Partida Rol por web

-¡HOMBRES DE SIL AURESSË!

-La hora que tanto temíamos y esperábamos ha llegado. Hoy se decidirá el destino de Sil Auressë ¡Allí tenemos a las viles criaturas que quieren arrebatarnos nuestro sueño!, ¿se lo vais a permitir?

-Yo creo que no, porque no es nuestro sueño el que amenazan, es el sueño de nuestros padres, de nuestras esposas, de nuestros hijos, incluso de aquellos que aún no han nacido.....¿pensáis ceder ante la sombra?

-Tendréis temor y haréis bien en sentirlo, son criaturas que no tendrán misericordia de nosotros y que si nos superan, no la tendrán de nuestros seres amados.

Yo os digo en esta hora tan sombría, que pueden ser capaces de oscurecer el Sol, son capaces de llenarnos de temor, ¡¡¡pero la luz del Sol y nuestra valentía siguen intactas!!! ¡¡¡Sólo falta que rompamos la oscuridad que las atenazan para que vuelvan a brillar con fuerza!!!

-Hoy lucharemos por Sil Auressë, porque Sil Auressë representa todo lo que esos seres odian, representa la luz, la esperanza, una vida mejor.....pero no solo para nosotros, sino también para el resto de Cardolan, y aquí os digo que hoy, aunque no lo parezca no estamos solos, y otros librarán otras batallas, tal vez incluso más cruciales que esta, y necesitan de nuestro apoyo, necesitan de nuestra victoria, para evitar que una nueva sombra se cierne sobre esta tierra.

-¡Por mucho que oculten el Sol, por muchos que sean, nuestro valor y firmeza son inquebrantables y hoy lamentarán que se hayan alzado contra Sil Auressë!

¡POR SIL AURESSË!

Lugarteniente Khôradur, la Batalla del Eclipse

Los valientes defensores de Sil Auressë habían plantado cara a la hueste invasora en un pequeño valle rodeado de colinas y flanqueado por un río. Allí se libró la Batalla del Eclipse, que comenzó cuando el sol en lo alto del cielo fue devorado por la oscuridad.

Desde entonces, largas horas habían pasado, y los hombres liderados por el Lugarteniente Khôradur habían defendido cada palmo de terreno, habían luchado contra innumerables orcos, sus sacerdotes oscuros, y sus aliados los huargos, los murciélagos e incluso los temidos trolls. Se podían ver una mediana docena de cadáveres de esas horrendas criaturas por el campo de batalla. Aún quedaban unos pocos, situados en la retaguardia de la hueste orca para empujar a los orcos hacia los valientes defensores.

El ejército de Sil Auressë se había aferrado a la esperanza de un nuevo amanecer, de una luz por débil que fuera. Y habían logrado aguantar los envites del enemigo durante mucho tiempo e infringir grandes bajas a la hueste orca, pero poco a poco se habían visto empujados hacia el río. Fue entonces cuando Khôradur lanzó un contraataque casi desesperado para volver a tener libre la ruta de escape hacia el este. Las tropas defensoras carecían de caballería, pero confiaron en la fortaleza de los guardias liderados por Walec, y ataviados con armaduras de gran calidad de los artesanos enanos.

–¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Por Sil Auressë! ¡Adelante! ¡Las llamas del Garan Gwalorn prenden!

La maniobra del ejército de Khôradur estaba en un punto crucial. La infantería pesada de los guardias se había enfrentado con el grupo de orcos que rodeaban al caudillo Zaboht, y en el otro flanco Ulog-Plak y sus jinetes de huargos amenazaban a los restos de la caballería de Sil Auressë y a las otras unidades.  En el centro, Zaboht había derrotado en combate singular al líder de los guardias Walec, y ahora se enfrentaba al mismísimo Khôradur en un mortal intercambio de golpes entre dos titanes que inevitablemente hizo que el resto de la contienda mirara de reojo aquella pugna.

Entonces, un suave murmullo comenzaba a oírse desde el sur. Pronto era el sonido de muchos guijarros rodando, y en cuestión de segundos el sonido atronador de una avalancha formada por una treintena de jinetes galopando por la meseta en dirección al corazón de la hueste orca.

¡Garan Gwalorn había llegado!

-Tenemos los hombres, tenemos las lanzas y las espadas. Tenemos la ventaja de la sorpresa. El enemigo espera la segunda hueste llegando por el sur. ¡Pero aquella hueste se quedó en el Paso! Y en vez de más orcos, llegará Garan Gwalorn! ¡La Tempestad! Y empujaremos a los orcos al río hasta teñirlo de rojo.

