredes laterales. Estaban persiguiendo a los jinetes y habían olido sangre. Nada los iba a detener…

Turno 28

"Disparad al huargo que esté más cerca de vuestro lado del desfiladero"- grita Eärnil, no se le ocurría una manera de evitar que todas las flechas fueran al mismo engendro. Contiene la respiración y lanza la flecha. El disparo va bien dirigido, pero un salto lateral de la bestia en el último momento consigue que los daños no sean altos.

Turno 28

Abajo los hombres de bien se preparaban para enfrentar a la muerte que se precipitaba al desfiladero desde la pendiente de la Loma...los hombres de Melechtor no terminaban de llegar y Earnil, Agnor y el resto de muchachos, se afanaban en preparar una resistencia numantina, casi suicida. Debía darme prisa, o aquella garganta de piedras afiladas se convertiría en una trampa mortal para todos.

Mientras permanecía suspendido en mitad del paso, un viento gélido sopló del Este, portando efluvios de muerte y putrefacción. Entonces los vi, en la negrura de la noche tras los confines del desfiladero varios puntos rojos se movieron centelleantes, amenazantes, como fuegos envueltos en sombras de desesperación. Los caballos piafan nerviosos y las antorchas bailaban al paso de sus poderosas zancadas...

¡Huargoooos! ¡Preparaos Hombres de Echorion, Los perros del Diablo han llegado al paso! ... se me escapó desde lo alto en un grito empujado por la angustia.
Rápidamente, retomé mi camino y continué cruzando el desfiladero, solo esperaba que las piernas no me fallasen en aquel momento.

Turno 28

Theon vio como la nube de polvo devoró la silueta de Tarbrand, un acto poco estratégico pero muy heroico de ese hombre, cuya lealtad hacia el Capitán era mayor que hacia la causa. No dejaba de preguntarse si algún día alguien haría algo similar por él, y ciertamente lo dudaba. Sus pensamientos se interrumpieron cuando de la misma nube surgieron cinco huargos, la carrera de esas bestias era imponente, aún con el claro agotamiento que reflejaban, puede que sus patas estuviesen cansadas pero sus fauces tenían el mismo hambre de carne humana que cuando comenzaron a perseguir a Melechtor.

Dos de ellas siguieron el camino que él había previsto, pero otras tres parecieron no haber visto al dúnedain y comenzaban a desviarse. Eso no era deseable, las bestias debían entrar por el desfiladero antes que el resto, ser atacadas en grupos pequeños y ya agotados de la carrera. Esos tres sin duda volverían, pero lo que inquietaba a Theon era el momento en que lo harían, y cuando eso pasara y tuviese él mismo que darse a la carrera, no sabía que harían los demás demás huargos de la manada que venían detrás. 

La lanza que tenía en su mano lo ayudó a resolver rápidamente el dilema, apuntó a uno de los tres huargos que habían seguido de largo y arrojó el arma con todas sus fuerzas hacia uno de ellos. Un huargo herido en la entrada de paso era por lejos la mejor señal para provocar a esas bestias y atraerlas hacia el interior, un desafío irresistible. Maniobró con el caballo he hizo sonar el cuerno una vez mas para llamar la atención de esas bestias y ayudar al grupo de Melechtor a orientarse en la oscuridad. Pero era la última vez, necesitaría sus manos para su espada en los instantes por venir. 

Turno 28

-¡DISPARAD!, gritó el veterano miliciano. Era el mejor arquero del grupo, y confiaba en su arco largo para hacer daño a los enemigos. -¡SÓLO SON DOS!

No obstante, a pesar de su gran puntería, la flecha falló su objetivo. Los dos soldados que tenía a su lado tampoco acertaron.

Por el otro lado, Brangon tuvo mejor suerte con el otro huargo y su flecha impactó aunque sin mayores consecuencias, igual que la flecha de Eärnil.

Los huargos siguieron cargando hacia delante.

-Turno 28:

El montaraz avanzó más por puro corazón que por lo que le decía sus sentidos, por lo que cuando se quiso dar cuenta, los sonidos de los huargos ya le sobrepasaban. Tuvo un instante de duda, por un lado pensó que si los seguía quizás pudiera salvar a algún compañero, pero puede que sólo intentaran sobrepasar al grupo para acometerlos de frente. Por lo que optando por encontrar primero a su capitán, siguió buscando al resto de su unidad, pues sumirse en una pelea incierta contra dos o más huargos era bastante arriesgado...

Turno 28-29

Los proyectiles no habían podido frenar ni debilitar a los huargos, así que era el momento del acero. Sujeto a sus riendas, Agnor desechó la posibilidad de hacer una carga contra aquellos dos huargos. Sí, dos huargos son enemigos a tener en cuenta, pero peor serían cinco, diez o veinte, y ese era el verdadero riesgo. Porque si hubieran cargado contra esos dos lobos podrían haberse enfrascado en un combate en mitad de la hondonada, que hubiera obstruido el paso de sus compañeros, dificultado otros disparos o, incluso, los hubiera convertido en el blanco fácil de una manada de huargos que pudiera entrar detrás de aquellos. Así que la mejor idea era esperar la llegada de esos dos lobos, abatirlos cuanto antes y mantener la posición para cuando de verdad hiciera falta una carga de caballería.

– ¡Aguantad, hermanos! ¡Aguanta, Atreo, noble amigo! No temas a esas fieras, muy pronto serán cálidos mantos para el invierno.

Los huargos corrían como bestias desesperadas por el desfiladero. Les daba igual que delante tuvieran muchos hombres, solo eran bocas hambrientas sin mesura ni control. Agnor se fijó en el más adelantado, que se acercaba a él a una velocidad increible. Sujetó su bastarda, la subió por encima de sí, tiró de las riendas para elevar la cabeza de Atreo, que se levantó en un caracoleo, y descargó la espada con toda su furia contra el huargo, que había saltado en el aire para devorarlo.

– ¡Muere! –gritó mientras el acero se hundía en el monstruo.
 

Resolución turno 28 – Tarbrand

Tarbrand escuchaba cada vez más ruidos de huargos a su alrededor, y notaba cómo su caballo se inquietaba ante el peligro invisible pero muy presente. También se fijó en el sonido de cascos de otros caballos, o tal vez se trataba del eco de los suyos propios…

Siguió adelante, tratando de dejar atrás el remolino que le dificultaba la visión para buscar al grupo de jinetes. Sus ojos ya se habían adaptado a la penumbra, y debía sacar provecho de esa circunstancia. Los ruidos a su alrededor eran de carrera y de persecución. De jinetes dispersos y huargos corriendo de forma salvaje. No obstante en medio del caos no escuchaba combates.

Entonces vio algo. A lo lejos, un poco a su derecha. A unos ochenta metros. Había dos jinetes encima del un solo caballo, y junto a ellos al menos dos huargos. Y otro jinete avanzaba hacia aquella posición a unos cincuenta metros de Tarbrand. Es decir, se estaba dando la vuelta para regresar allí. No pudo distinguir de quién se trataba, pero le llamó la atención ver a varios jinetes estáticos.

Resolución turno 28 - Theon

Theon lanzó la jabalina con todas sus fuerzas, pero los huargos eran increíblemente ágiles y falló el lanzamiento. Dos de los huargos siguieron su carrera, llevados por la velocidad con la que habían llegado al Paso. Pronto se iban a dar la vuelta para regresar, pero de momento se alejaban en paralelo al acantilado hacia la izquierda de Theon.

Sin embargo, uno de los huargos se detuvo cuando vio pasar la lanza cerca. Ahora se encaraba con Theon quien aguardaba junto a la entrada del Paso tratando de establizar su montura. Era evidente que el huargo había caído en la provocación, y se preparaba para cargar contra el jinete.  

Resolución turno 28 y 29 – desfiladero

La velocidad de los dos huargos era endiablada, e ignoraron las flechas de los hombres de Eärnil. Siguieron la carrera hacia delante, pero entonces se encontraron de cara con los jinetes. Uno de los huargos saltó hacia Agnor tratando de desmontarlo, pero recibió un tremendo golpe de la espada bastarda que le seccionó la espina dorsal. Cayó como una losa al suelo y aunque respiraba aún, era evidente que no iba luchar más.

Caldrim no tuvo tanta suerte, y pifió su ataque con el hacha de combate. Al menos Bakar le alcanzó al huargo con su mandoble, y el fuerte impacto en el pecho detuvo la carrera del huargo y lo dejó a merced de nuevos ataques. Los otros jinetes mantuvieron la posición en los flancos por si llegaban más enemigos, y los arqueros aprovecharon para cargar sus arcos.

El cuerno de Theon sonó nuevamente desde la entrada del Paso, y el eco les llegó a los que estaban en el desfiladero. En lo alto, Aaren por fin terminó de cruzar el desfiladero. Ahora se encontraba en el lado donde estaban los bloques de piedra y el caballo.