El capitán Melechtor espoleaba su caballo y echó un último vistazo alrededor. Estaba rodeado de los mejores jinetes guerreros, y vio cómo los últimos destellos del sol se reflejaban en sus desgastadas armaduras y en los filos de las espadas manchadas de sangre.

 –¡GARAN GWALORN!, gritó con todas sus fuerzas.

-¡Cargamos con fuerza! ¡Formación cerrada!

Los jinetes llegaban en tres filas de diez, pero a mitad de carga la última fila se partió en dos para aumentar el ancho de la unidad, aumentando así la sensación de que eran cada vez más y más grandes a medida que se acercaban.

El veterano orco trató de incorporarse mejor encima del huargo para poder ver el origen de aquel ruido. Su primer pensamiento era que por fin había llegado la hueste del sur, pero pronto comprendió que algo no iba bien…

Y entonces lo vio. Como una flecha disparada de un enorme arco, los caballeros amenazaban la retaguardia de las tropas orcas.

-¡Formad filaz!¡Lanzeroz!

Desesperado, trató de llamar la atención de Zaboht, pero éste estaba demasiado centrado en su combate individual con Khôradur.

-Lograremos que este día quede marcado en los anales de la historia, como unos pocos consiguieron derrotar a la inmensa marea orca; ¡haremos que esas viles criaturas no vuelvan a pisar estas tierras tranquilas! –

Los orcos observaban con creciente horror cómo el sol poniente trajo el viento y la tempestad, y cómo la muerte cabalgaba hacia ellos en vez de los ansiados refuerzos. Entonces reconocieron el símbolo que portaba la unidad. Eran los restos del Gran Estandarte de los Skator-Vok-Koptog, el símbolo de la unidad de las tribus orcas en el Oscurecimiento. Gritos de pánico y de terror fueron pronunciados por aquellas viles criaturas.

Era como el último esfuerzo de la Luz en aquel día aciago. Pero entonces, todo cambió. El golpe de Zaboht impactó en la cabeza del Lugarteniente, y se escuchó un descorazonador crujido, y el yelmo cerrado de Umbar con forma de pez, el Karma, fue aplastado por la fuerza del mandoble del orco. El umbareano cayó con fuerza al suelo, y no se movió más. Los más cercanos a él se miraron horrorizados, y algunos bajaron sus armas, sin poder creer lo que habían visto.

El gran Zaboht estaba erguido, con las piernas abiertas, encima del cuerpo abatido de su gran enemigo. Se agachó para agarrar la cabeza con la mano izquierda, y en la derecha sujetaba el enorme mandoble que había derrotado primero a Walec y luego a Khôradur.

Fue en ese momento cuando se percató del desconcierto general. -¿QUÉ ES?, gritó enfurecido por la inoportuna interrupción.

-Turno 4:

El montaraz sentía a cada bocanada de aire tanto suya como de su fiel corcel la situación apoteósica que allí se estaba librando, vio desde lejos cómo los valientes defensores de Sil Auressë luchaban con ahínco, pese a estar perdiendo terreno de forma visible; es más, parecía que se había formado cierto corrillo alrededor de un combate singular, entre el que parecía sin duda el lugarteniente aliado y el líder orco, no obstante éste parecía haberse resuelto con la muerte del valiente guerrero...

Era un golpe duro sin duda para la moral de los defensores, pero por suerte allí estaban ellos, dispuestos a convertir en victoria lo que parecía una derrota, dispuestos a hacer lo imposible por salvar la ciudad de Sil Auressë, dispuestos a eliminar en un sólo día toda la amenaza orca que amenazaba la región sin importarles que les superaran diez a uno, dispuestos a convertirse en leyendas...

Así pues, coreando su grito de guerra a pleno pulmón:

-¡Garan Gwalorn! ¡Garan Gwalorn! -exclamaba a la vez que azuzaba a su montura que también parecía sentir dicha descarga de adrenalina.

Por ello, dispuesto a ser él que derramara la primera sangre, tensó su arco compuesto con una facilidad pasmosa pese a ir a caballo, se llevó la cuerda hasta el mentón y apuntó a uno de los líderes orcos, el que estuviera más "predispuesto" a morir, ya sea el que iba en huargo o el que estaba a punto de degollar al general. Y tras tomar su decisión soltó la cuerda, haciendo que el proyectil volara liviano y certero, realizando un tiro casi perfecto y esperando que acabara en el acto con uno de sus enemigos, esa flecha disiparía cualquier duda sobre la lealtad de su grupo.

Acto seguido, viendo como Aaren optaba por esperar al choque, le dijo mientras recargaba:

-Ya sabes lo que dicen amigo mío, el que primero golpea, golpea dos veces jajaja -expuso contento de que la balanza sobre quien mataría más enemigo empezara en este encuentro inclinándose a su lado.

Tras tener su ancestral espada bastarda en la mano, la enarboló dispuesto a atemorizar a sus enemigos así como señalaba con ella al líder orco, cuyo final, no estaba muy lejos; por un instante sentía el poder de sus ancestros emanando de su arma, sentía como todos lo miraban, como le dotaban de fuerzas sobrehumanas para hacer algo mucho más allá de sus capacidades normales, sabían que este día sería crucial y sin duda querían darle al desdichado Tarbrand la oportunidad de empezar a hacerse un nombre, un nombre que todos recordarían...

Turno 4

Todo había sucedido muy rápido, se disponía a asestar un golpe a Zaboht, pero por un segundo dudó, lo que resultó fatal. Notó un fuerte golpe en el rostro, seguido de multitud de pinchazos, como si un increíble número de dagas se hubiesen clavado en su rostro y notó como se sumía en una negra oscuridad.

Le vino el rumor del viento, el murmullo de las olas y el olor del mar. Tuvo una imagen fugaz de una costa llena de verdor, y a medida que se aproximaba pudo ver que en su superficie había distribuidas lo que parecían ser diferentes poblaciones. A medida que el navío en el que se encontraba se acercaba a la costa, observó como se trataban de aldeas, pero una destacaba, una imponente ciudad blanca, con muros como el mármol y torres con cúpulas como perlas que relucían a la luz del sol. Khôradur sonreía, se sentía en casa.

De pronto se encontró siendo un niño, en los muelles de la ciudad de los corsarios en Umbar. Corría por las calles sorteando a las gentes que se arremolinaban cerca del puerto. Las naves de Umbar volvían a casa tras una victoriosa campaña en las costas de Gondor. Khôradur miraba expectante a los navíos y a su tripulación y los saludaba.

Cuando sea mayor seré uno de ellos

De nuevo cambió la escena, se encontraba despidiéndose de su amada Miriel. Miriel, que murió en la Gran Plaga....

¿Sigue vive?, ¿como es posible?

Era su primera despedida, cuando Khôradur se enroló por primera vez en una navío, ¡eran tan jóvenes!

Han pasado muchos años, Khôradur se encontraba en el asedio de Metraith, combatiendo ferozmente junto a sus hombres.....La escena de nuevo cambió, y estaba hablando con Curudae sobre Sil Auressë.

La escena pasó, seguía sumido en la oscuridad, a duras penas podía respirar, notaba como tenía la boca llena de sangre. Intentaba incorporarse pero no podía. Escuchaba los gritos y el ruido del choque del acero, y de pronto un murmullo lejano llegó a sus oídos, parecían caballos y gritos, gritos de esperanza. La ayuda había llegado, aunque posiblemente era tarde para Khôradur.

Turno 4

Una oleada de energía recorrió el cuerpo de Milzarâk cuando divisó a Khôradur luchando con el caudillo orco. Había sido un azaroso viaje desde la ciudad de Tharbad, pero al final había logrado encontrar a su antiguo capital, tal y como le habían encomendado.

Entonces observó como el mandoble del orco aplastaba el casco de Khôradur y su corazón se paralizó. Por su mente pasaron imágenes de los compañeros corsarios que había dejado en Tharbad, los cuales acabarían muertos o como sicarios de los gremios sin la guía de Khôradur, y de su amada Eren, que sería capturada por los orcos si los hombres de Sil Auressë eran derrotarlos. 

Con el alfanje en la mano, se preparó para saltar del caballo en cuanto estuviese lo más cerca posible de su capitán y el caballo aminorase la marcha.

Turno 4

El joven escudero quedó horrorizado al ver como la espada del uruk impactaba de lleno en el rostro de Khôradur. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando escuchó los huesos romperse y el mundo dejó de existir al ver la imponente figura del corsario caer hacia atrás.

-¡MI SEÑOR!

Su mano de inmediato se dirigió hacia la bolsa que llevaba en un costado, hierbas que tal vez podrían servirle para curar a su señor. Se encontraba a cierta distancia, la cual podría recorrer en unos segundos, si no fuese porque una ingente cantidad de orcos se interponían entre él y Khôradur.

Rápidamente comenzó a correr mientras llamaba a los hombres

-¡A mí gentes de Sil Auressë, Khôradur nos necesita!

Pero gritaba sin esperanzas, ya que muchos estaban quietos, mudos u horrorizados al ver a su líder caer.

Un murmullo lejano llegó a sus oídos pero hizo caso omiso, hasta el momento en que pudo ver como una hueste a caballo se dirigiía hacia ellos. Eran los refuerzos

Tal vez tengamos una posibilidad de sobrevivir y yo de ayudar a mi señor

Aceleró la carrera, intentado esquivar a los orcos que había por medio, dispuesto a golpear si era necesario. Tenía que llegar hasta su señor.

Turno 4

La gran mancha que había frente a ellos se agrandaba segundo a segundo, sus caballos galopaban a gran velocidad, con el sol a sus espaldas, trayendo consigo el martillo dorado que daría vuelta la batalla. A medida que se acercaban el sonido del acero golpeando con furia comenzaba a escucharse detrás del cabalgar de los caballos, y los gritos de batalla se alzaban en un eco indescifrable. Theon esperaba que el estandarte que llevaba a sus espaldas le sirviese para confundir al enemigo en un principio y para desanimarlo luego, y por el rostro de algunos orcos y los gritos de horror, le pareció que había valido la pena traer consigo ese símbolo, mientras estuviese en lo alto daría su resultado.

Belkazir había cabalgado a su lado, y en el trayecto le había descrito lo que sabía sobre las fuerzas aliadas y las enemigas, y por sobre todo, los dos líderes enemigos. Theon buscó entre la horda a los dos, el gran Zaboth y el anciano cojo Ulog-Plak, que estaría montado sobre un huargo. Con lo que sabía de ellos y por la atura que tenían respecto al resto, no tardó en encontrarlos. El anciano orco los había visto y aún a la distancia pudo sentir el temor de esa criatura ante el Garan Gwalorn que avanzaba sobre ellos, pero el segundo le llamó la atención. Zaboth enfrascado en un combate singular con un hombre alto y con una buena armadura. Era sin duda un duelo, y no había duda en que el hombre era un líder de las fuerzas aliadas. Una vez había visto a Khoradur en Metraith, y el recuerdo se le vino a la memoria con tal detalle que no tardó en asociarlos. Casi en el mismo momento vio como el gran espadon golpeaba el yelmo del umbariano y éste se desplomaba inconsciente.

Un frío cosquilleo lo atravesó. No lo conocía personalmente y eso alimentaba su desesperación. Tras la conversación con Agnor había sentido deseos de conocerlo, de aprender de él, se servirlo en batalla, y desde entonces ansiaba conocer a aquél hombre, cuya vida se escapaba segundo a segundo. Desvió su mirada hacia los hombres que estaban a un lado del lugarteniente y vio su actitud No, esto esta muy mal, este golpe los ha matado a todos, se dijo, comprendiendo que la caída de ese hombre era mas fuerte que una veintena de jinetes.

El tiempo volvía a escurrirse como arena entre los dedos, todo giraba a gran velocidad una vez mas. Vamos Theon, se presionaba a sí mismo, era necesario reaccionar a tiempo ante ese imprevisto. Miró a su derecha, el Capitán enardecía a los jinetes para continuar con el avance, pero mas allá estaban Miilzarak, Earnil, quienes eran leales a Khoradur como Belkazir, y mas allá estaba Agnor. Recordaba la devoción que el norteño sentía por el Lugarteniente y comprendía que en ese momento el corazón del sargento había sido atravesado por una lanza. Theon sabía que era necesario aferrarse al plan, empujar al enemigo hacia el río y luego virar a la derecha, para unirse a los aliados y proteger su retirada hacia la aldea o reagruparse y volver a atacar. Lo tenía claro. -Lo siento, mi Capitán- dijo sin elevar la voz, tal vez Melechtor llegase a esucharlo, aún estaban cerca. 

Estiró el yelmo enano, el símbolo de la victoria sobre el Señor de la Guerra y se lo entregó a Belkazir, que cabalgaba a su lado - Defiéndelo con tu vida! Llevalo en alto y enardece a las tropas, invoca el nombre de Khoradur y que se levanten, que todos los soldados de Sil Auresse te vean y escuchen tu grito, que sientan que aún pueden vencer!- dijo y luego señaló hacia el lado derecho de las filas de jinetes - Ve con Agnor y sigue sus órdenes... y acaben con esa bestia! - Theon sabía que Earnil, Milzarak, Belkazir y Agnor no pelearían con todas sus fuerzas en el frente a sabiendas que su líder había caído y los suyos estaban comenzando a desesperar, y tras haber peleado junto al norteño, sabía que iría tras Zaboth y que podía enfrentar a un Uruk y vencerlo. Esta vez será tuyo, y tendrás tu venganza, pensó. - Agnor, Earnil, hágan que esa bestia se arrepienta!- gritó. No era una orden, era un modo de liberarlos del peso que tendrían si querían separase de los jinetes de Melechtor, y a la vez un modo de alentarlo a que llevaran a cabo lo que sin duda su corazón les indicaba.

Cabalgó mas lento y se puso detrás de Melechtor, tomó con su mano el cuerno que había usado en la batalla anterior, lo hizo sonar mas de una vez con fuerza, retumbando por sobre todo el campo de batalla, para que todos supieran que el Garan Gwalorn había vencido a la orda del paso, que sus líderes habían caído y que la tempestad ahora caería con fuerza sobre todos ellos. Si tenía suerte, ambos líderes enemigos se fijarían en él, eso distraería a Zaboth y prepararía a Ulog-Plak para lo inevitable.

Luego se volteó hacia su izquierda, dónde Tarbrand y Aaren estaban batallando. Había dejado en el norteño la posibilidad de atacar a uno de los líderes, seguido por dos caballos. Él se sentía con la obligación de hacer lo mismo, una misión difícil que bien valía el riesgo. Melechtor no debilitaría demasiado sus fuerzas con su ausencia, el Capitán debía seguir empujando al enemigo, y tres jinetes menos no marcarían la diferencia. - Amigos, síganme, iremos por el viejo Ulog! Vamos! - clamó con fuerza, mirando en silencio al Capitán que estaba delante suyo, se estaba moviendo sin su permiso, pero ambos sabían que era lo mejor.

Guardó el cuerno y desnvainó su espada, tomaba las riendas de su caballo con su otra mano mientras observaba el campo de batalla encontrando un hueco por dónde podría moverse para llegar rápido hacia dónde estaban los huargos, mientras Tarbrand y Aaren decidían si lo seguían o no. La pequeña demora lo dejó en el último lugar de los jinetes que avanzaban, y entonces vio mucho mas de cerca al hombre misterioso que se acercaba con su lanza. Que es esto?

Turno 4

-¡GARAN GWALORN!, gritó Caldrim y por momentos parecía estar sonriente. No era uno de los hombres de Echorion, sino un Jinete de Acero. Y formaba parte de la punta de lanza de la temible carga de la unidad de Melechtor. Rápidamente se hizo con la composición de las tropas enemigas, pero no titubeó y mantuvo la trayectoria en línea recta hacia el corazón de la hueste.

Necesito causar el máximo de bajas, pensó. No era el momento para buscar a los caudillos ni a los líderes. Su misión era otra. Se trataba de números, de aplastar a aquellas viles criaturas.

De reojo vio a Tarbrand cruzarse hacia Zaboht. También buscó un instante a su hijo Cathael en las colinas circundantes. Esperaba volver a verle después de aquella noche.

Y entonces chocó contra las filas enemigas. Atravesó con su lanza a uno y luego a otro, y siguió cabalgando. Siempre buscaba golpear al orco que tenía detrás el más próximo, para no perder la inercia.

-¡VAMOS BAKAR! ¡YA SON NUESTROS!

Turno 4

Agnor sentía el tambor de los cascos resonando en el valle como al mismo ritmo que la sangre en sus sienes. Ahí estaba, por fin, el final de su viaje. Le habían solicitado buscar ayuda, y había vuelto con ella en el momento preciso. Ni un minuto antes, ni un minuto después, sino cuando la batalla era más desesperada y los orcos, envalentonados, daban la espalda a lo que sería su perdición.

—¡Garan Gwalorn! ¡Por Sil Auressë!

En la distancia pudo ver al comandante Khôradur. Era inconfundible pues destacaba medio cuerpo por encima de cualquier hombre. Su gigantesca presencia era como una estatua, como si fuera él mismo el estandarte de los hombres de Sil Auressë.

Mas, sin embargo, cayó. El gigante sureño cayó bajo el mandoble de un gigante negro y, aunque no pudo oírlo realmente, Agnor sintió el sonido de ese quebrar. Y la cabalgada se resintió cuando, llevado por el asombro, tiró de Atreo durante un segundo de duda. Pero el caballo se resistió a detenerse, impulsado por su propia furia y en compañía de los suyos. Eso despertó a Agnor del impacto, de esa imagen de ver al comandante derrumbarse y perderse de la vista, rodeado de enemigos y aliados. ¿Estaría vivo? ¿Habría muerto por ese golpe fatal?

Se despertó de esa niebla en seguida y sintió hervir la sangre. Azuzó al Atreo con furia, con su gran espada en la mano. Si el bastión caía, caerían todos. Pero si caía, sería vengado. Vio en aquel orco enorme a aquel otro uruk que no hacía mucho le había mandado al otro lado. Y sintió que esa era la oportunidad.

...padre, hermano... abrid las puertas, pronto nos veremos...

Se lanzó directo contra la posición del comandante orco, dispuesto a proteger a Khôradur y, con él, la moral de la última resistencia.

Turno 4

Finalmente la tempestad se desató. Y los Garan Gwalorn irrumpieron en la historia de los tiempos, con una carga sin precedentes en los anales de la Tierra media. Los hombres se lanzaron a la batalla y el mundo pareció estallar en cientos de pedazos de cristal que se mantuvieron suspendidos en el horizonte de la llanura, solo para recomponerse instantes después dando lugar a un paisaje completamente diferente del que había existido hasta entonces. Sumido en aquella vorágine enfervorizada, mis vista se desvió ligeramente a la izquierda para descubrir al guerrero que galopaba sin freno desde el flanco. Su jinete, un hombre joven, espoleaba a su montura casi con desesperación...pero la marea en que se había convertido el Garan Gwalorn era ya imparable, y no parecia que aquel jinete fuese a alcanzarnos. Fue entonces que reparé en la cabeza ensartada en la lanza que portaba su montura. Una deformada cabeza de un anciano sacerdote oscuro torcida en un gesto grotesco. Aquel hombre gritaba enardecido por el momento, pero sus palabras parecían perderse contra el viento, hundidas bajo el sonido de los cascos y los gritos de guerra.

Cita:

En cuanto comprendí lo que aquello podría significar para el devenir de la inminente batalla, tiré suavemente de las riendas hacia la izquierda y con un sutil movimiento de las espuelas, hice que mi cabalgadura virase ligeramente hacia su posición abandonando de ese modo la formación.

ES LA CABEZA DE SU LIDER!! YO LE DARÉ SOPORTE!!

grite para que todos pudiesen oírme, aunque mis palabras iban dirigidas a Theon sobre cualquier otro. En la maniobra mi caballo fue perdiendo impulso,trazando una linea eliptica que nos llevaria a interceptar al inesperado Jinete. Cuando pasé al lado de Tarbrand no puede evitar dedicarle unas palabras...

Que Mahal guie tu espada camarada! Te veré al otro lado de la rompiente...no olvides llevar la cuenta!! y una sonrisa se dibujo en mi rostro antes de dejarme llevar por el viento del Oeste. El joven jinete comprendió enseguida lo que pretendía...y aunque ni el mismo podría imaginar lo que tenia pensado para el...nuestros caminos no tardaron en encontrarse. Juntos llevaríamos la luz de Varda al campo de batalla...y con nosotros llegaría la esperanza...una esperanza mas allá de toda promesa....una esperanza que traería el horror y la locura a los negros corazones de los Orcos.

-¡ACERO Y MUERTE!, gritó Bakar. Vio cómo su sargento y amigo Caldrim cortaba las filas de los orcos como un cuchillo afilado la mantequilla. Mientras tanto, Bakar chocó con los primeros orcos y falló con su lanza. Perdió algo de ímpetu, así que optó por dejarla caer, como había hecho en el Paso. Agarró su mandoble y siguió golpeando y avanzando.

-¡NO OS DETENGÁIS!, instó a sus compañeros. Verse separado del resto de la unidad en medio de la marea oscura de orcos podía ser fatal. -¡DEJAD LOS TROLLS PARA LUEGO!

Ahora lo importante era romper la formación de los orcos y empujarlos hacia el río. Luego a la derecha.

Una batalla más, de los páramos cubiertos de nieve de Rhudaur a las tierras altas de Minhiriath. Y en ambos casos, su participación se debía al parecer a una misteriosa dama elfa.

Me gustaría conocerla algún día..., pensó mientras volvió a levantar el arma.